Facultad de Filosofía y Letras
Facultad de Filosofía y Letras
Preguntamos, ¿otra escuela es posible? La respuesta es concisa: sí. Podemos pasar un buen rato pensando en todo lo que hay que cambiar en la universidad e incluso en el sistema educativo nacional, pero sin duda otra escuela es posible porque otras escuelas ya son, y registro de ello hay en la historia del cine mexicano.
Recuerdo la primera ocasión que asistí al campus de Ciudad Universitaria, a un partido de futbol en donde los Pumas se enfrentaban a la escuadra poblana, yo tendría unos 9 años. Aún figuraba dentro de la escuadra local el cancerbero Bernal, al que solía ver por televisión y aquel domingo vi en vivo por primera vez. Al terminar el encuentro caminamos rumbo al estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras donde, después de abordar nuestro vehículo, emprendimos el camino de regreso al Estado de México. Tendría que pasar un largo tiempo para que pudiera volver, cuando fui admitido en la Facultad de Filosofía y Letras.
A pesar de que tardaría mucho en regresar a CU, la realidad es que nunca dejé de acudir. Aunque fuera mediante la televisión y el cine, me encontraba con el campus universitario no sólo en las transmisiones quincenales de los partidos de futbol, sino también a través de las películas. El cine ha logrado formar una memoria interesante y desde muchos ángulos de nuestra máxima casa de estudios.
Desde una visión rápida en una secuencia como la de la película El segundo aire (2001) o simplemente una escena como en El elegido (1977), la universidad ha servido de escenario de múltiples reproducciones fílmicas donde se cuentan historias como las que nos acontecen a todos y cada uno de los que acudimos a la más grande casa de estudios. Y es que ir a estudiar es mucho más que sólo ir a estudiar.
Sería difícil escoger una sola película para hablar de la representación de los universitarios y sus historias, pero un vistazo rápido por internet nos remite a las películas clásicas en las cuales CU aparece, como: Crisol de pensamiento (1952), Siete mujeres (1953), La locura del rock and roll (1956) –título digno de una era donde el rock aún era considerado locura–, Chin Chin el teporocho (1975), Tlatelolco, verano del 68 (2012) y la ya clásica cinta snob del cine mexicano, Güeros (2014).
Tal vez las últimas dos dan mucho mayor importancia a la memoria nacional, porque tanto Verano del 68 como Güeros cuentan épocas de crisis universitaria y social. Mientras que Tlatelolco recuerda todo el movimiento estudiantil que marcó a la sociedad en aquel entonces, Güeros se plantea dentro del marco de la huelga universitaria que impidió la privatización de la educación en 1999. Ambas son historias de amor que quedan inconclusas y abren interrogantes que no serán contestadas. Verano del 68 no es más que la típica historia de un amor imposible entre individuos de diferentes clases sociales en el marco del 2 de octubre; fue producida por Sariñana, quizá por eso asemeja a Amar te duele (2002). Güeros, por su parte, cuenta la historia de unos amigos que, a consecuencia de la huelga de 1999 se la pasan dando el rol por la ciudad en busca de un rockero olvidado y relegado del festival de Avándaro; en una parte de la película vemos a nuestros protagonistas caminar por el estacionamiento de la Facultad de Filosofía y Letras rumbo a una asamblea donde cada quien vela por sus intereses sin llegar a acuerdos. Después de la asamblea, en un plano secuencia vemos los pasillos de la facultad que han sido tomados por los estudiantes de cada uno de los colegios, los de historia, los de filosofía, los del CELA y nuestros siempre “excéntricos” compañeros de teatro. El filme de Alonso Ruizpalacios, aunque virtuoso, peca de ser una ópera prima donde embute todo lo que se le ocurrió llenando la película con planos excéntricos (vicio que no se le ha quitado) y parece que al final no llegamos a nada. Siempre que paso por esos pasillos rumbo a mis clases recuerdo esta película.
De la misma manera, cuando entro a la sala Gómez Robledo recuerdo Los adioses (2017), película que nos cuenta la historia de una de las pensadoras y poetas más importantes que dio el colegio de Filosofía, Rosario Castellanos. La película, dirigida por Natalia Beristáin, fue grabada, precisamente, en la misma Facultad de Filos (alcanzo a reconocer un par de salones donde he tomado clases) y en el campus central de la UNAM.
Una película que no suele ser conocida ni reconocida y que, de hecho, tiene como tema central la afición al futbol y a los Pumas es ¿Cómo no te voy a querer? (2008). El título es alusivo a la porra que se canta en cada partido (si mi corazón azul es y mi piel dorada…). Esta película cuenta la historia de dos jóvenes estudiantes del CCH Oriente que son aficionados al equipo de la universidad y que, para asistir a los partidos, secuestran camiones junto con todos los porros. Hugo y Julia, nuestros protagonistas y pareja de novios afligidos, tomarán rumbos diferentes después de que Julia se enoje con Hugo por no entrar a clases y haber preferido irse a jugar futbol para ver si así puede impresionar a un visor de fuerzas básicas, aunque su talento sólo le alcanza para lastimarse el tobillo. Julia, ardiente en el deseo y el desencanto, se va con un tatuador mayor que la embaraza y, al toparse con la realidad, regresa con Hugo, quien ha estado haciendo transas y dando sobornos para pasar sus materias y subir su promedio. La película toma como escenario el mismo CCH, el Estadio Olímpico Universitario (donde nos intercalan imágenes de partidos reales de los Pumas) y sus alrededores, como la cantera. El gran final, con nuestros protagonistas ya distantes, nos muestra la entrada de la Facultad de Filosofía y Letras con Julia, embarazada, caminando.
La vida tiene muchas casualidades y la verdad es que nunca pensé que algún día entraría por esa misma puerta o caminaría por esos pasillos que funcionan como escenario de películas.
Las diferentes representaciones de la UNAM que se han dado en el cine a lo largo del tiempo a través, no solo de sus instalaciones, sino de sus personajes y sus experiencias, son muestra de que la escuela se percibe y se vive de maneras muy diferentes. Es así que hay muchas otras escuelas dentro de la misma escuela.
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