Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Joanne Adela Low/Pexels
Picture of Vania Loreta Espejel Olvera

Vania Loreta Espejel Olvera

Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra (ENCiT)

En la tierra de nadie

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

Las guerras internas son las más aguerridas; la trinchera propia, la más atacada

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Vania Loreta Espejel Olvera

Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra (ENCiT)

Los ruidos del piso de arriba solo comenzaron a molestarme cuando el viento dejó de golpear mis ventanas; una vez más se hundieron mis pensamientos en el pesar del desastre que yacía a mi alrededor: quizá este era un drama más visto a través de ojos sensibles y necios, ojos grises incapaces de sanar; caras tristes resonando alrededor.

En este edificio solo estoy perdida en un desierto lleno de fuego ocupando la tierra de nadie, corroída por el humo de sus cañones y la oxidación de sus balas; entre trincheras eternas indispuestas a cesar. Los maullidos del gato en la azotea, los vasos rotos del departamento 305, la cama golpeando contra la pared, el sonido estruendoso de la fiesta en el edificio de al lado.

Ciertamente observar funciona para mí, para los ojos de cristal que ven las cosas como lupa, pero no me quejaría si un día llegara a estropearse junto con las escaleras de madera, el tercer piso y el molesto cartero, las sirenas de los bomberos y la pelea doméstica de una vez al mes. Todos en el edificio viven su propia batalla, sus ideas se dispersan, las luces se prenden y apagan.

La leña que quemaba se fue terminando poco a poco; la tierra de nadie se volvió la tierra mía, la tierra perdida, abandonada y sin bando; a mi izquierda hay balas perdidas, a mi espalda los recibos acumulados desde hace tres meses y frente a mí la nueva nube grisácea que volverá tinieblas lo conocido y peleará para quedar detrás de las trincheras.

A mi alrededor todo parecía volver a su lugar, su propósito incluso, pero ese caso no sería el mío y tratar de relatar entre gritos, ladridos y gemidos ensordece mi cerebro. Estúpido tercer piso, pronto dejaré de escucharte.

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