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En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Hassan OUAJBIR/Pexels
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Ramírez Medina Michelle Edurne

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

El amor propio y revolucionario nunca muere

Número 5 / ABRIL - JUNIO 2022

“Me gusta vestir como si las prendas que traigo encima son con lo que me van a enterrar.”

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Ramírez Medina Michelle Edurne

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Nunca había pensado en lo mucho que me gusta vivir y amar hasta que la muerte entró a mi hogar. No era consciente de que al mundo le hace falta expresar sensaciones que tuvo en lo oculto por pena a lo que dirían, pero hoy no sólo soy yo decidiendo cómo quiero disfrutar mis emociones o mi cuerpa, somos toda una generación.

Generación que lucha contra ideologías conservadoras, la misma que lucha contra la muerte provocada por otros hombres y que está impune, generación que no necesita burocracia para hacerse oír en favor de justicia o de amparo, la misma que en su mayoría no quiere reproducirse porque piensa que implica abandonar el adultocentrismo para entender a los niños y no obligarlos a amar como un adulto, a besar en la boca a su familia, a ser manipulado afectivamente a conveniencia de los padres solo por los bienes materiales, no quiere que exista una generación más, reprimida. No es que no quiera abandonar preconcepciones, pero la vida incluso antes de ser vida,

la pone en tela de juicio, es la generación que transforma en su hablar, en su vestir y con su cuerpa.

Me considero libre de cómo visto mi cuerpo, pero las emociones siguen reprimidas. Quiero decir que a partir de “vivir” en un país en donde nos matan por traer falda, nos violan porque el escote es provocativo o porque parecemos “maricones” o “lenchas”. Enunciar que me permito no reprimirme ni en la forma de vestir es un acto de valentía; la libertad legal no expresada en el sentido de que los demás respetan mi voluntad, sino de que aún cuando no hallo el respeto quiero hacerlo, no quiero temer.

Me gusta vestir como si las prendas que traigo encima son con lo que me van a enterrar, porque en efecto explícitamente seré violentada, podría terminar bajo tierra, o en una bolsa para basura como a cientos de mujeres les ocurre en este país, porque estoy en México misógino, patriarcal, conservador, primer país en la lista de feminicidios en 2019, en la sociedad en que la que las prendas les da miedo, pero también derechos sobre de mí.

Me satisface el hecho de no ocultar mis grandes pechos y mostrar mis pocas nalgas, que me crean vulgar o exhibicionista sin siquiera cruzar palabra conmigo. No es que quiera el piropo de un hombre, es porque quiero saber qué se siente no jorobarme ni aguantar el dolor de espalda todo para no seducir, quiero usar falda y short porque estamos a casi 30 grados, y porque los pantalones provocan infecciones; necesito que mi cuerpo respire.

Quiero caminar sola, disfrutar el aire que corre entre mis piernas, entre mis axilas con vellos, en mi cara con bozo, entonces me rehusó a estar en grupos de hombres para sentirme protegida de los otros hombres, como si se tratara de una propiedad a la que ya no pueden aspirar. Eso es mi liberación física, pero ¿qué hay en aquellas abstractas? Como las emociones. Las personas con las que nos relacionamos llegan en el momento perfecto, eso me dijeron. Conocía el amor de mis padres, de mi familia, incluso de una pareja y el de una expareja, pero no sabía qué era el amor de hombres con quien compartes aulas, que te hicieran feliz, y que son capaces de pagar tu comida sin necesidad de retribuirles sexualmente; oía que la gente puede enamorarse de sus amigos, pero ¿hasta qué punto eso es sano? ¿Y si uno de los dos termina amando?

Es importante diferenciar la existencia del amor y del enamoramiento, ambos provocan sensaciones nuevas o refrescan las que estaban agotadas. Es real, estoy locamente enamorada de mis amigos, y sé que ellos también lo están, aunque tengan pareja, aunque no lo demuestren como yo quiera, ellos sienten lo que yo porque nos estamos muriendo.

Estuvimos encerrados en las transiciones que suponen mayor interacción juvenil, estuvimos aislados salimos unos días y desbordamos instintos primarios quizá, el de reproducirse, pero seguro están a un mayor nivel porque podemos acariciarnos, besarnos, tocarnos, abrazarnos, manosearnos siendo plenamente conscientes de que lo hacemos para llenar nuestro vacío emocional que necesita ser alimentado por el contacto físico, pero que fue reprimido por errores de salubridad.

Me satisface el contacto físico por el momento en que se te impregna el olor del otro, en donde las saliva y el sudor ya se mezclaron sin si quiera llegar a un momento erótico, sólo fue por el hecho de coexistir, es rico amar y demostrarlo como ya sabemos y también aprender a entender cómo es que el resto lo demuestra o lo busca.

La gente besa, regala cosas, da cumplidos, te toma de la mano, pregunta por ti, te hace el amor, te mira, te besa, te acompaña, aconseja, escucha o habla para distraerte de tus dolores, crea planes en los que te incluye, piensa en ti, llega a tu casa sin avisar o te pregunta si puede ir; sin necesidad de tener que crear vínculos sanguíneos o procreativos como lo es tener un hijo, lo cual se superpone al instinto animal y a las conocidas formas de amar, y creo que eso es lo que la gente llama amor, es entender qué es respeto y cuáles son los límites personales; me gusta besarte, pero no me gusta que me acalores con un abrazo, me gusta caminar contigo en los espacios públicos, pero no que estemos solos, respetar que me gusta vestir de tal manera y que espero que mi cuerpo no sea de tu consumo visual.

Sin embargo, sé que existe nuestrx otrx yo, que prefiere no relacionarse con nadie, que le molesta el tacto piel a piel, que le incomoda que le besen, que quiere su espacio, que hay días en que no quiere ser amadx. Entendí que es valioso respetarnos a nosotrxs mismxs sin ser enfadosos con aquellos que nos aman y que se acercan porque quieren ser correspondidxs, nos gusta compartir con ellxs, pero no nos sentimos atraídxs ¿eso me hace asexual?, ¿me hace asocial? Si yo misma me puedo satisfacer, si no necesito otra esencia que me posesione, que entre en mí, si no necesito de otros para cubrir mi sed sexual ¿soy espécimen raro? Pero soy capaz de amar, de sentir como cualquier otro el amor romántico.

Ya no es secreto que queremos expresar la diversidad, que un día nos sentimos heterosexuales, y al siguiente día al ver a unx o besar alx otrx nos sentimos atraídos por alguien del mismo sexo; y que hasta después de reflexionar en ello es cuando nos da repele, pero, ¿por qué? Quizá porque al sobrepensarlo caemos en discursos con carga cultural, pero si no es ahora ¿cuándo nos liberaremos de ellos?

Los adultos presumen de su amor chapado a la antigua, hablando desde la perspectiva del afecto en otras generaciones en el género masculino, muy lindo es ser obligado a casarse a los 16 años, ser violada y tener hijos a 18, engañarse, celarse enfermamente pero no divorciarse porque lo que dirán, bonito es que, aunque mi pareja pueda tener otras parejas a mí se me asigne la monogamia de lo contrario denigro mi dignidad humana, aunque me engañen soy la oficial. Esas ideologías perpetúan la asignación de que la mujer calladita se ve más bonita, o de que la mujer sola está loca y amargada, o que la mujer pertenece a la vida privada la cual incluye discreción pese a todo, y no es más que la represión actuando.

Además, cientos de personas no aceptaban el contacto físico ni las palabras dulces porque les disminuye la virilidad, consideraban que sólo con el valor monetario las mujeres están felices. No hablo de que sea malo o bueno que las personas no requieran ni acepten el contacto físico como muestra de cariño, mas juzgo las razones del porqué no lo hacen. Desde la vida revolucionaria en México se demostró el ideal de un hombre como fuerte, domador, guerrero, hábil, conquistador, aunado con mercantilismo que reafirmó la identidad masculina desde la propuesta de un hombre siempre en defensa; por lo que no es coincidencia, que las generaciones pasadas no perciban el amor genuino, no diferencien entre el amor y el enamoramiento.

Se casaban con una y tenían relaciones con otras pero el contrato marital impedía a las mujeres hacer lo mismo, pues su derecho sexual ya había sido reclamado. No se permiten las relaciones homosexuales públicas, pero aún así las practicaban en lo oculto y en muchos casos con las mujeres demostraron ser ariscos o petulantes y con sus amantes hombres mostraban debilidad, sentimentalismo, cedían a su verdadero yo.

En los sexenios priistas, se consolidó la legitimación del proteccionismo gubernamental que se replicó y se justificó con las funciones del hombre como cabeza de familia y gobierno, que aunque lo vieran injusto, tenía que fungir con dureza o perdería su autoridad; los varones fueron objeto presto a sujetarse al gobierno a cambio del derecho a mandar en su casa, y en ésta el hombre acciona como figura patriarcal para que él y su familia retribuyeran a la administración. Pero, aunque con momentos de pasividad, se ha venido desatando una generación presta a conocer y practicar la diversidad en los espacios públicos, sólo queremos amar de todas las formas posibles e imposibles en donde el Estado de Bienestar es más bien el Estado de destrucción.

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