Ex candidato presidencial, director de cine y tv y coordinador del Grupo de Puebla.
Doctor en sociología, miembro académico del Grupo de Puebla.
En el Chile de hoy se cruzan, momentos destituyentes e instituyentes. Ánimas de la democracia liberal, con remolinos de energía de una democracia participativa, feminista y ecologista. Junto a las esperanzas, se levantan también desconciertos…
Durante toda la modernidad, la idea de Dignidad ha explicado el ser y el deber ser de las personas en el mundo. Es el mito que explica por qué una persona sentada en un sillón de cuero en una oficina de Manhattan, vale lo mismo que otra sentada en una silla de jardín en una mediagua de Villa Fiorito-Argentina, pero también por qué, pese a ser iguales, una ha terminado sentada en la cima del mundo y la otra en sus márgenes o más allá de ellos. Porque la dignidad explica no solamente lo que compartimos como humanos, sino que también, desde dimensiones como el mérito, el esfuerzo y el deber, el lugar que cada humano termina ocupando en el mundo. La dignidad es el mito del individuo contemporáneo. Son los contenidos de ese mito los que se están reescribiendo en Chile, probablemente, como antecedente de una reescritura que se debe a sí misma la sociedad global.
Porque hoy algo pasa con el mito de la dignidad que dejó de hacer sentido. Hoy, no solamente protestan “por una vida digna” los ilegalizados y marginalizados de la modernidad y sus políticas (migrantes, subalteridades, etc.), sino que también sus incluidos: trabajadores y clases medias.
El caso chileno es paradigmático en este sentido. Porque en Chile, una dictadura que sentó las bases constitucionales para convertirse en la Corea del Norte del neoliberalismo logró que, una vez recuperada la democracia en los noventas, esa democracia en vez de sentar nuevos cimientos, decidiera asumirlos como propios, arrancar de América Latina hacia Asia, y convertirse desde esas alturas fantasmagóricas en un modelo regional de libertad económica y estabilidad democrática.
Para lograrlo, su ciudadanía normalizó, por décadas, algo que hoy les parece inaudito. Que la jibarización del Estado que había hecho esa dictadura, a través de una subsidiariedad mal entendida, fuese cargada directamente a sus tarjetas de crédito. Los derechos a la educación, a la salud, a las pensiones, y hasta al agua, eran financiados por las personas que debían pagar por ello a sus “dueños”. Y por décadas los ciudadanos sintieron como un orgullo ese momento de llegar a “ser sujetos-de-crédito” para asumir ese deber. Hoy, eso que era un orgullo, es leído, en retrospectiva, como abuso. Comprender ese salto de orgullo a abuso es difícil. Hace diez o doce años, cuando desde el socialismo nos rebelábamos contra eso y cuestionábamos, por ejemplo, que el agua fuese propiedad privada, nuestros propios correligionarios nos decían que fumábamos opio. Nos trataban de drogadictos.
Ese velo se fue corriendo de a poco. Probablemente lo más importante para dar ese salto cognitivo, fueron las miles de movilizaciones motivadas por el abuso medioambiental, que durante la última década se han sucedido a lo largo de todo Chile. Porque en Chile, el cargar el desarrollo a las personas, normalizó que las personas vivieran los ecocidios como sacrificios individuales. Pero pasó, por un lado, que llegó un momento en que nos sentíamos viviendo en una gran zona de sacrificio, y por otro, que la naturaleza tiene un límite, y que la crisis medioambiental terminó convirtiendo la idea de “costos del desarrollo” en un sinsentido global.
Por eso el alza de 30 pesos (0.04 USD) de un pasaje de metro para los adultos resultó tan simbólico y decisivo. Fue la pequeña gota que rebalsó décadas de dignidad mal entendida. Esto pasó en octubre de 2019, cuando comenzaron, de nuevo, las movilizaciones, pero ahora simultáneas por todo Chile. Estas movilizaciones comenzaron como un proceso destituyente, porque, junto con consignas por dignidad y “Nueva Constitución”, eran acompañadas con críticas definitivas en contra de las instituciones de la democracia liberal y sus representantes. A ese proceso destituyente se le cruzó, luego de un acuerdo del parlamento del 15 de noviembre, uno constituyente: La escritura de una nueva constitución.
Se plebiscitó ese acuerdo y la ciudadanía fue clara. El 80% de la población votó a favor de escribir una constitución, con representantes electos completamente por la ciudadanía. Sin parlamentarios. Sin embargo, a partir de ahí, las cosas dejan de ser tan claras. Porque durante este mes de mayo se realizaron, junto a las elecciones de los miembros de esa convención constituyente, elecciones de concejales, alcaldes, y, por primera vez, de gobernadores regionales. Un hito democratizador, dentro de la lucha por la descentralización de un país que, hasta hoy, se parecía más a una monarquía presidencial que a un Estado moderno.
Los resultados de esas elecciones son contradictorios. Mientras la convención constituyente quedó representada con miembros que quieren reescribir un Chile digno progresista, feminista, indigenista y ecologista. Los cargos territoriales fueron ocupados, en general, por representantes de la vieja política. Muchos de ellos almas en pena que no se dieron cuenta que cayó un meteorito y se extinguieron, como señaló el analista político Marcos Moreno. Pero muchos también son representantes de una vieja-nueva-política. Dinosaurios también, pero dinosaurios que con voluntad y experiencia tratan de doblarle la mano a la evolución, y sacar alas para volver a volar en las brisas progresistas de la democracia chilena actual. Esa donde, muy probablemente, siempre habían querido volar.
Luego, en Chile, conviven varios tipos de representantes de izquierda, que, desde distintos escenarios comienzan a escribir un nuevo sentido para convivir socio ambientalmente y con dignidad en el mundo. Y junto a ellos convive también una atomizada izquierda que no escarmienta en su obsesión por el solipsismo egoísta del individuo neoliberal. La crisis del COVID es un ejemplo de esto. El gobierno de Piñera arma cuarentenas, pero el costo de esas cuarentenas la deben pagar de su bolsillo los chilenos y chilenas. Las personas votan en contra de ese modelo, pero el gobierno no escarmienta y vuelve a apostar al sacrificio de los individuos y a que cada uno se salva con lo que tiene, y los chilenos y chilenas le vuelven a votar en contra.
A lo hechos les da lo mismo ser contradictorios, y probablemente esa sea la gran lección de este momento. Los elementos con los que analizábamos políticamente el mundo hace 2 años, dejaron de funcionar en 2019. Pero aquellos elementos con los que lo hacíamos hace dos días, se desactualizaron, de nuevo, hace dos minutos. El software del mundo se re-codifica vertiginosamente y debemos estar atentos.
De muestra un botón. Frente a la desidia del gobierno por el bienestar de la gente en las cuarentenas, la izquierda levantó como bandera de lucha el rescate de los fondos de pensión (de las AFP), que son individuales, para devolverlos directamente al bolsillo de las personas. Mientras que, propuestas de verdad de izquierda, como las que hemos hecho desde el progresismo, hace ya más de un año, de entregar una renta básica universal de emergencia, por ejemplo, salvo por gallardas excepciones, es adormecida en el congreso, de nuevo, por los viejos parlamentarios espectrales, como si tuvieran ellos la voz de arrullar a alguien el sueño de los justos.
En el Chile de hoy se cruzan, momentos destituyentes e instituyentes. Ánimas de la democracia liberal, con remolinos de energía de una democracia participativa, feminista y ecologista. Junto a las esperanzas, se levantan también desconciertos que se nos vuelven agobiantes a ratos, pero que debemos aprender a leer, porque son caos aparentes desde los que se está escribiendo, de a poco, un orden-otro: El mito de un nuevo Chile socioambientalmente digno y feminista.
Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad, todos los derechos reservados 2023. Esta página puede ser reproducida con fines no lucrativos, siempre y cuando no se mutile, se cite la fuente completa, y su dirección electrónica. De otra forma, requiere permiso previo por escrito de la institución.
REVISTA TLATELOLCO: DEMOCRACIA DEMOCRATIZANTE Y CAMBIO SOCIAL, Vol. 1, Núm. 2, enero – junio 2023, es una publicación semestral, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, Alcaldía Coyoacán, Ciudad de México, C.P. 04510, a través del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad, Av. Ricardo Flores Magón No. 1, Piso 13, colonia Nonoalco Tlatelolco, Alcaldía Cuauhtémoc, C.P. 06900, Ciudad de México, Tel. 5551172818 ext. 49787, URL: https://puedjs.unam.mx/revista_tlatelolco/, correo electrónico: revistatlatelolco@puedjs.unam.mx. Editor responsable: John Mill Ackerman Rose. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo de Título: 04-2022-111112043400-102, ISSN: en trámite, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Responsable de la última actualización de este número: John M. Ackerman Rose, Av. Ricardo Flores Magón No. 1, Piso 13, colonia Nonoalco Tlatelolco, Alcaldía Cuauhtémoc, C.P. 06900, Ciudad de México, Tel. 5551172818, ext. 49787. Fecha de última modificación: 28 de febrero de 2023.
El contenido de los textos es responsabilidad de los autores y no refleja forzosamente el punto de vista de los dictaminadores, o de los miembros del Comité Editorial, ni la postura del editor de la publicación.
Se autoriza la reproducción total o parcial de los textos aquí publicados siempre y cuando se cite la fuente completa y la dirección electrónica de la publicación.