Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
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Sucede que no todo el ruido de la calle gusta, la razón de que un auto tocando el claxon o aquella motocicleta luciendo su motor no sean de nuestro agrado se debe a la falta de una melodía, es decir, no tiene nada de grato escuchar sonidos graves o agudos cuando éstos no nos hacen sentido. De la nada una llanta cayendo sobre un bache no tiene comparación a lo espontáneo que puede ser escuchar una cumbia saliendo de casa.
El ritmo en esta vida lo es todo, pero aún con eso, también tienen que ver las actividades a las que asociamos esos ritmos: por más en tiempo que suene la campana de la basura no es sencillo levantarse del sillón a cumplir la tarea. De nuevo, te guste o no un sonido, cuando éste se convierte en melodía ocurren cosas interesantes, si no me crees piensa en el cambio de idea que generó la cumbia de la alerta sísmica.
No es que la cumbia lo arregle todo (ojalá), sino que es uno de los sonidos favoritos que tiene la calle; tampoco es que entre carros y camiones surja una cumbia, más bien ha sido el oficio del sonidero aquel causante de asociar la calle con este género musical. En su origen, allá por 1946, únicamente la gente con dinero se podía permitir contratar una orquesta para amenizar sus festejos, fue entonces que la alternativa cobró el nombre de sonidero.
No es coincidencia que esta práctica se mantenga hasta la fecha, es cierto que en la actualidad también existen sonideros que no están al alcance de toda la gente económicamente hablando, pero la esencia de esta actividad la han formado sus asistentes. El alcance de este movimiento ha traspasado las colonias y barrios donde sonó al principio, tanto así que el famoso sonido “La changa” se ha presentado en Europa.
Pensar en la expansión de este fenómeno cultural es enfocarnos en la mejor promoción que puede tener: el baile. Espontáneo, medio misterioso en ocasiones, pero cada paso, vuelta y gesto que engloba entrar a las ruedas que se organizan en los eventos más clásicos donde se presentan los sonideros es un hecho que llama la atención para quienes son ajenos a él.
Quienes han tenido la oportunidad de estar ahí entenderán la espera por ver aquellas parejas que dominan la sincronía entre la música y el movimiento del cuerpo, para algunas personas los pasos y vueltas ahí mostrados salen de las reglas que dictamina un baile más clásico; para mí, después de haber tomado alguna clase de salsa o cumbia, es el siguiente nivel.
Por si fuera poco, existe una relación directa entre el diseño gráfico y la imagen de los sonideros que observamos en los carteles, quizá por la cotidianeidad no tomamos en cuenta el valor que tienen estos diseños, pero el peso que carga la imagen de cada agrupación ya forma parte de una identidad cultural a nivel nacional.
La importancia del sonidero en ese sentido significa parte de las costumbres de la Ciudad de México, sin embargo, hay todo un contexto dentro de esta práctica que visualiza las problemáticas sociales respecto a las adicciones o a la violencia, es necesario tener en cuenta estos puntos, pues aunque irrumpen con todo el texto, es justo tomar en cuenta la otra cara de los eventos.
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Una respuesta
Felicidades. Es un texto muy sugerente e interesante.
Además de lo expresado, las fiestas callejeras son una forma de apropiación del espacio público y ayudan a construir la identidad de los barrios.
Sería bueno que el autor vaya complementando su ensayo incorporando temas como las restricciones que hoy existen a esos eventos aunado al problema de violencia hoy tan grave en nuestra sociedad.