Facultad de Estudios Superiores Acatlán
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El 2024 será un año intrigante en la geopolítica latinoamericana, pues países como Venezuela, El Salvador, Panamá y, por supuesto, México, celebrarán elecciones para escoger sus respectivas figuras presidenciales. En las últimas décadas, la participación política de la juventud ha sido un tema de creciente interés en América latina. De norte a sur, la mocedad ha expresado demandas, preocupaciones y aspiraciones que reflejan su interés por incidir en el rumbo de sus países, sin embargo, ese sector enfrenta desafíos como la desconfianza en las instituciones oficiales y la falta de representación.
Como señala el Instituto Nacional Electoral (INE), en las elecciones presidenciales de 2018, las personas de 18 a 29 años constituyeron el 28.75% de la lista nominal nacional. Sin embargo, tras el cierre de las urnas se reveló que el 46% de está población optó por la omisión del ejercicio cívico. En el 2020, el sector joven representó el 28.34% de la población total del país, poco más de la cuarta parte, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
La problemática de la baja participación de las juventudes en las elecciones y la política no es exclusiva de México, en América Latina se presenta el mismo dilema. De acuerdo con el Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional), la participación electoral de lxs jóvenes en Latinoamérica ha experimentado un promedio de 54.7% entre los años de 2012 y 2018. Esto pone en evidencia la realidad de la región: si bien una parte significativa se involucra en el ejercicio de su derecho al voto, aún existe un porcentaje considerable que se mantiene al margen y en donde hay mayor participación juvenil como en Argentina, hay un decantamiento por opciones más conservadoras. En el país andino, la juventud representa el 40% del censo electoral, mismo que durante las presidenciales de 2023 generó una participación del 24.29%, según cifras de la Jefatura de Gabinete de Ministros de dicho país, siendo esto un eje de la victoria de Javier Milei.
Pero ¿qué factores influyen en estas tendencias divergentes? Un aspecto fundamental radica en las diferencias en el marco legal y cultural de cada nación. En países como Bolivia, Chile, Ecuador y Venezuela, el voto es obligatorio y por ende existen sanciones para quienes no cumplen con su deber cívico, en esos casos, el acto de sufragar se convierte en un compromiso ineludible. En contraste, en naciones como Colombia y México, el voto es voluntario y la confianza en las instituciones públicas es menor, lo que significa un gran desafío para generar motivación para participar en los procesos electorales. El escepticismo hacia el sistema es una barrera que obstaculiza la plena intervención de la toma de decisiones que afectan el futuro.
Estas tendencias no son estáticas ni inmutables. Los movimientos sociales, las campañas de concientización y el pensamiento crítico pueden desempeñar un papel crucial en la reconfiguración del panorama. La ejecución de acciones empáticas, el empoderamiento y la autoeducación cívica pueden ser un catalizador para poder lograr un cambio. La juventud no solo representa una parte significativa del padrón electoral, sino también una voz poderosa que busca ser escuchada en los asuntos que impactan en su presente y futuro. En el país, la educación de calidad es una de las principales exigencias; una que vaya más allá de la mera transmisión de conocimientos, que abrace la diversidad cultural y lingüística; una preparación adecuada para enfrentar el mundo laboral. Así mismo, la educación sexual integral, la identidad y el respeto a la diversidad figuran entre las principales demandas, mostrando una preocupación por la inclusión y el bienestar de la sociedad.
El acceso al trabajo decente es central en las preocupaciones. Existe un gran anhelo de empleos que brinden un salario digno con condiciones laborales seguras, protección de sus derechos y oportunidades de desarrollo profesional como personal. Las juventudes exigen políticas públicas como la jornada de 40 horas a la semana y la reciente victoria de la ampliación de los días vacacionales. En cuanto al ámbito político y social, claman por gobiernos honestos y transparentes que rindan cuentas, combatan la inseguridad, la corrupción y promuevan la participación ciudadana. Buscan ser parte activa en la toma de decisiones al mismo tiempo que exigen espacios de representación, incidencia y movilización social que les permitan ser escuchados.
Dentro del fervor político actual, emergen oportunidades que pueden marcar la encrucijada de la participación ciudadana como las siguientes:
Aun así, el razonamiento crítico debe estar por delante para evitar el ascenso de figuras extremistas como Milei en Argentina y Nayib Bukele en El Salvador; ideologías y prácticas polarizadoras que puedan dañar la integridad humana. Este énfasis descansa en especial en la comunidad universitaria, quienes poseen una influencia potencial en la configuración de la opinión pública y la construcción de narrativas políticas. El futuro realmente puede ser nuestro aunque aún quede un arduo camino por recorrer, si estas semillas de oportunidad logran germinar y dar frutos, nuestra generación -que no solo es una parte significativa del padrón electoral, sino también de la población-, tendría el potencial de erradicar conductas dañinas para nuestra sociedad y encaminar a las próximas descendencias a un mundo mejor para todas, todes y todos.
José Gerónimo
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