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Nuestra comunidad universitaria es muy amplia, conozcámonos más.
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DANIEL AUGUSTO /CUARTOSCURO.COM
Valeria Athenea López Rojas

Valeria Athenea López Rojas

Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Vallejo

Me llamo Athenea y me gusta dibujar, escribir y tocar la guitarra

El destino me unió con la UNAM

Número 4 / ENERO - MARZO 2022

Anécdotas y presagios de las raíces que tiene la universidad en mi historia familiar

Valeria Athenea López Rojas

Valeria Athenea López Rojas

Colegio de Ciencias y Humanidades, Plantel Vallejo

¡Ay la niñez! Es cuando eres una pequeña semilla recién plantada y comienza a crecer una pequeña raíz. Misma que absorbe todo lo que toca y le rodea, una que puede secarse o puede florecer; esa fui yo, una niña pequeña florida. Recuerdo que una vez que me dejaron al cuidado de mi tía, y me llevó a la universidad con la condición de permanecer en silencio  mientras ella tomaba sus clases.

Esperé en aquel salón lleno de universitarios, y tuve la sensación de haber estado ahí en algún momento. Pasé mucho tiempo sin saber porque el lugar se me hacía conocido y no era solo porque mis tías me llevaran. Supe que era un lugar familiar cuando mis papás me contaron que se conocieron en la facultad de odontología. Ahí se enamoraron y mi mamá se embarazó de mí antes de terminar la carrera. Aún así, ella siguió adelante y asistió a la escuela conmigo en su vientre.

Conocía ese lugar de instinto, venía desde que estaba en la matriz de mi mamá. Me desarrollé y crecí estando todos los días en clase con mi mamá y aunque yo no era una estudiante como tal, mí destino estaba marcado para ser una estudiante más en la UNAM. Durante toda mi vida, la experiencia de haber conocido Ciudad Universitaria me llevó a interactuar con diferentes personas que me aconsejarían por el camino correcto. A la edad de siete años fui al campamento de pumitas. Eran actividades recreativas hechas por la universidad para niños en época de vacaciones. A decir verdad, me ponía nerviosa  con niños que no conocía pero gracias a que asistí todos los días al estadio, podía observar a los atletas que practicaban en el campo y a las porristas vestidas con su uniforme dorado y azul. Observarles me hacía feliz y fue en ese mismo campamento donde participé en una carrera de atletismo. La mitad del estadio estaba lleno y entre la tribuna pude ver a mi abuelita y a mis tías; me calmó los nervios. Sonó el silbato para comenzar la carrera y corrí lo más rápido que pude, claro que no gané, pero para mí, ganar no era cruzar la línea de meta. Triunfé cuando escuché la porra de la universidad por primera vez y me pareció un canto especial, no tenía ni idea de lo que mis oídos habían escuchado pero me hacía sentir en las nubes. La medalla que me dieron por participar en la carrera me recordaba a las porras que todos gritaban en el estadio, una experiencia inolvidable que marcaría muchas de mis metas. Ese mismo día mi tía me regaló un vestido que era idéntico al uniforme de porristas  que veía ensayar todos los días, siempre que podía me lo ponía y cuando crecí el vestido estaba tan conservado que pasó a ser de mi hermanita.

Recuerdo que fui varias veces al museo Universum. Me encantaban sus exposiciones y siempre que iba parecía la primera vez que lo visitaba. Fue cuando yo tenía nueve años que se me ocurrió preguntarles a mis amigas, a qué universidad les gustaría ir; la respuesta que me dieron fue que aún falta mucho tiempo para tomar esa decisión. Ahora pienso que era la respuesta más lógica y sensata para la edad que teníamos. Sin embargo, las experiencias que tuve con la máxima casa de estudios a través de mis papás y la mayoría de mi familia que estudió ahí, me habían hecho desear tener una formación académica en tan gran institución. Recuerdo que mí papá siempre me decía: “debes saber lo que quieres” y creo que siempre lo he sabido.

Así pasaron los años, aún había veces en las que visitaba diferentes partes de Ciudad Universitaria, pero yo ya asistía a la secundaria y ya no tenía tanto tiempo libre  como antes para poder ir. Me esforcé  en la escuela por ser la mejor y tener buenas calificaciones, llegó un momento en el que ya me habia cansado y comencé a sacar malas calificaciones en matemáticas, tanto que fracasé en un examen, esto hizo que reaccionara y volví a ser de la mejores en la clase. Participé en todo lo que pudiera aunque me equivocara, tratando de corregir mis errores. Mis esfuerzos no fueron mínimos, lo que resultó en mi siguiente examen un merecido diez; me demostré a mi misma que cada cosa que hacía valía más de lo que pensaba.

Reitero que mis maestros, mis padres y mis familiares fueron las personas que me han apoyado en todo momento. Ellos me decían que no me rindiera y que no debía ser conformista, aunque a veces cada palabra doliera, tenía que seguir adelante en el sendero de mi futuro, tomando lo bueno de lo malo, aprendiendo y sobre todo de mis errores.

Llegó la pandemia y todos sabemos que ocurrió; tomar clases en casa no fue fácil pues a veces me aburría y quería regresar a la escuela con mis amigos y profesores. Cursé y terminé la secundaria en línea. Mis papás estuvieron conscientes de que no podría ir a un curso presencial para el examen de admisión al bachillerato. La única opción fue tomarlo en línea, más  horas  frente a la computadora, pero no importaba; también me compraron un libro que me ayudo a estudiar, la pandemia no me detendría ni sería una excusa para no estudiar, mi mamá me ayudo repasando geografía, historia, español y biología, mi papá con matemáticas; juntos me ayudaron a pasar las grandes montañas de estudio que tenía que leer y practicar. La esperanza que tenía en estar en la UNAM también me mantuvo a pie, las palabras de apoyo que recibí de mis amigas hicieron que me acordara que yo quería quedar en una buena escuela.

Llegó el día del examen, justo un día antes de mi cumpleaños número quince. Realicé el examen. Sabía que me quedaría de alguna manera en el CCH Vallejo, así como mis papás también fueron a esa escuela; una razón más para pensar que ese era mi destino.

Recuerdo cuando mi mamá gritó: ¡Salieron los resultados!

Creí en mí. Mi esfuerzo no sería en vano y no importa lo que sucediera. Si no me quedaba, seguiría tratando de encontrar la manera de estudiar en una de las escuelas más reconocidas del mundo, así que fui con mi mamá y me miró casi llorando. Pensé que no me había quedado pero luego sonrió, me abrazó y me felicitó, cada lágrima que puse en mi estudio la saque en ese mismo instante. Mi papá y hermana también llegaron a abrazarnos, siendo así uno de los mejores momentos de mi vida. Ahora sé que no fue coincidencia, estaba predestinada a estar en este espacio y que los sueños por más locos que sean se pueden llegar a realizar.

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El destino me unió con la UNAM

6 respuestas

  1. Muy emotivo relato de tu vivencia, ahora aprovecha la doble oportunidad de estudiar en la UNAM y se desarrollar tu talento literario, no deje de escribir pues el lenguaje del alma.
    Un abrazo a mi sobrina.

  2. Felicidades!!! a la Revista GOOOYA por darles un espacio a los jóvenes y expresen sus ideas. El testimonio que da Valeria Athenea es muy certero describe toda una generación que ha estado en la gloriosa UNAM en dónde ella también es parte de esta gran familia puma♥️. Vamos Valeria tienes futuro para ser escritora? bueno eso creo yo.

  3. Extraordinaria Nita sigue con esa aptitud que te está caracterizando y que logres todo en la vida eres un amor. Dios te bendiga por siempre. Te quiero mucho un fuerte abrazo. Eres un hermoso regalo para tus padres y para toda tu familia ❤️❤️❤️

  4. Excelente descripción de luchar por lo que se quiere y se puede con dedicación, felicitaciones y sigue luchando por tus metas que leyéndote se que las conseguirás

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