Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Según Ley del Instituto Mexicano de la Juventud, publicada en el Diario Oficial de la Federación en 1999 se considera joven a toda persona cuya edad comprende entre 12 y 29 años, por lo tanto, yo puedo decir que soy un joven estudiante que en mi carrera veo y analizo los fenómenos sociales, además, soy amante de lo que ocurre en la vida política mexicana, los factores antes mencionados me llevaron a involucrarme en diversos eventos políticos “hechos para los jóvenes”.
En un principio sentía mucho entusiasmo de formar parte de foros como oyente, ir a parlamento juveniles, estar en cursos de formación política, etc. Sin embargo, después de participar activamente, mi entusiasmo decayó. Como joven siempre me cuestiono todo lo que me rodea. Un día me pregunte cuál es realmente el papel que ocupamos los jóvenes dentro de este sistema político; ¿realmente somos los que dicen en el discurso, somos el relevo de la política?, ¿se nos incluye verdaderamente?, y si es así, ¿quiénes son los incluidos y de qué manera se incluye? Y finalmente me hice una pregunta muy polémica ¿los jóvenes si participamos o hay casos donde solo es una simulación?
Lo que trataré de plasmar en este artículo son las conclusiones que logré llegar a partir de mis experiencias y conocimientos que he adquirido. No pretendo generalizar, admito que hay organizaciones que sí son verdaderas plataformas para jóvenes y donde realmente se nos escucha, pero en este caso evidenciaré la contraparte, las organizaciones que son todo lo contrario. Lo que sí pretendo en este artículo es abrir el debate de qué papel ocupamos los jóvenes en el sistema político del país.
Estando en los eventos de política para jóvenes en diversas ocasiones me he sentido como un “aplaudidor”, es decir, sólo me siento como una persona que ocupa un lugar y va a aplaudir todo lo que digan los oradores. Solo soy un receptor de un discurso enmarcado de ideologías, prejuicios y verdades a medias. El diálogo en estos lugares es muchas veces mínimo, si no es que nulo.
Formando parte de estructuras de agrupaciones políticas de jóvenes, me di cuenta de que llevaban a cabo prácticas poco éticas que los jóvenes tanto hemos cuestionado a lo largo de los años como, por ejemplo; que se nos pidiera invitar a eventos políticos a amigos jóvenes que tuviéramos en nuestros redes sociales y círculos de influencia más cercanos. Se nos pedía que los hiciéramos sentir que eran invitados especiales, que a raíz de mentiras y adulaciones los convenciéramos a ir, poniendo como excusa que los políticos que estarían ahí realmente les importaba su presencia. La realidad era diferente, solo se les hace la invitación para llenar un lugar en el mitin, se les hace creer que participan y que eran importante. cuando la realidad es que solo se les lleva como acarreados para ser unos aplaudidores más.
El expresidente chileno Salvador Allende decía “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción biológica” entonces, ¿por qué los jóvenes aceptan formar parte de estos grupos? Los cuales solo son apéndices de los partidos políticos, alineados a sus intereses, a sus propuestas, ignorando las necesidades que tienen el sector al que dicen representar (los jóvenes). La respuesta que encontré es que estos grupos solo son una plataforma para que los jóvenes que ya tienen cierta reputación demuestren a los políticos con más años que ellos son capaces de movilizar a cierta cantidad de personas. En estos grupos se llenan la boca de decir ser democráticos cuando siempre veo a los mismos apellidos y perfiles socioeconómicos en los puestos altos, además, es sabidos que tienen padrinos políticos o “palancas”, por lo mismo me cuestiono si realmente la meritocracia aquí es real, porque para alguien que no tiene un apellido con un peso u apoyo externo de algún funcionario, se tiene que esforzarse y demostrar porque tiene las capacidades de llegar a un puesto medianamente alto.
Finalmente quiero terminar cuestionando las actitudes de algunos jóvenes que se involucran en la política. Como jóvenes cuando llegamos a un parlamento y vivir en carne propia lo que es ser un legislador, es una experiencia muy grata y de mucho aprendizaje. Existen jóvenes que al meternos en el papel de los legisladores tienden a copiamos las actitudes de ellos, la razón de este comportamiento le encuentro lógica a partir de lo que dice Bordiu; en la realidad social, las sociedades construimos espacios, dentro de este espacio se encuentran diversos campos como el político que tiene cierto capital social, capital cultural, capital económico lo que constituye un habitus de este campo, portarlo te da cierto reconocimiento social y legitimidad. Para entrar a este campo político los jóvenes imitamos a los viejos políticos adaptándonos a sus hábitos, a su forma de vestir con traje, usar su vocabulario tan propio, su forma de dialogar que muchas veces parecen solo discutir, sus “prácticas de hacer política”, etc. Dejamos muchas veces a un lado nuestros principios para adaptarnos a un hábito y los discursos de moda en la política. Desde mi perspectiva, lo más importante de hacer política no es parecernos a los viejos políticos, es levantar la voz, ser atrevidos, que el conocimiento que tenemos lo pongamos al servicio de los demás para ayudar a las causas que no muchas veces son escuchadas, que pongamos nuestras demandas sobre la mesa y que sean tomadas en cuenta, no olvidemos que “Ser servidor público no se aprende, ser servidor público es una vocación” vox populi.
En la actualidad los jóvenes son 26.3 millones en el padrón electoral de un poco más de 100 millones. Debemos exigir que se nos escuche, tenemos que tomar los lugares en la política porque los políticos con más años y experiencia no nos lo van a dar, al contrario, buscarán seguir manteniendo sus puestos en la política por medio de la reelección (claro en los puestos que se puede como para ser diputados y senadores).
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Una respuesta
Ciertamente los jóvenes que obtienen puestos públicos importantes es no en base al mérito, sino al apellido, como ejemplo en este sexenio María Luisa Alcalde, el hijo de Lorenzo Meyer, la hija de Monreal por nombrar sólo algunos.