Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Partamos del motivo entonces, de la razón para ser o hacer lo que se supone nos va a llevar a donde queremos, es decir, cada uno carga consigo mismo una idea que puede ser lo suficientemente fuerte para llevarnos a dar un esfuerzo, la sensación de dar más por un sueño. La diferencia es que esta es la realidad.
El estudio de una carrera universitaria conlleva una estabilidad en cuanto a números, salud y emociones. La motivación es ese hilo que nos mantiene al tanto de cuidar las calificaciones, los vínculos afectivos, depresión, ansiedad, a veces todas. Lo preocupante de esta situación es que parece que no somos conscientes de ella.
No estoy hablando de esa supuesta cualidad que un “buen” estudiante debería tener, me refiero al peso que cada universitario/ universitaria carga en su día a día y no, no es el peso de ser él o la mejor estudiante, es una presión que no debe justificarse bajo la idea de conseguir un falso logro. ¿Qué sentido tendría cargar un bloque de oro sobre un hilo de algodón?
Se suele pensar que a mayor esfuerzo mejores resultados, sin embargo, esta idea carece de sentido al poner en perspectiva las dificultades que puede llegar a vivir un estudiante en cuanto al traslado de su hogar a la escuela, el desgaste físico y mental que le exige el estudio de una carrera o la situación personal que cada uno pueda estar viviendo, es decir, la base de partida en sí ya representa un reto.
La idea de cuestionarnos aspectos que en teoría son tan cotidianos funciona para darnos cuenta de que realmente estamos acostumbrados a siempre a dar un esfuerzo de más, por ende, la motivación puede sentirse como una presión extra siendo que muchas veces esto proviene de lo externo, de creer que el valor de las personas se mide con respecto a sus logros.
En ese sentido también es comparación, y no con la intención aprender de los demás, tanto así que provoca querer igualar o mejoras ciertas aptitudes que en ocasiones ni siquiera tiene que ver con las habilidades o gustos personales. Si la competición es el objetivo de esta sensación, el destino más cercano es provocarnos emociones como la frustración o el agobio.
¿Es entonces la motivación un engaño? No, más bien una idea engañosa. Estamos acostumbrados a tenerla como el objetivo, confundimos la meta con el camino. El motivo debe ser un estímulo para acercarnos a lo que queremos conseguir, en la vida universitaria quizá la más representativa es la familia y obtener el título entonces se convierte en un objetivo.
Es cierto que esto no nos libra de la presión, el pensamiento de no decepcionar a quienes nos apoyan en este camino suele ser constante, pero es justo aquí es donde está la trampa. Debemos aprender a fragmentar esta presión, repartir responsabilidades y entender que los procesos, llamase carrera universitaria o cualquier otro proyecto de vida, no son lineales y tienden a presentar altibajos.
No es una tarea sencilla, tomando en cuenta que hemos crecido con otra perspectiva, la que nos hizo pensar que la realización tiene que ver con el ascenso, y no solo eso, si no que ahora también nos enfrentamos a la instantaneidad. De esta forma el reto a nivel personal es no confundir responsabilidad con obligación para no transformar la motivación en presión.
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