Oralitura, Poesía Viva

Juan Gregorio Regino

Juan Gregorio Regino

Poeta y representante de la literatura indígena mazateca. Desde 2016 es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Fue ganador del Premio Nezahualcóyotl de Literatura y en 2017 se desempeñó como director del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI). Su creación literaria ha sido traducida a muy diversas lenguas alrededor del mundo.

23 septiembre, 2024

Un conjunto de expresiones artísticas conectadas entre el pasado remoto y el presente, lo contemporáneo, está dando lugar a importantes reflexiones en el ámbito de la estética nacional. La literatura indígena es uno de los componentes de estas reflexiones, por lo que inscribiré este artículo en el contexto del arte y la literatura indígena nacional para referirme posteriormente a mi experiencia como poeta en la nación mazateca.

La contrapoesía o poesía alternativa es la perspectiva en la cual se ha insertado la poesía indígena contemporánea; sin ubicarla en una corriente determinada, este artículo retoma algunas premisas vanguardistas para darle un contexto.

La estética indígena contemporánea

Entre los pueblos indígenas prevalecen formas multidimensionales de concretar el acto creativo; la visión estética está estructurada desde una perspectiva cósmica vinculada con la creación, las deidades y el medio ambiente. Lo efímero, lo ritual y lo festivo constituyen ámbitos de creación y producción estética en el que, lo oral, lo gráfico, lo escrito y lo visual, se fusionan como expresiones comunitarias al servicio de fuerzas sagradas que mueven el universo y retribuyen con bienestar, paz, salud y armonía a la comunidad. 

La visión estética está viva en el imaginario de las comunidades. El ciclo agrícola ritual nos la presenta en una serie de prácticas a través de los cuales se manifiesta, como en los ritos de sanación, fiestas patronales y ofrendas a la madre tierra para pedir buenas cosechas, tala de árboles, sacrificio de animales, así como en actos sociales como bautizos, bodas y toma de cargos. En estas actividades se reproducen expresiones artísticas a manera de performance que combinan danza, música, gastronomía, arte escénico y poesía. 

Las artes indígenas no han dejado de producirse, su vitalidad estética genera una creación que se nutre de lo tradicional detonando nuevos contenidos siempre cambiantes, en el que existe una influencia mutua entre tradición y modernidad, logrando que dos manifestaciones culturales relativamente diferentes se hagan una realidad irreductible como resultado de procesos eclécticos, híbridos, con matices innovadores, conectadas a nuevas formas de ser y estar en el mundo, como identidades colectivas que forjan un arte que vuelve a sus orígenes para reencontrarse y que simultáneamente genera nuevos contenidos de su herencia cultural. Así, las artes indígenas contemporáneas reafirman a sus creadores como artistas individuales y a la par son voz de la memoria colectiva.

El movimiento artístico indígena se está colocando como una propuesta de comprensión histórica, de renovación de la memoria estética. Incluyen producciones vinculadas a significados místicos en donde lo mágico, la naturaleza, los hombres y los dioses se trasladan al presente en un proceso dinámico y de renovación incesante, en el cual la ruptura, la innovación y emancipación conducen a vanguardias artísticas que desencadenan una revolución estética. La modernidad le imprime a las artes indígenas un dinamismo vital;  lo individual y lo colectivo, la continuidad y la ruptura, lo local y lo global, lo empírico y lo académico, lo oral y lo escrito, aparecen como un todo en una dimensión y práctica artística integrada a la vida y alejada de clichés y estereotipos.

La literatura en lenguas indígenas

En la poesía oral, con su carácter ritual, lírico, épico y sincrético, impulsa su reconocimiento y recuperación con el fin de ampliar los recursos poéticos disponibles y avanzar en la construcción de nuevas estructuras poéticas que contribuyan a redefinir el concepto de poesía y de sujeto poético presente en la renovación del movimiento literario indígena contemporáneo.

El fenómeno literario ha fijado grandes identidades histórico-culturales, encuentros ancestrales que buscan, a través de la poesía y la imaginación mostrar la esencia humana en toda su complejidad. La poesía oral es poesía de los pueblos, arraigada en lo arcaico, viva, con metáforas y figuras poéticas del saber mítico y sagrado. 

Desde los años ochentas hasta nuestros días hemos visto el resurgimiento de un movimiento estético emanado desde lo más profundo del pensamiento indígena, que marcó la apertura hacia nuevas formas y temas como se puede ver en la propuesta literaria actual.

Esta experiencia es parte de la definición de un panorama artístico, de la revaloración de lo popular y, de cierta forma, del encuentro con una poesía mucho más espiritual, comprometida con la identidad y la revaloración idiomática. La continuidad de los cánones que rigen la oralitura obedece a reglas complejas, a la producción de sonidos articulados poéticamente que exigen una elaborada actuación lingüística y dramática, donde la estética tiene función más allá del valor artístico.

Desde esta perspectiva se generan diversas experiencias, dándonos la oportunidad de asomarnos a nuevas formas de versificar y de narrar, de nuevos sujetos poéticos que rompen con las órdenes o cánones establecidos, social y estéticamente, en el afán de una búsqueda más consistente y comprometida dentro de las vertientes de la literatura de vanguardia.  

Para la comprensión de la condición subjetiva de esta poesía hay que ubicar al sujeto poético, a nosotros mismos, a nuestra forma de pensar y sentir en nuestra íntima esencia humana. El poeta en esta tradición alcanza una dimensión sagrada, sus pensamientos, ideas, emociones y conocimientos lo hacen trascender en el tiempo y ejercer su “don”, el autodominio, el valor y la voluntad para enfrentarse a situaciones dadas. 

El común denominador de esta poética es su profunda reflexión en torno a la creación y un regreso a los ingredientes más esenciales y humanos de la poesía, donde destacan el regreso al cuerpo, la musicalidad, la espontaneidad y la búsqueda de un nuevo yo lírico que enfatiza la musicalidad, la simultaneidad por encima de la linealidad académica, y el poema que ‘es’ sobre el poema que ‘trata de ser’.

En este punto es muy importante notar la recuperación de la poesía como medio esencial de vida. Es decir, vive momentos decisivos y podemos afirmar que inicia formalmente una nueva etapa en la poesía indígena comunitaria: se hace pública y marca el regreso de una relación ritual y antigua entre poeta y público.

Respecto a la búsqueda de diferentes “yos” líricos, se da desde una perspectiva de inclusión universal en el poema, donde vemos que tal “yo” deja de ser lírico y se dispersa por múltiples direcciones: la naturaleza, deidades, enfermedades y la figura del creador. 

La literatura indígena contemporánea es el resultado de experiencias interculturales, de expresiones vivas de una generación empeñada en perpetuar los cánones de su tradición literaria. Esta literatura encierra formas y estilos literarios ancestrales. Cada uno de los sesenta y ocho pueblos indígenas existentes posee su propio sistema de creación literaria, pero tienen cierta similitud en su retórica. Entre los pueblos de “origen mesoamericano” un cuento es contado en las diferentes lenguas con versiones particulares, pero que, en esencia, se trata de la misma historia. También están los pueblos del norte de México, cuyas propuestas varían y vuelven aún más complejo el panorama literario. 

La literatura indígena, sea de carácter ritual o la popular, está presente en los momentos más solemnes e importantes de la vida familiar y comunitaria. La creación y la composición existen para descifrar misterios, para dirigirse a los dioses propiciando su intermediación entre lo terrenal y lo sagrado, la adquisición de conocimientos, sabiduría o para sembrar de cantares el universo. Las de carácter popular son para recordar a la comunidad su origen, los valores y las responsabilidades a través de recomendaciones y consejos. Las ceremonias de año nuevo, por ejemplo, sirven para renovar el espíritu comunitario, fortalecer la identidad, mantener las alianzas y el linaje. 

La literatura mazateca

En este universo se desarrolla mi poesía, entre lo comunitario estético-social y lo comunitario estético-espiritual; es decir en el ndoba isien, el sitio de creación mítico donde está tendido el libro de la sabiduría, donde se reconoce el don de los elegidos y se obtiene licencia para ejercer el oficio de la palabra. 

Un tramo difícil es llegar al ndoba isien, lugar sagrado donde sólo llegan los que están limpios y puros. En este lugar está el poder de la palabra, la virtud de la humanidad, la ética del oficio, la memoria estética, el lenguaje del mundo. Este lugar, desde nuestro aprendiz, nos lo presentan así: 

Donde está tendido el mantel limpio /Donde está tendido el mantel blanco / Donde está abierto a lo largo y ancho / La puerta de la casa del cielo / La puerta de la casa del tesoro / La puerta de la casa que da apoyo. / Donde está el trono principal / Donde está el trono del que es la cabeza / Donde se juntan las fuerzas de la madre /Donde se juntan las fuerzas del padre.

También están los conjuros, que son los recursos literarios por excelencia; guían el camino del conocimiento, mueven las fuerzas sagradas y obtienen el perdón de los chikones, que son los guardianes del mundo. Es en los conjuros donde se desarrolla el arte de la palabra donde el chjinie, que tiene licencia y el don de la palabra, pone en juego los recursos poéticos que ha adquirido y desarrollado. A través de la palabra se convoca a las fuerzas que gobiernan el mundo, se enlazan los cantos: el guía de la palabra florida entra en contacto con la divinidad. La palabra es sabiduría, permite descubrir los misterios del mundo; las flores, las hojas y los ndi ni xi tjoho, (los pequeños que brotan), caminan con los hombres y las mujeres de conocimiento, les enseñan sus virtudes y sus lenguajes. Los chjinie (sabios, maestros, guías del lugar de la perfección) en la cultura mazateca viven con la palabra y con el canto, con la flor y la semilla, con el oriente y el poniente. 

Los chjinie realizan ceremonias para iniciados, para encaminarlos y que alcancen el camino del conocimiento. Los creadores son los elegidos por la divinidad, quienes tienen el don de la palabra, quienes registran el pasado y predicen el futuro, quienes entregan los cargos comunitarios, los que aconsejan a los nuevos matrimonios, los que curan y transmiten las enseñanzas sobre el mundo. 

El destino de la palabra de los chjinie es el ndoba isien, los conjuros para abrir el cielo y guiar al isien nixtjin (nuestro otro yo, nuestro retrato espiritual) de las personas hacia el lugar de la sabiduría, está lleno de misterios, cada elemento de la ofrenda tiene un lenguaje que ayuda a despejar el camino. El ritual conjura los aires de la región de los descarnados, ahuyenta a las sombras, embiste al adversario y guía al aprendiz en su viaje al cielo. En la estación más alta están los seres limpios, puros, sabios, cantores y poseedores de conocimientos. En este sitio está inscrito el nombre de María Sabina, por ejemplo: la mujer espíritu, la mujer águila dueña, la mujer sagrada, la mujer altiva, la mujer elegante. 

El ndoba isien es el lugar donde los sabios mazatecos como María Sabina acuden para adquirir sabiduría. Este proceso sincrético conjuga poesía, danza, música y una fuerte religiosidad. 

Hay palabras para cada momento del viaje, María Sabina se dirigía así:

Naán xi tinchiji ndi’ya k’ajmi   Madre que estás en la casa que se encuentra en las alturas

Na’mi xi tinchiji ngasondiehe        Padre que estás en la casa que se yergue en el infinito

Kia ts’afían, kia kjocho’an      Hacia allá voy, hacia allá me dirijo

Inimaha na’mina ts’aya’a’an El corazón del padre traigo yo

Inimaha ngasundie ts’a’ya’a’an   El corazón del universo traigo yo

Kuíni nga kui inima ts’aya’a’an xi’an. Por eso digo que traigo ese corazón.

 

Mientras pasa la noche se escuchan largos periodos de silencio verbal. Entonces surgen momentos que se llenan con versos milenarios, entre susurros, invocaciones, reclamos, exculpaciones, sumisión, respeto y agradecimiento. Todo en un lenguaje mágico y en un sólo momento. Los honguitos hablan:

Chjun xi nixtjí’an tsó Es mujer día, dice

Chjun xi isie’an tsó Es mujer de imagen, dice

Chjun xi mána chitsijen ngayá tsó Soy mujer que mira hacia adentro

Chjun xi mána chjut’oson tsó Soy mujer que examina, dice

Chjun xi kjanda tsó Soy mujer que llora, dice

Chjun xi ‘bixubí tsó Soy mujer que chifla, dice

Chjun tjoniya tsó Soy mujer que es arrancada, dice

Chjun ndiki’an tsó Soy mujer sabia en medicina, dice

Chjun chjinie ndiki’an tsó Soy mujer sabia en hierbas, dice

 

Cuando los sabios aceptan hacer una ceremonia, saben cómo dirigirse a las deidades, y dependiendo del mal que el paciente tiene es como construyen sus palabras:

Nchindokjua nimat’ajin Estamos hablando humildemente

Nchindokjuan sobájin Estamos hablando en la quietud

Tien tiehe xtijne Está tendida la huella

Tjien tiehe ndsajin Está tendida nuestra mano.

Tatsje nixtjín nga tsjakji’i isiejne Siempre ha habido semblante que es bueno

Kó isien ndaha Semblante limpio,

Kó isien xi kamachúnri Semblante que está arreglado.

 

No obstante, esta literatura está condenada a la clandestinidad, no tiene cabida en los círculos académicos, ni es reconocida por su carácter oral. Ante esta situación proponemos el concepto de “oralitura” con el propósito de darle el mismo valor a la creación poética oral que a la escrita. La oralitura, en la tradición literaria indígena, es el arte de la palabra; es la creación de textos orales poéticos y narrativos que se ha perpetuado de manera ininterrumpida y que llega a la época moderna viva y renovada, alternando con la literatura. 

La oralitura, como modelo de creación literaria, es una forma poética no materializada en un soporte físico; se apoya en la escrituralidad, que está ligada al dominio instrumental de una idea, es previa a la escritura gráfica y al transcribirse constituye los límites de dos procesos, de dos órdenes de pensamiento: la oralidad y la escritura. 

Las diversas formas en que se manifiesta el hecho literario entre las culturas indígenas rompen con los criterios de clasificación occidentales, así como con los cánones prevalecientes en ella. Este proceso abre la posibilidad de que el conjunto de literaturas existentes se enriquezcan y que la oralitura y la literatura “mesoamericanas” alternen en condiciones de igualdad, pues los alfabetos no son suficientes para captar todo el universo sonoro de las creaciones poéticas y narrativas.    

La oralitura no tiene un valor lucrativo, ni busca prestigio en el ámbito literario. Tanto sus funciones como su valor están en lo comunitario, donde se obedece a otras formas de reconocimientos. 

La nueva literatura indígena

Allende estas precisiones, las nuevas expresiones literarias han pasado por un proceso de desacralización y desritualización, retoman rasgos estéticos de la palabra cultivada por los chamanes pero se apartan de las ceremonias, establecen distancias con lo sagrado y desarrollan nuevos temas.

Entonces, la palabra adquiere otro nivel de poder, se construye y reconstruye con rapidez y se adapta a los nuevos tiempos. 

En mi propuesta poética intento conjugar la tradición de la oralidad con el sentido estético de la poesía moderna, por ejemplo:

Tú que conoces lo sagrado / y guías el camino sembrado de cantares. / Ábreme el cielo, muéstrame el mundo, / encamíname a la sabiduría. / Dame a beber los niños que brotan, /enséñame a hablar y leer el lenguaje de los chjinie, /inúndame con el poder de los Dioses, / inscribe mi nombre en el ndoba isien.

El poema está sujeto a ciertos artificios rítmicos: punto, ritmo, canto y expresión; se vale de recursos relacionados con la repetición, la onomatopeya, la estilización y la elipsis, entre otros elementos, en el cuales se busca desarrollar distintas sensaciones de musicalidad, concentración, encuentro interior, evocación de deidades y paz. Los poemas generalmente son cantados, la magia de la palabra engendra la repetición y la métrica de algunos versos que desembocan en el empleo de variaciones sinonímicas y de expresiones metafóricas. La palabra cantada es el sostén de los diferentes espíritus o guardianes. El lenguaje chamánico expresado en el arte poético oral no sólo favorece el desarrollo de la metáfora y de otras figuras poéticas, sino que surge como el modelo del discurso poético, que se distingue nítidamente del discurso cotidiano.

La oralitura no equivale a una mera recitación memorizada, sino a la recreación de modelos: de géneros, de estilos y de temas. Las repeticiones y las fórmulas permiten al poeta-cantor retener el texto en la memoria, modificándola ligeramente dependiendo de la situación que enfrente. Las variaciones se van haciendo más libres a medida que el texto pierde su carácter sagrado y va adquiriendo importancia el papel que desempeñan los géneros.

En el universo de los mazatecos encontramos alientos lejanos, arcaicos, sublimes, efímeros, mágicos o terapéuticos inscritos en nuestra conciencia, en nuestra memoria estética. Esto es un reto para un mazateco (como yo), que busca innovar su producción poética a partir de los cánones de la literatura comunitaria y, a la vez, hacer visible una literatura mazateca en el ámbito académico, artístico, intelectual y comunitario, con su propia personalidad. Es también un ejercicio de autorreflexión sobre mi quehacer literario. 

Cuando escribo estando en la ciudad o en mi casa del pueblo, me aíslo, me traslado a un plano donde me reencuentro con mi identidad, que me lleva inevitablemente al ritual, a los poemas-cantos sagrados, a la tradición, al elitismo comunitario que me está negado pero que quiero entender porque ahí está la poesía. La investigación experimental me convoca y es la que me lleva a acercarme a los chjinie, personajes sabios que, si bien, no producen textos con intención estrictamente literaria, centran toda su experiencia empírica en la producción de palabras sublimes que deben llegar al ndoba isien, para interceder ante las fuerzas sagradas de la creación y logar la armonía, la paz interior, la salud y el bienestar individual y comunitario.

Es difícil materializar en esta experiencia toda la trama que gira en torno al arte ritual, pues entran en juego, no sólo las palabras, sino también el silbido, el canto de los pájaros, el lenguaje del tabaco, el olor del copal, la caída de los granos del maíz, la luz que pende del pabilo, los ademanes y, sobre todo, la guía de los honguitos que no sólo conducen al cielo y lo abren, sino que despiertan la inteligencia, abren la sensibilidad y ponen en la voz de los chjinie textos orales arcaicos que constituyen enseñanzas, escuelas donde se abren los saberes, textos y cantos que buscan encontrar las causas de los males y poner remedio. 

El ritual, que ocurre a determinadas horas y que se prepara con anticipación, es fundamental para entender su finalidad mágica; el aspecto verbal en su totalidad es el punto de partida para acceder al ndoba isien. La magia de la palabra engendra la repetición y la métrica que desemboca en el empleo de variaciones sinonímicas y de expresiones metafóricas. En esta experiencia, la palabra cantada es el sostén de los diferentes espíritus, ya sean guardianes o maléficos. La lengua de los chjinie no sólo favorece el desarrollo de la metáfora y de otras figuras poéticas, sino que surge como el modelo del discurso poético, completamente distinto del discurso cotidiano.

Cuando estoy escribiendo me interno a un mundo que requiere concentración, ayuno, pureza y soledad para descubrir y redescubrirme, desnudar mi espíritu y experimentar nuevas sensaciones estéticas que me retan. Encuentro en mi andar poemas hipnagógicos (anteriores al sueño), auditivos y visuales, entre conciencia e inconciencia, una especie de estado de trance necesario para crear. Cuando estoy frente a la computadora o en mi libreta, me irrita que me interrumpan: es como si me arrancaran de mi mundo. Un mundo complejo que no entiendo del todo, que nunca voy a terminar de entender, pero que lo vivo y esas sensaciones que va entre gozo, enojo y estudio me alientan. Un conjunto de emociones que no logro compartir en mi familia porque es un misterio, “un misterio que jala fuerte y donde que prefiero caminar solo”.

Hay temporadas que me vuelvo irascible, silencioso, parco; el misterio me sumerge en su mundo y me vuelvo misterio; mi esposa guarda mi silencio, esconde mi mundo y a veces me ayuda a desenredar las hebras del misterio en mazateco. La veo celosa, cuando ando tras las faldas de la poesía me veo más lejano. Seducir a la poesía es una tarea difícil, es más fácil que uno caiga en sus redes. La poesía mazateca reta mi inteligencia, golpea mi entendimiento, revolotea mi sensibilidad. Es ruda, pero termino por atraparla en la página de mi conciencia.

Escribo en mazateco de principio a fin, es mi forma de hurgar la conciencia poética en mazateco, en el yo individual y el yo colectivo, de descubrir y amalgamar sus giros literarios. Tiendo la trama y poco a poco voy urdiendo, enredando y desenredando, tejiendo hasta alcanzar los primeros versos. Este proceso tiene tres propósitos: crear, construir y reivindicar. La creación la veo desde la perspectiva estética, la construcción desde el ámbito lingüístico y la reivindicación en un plano político-social.

La oralitura es la matriz de mi poesía, pero me siento en medio de dos procesos: lo oral y lo escrito, pues soy resultado y mezcla de dos tradiciones literarias. Soy parte de la transición que busca atrapar la poesía en libros, en medios digitales y en lenguajes estéticos arrancados de la memoria ritual, festiva y social de mi pueblo. Esta transición se inserta en un proceso de desritualización que busca desacralizar la poesía, dejar el anonimato, la colectividad y lo efímero, para transitar de la poesía chamánica a la poesía contemporánea, con una conciencia poética definida. 

La oralitura, como todo proceso de creación, está conectada con diversas tradiciones literarias y medios de comunicación que terminan alterándola, modificándola, enriqueciéndola y actualizándola. Paradójicamente, es el cimiento más fuerte de la identidad y reducto sagrado e íntimo del pensamiento comunitario expuesto a la modernidad, donde no alterna ni compite, simplemente está viva.

Hasta aquí resulta preciso señalar que el ritual es multidisciplinario, abarca varios ámbitos del arte, y extraer la poesía cantada para darle un carácter autónomo es parte de mi tarea. Lo efímero de la poesía cantada se vuelve permanente, lo oral se transforma en escrito, el mazateco se traduce al español, adquiere independencia y genera nuevos conceptos como autotraducción, traslación, transcreación, cocreación, adaptación y conversión, por citar algunos. 

En este marco, como sujeto poético, me veo inmerso en ciertos artificios rítmicos: punto, ritmo, canto y expresión, así como lleno de recursos relacionados con la repetición, la onomatopeya, la estilización, la elipsis y otros artificios mediante los cuales busco crear distintas sensaciones de musicalidad y evocación de imágenes cercanas a la filosofía de mi pueblo, a la sensibilidad colectiva de aproximadamente 350 mil mazatecos. Cuando hago la versión castellana, pienso en los millones de hablantes de esta lengua y en mis posibles lectores. 

Me reconozco bilingüe, voy y vengo de una lengua a otra con absoluta independencia, libertad, agudeza y habilidad para amalgamar una poesía innovadora. En mi hemisferio idiomático y cognitivo se contrastan elementos duales que ensayo y experimento con voz propia. 

Mi quehacer poético inicia otro trance, igual de complejo y rico. El ndoba isien ya no es el lugar que me otorga licencia para crear, sino el empirismo, la objetividad y la tenacidad de mi proyecto literario. La poesía, en esta experiencia, no me eligió, yo elegí a la poesía. Hoy, la poesía es mi bandera, fortalece mi noción de identidad, de nación, de territorio, de comunidad. Eleva mi espíritu, enriquece mi filosofía, arraiga mi conciencia.   

Esta experiencia se inserta en un movimiento literario en el que se mezclan varias tendencias, donde algunos quieren entrar (becas, premios) y otros salir, para no encasillarse en lo “indígena”.

El mazateco es una lengua compleja, me genera más dificultades hacer poesía mazateca que en español, pero me da la virtud de tener una lengua madre y una lengua padre y así me siento fuerte. El mazateco es seductoramente susurrante, altamente estilizado, fino, suave, melódico. El español es una lengua que posee los matices de la dureza, golpea a las piedras, a los mares y a los ríos, con el acero de su temple. En el miedo y en el misterio, ambas lenguas son parecidas, crean sus dioses, sus ídolos, sus fiestas, sus rituales.     

Epílogo

La mayor parte de mi vida, desde los treinta años, los viví en la ciudad de México, ahí no tengo con quién platicar en mazateco, pero en medio de esta neblina de impurezas no he perdido la pureza comunitaria. Jamás renunciaré a mi origen, cada día me adentro más, y a pesar de que no soy un referente para la comunidad, procuro un léxico fino, respetuoso, profundo, conciliador. El haber sido autoridad en mi pueblo me da un lugar en el escalafón de cargos y con ello, el respeto de todos: debo honrar esta distinción siendo prudente, limpio, honrado, trabajador, visionario y, sobre todo, conservar la memoria del pueblo.

Los mazatecos tenemos y cultivamos valores universales, así como virtudes como la eficacia y la eficiencia, somos voluntariosos, ágiles. Aprendemos nuestra lengua chiflando, escribimos cantando, leemos rezando para alegrar al mundo, somos el sostén del mundo, reserva espiritual de la humanidad. 

Mi pueblo está de pie, se ve alegre, tiene poco más de cincuenta años, fue arrancado de su territorio ancestral por la construcción de la planta hidroeléctrica Miguel Alemán, se llama Ndá Yá Ndsié (Paso Nazareno), ahora paradójicamente Nuevo Paso Nazareno. Un río lo baña, Ndá ‘Ní, que quiere decir: Rio de Ortigas. N’ní es una variedad de ortiga que hay por esta región; le llamamos “mala mujer” y al parecer en algún tiempo inundaba su ribera.

De esta tierra ha brotado la palabra que ha viajado conmigo a diferentes tierras y en diferentes idiomas, la sabia María Sabina me acompaña también. Soy apenas un aprendiz empeñado en arrancarle las palabras al tiempo.

Estamos ante una tradición viva que nunca ha renunciado a su vocación comunitaria, sagrada, estética, y hoy, poderosamente vanguardista.

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