En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Ana Cecilia Hernández González

Facultad de Medicina

Me llamo Ana Cecilia Hernández González, tengo 20 años y estudio medicina en la Facultad de Medicina. Mis principales gustos e intereses además de lo que tenga que ver con mi carrera, tienen que ver con la industria musical, principalmente tengo cierto interés por la historia de bandas o cantantes, así como el contexto de canciones o álbumes musicales.

Las devotas

Número 17 / ABRIL - JUNIO 2025

El cuidado de la sororidad

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Ana Cecilia Hernández González

Facultad de Medicina

No hay una palabra que las defina ni adjetivo que las describa. El rastro que dejan suele ser imprescindiblemente invisible. Ellas se quedan con las marcas de cada historia que creyeron suya y no olvidan ni pecado ni virtud. Ellas conocen el amor a pesar del enamoramiento, viven en una eterna fantasía reflejo de su deseo y aprenden a amar desde la memoria que las destruye y las hace sentir vivas al mismo tiempo. Ellas tienen mucho tiempo para reflexionar, se vuelven sabias en su soledad y se convierten en maestras de los compromisos ajenos. 

A ellas no les llegan confesiones de amores extraños, celebran el 14 de febrero rodeadas de amor más no de romanticismo, ellas ven y oyen anécdotas, pero jamás pasan de la primera fila al escenario; ellas aman la literatura y el cine romántico, duermen sobre el pecho de una ilusión y despiertan abrazadas de sí mismas. Coleccionan cientos de canciones que esperan algún día poder regalar y tienen ese amor que nunca olvidarán, a la fugaz relación que les mostró lo que siempre habían soñado y que terminó por condenarlas. 

Ellas aprendieron a amar en la memoria y en el dolor, descubrieron que el amor era poner su bienestar y el de la otra persona por encima de su deseo. Aprendieron a reprimir sus sentimientos con tal de hacer lo que fuera mejor para ellas. Se dieron cuenta que no fueron amadas, pero eso no fue impedimento para que ellas dejaran de hacerlo, ya que supieron manejar su mente más no su corazón. Dejaron de culparse por amar a alguien que no supo manejar su amor, pero si el de alguien más, y perdonaron, aunque nadie les pidió disculpas. 

Siguieron con su vida, pero con la mente en el pasado, total, la nostalgia nunca vino de un mal lugar. Los años se fueron de uno en uno; vieron pasar el amor frente a sus ojos, se enamoraron de los romances de los demás y mantuvieron la esperanza de volver al suyo, aunque en el fondo sabían que eso nunca iba a suceder. Les ha costado su existencia aceptar que fueron objetos del destino de alguien más, un instrumento que condujo a la persona que amaban a su alma gemela y a muchos otros de sus amores con sus actuales compañeras.

Aún con todo esto, han preferido romper su propio corazón una y otra vez antes que lastimar a alguien más, no por convertirse en santas, sino porque son fieles creyentes del camino de las mártires cuando es necesario. Gracias a ello han construido relaciones maravillosas con las personas a las que aman; familia, amigos, apreciados conocidos; han puesto su visión en objetivos personales que les han dado la satisfacción de tomar las riendas de su vida y ser protagonistas de su propio camino. Y es así como las devotas se levantan, sueñan, realizan, van de un lado a otro construyendo castillos y no de arena esta vez, tienen un hambre voraz por aprender todo lo que puedan del mundo científico, literario, matemático y social. Vuelven a sentirse vivas, pero aún lidian con las noches que gritan “¿Qué hubiera pasado sí?”. Porque saben que todo esto lo pudieron hacer acompañadas, pero no era su camino la devoción a su pareja, sino a sí mismas.

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