Facultad de Filosofía y Letras
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Jamás había visto un cabello similar al de ella, se parecía al de las muchachas de las películas antiguas.
En una biblioteca, ahí fue el día de mi suerte, donde sonaban los murmullos y voces de risa soplada; y yo que era humano, y yo que me embriago con palabras.
Le pregunté cómo se llamaba y me respondió Alicia, Alicia como en el país de las maravillas.
Me sentí como un anciano preguntando su número esperando volver a verla, esperando que se enamorara de mí.
Salí de la biblioteca extasiado, tenía la clase de literatura y empecé a pensar en todos los libros que podría escribir sobre ella, con su nombre, con mi pequeña y maravillosa anécdota.
Ella amaba el cine y yo la amaba a ella.
Ella amaba escribir historias y yo me obsesionaba por las noches y los días pensando si alguna de esas historias se trataría de mí.
Tan solos que nos encontrábamos algunas veces. Quería besarla, pero por alguna extraña razón no lo hacía y ahora que he crecido me doy cuenta que era porque amaba escucharla hablar de los actores y directores, los protagonistas y los productores.
Sabía tanto de las películas, que por un momento me contagió esa sensación de amor al cine y empecé a creer que vivía en una mezcla de diálogos y brillos de sol con un enamoramiento de por medio, sentí que estábamos creando una trama maravillosa: cuando la abrazaba, cuando ella acariciaba mi cabello, cuando ella reía, nos convertimos en los protagonistas.
Le escribí muchas cartas, cartas que jamás le di.
Con ella el silencio era decirlo todo, con ella el sol no tenía brillo, ella me iluminaba con sus ojos y yo que vivo de la luz, y yo que vivo de la agonía de amar a alguien que no me amaba.
Tal vez sí, tal vez sí me amaba; tal vez no, tal vez no me amaba.
Odio la vida adulta porque es cruel con mis sentimientos, porque me hace ver la realidad del mundo, porque me hace escuchar a gente que da discursos motivacionales que dicen que la vida no es una película, que tengo que trabajar, que el dinero es mi mejor aliado y que las cosas son difíciles. En cambio, era muy fácil amarla, era muy fácil vivir enamorado, era muy fácil escuchar soundtracks de películas y aunque el trabajo no me encanta, me encanta gastar mi dinero en libretas para escribir nuevas historias donde a mis protagonistas les pongo Alicia.
Aún me pregunto si Alicia escribió una historia para mí, sobre mí, sobre nosotros.
Porque han pasado años donde yo aún la sigo amando, donde yo sigo escribiendo sobre el día en el que me rompió el corazón, sobre el día en el que me condenó a morir solo.
Sé que cumplió su “algún día voy a dirigir películas y tú las escribirás”, aunque claro que no exactamente así, porque cuando caminé frente al cine ahí estaba, un póster de una película que tenía por título mi nombre y abajo el nombre de Alicia como directora.
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4 Responses
Excelente cuento, me gustaría leer más de ti
Me encanto, me emociono muchísimo leer tu artículo y recordar que la infancia es la mejor época de mi vida, y sobre todo que ésta no debe ser agredida ni cortada por ningún adulto, la vida se vive feliz y contenta, sonriendo siempre y mirándola con ojos resplandecientes.
Que sentimiento tan familiar, que gran cuento <3
Gracias por haber hecho que mi imaginación volara. Cada narración de tu cuento la pude recrear en mi mente y disfrutar ésta historia… así…como en el cine.
Sigue escribiendo, síguenos contando, quiero seguir imaginando.
Excelente trabajo