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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ /CUARTOSCURO.COM
Carlos Emilio Zavala Rivera

Carlos Emilio Zavala Rivera

Facultad de Arquitectura UNAM

Escritor que en sus tiempos libres estudia Arquitectura.

Generación cristalina

Número 3 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2021

Las calles se llenan de “derechos ajenos” que alteran el orden de la capital

Carlos Emilio Zavala Rivera

Carlos Emilio Zavala Rivera

Facultad de Arquitectura UNAM

Siempre se ha hablado de las generaciones. En forma de anécdotas, los viejos, las personas maduras e incluso los jóvenes tratan de explicar su generación. Los viejos cuentan historias que buscan, en la mayoría de los casos, justificar el presente que se vive. Los maduros se expresan con total nostalgia de su juventud, nostalgia que contagian al oyente. Se refieren a los actos, las costumbres de sus tiempos, lo que hicieron para que los jóvenes puedan pisar hoy donde pisan.

Ahora bien, hablar de generaciones puede contener la falsa verdad de las generalidades, más no podemos ignorar que los individuos forman parte de un colectivo. Aquel que actúa como individuo sin tomar de cuenta la sociedad a la que pertenece normalmente suele afectar a otras personas.

Ya se ha dicho que ciertas frases históricas carecen de verdadera trascendencia, como es el caso de la cita juarista: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Jorge Ibargüengoitia menciona en Instrucciones para vivir en México: “Por supuesto que la paz es el derecho ajeno, en eso estamos todos de acuerdo, en lo que nadie está de acuerdo es en cuál es el derecho ajeno”. En una ciudad diversa y caótica, como lo es Ciudad de México, el tiempo y el orden suelen ser conceptos abstractos. Aquí, el orden propio siempre depende de los demás. El estudiante puede levantarse temprano, bañarse y ordenar sus cosas en la mochila para después salir de casa, encontrarse con circunstancias adversas y llegar a la escuela con retraso, apestoso y con su desayuno regado en la mochila. Esta ciudad, reflejo de este país, está repleta de personajes que suelen desconocer o dejar a un lado sus limitaciones. Es así como las calles se llenan de “derechos ajenos” que alteran el orden de la capital y violentan a los individuos.

En estas circunstancias es donde nace la cada vez más reconocida generación de cristal. Para algunos, el cristal es nuestra sociedad suele reflejar cosas débiles, no es tan raro que entre tanta corrupción la transparencia dé un poco de desconfianza. Sin embargo, bajo ciertos contextos, el cristal puede bastar para brindarnos seguridad. Cuando un automóvil se acerca a una calle oscura, el conductor suele subir los cristales de las ventanas para sentirse más seguro, aun cuando las diversas técnicas de asalto y robo de vehículos ya han superado esa barrera. Cuando ciertas personas se refieren a mi generación como “Generación de cristal” se refieren a que nos ofendemos de todo o nos quejamos por cualquier cosa. En mi opinión, ser de la generación de cristal no es una ofensa, sino un orgullo, somos los que visibilizan los problemas que muchos han callado.

Se debe, creo yo, abordar el tema de las cosas que nos indignan. Suena ilógico que haya gente a la que le molesten los ofendidos y no los que claramente ofenden. Por ejemplo, esta generación es la que ha denunciado a profesores machistas, cosa que en otros tiempos se festejaba o, de menos, era vista como normal. La violencia de genero es un tema insoslayable en las conversaciones de la generación cristalina, además de opinar, también sirve para conocer más a la persona con quien hablas.

Hay gente que se enoja de los métodos educativos antiguos, atrás están quedando las nalgas con cable marcado o los borradores que se estrellaban en las caras del estudiante. El problema viene cuando el o la estudiante se cuestiona si para aprender hay que sufrir y si eso nos hará mejores profesionales. Cosa más importante es decir que por más rudos y por más hambre de poder que tengan, los y las jóvenes profesionales terminan encontrando trabajo detrás de alguna caja registradora de cualquier empresa extranjera.

No creo, por más argumentos que se encuentren, que haya pretexto para querer hacer menos a la generación de cristal. Me moriré pensando que bajo muchas circunstancias es mejor decir ¡Basta! a seguir aguantando acciones que nos denigran, ya sea personalmente o en grupo. Es más valiente el que esquiva un golpe que el que se somete a una paliza y no dice nada. Pongo el ejemplo de la violencia física porque muchos mexicanos siguen pensando que cualquier tipo de violencia es justificada y argumentan que el violentado o violentada se lo buscó. Son ese tipo de pensamientos los que han hecho a los jóvenes una orgullosa generación de cristal. En este contexto, es más fácil deconstruir un cristal roto que un cristal que aguanta y niega lo que pasa, con el simple objetivo de negar ser cristal.

En este país machista, por años se han formado hombres que piensan que llorar te hace débil y que prefieren reprimir sus emociones, o mujeres que, según varios grupos de la sociedad mexicana, calladitas se ven más bonitas. Que las mujeres de hoy en día tengan más voz y que los hombres puedan llorar sin necesidad de estar borrachos, son características de la generación de cristal que, si es de cristal, es para poner en la vitrina el mayor número de libertades posibles.

No soy tan devoto de que las generaciones se clasifiquen, este país como esta ciudad está habitada por personas que forman un colectivo. Sería injusto clasificar a las generaciones anteriores en “generaciones PRI” o en “generaciones homofóbicas”, porque siempre han existido personas que realmente han defendido libertades e incluso murieron en el intento. No todos somos iguales, entre los jóvenes de hoy todavía hay muchas personas que siguen poniendo en práctica cualquier tipo de violencia y represión hacia otra persona. Es aquí en donde recae la ya mencionada falsa verdad de las generalidades.

El mexicano tendría que empezar a entender que el futuro no es la réplica del pasado, sino la herramienta para construir un mejor mañana. Ignorar el pasado sería negarnos a nosotros mismos, pero reconocer nuestros errores es caminar hacia un mejor mañana. El cambio y las diferencias generan pánico en la mayoría de las personas, es tan cierto que lo anterior puede generar una negación violenta. Me gusta pensar que la generación de cristal no salió de la nada; la generación cristalina es una consecuencia de todos los aspectos opresores de la mexicanidad y, aunque muchos se nieguen, es la otra cara de los mexicanos, la que busca liberarse.

Deberíamos formar más acuerdos para que todos tengamos los derechos suficientes, tener libertad y autonomía sobre nuestros cuerpos y acciones. Así mismo, entender que vivimos en una sociedad, por lo que respetar los derechos del otro no deja de ser indispensable: la libertad de expresión se termina cuando se utiliza para reprimir a otra persona. En un mundo cada vez más individualista será necesario fortalecer nuestro concepto de comunidad, solo reconociendo nuestra condición social seremos individuos libres. Es este presente que nos toca vivir en el que las generaciones rozan, chocan, discuten y por qué no, también se entienden. Vivimos en un país con una diversidad de opiniones e ideologías bastante amplias, se pueden observar argumentos liberales y otros conservadores donde el racismo, el clasismo, la misoginia y la homofobia se dejan ver fácilmente. La generación de cristal no solo lucha contra lo ya impuesto, sino que también busca cambios desde sus trincheras, como las redes sociales, cambios de raíz o simbólico que les asegure un mejor futuro. Más que ser un grupo de quejosos, como se dice, somos el espejo donde se ven reflejadas las problemáticas que necesitan soluciones, ya sean del individuo, de la familia, de las ciudades, del país e, indiscutiblemente, de nuestro mundo.

Carlos Emilio Zavala Rivera.

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