Maestra en historia por la UNAM. Coordinadora de arte popular en la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura.
La lengua no sólo es palabra
Quedó atrapada entre los caminos…
En el perfume y color de las flores
Entre las hierbas del campo
En la música … y en los sabores…
(Rubí Huerta)
La lengua, como sistema de signos que permite la comunicación entre los miembros de una comunidad, no sólo se trata de palabras y sonidos articulados, sino de ideas, emociones, sentimientos, pensamientos, además de ser una manifestación de la identidad y del sentido de pertenencia de los hablantes. En ella se refleja la relación con el medio social y natural que los rodea: plantas, animales, orígenes, mitos, ritos, festividades y los ciclos de la vida.
Son signos que se representan en tejidos, bordados, tallados, dibujos plasmados en diversos soportes, de acuerdo con la cosmovisión del pueblo indígena que los elabora. Diseños e iconografías que pasan de generación en generación, formando parte del Patrimonio Cultural Inmaterial y Colectivo de quienes los reproducen y mantienen vigentes mediante la transmisión de padres a hijos.
Esta diversidad de pensamientos abstraídos en símbolos también se encuentran plasmados en huipiles, morrales, quexquémetl, blusas, rebozos, gabanes, tapetes, capas. Los códigos lingüísticos también se expresan en rituales, danzas, cántaros, tambores, canastos, cestos, muñecos y muchas otras manifestaciones de la creación humana que los pueblos indígenas de México elaboran de manera cotidiana y que forman parte de su visión del mundo, de sus subjetividades.
En estas creaciones donde cobra vida material el pensamiento, no sólo podemos ver flores, animales y grecas, sino parte de su historia, de la forma en que entienden su entorno biocultural, de la manera en que configuran su cosmovisión, su forma de entender el universo y ahí es precisamente donde brota la lengua, se recrea, se enriquece, donde designa al mundo material y simbólico, terrenal y espiritual.
Hay que considerar que cada pueblo indígena, cada etnicidad tiene sus propios motivos y símbolos, los cuales guardan sentido solo para ellos, reflejando tanto su herencia cultural como su identidad. Entre los hilos coloridos de los huipiles se encuentra la historia, sabiduría y cultura de quien los elabora. Se simboliza el universo, la tierra florida, los orígenes, pero sobre todo la relación del hombre con el buen vivir en la tierra y con el equilibrio en el universo.
Tal vez por eso se dice que el huipil es la “prenda madre” no sólo porque su portadora es la mujer, sino porque es ella quien se encarga de elaborarlos y enseñar a las hijas y los hijos a elaborarlos, y les transmite el significado de cada detalle, les cuenta los secretos para hacerlos bien y de la mejor manera, desde la cosecha del algodón o la recolección de la lana, hasta el cardado, hilado, armado de la urdimbre para después ir tejiendo, línea por línea hasta concluir con el o los lienzos y armar el huipil o el traje, según se trate.
Dentro de los huipiles más llamativos se encuentran los de las mujeres triquis de Oaxaca que simbolizan una mariposa; el bordado con listones alrededor del cuello simboliza al sol y a la luna; los listones la lluvia y el arcoíris. La mujer con su huipil puesto representa a la mariposa, cuya cabeza es el centro del universo flanqueado por el sol y la luna. Por otra parte, para las mujeres tsotsiles del estado de Chiapas, el huipil simboliza a sus santos protectores. Hacia el occidente del paìs, los trajes wixárikas (que no huicholes), contienen símbolos como el híkuri o peyote, venados, águilas bicéfalas, aves diversas, así como la flor de maíz y calabaza, base de su alimentación, pero también hay serpientes, asociadas al movimiento del agua y el viento.
En la alfarería mexicana, encontramos múltiples piezas de uso cotidiano: ollas, cazuelas, cántaros, jarras, jarritos, platos, etc. algunos decorados otros no. Entre las decoraciones sobresalen diseños zoomorfos, fitomorfos y geométricos, imaginados y orientados desde sus cosmovisiones. Aves, insectos, mamíferos, hojas, flores, grecas, espirales, líneas, círculos, puntos, son una constante, donde además de representar la identidad del pueblo que las elabora, reflejan el entorno, como el caso de la cerámica de Capula, en Michoacán, donde platos, tazas y ollas se decoran con la flor de capulín. En otras creaciones son los colores los que representan el lugar de origen como el barro negro de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca, o las piñas vidriadas de San José de Gracia, Michoacán. Por otra parte, los árboles de la vida de Metepec, en el Estado de México, representan grandes escenas de la vida cotidiana.
También están las famosas pinturas en papel amate de la región del Alto Balsas, Xalitla, principalmente, en el estado de Guerrero, no sólo contienen la flora y fauna del lugar, sino escenas costumbristas de la zona: la boda, la fiesta patronal, la feria, la vida en el campo, los jaripeos, la celebración del día de muertos o la Navidad y las posadas, entre muchas otras.
En Olinalá, Guerrero se realiza el trabajo en laca, mezcla de piedras calizas, tierras, aceites y colorantes naturales, con los cuales se obtiene un brillo especial sobre piezas de madera, guajes y jícaras principalmente. Sobre ellos se plasman, además de flora y fauna del lugar, escenas históricas y de la vida cotidiana. Lo mismo ocurre con las piezas que se elaboran con la misma técnica en los estados de Chiapas y Michoacán, cuyo distintivo son, justamente, los motivos que se plasman en ellas.
Y así podemos continuar con ejemplos muy particulares de todo lo que se plasma en el arte popular mexicano. Pero ello nos debe dar pié a reflexionar que la lengua no sólo es palabra, sino que forma parte del entorno expresivo y materializado en creaciones de diversa índole de los hablantes de estas lenguas indígenas, de su identidad, de su historia y de su memoria. Por ello y a propósito del día internacional de la lengua materna, el cual se celebra cada 21 de febrero desde el año 2000, es importante señalar que la lengua se aprende con el entorno que nos rodea; así se descubren las formas, colores, olores, sabores, sonidos y se va construyendo poco a poco a través de los sentidos. Por eso le llamamos lengua materna, la que aprendemos en el seno familiar y en nuestro entorno. Esa que nos da identidad y sentido de pertenencia.
En este día celebramos la lengua materna, pero también reconocemos a todo el lenguaje simbólico presente en las obras de arte popular que los pueblos indígenas y no hablantes de lenguas originarias, reproducen de manera cotidiana en nuestro país.
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