Facultad de Arquitectura
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Porque puedo afirmar que yo lo hago cada segundo en el que tengo consciencia, en el que mi corazón late, en el que respiro, o simplemente existo.
Pero, si se me permite ser honesto, desearía no hacerlo, porque duele. Tu presencia en mi vida desgarra, quema, deshace, asfixia, consume y arrasa. Y es algo sumamente cruel para cualquiera que lo vive en carne propia.
Debí hacerte caso cuando me advertiste que las cosas podrían ser así para mí.
Pero no lo entendí en su momento, decidí ignorar aquella advertencia y dejé que tu deseo egoísta de mantenerme cerca me consumiera, aun cuando no podías corresponder el amor que sentía por ti. Y yo, como alguien dependiente, con traumas y sin amor propio, lo acepté.
Me quedé para adorarte, como la diosa que creía que eras.
Si en ti aún queda un poco de cariño o aprecio por mí, ¿me permites pedirte un favor? Arráncame el corazón la próxima ocasión en que nuestras miradas se lleguen a encontrar. Devora las emociones que alguna vez tuve por ti, la felicidad que me brindaste, aquella que fue tan dulce y cálida, la misma cuyo mísero recuerdo se clava en mi garganta, dejándome sin habla.
Te amo tanto que duele darme cuenta de que mis sentimientos por ti se comienzan a diluir como un dulce en el agua. Cuando me percato de que tu presencia se vuelve más insignificante en mi vida y que estoy dejando de sentir algo por ti lo que antes parecía eterno, algo se rompe dentro de mí, oprimiendo mi pecho y termino llorando en el piso.
No quiero alejarme de ti, mucho menos perderte, pero pasé tanto tiempo siéndole fiel a alguien que no puede amarme. Sé que sería capaz de arrastrarme a tus pies si es necesario o de poner el mundo de cabeza por ti, por eso, merezco a alguien que haga lo mismo por mí.
Y por más que lo desee, esa persona no eres tú.
No puedo quedarme a tu lado.
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