Facultad de Filosofía y Letras
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La señal llegó a la nave. Un zumbido, un baile sonoro que marcaba las coordenadas precisas. Era el momento en que aquellos seres regresarían a conocer su lugar de origen en un viaje de millones de años luz atrás. Ondas radiales y magnéticas parecían interrumpir por momentos la transmisión, pero ahora era claro: aquel baile tan dulce había perdurado por innumerables generaciones.
Regresaron para salvarse a sí mismas de las nuevas criaturas bípedas que brotaron en el planeta hace tan solo algunos milenios en el planeta de carbono. Aquello era una misión de rescate, cuidado y cooperación; algo que las criaturas bípedas parecían desconocer.
Se conectaron a los canales de las flores y en cuestión de breves unidades de tiempo se reencontraron con sus ancestras, ahora amigas y salvadoras; y juntas se fueron a otra galaxia, a otro tiempo, en el lenguaje de la danza y del sonido que tan solo algunos tuvieron el privilegio de comprender en fragmentos.
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El apicultor observó extrañado el panal. Más de la mitad de las abejas habían desaparecido.
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