Facultad de Derecho
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“No soy su fuente de inspiración, muchas gracias”
Stella Young
A menudo vemos en redes sociales publicaciones con la foto de una persona con alguna discapacidad que está trabajando, estudiando, corriendo, caminando, básicamente existiendo y, “empatizamos” tanto que llegamos hasta a sentirnos mal por esa persona. Empezamos a fetichizar su esfuerzo, la ponemos en tal estado de vulnerabilidad y debilidad que olvidamos que también son personas funcionales que usan el cien por ciento de su capacidad.
De esta forma se crea el “porno inspiracional”(1). El término hace referencia a cómo usamos la discapacidad de los demás para un beneficio propio. Así, nos genera satisfacción ver a las personas discapacitadas y las rebajamos a ser un mero símbolo de admiración, sólo por superar ciertos límites que la sociedad cree que están fuera de sus capacidades. Usamos a la discapacidad como motivo de alegría por no tenerla, eso nos hace sentir mejor.
Nos ponemos en perspectiva de: “Estoy mal, pero míralo a él, que está en silla de ruedas, podría estar peor”. Ahí es cuando nos inspiramos en su situación y sin darnos cuenta, nos metemos la idea en la cabeza de que la discapacidad es algo malo y hasta incómodo de ver. Estamos tan acostumbrados a ver la discapacidad como algo diferente que la tratamos como una excepcionalidad, pensamos que quienes se encuentran en esa condición no pueden tener una vida normal, que no son vistos para algo más que sentarse a combatir su “desgracia”. Tampoco son vistos normalmente como parte de una profesión: no los vemos diariamente como médicos, abogados, maestros, empresarios, deportistas. Se ha visto a la discapacidad como algo malo y algo que no es normal, en nuestro entorno lo asociamos como una excepcionalidad.
Les decimos a los niños que no miren y que no pregunten sobre la discapacidad, les enseñamos desde ese momento a ver con unos ojos de manera diferente a las demás personas, a tratar a quien tiene discapacidad de manera “especial” y es ahí cuando nace ese estereotipo, en donde sólo se aceptan socialmente a personas “sanas”, pues son en realidad sanas para el sistema productivo.
Este grupo de personas no existe para ser nuestra motivación, sino que merecen la misma aprobación que cualquiera y no ser tratados como si su discapacidad fuera un problema.
Y sí, hay situaciones que suelen ser duras y difíciles para este grupo de personas, pero no por su discapacidad, sino por la sociedad, por la falta de recursos que hay en la vida cotidiana para tratarlas, porque si la discapacidad estuviera normalizada no habría rampas en las calles para las personas en silla de ruedas, o en todos los restaurantes existiera un menú braille, o el lenguaje de señas sería básico en la escuelas y muchas cosas más. De tal forma la discapacidad realmente no sería un problema y por ende tampoco cosificaríamos tal estado; y quienes viven así dejarían de ser un mero objeto de inspiración para las personas que no están discapacitadas.
Además de este “porno inspiracional”, existen frases de un “positivismo tóxico” que esparce la ideología de que todo es posible si tenemos una actitud positiva, lo cual es una gran mentira que te venden los medios y las redes.
El mundo todavía no está listo para la discapacidad y no hay ninguna sonrisa que arregle esta situación. El problema se arregla aceptándolo y ayudándonos para que en un futuro todos podamos tener acceso a una atención decente, inclusiva y normalizada, para que esto deje de ser un privilegio de sólo un grupo de personas.
H. Víctor, Reflexiones sobre el cuerpo discapacitado (apuntes para un futuro manifiesto), en Nexos México, Publicado el 30 de agosto de 2020. N. del E.
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