Constantemente me pregunto eso. Es cierto, morimos cuando nuestro cuerpo se detiene, nuestro corazón deja de bombear sangre y nuestro cerebro deja de funcionar; pero eso sólo es algo biológico, el arduo y apasionado ciclo vital: ese sorprendente ciclo que nos permite nacer, conocernos, amar, crecer, aprender, soñar, filosofar, gritar, llorar y en resumen, vivir.

No sabemos si esta pregunta sobre la muerte pueda ser contestada conscientemente. Y ahora esa pregunta gira radicalmente, pues ya no busca únicamente la respuesta lógica, sino la respuesta profunda, la del ser y el sentir. 

El jardín, campo, bosque, ciudad, país, planeta, galaxia y universo crecen. Es entonces donde aparecen las respuestas, esas que nos dicen que hay personas muertas entre nosotros: tanto yo como quien lee esto pueda estar muerto ahora y no porque no respire ni se mueva, sino porque su universo ha sido aplastado por algo indefinido.

No diré que el mundo apesta a muerto porque no tengo razón para decirlo. Pero sí observo a la muerte rondando, abrazando y tentando a muchos, todo esto mientras la vida golpea su faz: una completa batalla que sólo desata en el individuo confusión. Es la mente tan poderosa como la mía ahora; pues al mundo le digo que hay mucho por tratar.

No se mueve, no respira, no escucha, no hace nada. Sí, la mente obliga a decir que es lo contrario y que hablándole volverá pero, ¿a dónde se fue? Es que no lo sabes ni yo puedo decirte. Quien lo sabe es él mismo, pero no se lo preguntes porque no te contestará.

Lo más extraño es que no sólo él se ha ido, también has sido tú. No me digas que estás aquí porque ese a quien yo veo no eres tú. ¿Acaso no comerás o harás algo por ti? Sal de ahí abajo, ese no es tu lugar. El cadáver pertenece abajo y tú perteneces arriba: es un cadáver, no te quiere ni te va a hablar, déjalo ser y regresa a ser tú.

Qué dura e injusta he sido contigo, pero es innegable que así de dura es la vida con la muerte, y viceversa, es por eso que no me entiendes ni yo te entiendo. No digas que ya no quieres vivir porque ni siquiera estás vivo ni sabes lo que es estarlo desde que ese cadáver te robó la vida. Tú dices que te abandonó, es diferente nuestro pensar.

Déjame decirte que muchos a mi alrededor viven como tú desde que la imagen de un ataúd impactó en sus vidas. Eso me lleva a pensar en que nuestra naturaleza, consciente o inconscientemente, nos lleva a dañarnos; no te reproches, no podemos controlarlo. Incluso puedo decir que matamos a los demás por naturaleza. Cualquier persona me va a decir que el muerto no mató a nadie, pero sí lo hizo: te mató a ti pese a que no quería hacerlo; se trata de buscar incluso debajo de la tierra. Es así como nuestras acciones y palabras (conscientes o inconscientes), pueden revivir, matar o quedarse en el aire en cualquier momento.

Quizás la vida tan sólo es muerte o la muerte tan sólo es vida. Algo cierto es que ambas posiciones se complementan. No podemos vivir si no hemos muerto y no podemos morir si no hemos vivido; y no estoy hablando de reencarnación.

Por su parte, el mundo entero mata en todo momento y se trata de un confuso y largo ciclo. Probablemente todos estamos muertos, al menos parcialmente. Porque todos hemos perdido a un ser querido, todos hemos sido abandonados, todos estamos cegados por algo, todos sufrimos y hemos sido dañados y todos hemos vivido situaciones que en algún punto impactaron en nuestras vidas. Y seguimos matando, aunque no queramos.

Las leyes también matan porque dicen que matar es delito: pero mienten, todos matamos. Habría qué dar un concepto claro de lo que es quitarle la vida física a alguien. Todos quitamos vidas y es quizá para obtener energía en nuestra vida. Pareciera que es un videojuego, pero debemos saber ver lo más profundo de esta gran pantalla.

Punto a favor de los niños, otra vez. Siempre me han dicho que los niños son muy honestos y en verdad lo son, porque ellos son quienes dicen la peculiar frase: “cómprate una vida”. Pero en este tema y en mi pensar, dicha frase tiene la siguiente lógica: cuando nos matan obtenemos el “dinero” suficiente para matar a alguien más y así adquirir la vida. Definamos al dinero como el coraje o desesperación que sentimos cuando morimos.

Quizá te preguntes ahora cómo es un muerto. Un muerto trabaja o estudia, come, habla, duerme, practica algún deporte, limpia, llora, ríe, saluda, tiene amigos y enemigos, se siente sólo, es político, estudiante, obrero, escritor, maestro, lector, director, músico, conductor, religioso, intelectual, un muerto es cualquiera y un muerto eres tú. 

Dicho esto último encontré mi respuesta. Morimos cuando matamos a otros, cuando otros nos matan, cuando algo nos mata, cuando nuestra supuesta verdad es asesinada por la supuesta vida de otros. Somos asesinos que reparan la vida de los demás. Es el ciclo del ser y el sentir, el ciclo de la humanidad.

Si has llegado hasta aquí y sigues creyendo que encontrarías una respuesta exacta de lo que es la muerte tienes varias opciones: seguir en tu muerte y volver a leer para creer que vivirás, seguir en tu vida y leer para creer que morirás, o busca tu propia respuesta. Sigue el camino que quieras.