En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Maya Leilani Solórzano Iriarte

Escuela Nacional Preparatoria No. 6

Soy una persona que siempre ha sentido gran satisfacción al aprender, especialmente sobre temas como la historia, la cultura, la cosmología, el arte y la música. El intercambio de ideas me parece profundamente enriquecedor, y escribir, para mí, significa contribuir con algo valioso para nuestra sociedad.

¿Es inevitable creer en algo divino?

Número 18 / JULIO - SEPTIEMBRE 2025

A los seres humanos les reconforta saber que hay algo más

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Maya Leilani Solórzano Iriarte

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El culto religioso ha acompañado a la especie humana por largo tiempo y ha evolucionado desde el animismo, el chamanismo y el politeísmo hasta llegar a la dominancia de las religiones monoteístas. La religión es una de las mayores fuerzas de cohesión y orden social, une a personas que no se conocen y las vuelve hermanos y hermanas, pero también provoca que gente que no se conoce se mate por defender su fe, que se excluyan a sectores de la sociedad, o que se caiga en sesgos. Con todo esto hay que preguntarse, ¿son necesarias las religiones?, y más importante, ¿por qué la gente aún cree? 

La gran constante humana de “creer en” da certeza, brinda comodidad y seguridad. Como es bien sabido, el origen mitológico y religioso corresponde a la necesidad siempre humana de entender su entorno. Al dotar de alma a este entorno, el ser humano pudo empezar a integrarse a él, después llegó el chamán para unir a las tribus en orden con las deidades primitivas que se habían creado y, cuando la tribu se organizó, apareció el culto religioso estricto y se formaron las religiones politeístas. Después eligieron a su dios favorito y nació el monoteísmo. 

Cada región del mundo tenía estructuras mitológicas particulares que responden a la necesidad de saciar las curiosidades sobre el origen. El “creer en” surgió para dar respuestas al funcionamiento del mundo y después evolucionó para dictar los órdenes sociales. Cuando la gente se ve en situaciones que los superan, que están fuera de su control, la religión brinda una fuente de sentido que permite al ser humano resistir la incertidumbre, el dolor y la pérdida. A lo largo de los siglos estas creencias se solidificaron hasta convertirse en los ejes de las identidades colectivas. Solo hace falta voltear a ver los nombres de países, himnos, banderas, leyes y gobiernos que tienen una profunda base religiosa.

Es claro que la humanidad es una especie sociable, la compañía y la pertenencia son una parte esencial de su naturaleza. Por ello, ese dios que te observa, las energías, los destinos marcados, las suertes predestinadas, cumplen esa función, acompañar. Asimismo, un grupo de personas que cree y defiende lo mismo que tú ofrece otra forma de seguridad, la satisfacción de pertenecer.

Sin embargo, desde hace un tiempo la fe se ha debilitado en muchas partes del mundo, a partir de que la ciencia se desarrolló y fue capaz de dar explicaciones concretas y exactas de lo que antes se ignoraba, y las revoluciones hicieron que la gente pudiera tener un lugar, bienes y derechos sin la necesidad de una intervención divina. Por lo tanto, si se tiene acceso a esta verdad, ¿por qué se sigue creyendo?, ¿qué hace que la humanidad necesite creer en algo?, ¿se trata acaso de poblaciones que se niegan a ver la verdad? 

Cuando la religión perdió importancia los creyentes comenzaron a alejarse de las instituciones y a sustituir la tradición por experiencias más personales. Estas creencias se pueden ver reflejadas en las nuevas formas de vivir la espiritualidad, como son los creyentes seculares, o en los espirituales pero no religiosos, personas que dejan las creencias tradicionales y eligen otras experiencias espirituales como la meditación, rituales energéticos, yoga o trasfondos filosóficos. Aunque la religiosidad formal monoteísta pierde fuerza, las personas se mudan a otras experiencias espirituales, lo que refleja la necesidad humana de creer.

La ciencia puede poner en tela de juicio a las religiones o creencias por contener relatos difíciles de defender, pero la espiritualidad es diferente, no hay argumentos definitivos a favor o en contra de que exista una fuerza sobrenatural que rija o esté presente. Sin embargo, es reconfortante saber que hay algo más. Así, a pesar de las grandes polémicas que puedan causar las creencias, de pruebas que las apoyen o desmientan, las religiones tradicionales y las nuevas formas de manifestar el espiritualismo se mantienen y evolucionan porque la humanidad necesita compañía y certeza. Por eso, lo más interesante no es preguntarnos si las religiones son necesarias, sino, si son inevitables.

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