Facultad de Filosofía y Letras
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Un gallo afila en su pico el silencio
y la leña ahogada deja de crepitar;
en esta casa
el silencio se ha colgado de las paredes,
en la vieja porcelana,
enredado en el limón marchito.
La noche se resquebraja
y de la frente del cielo mana
una huilota en llamas
que posa sobre la rama de aquel tiempo,
esperando en su canto,
la respuesta de los labios de aquella casa.
¡Oh tórtola que el tiempo dejó colgando!
sobre aquel lacerado árbol,
quedada y mansa,
permaneces;
¡oh tortolita!
nadie responde y no hay amanecer que encender.
¡Llamas azuliferas que en el cielo croman!
en ese azul aguardas,
tu entero calor digiere la alacena,
consumes el sudor de los nanches
y las escupidas semillas de tuna
¡vete ave que aquí ya nada queda!
Porqué esta libertad se ha vuelto casi transparente
que hiere como pájaro el aire,
como silbido de viento
que los sordos sienten
pero no escuchan,
¡Todo se lo llevó el olvido!
Esta casa se hace eco y llamarada
cenizas de otate;
ya el humo se eleva al cielo
y se nubla,
la ceniza se hace polvo y tierra
y el viento llama relámpagos:
Madre, cuéntame de aquel tu pueblo
que se hizo llamar Santa Cruz,
cuéntame de los rezos
que la abuela ocultaba en la oscuridad
para calmar la tormenta,
la ira del cielo.
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