ISSN : 2992-7099

En términos históricos y estructurales, el modelo de producción, consumo y distribución de América Latina y el Caribe es insostenible desde la perspectiva social, pero también desde las perspectivas ecológica y económica, por lo que es vital provocar una transformación de fondo de lo que Sunkel (1980) llamó el estilo de desarrollo, que no puede replicar el estilo insostenible de los países industrializados, el cual nos ha llevado a una crisis ambiental tan severa como la del cambio climático, pero que va mucho más allá, tratándose en realidad de un cambio global que incluye el agotamiento del suelo, la pérdida de biodiversidad marina y terrestre, entre otros aspectos. La pandemia ha exacerbado los problemas estructurales y ha colocado a la región en la urgencia de reactivar la economía, pero si la región opta por la vía inercial, solo los perennizará. Por lo tanto, es importante que América Latina y el Caribe impulsen una reactivación transformadora de fondo, la cual requiere de un gran impulso a la sostenibilidad pactado entre la sociedad, el estado y el sector privado.

Tres grandes problemáticas estructurales agravadas por la coyuntura de la pandemia

La región de América Latina y el Caribe enfrenta tres grandes problemáticas o brechas estructurales en las dimensiones ambiental, económica y social que, si no las enfrenta en conjunto, no podrá sostener el bienestar presente y futuro de su población. 

En primer lugar, América Latina y el Caribe es una región con mucho patrimonio natural respecto a otras regiones del mundo que, sin embargo, sufre una gran presión sobre sus recursos naturales y el medioambiente, fruto de la especialización productiva en materias primas y del modo de producción agrícola y de las actividades extractivas. La región tiene 9 de los 15 países con mayores pérdidas de biodiversidad en el mundo. La intensidad en el uso de materiales ha subido debido, sobre todo, al uso de biomasa y minerales que ha superado a los combustibles fósiles (León, Lewinhson y Sánchez, 2019). Por otro lado, si bien la región no contribuye de manera importante a los gases de efecto invernadero en relación con los países desarrollados y emergentes, sí sufre de los impactos del calentamiento global y de las situaciones climáticas extremas, en particular en el Caribe. 

En segundo lugar, el crecimiento económico de la región está limitado por la disponibilidad de divisas y financiamiento externo que permita importar los productos manufacturados que necesita la economía. La restricción externa de la región ha crecido en las últimas dos décadas, alcanzando déficits importantes en la cuenta corriente entre 2014 y 2019: -8,2%, -3,3% y -1,9% en el Caribe, Centroamérica y América del Sur, respectivamente (CEPAL, 2020). En términos estructurales, mientras la elasticidad ingreso de las exportaciones latinoamericanas sea menor que la elasticidad ingreso de sus importaciones del resto del mundo, la restricción externa se perennizará y agravará en tanto no se creen capacidades productivas y tecnológicas en nichos de mercado de mayor conocimiento y dinamismo. 

En tercer lugar, la región no ha resuelto los graves problemas de pobreza y desigualdad. Si bien los indicadores sociales mejoraron durante el boom de los precios de las materias primas de inicios del nuevo milenio, estos se fueron deteriorando desde 2013-2014 con el fin del ciclo alto de precios. Esto contribuyó a un crecimiento lento de América Latina en el quinquenio 2014-2019, previo a la pandemia, que en promedio fue de apenas un 0,3% (CEPAL, 2021a). Con la pandemia la situación empeoró aún más, la pobreza creció llegando a afectar a un tercio de la población latinoamericana y la pobreza extrema superó los dos dígitos, alcanzando un 12,5% en el 2020 (CEPAL, 2021b). La desigualdad también se deterioró, el índice de Gini subió 2,9% entre 2019 y 2020. Todo ello ha generado una coyuntura con sociedades más descontentas y ha agravado la conflictividad por cuestiones distributivas, ambientales, uso de recursos, cultura del privilegio, entre otras.

Un gran impulso a la sostenibilidad para una reactivación transformadora

La reactivación necesaria luego de la crisis provocada por la pandemia debe pensarse como una oportunidad para transformar la manera como se ha venido haciendo las cosas. La sociedad latinoamericana, cada vez más inconforme por la situación de pobreza y desigualdad, las tensiones en el uso de recursos y la inseguridad, exacerbadas en la coyuntura actual, reclama una reactivación económica que distribuya sus beneficios a todos y, sobre todo, a quienes más lo necesitan. 

CEPAL (2020) ha calculado que para cerrar la brecha de pobreza al 2030 es necesario al menos un 4% de crecimiento incluyendo medidas redistributivas. Este crecimiento, sin embargo, se enfrenta a la restricción externa, por el crecimiento de las importaciones que conllevaría sin un cambio estructural de por medio (Thirlwall, 1979). El crecimiento posible, dependiendo de la subregión, podría fluctuar entre el 1,4% y el 2,6%. Además, los límites que imponen las condiciones ambientales (cambio climático), considerando los compromisos de París, restringen también al crecimiento, acotándolo a un nivel de 1,2% (CEPAL, 2020). De este modo, la única posibilidad de enfrentar los tres problemas y provocar un crecimiento económico compatible a la vez con la superación de la pobreza y la desigualdad, la restricción externa y los compromisos de París, es dar un gran impulso a la sostenibilidad a partir de una reactivación transformadora, esto es, una reactivación que provoque la dinamización de sectores que cambien la estructura productiva a una estructura basada en sectores innovadores, de mayor tecnología y conocimiento, que permitan entretejer de mejor manera la economía, copar nichos de mercado más dinámicos y generar menor huella ambiental.

Estos sectores dependen de cada país, pero al menos deben incorporar la transición energética hacia una matriz de energía renovable, en paralelo con una movilidad eléctrica sostenible que privilegie el transporte público. Además, es necesario poner la revolución digital, la biotecnología, la nanotecnología y las TIC al servicio de toda la gama de productores (de pequeños a grandes), manteniendo una relación adecuada con las soluciones basadas en la naturaleza, para ganar no solo eficiencia productiva en el corto plazo, sino eficiencia ambiental y menor huella ecológica en el largo plazo. Aprovechando la gran diversidad biológica y cultural, se debe impulsar de una manera ordenada un turismo cultural y de naturaleza compatible con el buen vivir de las poblaciones locales y con el cuidado de la naturaleza. Por otro lado, la pandemia ha planteado la urgencia de atender estratégicamente el sector farmacéutico con el fin de alcanzar un mínimo de soberanía en la manufactura de vacunas y medicamentos clave para la región. El sector de la agricultura debe considerar los saberes ancestrales que logran minimizar daños en suelos y ecosistemas, e incorporar el conocimiento y la innovación para impulsar una bioeconomía sostenible e inclusiva. Muchos otros sectores se podrían mencionar, pero dependerá de la especificidad de cada país, lo importante es impulsar una reactivación transformadora y enfrentar la triple dimensión de la problemática planteada.

Por supuesto, el estado debe velar porque esta nueva dinámica económica beneficie a la población en su conjunto y no sea desigualadora. Para ello hace falta una combinación adecuada de políticas fiscales, industriales, tecnológicas, ambientales y sociales que apunten en la misma dirección y disminuyan las grandes brechas económicas, sociales y ambientales. Las políticas industriales y tecnológicas deben construir capacidades productivas nacionales, lograr mayor eficiencia ambiental y económica, y corregir el déficit externo. Asimismo, deben apoyar a sectores dinamizadores que promuevan el cambio técnico, generen empleos, y reduzcan la restricción externa y la huella ambiental. Las políticas ambientales deben reducir los subsidios e incentivos que afectan el medioambiente; regular la protección del patrimonio natural y los servicios ecosistémicos críticos; incentivar una mayor eficiencia ambiental y una mayor eficiencia en el uso de materiales, agua y energía. Las políticas fiscal y social deben contribuir de manera mucho más efectiva a la reducción de la pobreza y la desigualdad. 

Siempre existirán tensiones y disyuntivas que se deben resolver en democracia con una gobernanza participativa que logre un pacto social que estimule la inversión, el empleo, la igualdad, la acción climática y el cuidado del medioambiente. Ello implica manejar de un modo distinto la economía política del cambio estructural, así como enfrentar la cultura del privilegio y los poderes económicos y políticos excluyentes. Hacen falta instituciones y sociedades fuertes e inteligentes que construyan conocimiento de forma colectiva y resuelvan los graves problemas que enfrentan los países latinoamericanos. 

Por último, dado que los estilos de desarrollo de los países industrializados y emergentes son los principales causantes de los serios problemas ambientales globales, y de que existen responsabilidades comunes pero diferenciadas, es fundamental que asuman su responsabilidad en el daño creado en los países del sur y en la transformación que ineludiblemente tienen que hacer a sus propios estilos de desarrollo. Para ello, los países del sur deben aprovechar las instancias multilaterales y hacer escuchar su voz de manera organizada.

Bibliografía

CEPAL (2020), Construir un nuevo futuro: una recuperación transformadora con igualdad y sostenibilidad, CEPAL, Santiago de Chile.

CEPAL (2021a), Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2021: dinámica laboral y políticas de empleo para una recuperación sostenible e inclusiva más allá de la crisis del COVID-19, CEPAL, Santiago de Chile

CEPAL (2021b), La paradoja de la recuperación en América Latina y el Caribe. Crecimiento con persistentes problemas estructurales: desigualdad, pobreza, poca inversión y baja productividad.

León, M., Lewinsohn, J. y Sánchez, J. 2020. Balanza commercial física e intercambio, uso y eficiencia de materiales en América Latina y el Caribe, Serie Recursos Naturales, CEPAL, Santiago de Chile.

Sunkel, O. (1980), “La interacción entre los estilos de desarrollo y el medio ambiente en América Latina”, Revista de la CEPAL, N° 12 (E/CEPAL/G.1130), CEPAL, Santiago de Chile.

Thirlwall, A. P. (1979), “The Balance of Payments Constraint as an Explanation of International Growth Rate Differences, ” en Banca Nazionale del Lavoro, Quarterly Review, marzo, págs. 45-55.

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