En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Ángel Venegas Fabián

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Mi nombre es Ángel, soy alumno de Ciencia Política, me encanta leer y lo que me inspiro a escribir fueron los textos clásicos del siglo XIX (Drácula, El retrato de Dorian Gray, Frankenstein, Sherlock Holmes, etc.). Fuera del arte escrito soy un fanático de los videojuegos y me habido practicante de deportes.

Yo, monstruo

Número 15 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2024

La escuela para una persona neurodivergente

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Ángel Venegas Fabián

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Como estudiantes se espera que demos lo mejor de nosotros en clase, que nos dediquemos a aprender, que brindemos al mundo un futuro mejor del que se nos presentó cuando nacimos. Pero, ¿acaso estas expectativas las pueden alcanzar todos?, ¿acaso todos los estudiantes tienen las mismas condiciones para alcanzar el éxito? 

Podemos argumentar desde la posición económica y decir que no, no todos tienen las mismas condiciones materiales, el contexto sociocultural también es un factor que influye. Sin embargo, abordaré el tema desde la perspectiva del alumno con problemas de salud mental, como el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Lo diré desde mi experiencia. Yo viví 21 años sin saber que tenía TDAH, esto causó que me cuestionara: ¿por qué se ignora la perspectiva de un estudiante neurodivergente en la formación escolar? 

En el sistema educativo mexicano la educación es uniforme para todos. En consecuencia, a las personas con alguna neurodivergencia, que no nos encontramos en igualdad de condiciones para aprender desde una postura tradicional, se nos lleva a situaciones en las que nos topamos con múltiples barreras que limitan el “éxito” impuesto por la sociedad, lo que puede provocar daño mental y emocional. 

“Es que eres flojo”, “sólo das excusas”, “si tus compañeros pueden, ¿por qué tú no?”, son frases comunes que el alumno con neurodivergencia y discapacidades psicosociales escucha y que la sociedad y el sistema educativo normalizan. Al discriminar con la frase: “no puede”, bajo la concepción meritocrática de la educación, normalizan los daños a la salud mental en aras de que los alumnos alcancen el “éxito”.

La preparatoria y la universidad, los ciclos escolares que posiblemente definen más a un estudiante, suelen ser los más agresivos con los alumnos que no cumplen las expectativas de “normalidad”. Más aún, cuando las instituciones educativas le dan el poder a profesores con criterios anquilosados que discriminan y agreden a todo el que no cumpla su estándar de excelencia, el daño aumenta. 

Se aplica el mismo criterio para juzgar a todos los estudiantes por igual. Por ejemplo, una carga de trabajo con la que una persona neurotípica puede cumplir, se espera que un estudiante con neurodivergencia la cumpla por igual. E incluso, si es el caso de un alumno que a duras penas puede levantarse de la cama por su condición de neurodivergente o discapacitado, el juicio que recibe de la institución académica es el mismo que si fuera una persona neurotípica.

En la educación primaria es donde los efectos sociales de ser una persona neurodivergente se ven mejor reflejados. Ahí me sentía como un ente dañino, incapaz de controlar mis emociones y sin la capacidad de entender las causas. Yo creía ser un monstruo porque era incapaz de convivir de manera “normal”, incapaz de trabajar de manera “normal” e incapaz de hacer amigos de la manera “normal”. Vivía aislado y causaba miedo a mis compañeros, generaba culpa y desprecio hacia mi persona y la única respuesta que encontraba era pensar que “soy el malo, soy el monstruo”.

En la secundaría crecí experimentando mucho odio, rencor y enojo, la violencia me nacía natural y el abuso de mis compañeros, a causa de mi condición se daba  en cada momento. Me cerraba ante mi coraje y mi egocentrismo crecía y crecía. Ahora que veo a mis excompañeros, examigos, antiguos romances y gente que llegué a conocer en esta etapa, ninguno de ellos me ve con desprecio, ninguno me habla con rencor, ninguno me trata con odio ni quiere evitarme, me saludan como a un viejo amigo al que no habían visto en años, se enorgullecen al saber de mis avances escolares y se sienten felices de verme. 

La vida humana no es blanco y negro, no se trata de la existencia de un bien y un mal absoluto que te definirá por el resto de tu vida. Ésta no es tan sencilla ni tan cruel, las personas con neurodivergencias crecemos con ideas sobre nosotros: somos los malos por actuar de alguna forma que no entendemos, somos los equivocados por no comprender las cosas como los demás, somos los monstruos.

Los errores de mi vida no son eximidos una vez que supe que nací con un desorden de salud mental, pero la vida ya es lo suficientemente cruel. ¿Por qué convertir a una población completa en enemigos, sólo porque es diferente, cuando muchos de nosotros ni siquiera sabemos por qué somos diferentes?

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