Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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CRÉDITO: Ollinka Daniela González Nadales / Facultad de Arquitectura
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Duncan Axel P.H

Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán

(Ciudad de México, 2002). Finalista del concurso Fósforo de Crítica Cinematográfica organizado por el Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM). Ha colaborado en publicaciones como Primera Página, Páak’al y el periódico ¡Goooya! Formó parte del Primer Encuentro Literario UdiVerso y es miembro del proyecto cultural Inzektario Zero. Actualmente, cursa la carrera de pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cuentínimos de varia invención

Número 12 / ENERO - MARZO 2024

Pequeños horrores sirven de pretexto para sorprendernos ante la vida cotidiana

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Duncan Axel P.H

Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán

Mis ojos no me siguen

a Jorge F. Hernández

No era mi nombre, pero seguía diciéndolo mientras me miraba. Me gritó mi silencio y quebró, luego de su sangre, la esquina de mi rostro.

 

Viudez (Un último deseo)

No había voz en tus ojos cuando te sentí gritar la lengua, todo eran cubetadas de aire y un alfilercito encapuchado sobre la mesa. ¿Me dirás ahora que me amas? Ah, pero eso sí, vuélvete un ratito, ¿no? No seas egoísta y mueve un poco tu cuerpo, que el ataúd aprieta bien a los muertos.

 

Asunto de familia

Mi abuela siempre lo ve todo; tal vez por eso llamó a mi tío, desde el otro lado de la puerta mientras jugábamos, y cuando volvió, sin decirme nada, ayudó a mis manos a subir el cierre del pantalón.

 

Infancia

a Bibiana Camacho

Mientras caía el meteorito y la gente corría o lloraba, el niño puso pausa a su juego y dejó las piedras junto a sus muñecos.

 

Rojo

Morado, rojo, morado, rojo, morado, rojo y azul… Quién diría que la sangre salta como yo, que baila en su charco, que grita bajo mi mano, como tú. Qué bonitas luces… Morado, rojo, morado, rojo, morado, rojo, rojo, rojo…

 

¿Y tú qué ves?

Todo el mundo está ebrio, menos yo. Bajo por la escalera, llevo el revólver en la misma mano que mi pulsera, aquella que me hizo Gabriel la noche que nos besamos. Mis padres, arrodillados, ven un rostro falso y llevan cintos en las manos. Cómo quisiera estar ebrio.

 

Me gustaría saberlo, ¿no lo sabes?

Siempre dices lo mismo, que si el librero, que si el tejado, la bufanda, el chuchillo…

Sí, sí, pero no. Ya sé. 

Si lo vuelves a decir, te coseré los botones que faltan, mejor déjalo así.

Bueno, bueno… esta tarde, ¿te parece? Justo cuando mamá lo deje en su carrito.

—¿Con quién hablas, cariño?

—Con nadie, papá, sólo juego con mi caballito y el viejo tronco.

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