Necroeconomía capitalista: terricidio y asesinato por los recursos naturales

Violeta Núñez

Violeta Núñez Rodríguez

Profesora-Investigadora de Tiempo Completo de la Universidad Autónoma Metropolitana- Xochimilco. Doctora y Maestra en Desarrollo Rural por la UAM-X y Licenciada en Economía por la Facultad de Economía de la UNAM. Es integrante del Sistema Nacional de Investigadores e Investigadoras (SNII), nivel I. Sus investigaciones se centran en el estudio de la minería, la acumulación originaria y acumulación por desposesión. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “El despojo financiero: los campesinos como ‘socios’ del Tren Maya” (2020), “El capital rumbo al mar. Una nueva era minera: Minería marina” (2019). Es codirectora del documental “México: litio al descubierto” (2022).

1 agosto, 2024

Capitalismo y muerte

¿Desde que nace el régimen de acumulación capitalista nace siendo necrótico? La respuesta es sí. Sí, nace “matando” a unos para que otros puedan “vivir”. Es decir, el capital mata para vivir. Decía Karl Marx en El Capital, al abordar la acumulación originaria, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza” (Marx, 1974, p. 149). A esto agrega, “Sabido es que en la historia real [de la acumulación originaria] desempeñan un gran papel la conquista, el esclavizamiento, el robo y el asesinato, la violencia, en una palabra” (Marx, 1974, p. 149). En esta violencia ―que es el fundamento del capital― Marx relata como ejemplo la muerte de una mujer que fue quemada entre las llamas de su choza por negarse a ser despojada de su tierra (Marx, 1974, p. 119). Así fue el punto de partida de este régimen de acumulación.

A esto hay que agregar el papel que vivieron las colonias, que también fue parte del proceso de acumulación originaria y que después sería fundamental para la acumulación de capital. Sobre esto, indicaba Marx: “El botín conquistado fuera de Europa mediante el saqueo descarado, la esclavización y la matanza refluían a la metrópoli para convertirse aquí en capital” (Marx, 1974, p. 142).

Sin embargo, la violencia no fue sólo parte del origen y fundamento del capital. Es algo totalmente inherente al régimen de acumulación. Para poder seguir produciendo sus mercancías, el capital mata, no sólo a quien puede obstaculizar su lógica y racionalidad, es decir “a quien se le pone enfrente”, sino también a los territorios (muchos de ellos repletos de vidas humanas y no humanas), de donde requiere sacar sus recursos para el proceso de acumulación (sus medios de producción y sus materias primas). Esto se evidencia en los 2,399 asesinatos en el mundo de personas defensoras de la tierra y del medio ambiente de 2002 a 2021 como lo reporta Global Witness (2014-2022); muertes ejecutadas por las industrias minera y extractiva, por la explotación forestal, por la agroindustria, por la caza ilegal, por la sustitución de cultivos ilegales, entre otros.

A estas matanzas se suman diversos tipos de agresión a quienes defienden su medio ambiente: intimidación, hostigamiento, amenazas, agresiones físicas, daños a la propiedad, criminalización, estigmatización, desalojo forzoso, homicidio, detención arbitraria, uso indebido de la fuerza, despojo, desaparición, ejecución extrajudicial, desplazamiento forzoso, difamación, robo, tortura, malos tratos, allanamiento, privación ilegal de la libertad, secuestro, desaparición forzada y espionaje (CEMDA, 2023). Parecieran muchos actos de agresión, pero es lo que sucede en la realidad cuando alguna industria pone la mira en un territorio que contiene recursos que necesita para su proceso de acumulación. Y, como veremos, estas acciones y los asesinatos se han intensificado en los últimos años, durante la fase neoliberal del capitalismo.

Pareciera entonces, que el capital necesita agredir y matar para seguir con su régimen de acumulación y con su lógica de ganancia. Es a partir de esto que es posible afirmar que vivimos en una necroeconomía, una economía de la muerte que se intensifica y toma particularidades en la fase actual del capital. Pero ¿a qué me refiero con necroeconomía? Algunos autores, partiendo del concepto, primero de biopolítica de Foucault (1999) y de necropolítica de Mbembe (2011), como Warren Montag (2005), en su texto “Necro-economía: Adam Smith y la muerte en la vida del universal”, señalan:

El mercado reduce y raciona la vida; no sólo permite la muerte, demanda que la muerte sea consentida tanto por el poder soberano como por aquellos que la sufren. En otras palabras, demanda y requiere que estos últimos se dejen morir. De aquí debemos concluir que, por debajo de la apariencia de un sistema cuya intrincada armonía podría ser apreciada como una especie de belleza austera y turbadora, un sistema de autorregulación, quizás no el ideal, pero el mejor de todos los sistemas posibles, se halla la exigencia de que algunos se dejen morir. Esto, por supuesto, hace surgir la posibilidad de que aquellos así convocados rechacen esta exigencia, esto es, de que rechacen dejarse morir. Es en este punto que el estado, que podría parecer no tener otra relación con el mercado que la aquiescencia contemplativa, es llamado a la acción: aquellos que rechacen dejarse morir deben ser obligados por la fuerza a hacerlo. Esta fuerza, entonces, aunque externa al mercado, es necesaria para su existencia y funcionamiento”. (Montag, 2005)

Más adelante en este texto, cuando retome el testimonio de Evelia Bahena, a quien le tocó nacer encima del “Cinturón de oro” de Guerrero, quedará más claro a lo que se refiere Montag (2005). En particular veremos cómo las empresas (en este caso mineras) hacen lo que sea necesario para que nadie obstaculice la extracción de los minerales, por lo que recurre a todo tipo de coerción: amenazas, intimidaciones, intentos de asesinatos, linchamientos, encarcelamientos, desplazamiento forzoso, entre otros; incluso al poder del Ejército.

Pero regresando al concepto de necroeconomía, autores como Jacobo Silva (2020) se cuestionan, “¿cuál es la relación de la necroeconomía con la soberanía y el biopoder?”, respondiendo: “si la soberanía hace morir y deja vivir, en tanto que el biopoder hace vivir y deja morir, la necroeconomía no deja lugar para la vida: hace morir y deja morir porque hace vivir de la vida de los demás” (Silva, 2020). Con los datos y los testimonios recabados, como veremos en las siguientes líneas, en esta etapa del capitalismo se “hace morir y se deja morir”, y el dato de miles y miles de asesinatos de las personas defensoras de su tierra y sus recursos naturales, lo confirman.

Sin embargo, en esta necroeconomía no sólo está implicada la muerte de los seres humanos, sino de los no humanos, porque el mercado avanza sobre el territorio, entendido como la totalidad del hábitat de los pueblos (OIT, 1992). Es decir, el “hacer morir y dejar morir” ocurre en los territorios de los pueblos, repletos de vidas, en las que cada una de ellas forma parte de una totalidad. Es por esto que algunos pueblos de América Latina, donde, como veremos en las próximas líneas, ocurre cerca del 80% de los asesinatos por la tierra y los recursos naturales en el mundo (Global Witness, 2014-2022), han expresado que estamos viviendo un terricidio como nunca, llevado a cabo por empresas terricidas.

Entre estos pueblos, las mujeres mapuches señalan que el terricidio es la muerte de todas las formas de vida. Entre ellas, “terricidio es ecocidio porque se destruyen y contaminan indiscriminadamente territorios enteros ‑el bosque, el monte, la selva, los humedales, devastados enteramente, de manera irreversible-; destrucciones perpetradas por empresas que van invadiendo y violando los territorios con las formas expansivas de una economía de la muerte” (Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, 2021).

Pero el terricidio también abarca otras formas de matar la vida. Sobre esto apuntan las mujeres mapuches: “Terricidio es una figura de síntesis. De epistemicidios, genocidios, ecocidios, culturicidios, feminicidios ocurridos a lo largo de la historia y del presente colonial de nuestro continente. Significa exterminio sistemático de todas las formas de vida, que atañen tanto al ecosistema tangible y perceptible ‑los seres animados de un bosque, por ejemplo- como a aspectos inmateriales, sean culturales, lingüísticos o sagrados” (Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, 2021). Así, hablamos de múltiples formas de agresiones extremas, asesinatos y terricidio para que la economía del presente ―una economía necrótica― funcione, como lo veremos en las siguientes líneas.

 

México: país con el mayor número de asesinatos por recursos naturales

Reflexionar sobre el capitalismo contemporáneo implica reflexionar sobre las violencias intensas que estamos viviendo en el mundo y de manera particular en México. Sobre todo, porque de acuerdo con el Ranking 2022 de las 50 ciudades más violentas del mundo elaborado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A. C., en la nación mexicana se encuentran nueve de las diez ciudades más violentas del mundo (véase el Cuadro 1). El Ranking mide el número de homicidios por cada 100 mil habitantes. Como parte de las explicaciones del por qué México tiene las ciudades más violentas, la argumentación del ranqueo se centra en la existencia del crimen organizado en todo lo que va del presente siglo, un poder que aumenta y que forma parte de estos asesinatos a las personas que defienden sus tierras y sus recursos naturales.

Cuadro 1. Las diez ciudades más violentas del mundo en 2022

Posición Ciudad País Homicidios Habitantes Tasa
1 Colima  México  600 330,329 181.94
2 Zamora México  552 310,575 177.73
3 Ciudad Obregón México  454 328,430 138.23
4 Zacatecas México  490 363,996 134.62
5 Tijuana México  2177 2,070,875 105.12
6 Celaya  México  740 742,662 99.64
7 Uruapan México  282 360,338 78.26
8 New Orleans Estados Unidos 266 376,971 70.56
9 Juárez México  1034 1,527,482 67.69
10 Acapulco  México  513 782,661 65.55

Fuente: Seguridad, Justicia y Paz (2023).

A este Ranking ―que, como se indica, muestra que el número de homicidios es lo que hace que una ciudad sea considerada más violenta que otra― se suma otro dato de gran importancia, el dato de personas desaparecidas, que también es parte de la violencia.  De acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas, en México hay 111,126 personas en esta condición (Secretaría de Gobernación, 2023). Sin embargo, esta cifra podría ser mayor. Sobre este tema, muchas de las y los colectivos de búsqueda se han cuestionado y se han hecho la pregunta de ¿a dónde van los desaparecidos? Estos temas, tanto de las ciudades más violentas del mundo y del número de personas desaparecidas, que forman parte del escenario, son importantes tenerlos presentes, sin embargo, no me enfocaré en ellos para este trabajo. No obstante, es importante decir que forma parte del contexto de violencia en el que estamos inmersos, y que para algunos forma parte de la economía de la muerte porque está siendo rentable para algunos grupos criminales. Es decir, pareciera una contradicción porque el trabajo vivo es lo que crea el valor, sin embargo, la muerte está siendo fuente de ganancia para algunos de estos grupos.

Sobre la violencia, como lo indiqué en la parte introductoria del texto, sabemos que es un elemento inherente del capitalismo, que podemos abordar desde el origen y fundamento del capital, durante el proceso de acumulación originaria. Sin embargo, en el siglo XXI, ésta adquiere especificidades. Por ejemplo, la violencia, las amenazas y los asesinatos a las personas defensoras de sus recursos naturales (minerales, bosques, selvas, agua, ríos, mares, entre otros), se ha incrementado. Esto me hace plantear que las muertes están vinculadas con estos recursos naturales, que son concebidos como materias primas necesarias para el proceso de acumulación.

Sobre este tema, a partir de los datos de Global Witness (Organización no Gubernamental con sede en Londres) sabemos que del 2002 al 2021 han sido asesinadas 2,399 personas defensoras de la tierra y del medio ambiente. De este total, en la última década, de 2012 a 2021, el número de asesinatos ha sido de 1,733, los cuales se han presentado en 61 países. Sin embargo, tan sólo en 10 países se presenta el 89% de los asesinatos. Entre estos destaca Brasil, con 342; Colombia, con 322; Filipinas, con 270; México, con 154; y Honduras, con 117 asesinatos (véase el Cuadro 2).

Cuadro 2. Personas defensoras de la tierra y del medio ambiente asesinadas, 2012-2021

Total 1,733 100%
Brasil 342 20
Colombia 322 19
Filipinas 270 16
México 154 9
Honduras 117 7
Guatemala  80 5
India 79 5
RDC 70 4
Nicaragua 57 3
Perú 51 3
Resto (51 países) 191 11

Fuente: Global Witness (2022).

Aunado a esto, también resalta que la inmensa cantidad de asesinatos se concentra en América Latina. De los 1,733 asesinatos ocurridos durante la última década, el 68% se ha realizado en alguna nación latinoamericana (véase el Mapa 1, a mayor intensidad de color, mayor número de asesinatos), resaltando Brasil, Colombia, México, Honduras y Guatemala, aunque en total están implicados 16 países de esta región (Global Witness, 2022).

Mapa 1. Personas defensoras de la tierra y del medio ambiente asesinadas (2012-2021)

Fuente: Global Witness (2022).

Entre los sectores involucrados en estos asesinatos se encuentran la industria minera y extractiva; la explotación forestal; la agroindustria; las disputas por tierra; la generación de energía hidroeléctrica; agua y represas; caza ilegal; sustitución de cultivos ilegales; carreteras e infraestructura, entre otros. Como se observa en el Cuadro 3, durante los últimos ocho años, la mayor parte de los asesinatos estuvieron concentrados fundamentalmente en la minería e industrias extractivas. De los ocho años señalados, en cinco, la causa número uno de estos asesinatos fue esta última actividad: la minería. Esto significa que tendría que haber una atención especial al sector de la minería y las industrias extractivas, altamente relacionadas con el tema que hemos planteado: la necroeconomía. Una de las preguntas que emergen de aquí, es por qué y para qué asesina esta industria. Es decir, el cuestionamiento sería por qué este capital necesita matar para seguir con su proceso de acumulación.

Cuadro 3. Asesinatos documentados por sector

Lugar 2021 2020 2019 2018 2017 2016 2015 2014
1 Minería e industrias extractivas Explotación forestal Minería e industrias extractivas Minería e industrias extractivas Agroindustria Minería y petróleo Minería e industrias extractivas Disputas por la tierra
2 Energía hidroeléctrica Agua y represas Agroindustria Agroindustria Minería e industrias extractivas Explotación forestal Agroindustria Minería e industrias extractivas
3 Agroindustria Minería e industrias extractivas Explotación forestal Agua y represas Caza ilegal Agroindustria Tala Presas hidroeléctricas y derechos al agua
4 Explotación forestal Sustitución de cultivos ilegales Sustitución de cultivos ilegales Explotación forestal Explotación forestal Caza ilegal Presas hidroeléctricas y derechos al agua Agroindustria
5 Carreteras e infraestructura Agroindustria Reforma agraria Caza ilegal Agua y represas Agua y represas Casa furtiva Tala

Fuente: Global Witness (2022).

A esto también se agrega, como ya lo enuncié en líneas anteriores, la disputa por la tierra que están teniendo los grupos del crimen organizado que también la requieren para su proceso delictivo. Al respecto, de 2018 a 2021, el mayor número de asesinatos ha correspondido al “sector que no pudo ser confirmado” (véase el Cuadro 4). En este lapso mencionado los asesinatos han ascendido a 381 personas. Sobre esto, Global Witness indica que “la mayoría de estos casos están relacionados con conflictos por la tierra, incluidos los vinculados con cultivos ilegales y cambios en la tenencia de la tierra. La tierra es un factor clave de los ataques contra personas defensoras. Sin embargo, en muchos casos, no se informa sobre los motivos económicos detrás de la violencia relacionada con la tierra” (Global Witness, 2022, p. 9). Por supuesto, muchos de estos casos están ligados al crimen organizado, que por temor y terror no se denuncia como tal.

Cuadro 4. Asesinatos en los que el sector no pudo ser confirmado

Año Personas
2021 143
2020 112
2019 71
2018 55

Fuente: Global Witness (2022).

De manera específica, en su Informe 2022, Global Witness, además de documentar 200 asesinatos en el mundo (durante 2021), muestra la gran proporción de este rubro (véase la Gráfica 1). Por ejemplo, del total de asesinatos ocurridos en dicho año, el 71% corresponde al “sector que no puedo ser confirmado”. Aunado a esto, la organización también evidencia el crecimiento de los asesinatos vinculados a este rubro. Al respecto, durante 2020 la cifra de este rubro fue 112 personas asesinadas, y para 2021 de 143. Por su parte, en 2018 la cifra ascendía a 55, y tres años después la cifra creció cerca de un 200 por ciento. Estos datos nos muestran la gravedad de los crímenes de personas que para “sobrevivir” tienen que defender sus territorios, y que al final terminan muertos. Los matan a ellos, y por lo general los territorios son sometidos a las necesidades del crimen organizado o de industrias extractivas, algunas de estas últimas también ligadas al crimen organizado. Frente a esto se vive, sin duda, una necroeconomía y un terricidio extremo.

Gráfica 1. Asesinatos de personas defensoras de la tierra y el medio ambiente por sector en el mundo, 2021

        Fuente: Global Witness (2022).

Igualmente hay otros temas que por años han generado asesinatos a los defensores de los territorios. Por ejemplo, en 2021, de acuerdo con el Informe citado, el mayor número de asesinatos estuvo vinculado a la minería y las industrias extractivas, siguiéndole los rubros de la energía hidroeléctrica, la agroindustria y la explotación forestal (véase la Gráfica 2).

Gráfica 2. Asesinatos de personas defensoras de la tierra y el medio ambiente documentados por sector, 2021*

Fuente: Global Witness (2022).

*No incluye las 143 personas asesinadas en las que el sector no pudo ser confirmado.

Aunado a este tipo de industrias, es en América Latina donde ocurre la mayor parte de este tipo de asesinatos, y los años recientes son testigos de ello (véase Gráfica 3). Del total de los 17 países de la muestra en 2021, el 71% donde han ocurrido estos asesinatos son naciones latinoamericanas. Resalta México, Colombia y Brasil, con 54, 33 y 26 asesinatos, respectivamente, cifras que representan el 57% del total en el mundo. Ahora, si agregamos solo los países de esta región, el dato nos mostraría que casi el 80% de estas matanzas se cometen en América Latina (Global Witness, 2022). Esto significa que este tipo de asesinatos se siguen cometiendo en mayor medida en las periferias del mundo, y no en los centros económicos. Además, como hemos documentado en otros trabajos (Vid. Núñez, 2016), la inmensa mayoría de la extracción de los recursos naturales de los países periféricos van a parar a los países “desarrollados”, o en su caso, la extracción es implementada por alguna empresa que pertenece a esas naciones.

Siguiendo con el tema de la periferia, en 2021, de los 200 asesinatos cometidos en el mundo contra las personas defensoras de la tierra y el medio ambiente, en México se cometieron la mayor parte de ellos, llegando a tener una cifra de cerca de una tercera parte de estas matanzas, y junto con Colombia y Brasil abarcan el 57% (véase Gráfica 3). Pero a este dato se agrega el dato por sector, sobre el cual abundaré en las siguientes líneas.

Gráfica 3. Personas defensoras de la tierra y el medio ambiente asesinadas, 2021

Fuente: Global Witness (2022).

De acuerdo con los datos mundiales, es también en México donde ocurren el mayor número de asesinatos de personas defensoras de la tierra y del medio ambiente derivado de la extracción minera (véase Gráfica 4). No está de más decir que este dato corresponde a los casos denunciados, lo que implica que las cifras pueden estar subestimadas en el caso de México.

Gráfica 4. Número de asesinatos por la minería en el mundo, 2021

Fuente: Global Witness (2022).

Es decir, México además de tener las ciudades más violentas del mundo y de ocupar el primer lugar a nivel mundial en asesinatos de las personas defensoras de la tierra y el medio ambiente, también es el país donde se llevan a cabo el mayor número de asesinatos de las mujeres y hombres que defienden sus territorios de las industrias extractivas y mineras. Esto no es nuevo. Hay que indicar que nuestro país ha ocupado, desde hace años, los primeros lugares a nivel mundial en estas matanzas. En 2021, tuvo el primero; en 2020, el segundo; en 2019 y 2017, el cuarto en ambos años; y en 2014 y 2013, ambos ocuparon el noveno (véase el Cuadro 5). Esto evidencia que durante la última década México ha estado entre los primeros 10 países en el mundo con mayores asesinatos por la tierra y el medio ambiente.

Cuadro 5. Lugar que ocupa México en el mundo en asesinatos por la tierra y el medio ambiente

Año Lugar
2021 1
2020 2
2019 4
2018 6
2017 4
2016 11
2015 10
2014 9
2013 9

Fuente: Informes de Global Witness (2014-2022).

Así, Global Witness (2022) muestra que es en nuestro país donde ocurren la mayor parte de estas matanzas derivadas de la industria minera, y es sobre este punto donde, de manera más detallada, nos podemos detener para analizar cómo la extracción de que lleva a cabo esta industria está asociada a la muerte.

La pregunta es por qué y para qué se mata por parte de las industrias extractivas y mineras, o por las otras industrias señaladas. La respuesta es porque los minerales y las otras materias primas son y serán incorporados en las mercancías. Esto nos lleva a otra pregunta, ¿hay otro modo, otra forma, o el capital necesita matar para obtener estos recursos naturales? Pareciera que, con su lógica y racionalidad, la ganancia, no tiene otra opción. Al respecto, veamos un caso específico vivido en el estado mexicano de Guerrero.

Amenazas, encarcelamientos, intentos de asesinatos, desplazamiento forzado: la voz de Evelia frente a la defensa de los recursos naturales

Además de los asesinatos cometidos por las industrias extractivas, las agresiones de diversos tipos también se intensifican. De acuerdo con el Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), durante 2022 “se registraron un total de 582 agresiones diversas cometidas contra personas y comunidades defensoras ambientales” (CEMDA, 2023). Los tipos de agresión, apunta el CEMDA, fueron la intimidación, el hostigamiento, las amenazas, las agresiones físicas, los daños a la propiedad, la criminalización, la estigmatización, el desalojo forzoso, el homicidio, la detención arbitraria, el uso indebido de la fuerza, el despojo, la desaparición, la ejecución extrajudicial, el desplazamiento forzoso, la difamación, el robo, la tortura/malos tratos, el allanamiento, la privación ilegal de la libertad, el secuestro, la desaparición forzada y el espionaje.

Uno de estos casos lo vivimos con el largo camino de agresiones que vivió Evelia Bahena García, habitante del municipio de Cocula, en el estado de Guerrero, donde se encuentra el denominado “Cinturón de Oro Guerrero”. Como ha sido documentado, (Pedregal, 2018), la voz de Evelia habla por muchos casos vividos en México y en América Latina. Evelia sufrió desde 2007 amenazas de muerte y persecución por parte del Ejército mexicano; órdenes de aprehensión, intentos de linchamiento, intentos de asesinato (algunos mediante disparos), intentos de detención para ser encarcelada y desplazamiento forzado (que le implicó huir y esconderse para salvar su vida). Fue un verdadero calvario el que tuvo que soportar por oponerse a una minera que además de aprovecharse de los derechos de los trabajadores ―de quienes abusaba de manera extrema― contaminaba los territorios de las comunidades y los pueblos.

Esta minera, dice Evelia, es la Minera Media Luna que, en aquel tiempo, “era subsidiaria de Gold Corp, gran trasnacional conocida en el mundo por la inmensa explotación de oro que realizan” (Bahena, 2023, min. 3:15). Esta empresa se promueve en internet como “una de las empresas productoras de oro de mayor antigüedad, de más rápido crecimiento del mundo, con operaciones y proyectos de desarrollo localizados en jurisdicciones seguras en distintos puntos del continente americano. Gold Corp, una empresa canadiense con sede en Vancouver, Columbia Británica, emplea a más de 18,000 personas en todo el mundo. La compañía está comprometida con prácticas mineras responsables y está en una muy buena posición para demostrar un rendimiento y un crecimiento sostenibles y destacados en la industria” (Gold Corp, sf). Esta empresa, en 2019, fue comprada por la estadounidense Newmont Mining Corporation, a fin de convertirse en ese momento en la empresa líder en el mundo en la producción de metales preciosos. Pero ¿qué es lo que vivió esta defensora del territorio de Cocula? Veámoslo retomando parte del testimonio directo de Evelia.

[Yo] simplemente era una persona que estaba luchando por un bien común, que, aunque digan que era para los campesinos, era para toda la comunidad; porque si se contamina, no solo daña a los dueños de las parcelas, se daña a la demás gente que vive en esas comunidades. Los que terminarían tomando agua contaminada, no solo eran los ejidatarios, también eran los habitantes de los poblados. (Bahena, 2023, min. 20:13)

Esas líneas expresan el sentido de la lucha de Evelia. A decir de ella, era una defensa por el bien común, donde el tema de la contaminación y el agua estaban presentes desde un principio. Pero, frente a este planteamiento, Evelia agrega otros cuestionamientos donde se incluye el desplazamiento de las comunidades y la modificación de un río para beneficio de la minera. A su decir:

¿A cuántos miles de kilómetros a la redonda se contaminaría?, ¿cuántas comunidades se desplazarían? Porque la mina no iba a ser solo unos metros cuadrados, iban a ser miles de kilómetros a la redonda… iban a modificar un río y a desplazar comunidades a otro lado, y no estamos hablando de una comunidad, estamos hablando de muchas. Y no se trataba de ciertas áreas, sino de un cinturón de oro, que es continuo. No eran lunares de oro, era cinturón de oro. (Bahena, 2023, min. 13:20)

Pero ¿cómo inició la lucha? Esta lucha inició, indica Evelia, porque los trabajadores mineros, todos ellos campesinos, llevaban casi 10 años trabajando por jornadas laborales de 13 horas diarias sin parar ni para comer. Además, los salarios eran muy precarios y los pagos que recibían los dueños de los territorios donde se hacía la explotación minera también eran muy bajos. Por años, los “dueños” de la mina, los ingenieros que los empleaban se hacían pasar sólo como parlantes de la lengua inglesa, por lo que aparentemente no había posibilidad de diálogo alguno.

Durante más de una década las y los trabajadores vivieron condiciones de largas jornadas de trabajo sin poder comer; bajos salarios y muy baja remuneración de sus tierras, entre otros. Es decir, vivieron un proceso de sobreexplotación. Y aparentemente la “barrera” era el idioma. Sin embargo, el padre de Evelia, quien hablaba inglés porque había vivido y trabajado en Estados Unidos, y a quien los obreros mineros le pidieron de favor que hablara con los ingenieros, se percató de lo siguiente que narra Bahena:

Entonces le comentan a mi padre ―que en paz descanse, el señor Evelio Bahena― que ellos querían que él hiciera el favor de hablar con los ingenieros de la minera, para decirle que necesitaban una hora, aunque sea, para comer; que no tienen horario de comida y que como no hablaban ellos el inglés no podían platicar con ellos… al hacer eso, mi papá se dirige con los ingenieros y, al querer dialogar con ellos en inglés, se percata que en realidad ellos hablaban español, que se hacían valer de eso para aprovecharse de esta gente, haciéndolos sentir ignorantes para poder abusar de ellos sin que ellos se pudieran defender. Al darse cuenta mi papá que ellos hablaban español les dijo: ‘bueno, como me doy cuenta y sé que me entiendes porque yo estoy hablando español y tú me entiendes, vamos a hablar en español’… ahí los campesinos se dieron cuenta que lo único que hacían los de la minera era burlarse y aprovecharse de ellos. (Bahena, 2023, min. 5:08)

Este hecho sería el punto detonante y de inflexión de lo que comenzaría a vivir Don Evelio Bahena, Evelia Bahena y los trabajadores mineros. El padre de Evelia pidió apoyo a una organización en Houston (con quien había colaborado), y a unos profesores de la Universidad de Canadá. Al respecto, comenta Evelia, “todos ellos hicieron equipo para hacer investigaciones sobre las transnacionales y se percataron del impacto real de lo que iban a hacer esas mineras en el estado” (Bahena, 2023, min. 7:20). Con esta información, pero, sobre todo, debido a las condiciones laborales de abuso que habían vivido durante años, y después de haberse percatado del engaño y de la farsa de que los ingenieros no entendían el español, pronto los campesinos mineros “empezaron a entender que tenían el derecho de luchar” (Bahena, 2023, min. 7:42).

Pero las amenazas y persecuciones comenzaron. El primero en vivirlas fue el padre de Evelia. Sin embargo, pronto se extendieron más hacia Evelia cuando, por motivos de salud, el padre de ella se tuvo que ir, por lo que le delegó la responsabilidad de la lucha. Una de las primeras agresiones que sufrieron Evelia y su padre, además de las amenazas, fue la persecución por parte del Ejército porque los trabajadores mineros habían decidido realizar un plantón, y eso impedía que la mina siguiera trabajando. Ante el plantón, llegó el Ejército, pero no de forma pacífica, sino para desalojarlos y detenerlos. Así que, frente a la persecución del Ejército, que ejerció todo su poder ―lo que muestra que la industria minera tenía nexos y era protegida por esta institución― ella y los trabajadores mineros tuvieron que huir y esconderse.

Pero ahí no terminó la historia, porque entre más crecía la lucha, dice Evelia, el nivel de agresión crecía. Después de las amenazas y persecución por parte del Ejército, apunta la activista guerrerense, “yo tuve órdenes de aprehensión donde se me denunció secuestro de maquinaria, por daños a las vías de comunicación y por pérdidas millonarias” (Bahena, 2023, min. 9:24). En este contexto, indica Evelia, “se logró detener el trabajo de la empresa cerca de unos cuatro a cinco años, cosa que en ningún lado se había podido hacer” (Bahena, 2023, min. 9:36). No obstante, esto tuvo fuertes costos.

A estas agresiones, que no bastaron, siguieron otras, como el intento de linchamiento de Evelia, que, a su decir, “quien orquestó el acto fue la misma empresa, porque para ellos yo era la del problema” (Bahena, 2023, min. 18:34). Después de sobrevivir a esto vendrían intentos de detención en su casa, en la calle, en todos lados. Sobre este punto, la defensora de Guerrero apunta, “para mí era preocupante, el tener que salir escondiéndome, como si fuera una delincuente, cuando yo no lo era… Todo eso nos llevó a estar en riesgo todos los días. Había que cuidarse, porque te podían agarrar a la vuelta de la esquina” (Bahena, 2023, min. 20:45).

A esto siguieron intentos de asesinato. Al respecto, señala Evelia, “en algunas ocasiones en las que nos trasladábamos para realizar nuestras reuniones, dos veces intentaron dispararme. De no haber sido por la gente que se dio cuenta de todo el movimiento y arriesgaron su vida para protegerme cubriendo mi cuerpo, y diciendo, ‘antes de que la mates a ella, nos matas a nosotros’” (Bahena, 2023, min. 20:45). Sin embargo, después vendría una agresión muy fuerte, que golpearía a todo el movimiento. La acusación de asesinato, indica Evelia, a los compañeros que formaban parte de la lucha, que los llevó a la cárcel cerca de siete u ocho meses con acusaciones de homicidio. Es decir, quien los había intentado asesinar, ahora los acusaba ¡de asesinato! Así, ya no sólo era el Ejército actuando, sino también el poder judicial.

A esto siguió una fuerte amenaza a Evelia, que la obligó a salir huyendo y vivir un desplazamiento forzado. En su relato narra: “me fui desplazada a la Ciudad de México, porque me amenazaron y me dijeron que si yo no me iba de aquí iban a matar a mis hijos y me iban a matar a mí” (Bahena, 2023, min. 24:55). No bastó con intentar detenerla, lincharla y matarla, tuvieron que involucrar a sus hijos para hacer más extremos los ataques.

No obstante, las agresiones no se dirigieron únicamente a ella y los trabajadores de la mina. Cualquier ayuda de alguna autoridad también fue detenida, con fuertes amenazas de asesinato de los familiares de quienes intentaban apoyarles, como indica el testimonio de la defensora de Guerrero: “cuando estábamos presentando la queja en la comisión de Derechos Humanos, le hablaron por teléfono al que era entonces el encargado de Derechos Humanos que nos estaba recibiendo, para decirle que no nos recibiera la llamada porque ya tenían ubicada a su familia y que si no quería que los mataran, que debía de salirse de ahí” (Bahena, 2023, min. 11:15).

Así, los ataques y agresiones fueron muchos y de múltiples formas, todo para que la minera pudiera seguir explotando el oro. Pero lo lamentable, como dice Evelia, es que el escenario en Guerrero no se ha modificado; por el contrario, las cosas han empeorado frente a una extracción minera que, coludida con el crimen organizado se intensificó, lo que ha propiciado el terricidio y una necroeconomía que va manifestándose con mayor intensidad. Tal como lo demuestra el CEMDA, Guerrero fue la entidad con el mayor número de agresiones letales en 2022 a las personas y comunidades defensoras de los derechos humanos ambientales en México (CEMDA, 2023). ¡No hay forma de no decir que esto es necroeconomía pura!

Entonces, y como conclusión: ¿el capital tiene otro modo de extraer recursos naturales sin necesidad de matar para mantener la exploración de tales recursos? Pareciera que no. En la actual fase neoliberal el capital necesita agredir y matar para seguir con su régimen de acumulación y con su lógica de ganancia.

Bibliografía y referencias

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