Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Longxiang Qian/Pexels
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Diego Antonio García Botello

Colegio de Ciencias y Humanidades Plantel Oriente

Me gusta leer, jugar videojuegos, escribir y pensar en historias, pero sobre todo, me gusta dormir. En este momento quiero dormir.

El titiritero

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

Esta escurridiza criatura despliega unos extraños hilos para atrapar y controlar a sus presas, pero, para divertirse, hace algo más…

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Diego Antonio García Botello

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—¡Está aquí! ¡Esta aquí! Viene por mí —gritaba mientras se movía de un lado al otro en su habitación.

—Tranquilízate un poco, tío —dijo Andrés mientras se preparaba su café.

—Ya te lo dije, Andrés, es real, lo vi con mis propios ojos y esa cosa sabe de mi existencia. Nadie me creyó, solo tu ahijado —finalmente se sentó en un viejo sillón café oscuro.

Se frotó las manos para tratar de tranquilizarse, pero no funcionó. La lluvia de la ciudad no le dejaba aclarar sus pensamientos y el frío viento de la urbe golpeaba la puerta interrumpiendo la conversación entre ratos. Un largo silencio invadió la habitación, la temperatura bajó aún más y se notaba en los delicados vidrios empañados, finalmente Andrés se animó a hablar.

—Tío, por favor, ve a terapia, mis otros tíos me insistieron en pedirte eso, están preocupados por ti… Quizá sí viste algo sobrenatural, pero eso pasó hace dos meses.

—¡No! No pasó tanto tiempo, está afuera en todas partes, sé que me vigila. Veo esos ojos sin alma en todos lados, solo puedo confiar en pocas personas, como tú que no tienes esos ojos vacíos que tiene la criatura y los cadáveres que mueve.

—Tío, trato de entender lo que viste, pero no puedo creer que en el metro se abriera una especie de portal en el techo y de ahí descendiera un algo para matar con sus hilos a una persona. Tío, trabajas mucho, tal vez estabas cansado y viste mal.

—¡No estoy loco! Y ¡no eran hilos! Eso no se parecía a un hilo, eso era un monstruo asqueroso que secretaba una sustancia que se endurecía y se modificaba como quisiera —se le entrecortaba la voz, su estado era histérico, estaba al borde de las lágrimas—. Hizo pedazos a un hombre en segundos y lo rearmó como si nada, aquellos restos sin vida se voltearon a verme, yo pude ver cómo la sustancia extraña le recorría todo el cuerpo, lo movía como si solo fuera un juguete, los ojos eran sombríos, vacíos, me señaló el portal… por favor, créeme, lo que vi adentro no era nada agradable. Su aspecto gordo, amorfo, con extrañas cosas que le sobresalían, me estaba apuntando y sé que es raro pero creo que me estaba sonriendo, no sé,  me dio esa sensación, una macabra sonrisa sin forma. Lo peor fue aquel cadáver que me habló —empezó a llorar, se acomodó de manera inconsciente en posición fetal.

Andrés dejó el café en la mesa y se apresuró para calmar a su padrino, le dio un abrazo. Prócoro seguía ansioso, la presión le estaba subiendo de una manera tan agresiva que casi fulminaba su vida. Por fin Andrés logró calmarlo, le dio de beber un té caliente y le ayudó a respirar.

—Ya no piense en ello, tío —contestó preocupado Andrés.

—Eso quisiera, pero no puedo, me vigila con diferentes personas muertas, me recuerda lo que me prometió y no lo entiendo, Andrés, ¿por qué no me mata? —se levantó de su asiento, en su rostro se reflejaba un terror espasmódico.

—Tío, ¿te encuentras bien?

—Andrés, tú nunca me llamabas tío, siempre te dirigías a mí como “padrino Prócoro”.

En ese momento los ojos de Andrés se oscurecieron, no reflejaban vida, al mirarlo no había signos de humanidad. En un instante estaba hecho pedazos que se elevaron a la puerta del monstruo, sus partes fueron jaladas por una sustancia misteriosa. La habitación estaba más fría que nunca. La cara desfigurada de Andrés consiguió articular unas palabras.

—Los humanos y sus costumbres, qué lástima, yo quería divertirme un mes más —habló con una voz agonizante y gruesa.

Prócoro empezó a llorar mientras la sustancia lo rodeó con una calma agobiante.

—¡Dime, ¿por qué me atormentaste y no me mataste en ese instante?! —gritó.

—A veces es más divertido jugar con la comida.

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