Hablar de una universidad para todxs es complejo, hay que desarrollar de manera integral las diversas problemáticas que viven los jóvenes. En este sentido, el simple hecho de definir lo que la juventud es se convierte en todo un reto. 

Y es que hablar de juventudes es un tema crucial en la actualidad, esencialmente en México. Hace unas semanas pasamos por una de las fiestas democráticas más importantes de nuestro país, las elecciones presidenciales que acontecen cada 6 años y que definen una continuación o en su caso un nuevo proyecto de nación. La participación de las juventudes cada día toma mayor peso en la decisión de quién nos gobierna y qué proyecto respaldará el sexenio en juego. Para el 2022 según IMCO (2022) “En México, hay 21.9 millones de jóvenes entre 15 y 24 años, que representan el 17 por ciento de la población total.” Y en este sentido es importante aclarar que existen distintas perspectivas y modos de definir quién es o quién no es joven. 

El concepto de juventud varía según el sector. El IMJUVE, por ejemplo, considera jóvenes a las personas entre 12 y 29 años, mientras que la ONU establece un rango de 15 a 24 años. Sin embargo, la ONU reconoce la naturaleza dinámica y culturalmente diversa de la juventud. Por otro lado, para el sector privado, la definición de juventud está implícita en las cadenas productivas, es decir que se asocia a consumidores actuales o potenciales, así como a futuros trabajadores.

Pero no perdamos el hilo de lo que la universidad y la educación debería ser, dejemos de lado el interés capitalista y el cómo percibe a la juventud y a lxs universitarixs, es decir como parte de la cadena productiva y no como sujetos de derecho. Es de vital importancia conocer algunos datos estimados sobre la educación y el acceso que los jóvenes tienen a ésta. El IMCO (2022) nos brinda la siguiente información: el 34 por ciento de las juventudes en México tienen como nivel máximo la secundaria y el 39 por ciento la preparatoria. A pesar de que existe un avance en términos de acceso a la educación, el destino final donde todas y todos puedan acceder a la educación profesional está aún muy retirado de ser una realidad.

Por ejemplo, el autor Barbero (2003) menciona que las “competencias en la educación” se definen en “el mundo empresarial a partir de las propuestas de la “reingeniería”, uniendo las destrezas del saber-hacer con la capacidad empresarial de competir, esto es, de ganarle a otros competidores en la capacidad de producir rentabilidad.” Al final hablamos de la masificación de la educación, una masificación que si bien busca generar espacios donde todxs tengan derecho a la educación, también es complicado generar en estos espacios una educación apegada a estándares dignos y democratizados para una enseñanza completa y rica en torno a las necesidades generacionales y no a las necesidades del capital. 

Lo expuesto en los párrafos anteriores tiene la intención de reflexionar sobre una universidad que represente a lxs universitarixs pero también una universidad que represente a ese porcentaje de ciudadanxs que quizá no forman parte de la matrícula de nuestra institución, pero sin duda alguna forman parte de la Universidad de la Nación, porque ser la institución superior de la nación requiere incidir en el cambio social hacia una ciudadanía informada, una ciudadanía universitaria.