Facultad de Ciencias
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En la noche aciaga que no me deja medir el tamaño exacto de tus ojos,
permanece como un muerto sobre mi cama el deseo de tu cuerpo.
Déjame sentirte clara e infinita como el remanso de tus palabras,
que mi corazón, perro fatigado, olisquea en los rincones del día, al día siguiente.
La cruz doliente de mi carne te espera entre los maderos olvidados del Gólgota,
pues el alimento de mi alma no es sino la fe que me invita al deseo.
Permíteme el sueño y el remanso que un Dios dolorido nos ha negado,
en tu regazo, mientras recorremos piadosos las piedras entre nuestras manos.
La calle pletórica de gritos ahogados por motores y siluetas grisáceas
me convirtió en un monstruo decente de corbata y gabardina,
pero cuando miro tus ojos recupero lo que aún queda de humano en mí,
como una ola en el mar perdiéndose en su dulce clamor que te señala.
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Una entrañable carta a la mascota que me acompañó gran parte de mi vida
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Poema sobre el amor como la luz que nos protege
3 Responses
me enamore. uwu
¡Me encanta! Se entiende lo que quieres transmitir.
¡Amé tu poema! Es bello en todo el sentido de la palabra.