Paradojas en el umbral de un simulacro que germina en tres tiempos

René Ramírez Gallegos

René Ramírez Gallegos

Economista, (Institute of Social Studies/Erasmus University of Rotterdam, Holanda), Doctor en sociología de la desigualdad (Centro de Estudios Sociales, Universidad de Coimbra, Portugal) y Posdoctorado University of Tübingen, Alemania. Investigador visitante, Matters of Activity, Humboldt-Universität de Berlín. Docente de la Universidad de Buenos Aires, UBA y de la Universidad Nacional de las Artes, Argentina. Miembro asesor del seminario universitario de estudios del tiempo (SUETIS), UNAM-México. Ministro de Planificación y Desarrollo (2008-2011) y Ministro de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación de Ecuador (2011-2017). Áreas de investigación: desigualdad, buen vivir, estudios del tiempo, economía social de los conocimientos, educación superior, democracia y desarrollo.

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6837-8187
Email: eltumulto@yahoo.com ; X: @‌compaiRene

24 abril, 2025

¿Qué mundo construye una inteligencia que no siente ni duda? ¿Qué significa “saber” cuando los algoritmos responden antes de que preguntemos? ¿Qué tipo de comunidad se construye sin presencia? ¿Qué tan libre es un sujeto cuyo deseo es diseñado algorítmicamente? ¿Qué es la libertad en tiempos de “Truman Show” perpetuos? ¿Qué futuro es posible sin tierra fértil ni cuerpos vivos? ¿Qué autonomía se construye cuando la universidad es sometida a “auditorías ideológicas”, cuando nombrar el genocidio o enseñar desde la crítica se convierte en riesgo, y la neutralidad es una forma de silenciamiento?

I. Tiempo paradojal: un mundo lleno de todo, vacío de todo

Vivimos en un tiempo que no cabe en sí mismo. Una época paradojal, del simulacro, que se aplaude mientras se incendia, que se vende como libre, pero vigila a cada segundo lo que sentimos, pensamos, olvidamos.

Un tiempo donde la inteligencia no piensa y la libertad se mide en contraseñas.

Un tiempo que promete saberlo todo —aunque no sepa qué hacer con tanto dato que no toca, no abriga, no cuestiona. Donde el saber se reduce a una respuesta instantánea y la pregunta —¡la vieja y noble pregunta!— es tratada como una pérdida de tiempo.

Hay máquinas que simulan afectos, que escriben poemas sin haber llorado nunca. Algoritmos que predicen qué desearemos mañana.
Y mientras tanto, la cognición crítica se vuelve un lujo,
la conversación, una notificación más,
y el pensamiento, un estorbo que interrumpe la productividad.

Vivimos hiperconectados, pero nos falta alguien con quien hablar.
Vivimos hiperinformados, pero no entendemos de empatía.
Vivimos libres, pero todo nos rastrea.
Vivimos progresando, mientras colapsamos los suelos, los cuerpos, los sueños.

Este es el mundo: un escenario donde las paradojas se visten de normalidad.

Pero, no es tragedia griega.
Es comedia posmoderna con final neoliberal (por ahora).
Y la risa —ah, la risa— ya no es alivio, sino anestesia.

II. Tiempo Nepantla: el resquebrajamiento de las formas

Pero algo tiembla. Algo cruje.
Y no es solo el derrumbe.
Es también el germen.

Estamos en tiempo Nepantla(1), como señala Gloria Anzaldúa. Ese entretiempo sin pasaporte ni domicilio, donde nosotras —las de siempre— habitamos la grieta con preguntas y rabia.

Nepantla es el filo.
La fisura.
El útero del caos.

Es el tiempo de las crisis que no son solo coyuntura, sino estructura.
Es la transición sin garantías, sin líderes, sin manuales.
Es el umbral donde el lenguaje se agota, pero aún nos queda el gesto, la trinchera del cuerpo, la vibración del poema.

En Nepantla, la incomodidad es brújula y la incertidumbre, materia prima.

Allí donde ya no creemos en la promesa del progreso,
allí donde la democracia se deshila en cada golpe a los cuerpos y a los derechos,
allí donde el mercado se disfraza de salvador —
allí mismo — crece, entre los escombros, otra forma de estar juntos.

III. Tiempos de resistencias creativas

No se trata solo de resistir.
Es resistir mientras se crea.
Mientras se canta.
Mientras se conspira con ternura.

Las resistencias creativas no son las que esperan el permiso de la historia.
Son las que actúan en el intersticio, en los márgenes, en los pasillos de las universidades, en los techos tomados, en los pañuelos morados, en las aulas vaciadas pero llenas de imaginación.

Son esas luchas que se defienden del neoliberalismo, sí —de sus tijeras, sus rankings, sus algoritmos coloniales—
pero también se permiten imaginar otra cosa.
Otra forma de decirnos.
Otra manera de producir saber, sin mercancía ni obediencia.

Las resistencias creativas son las que saben que no hay futuro sin deseo,
que no hay política sin poesía,
que no hay transformación sin duelo.

IV. Epílogo: un espejo roto donde todavía se puede ver

La historia no vendrá a rescatarnos.
Y la tecnología, menos.

Estamos solas. Pero no tanto.
Estamos rotos. Pero aún escribimos.

El tiempo que vivimos es un monstruo de espejos.
Pero si miramos bien,
muy bien,
entre las grietas todavía se asoman preguntas insurrectas,
susurros de otro mundo,
de otro tiempo —
uno que aún no tiene nombre,
pero ya habita nuestros sueños,
y se deja oír
cuando el algoritmo se calla.

Seguimos escribiendo,
aunque ya nadie lea.
Seguimos resistiendo,
aunque no haya himnos.

Porque sospechamos —tal vez erradamente, tal vez con razón—
que pensar todavía importa.
Que cuidar es más radical que consumir.
Y que vivir, a pesar de todo, puede ser un acto de desobediencia creativa.

Nota

1.- Nepantla: voz en lengua náhuatl que significa “en medio” según el diccionario de fray Andrés de Molina, del siglo XVI. Un informante indígena de fray Bernardino de Sahagún la utilizó como metáfora para expresarle al fraile su situación en medio o entre las dos culturas y dos religiones: la indígena que había heredado de sus padres y la occidental-renacentista que había adquirido con el proceso de evangelización en el Colegio de Tlatelolco.

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