La manera en que el machismo arruina los festivales escolares

Mónica Maydez

Mónica Maydez

Licenciada en derecho por la UDF Campus Santa María. Maestra en apreciación y creación literaria por IEU Campus Puebla. Egresada del Colegio de Escritores de LATAM. Especializada en el tema jurídico-social de: Feminicidios, Trata de personas y Violencia de género. Autora de las obras: “Feminicidio: reconociendo las violencias que lo conforman” y “Humanidades fragmentadas”. Coautora de las obras: “Trastornos Textuales” y “Voces de Tinta Violeta”. Miembro activo de la Real Academia Internacional de Arte y Literatura y del colectivo Alas por el mundo. Columnista en la revista digital Delatripa. Sus escritos están enfocados a prevenir y denunciar la violencia de género y los feminicidios a través de la poesía, del ensayo, de ponencias y de talleres.

6 septiembre, 2024

La libertad no se puede lograr a menos que las mujeres 

se hayan emancipado de todas las formas de opresión. 

–Nelson Mandela

 

Es parte de nuestra cultura y cosmovisión rendir el merecido homenaje a la madre. Esa figura romantizada, inmaculada y obligada a la dulzura es celebrada cada diez de mayo en los colegios de preescolar y primaria de nuestro país: es costumbre, por parte de las madres, arreglarse lo mejor posible para resaltar que se trata de un día especial.

Llegan al colegio de sus retoños para admirar lo que con tanto amor les prepararon. Hasta aquí, pareciera no haber gran injerencia del machismo; sin embargo, otra festividad que comienza a cobrar popularidad es el “día del padre”.  Esta celebración no tiene fecha definida; pero sí un día de la semana: el domingo, un fin de semana que se cree apropiado para el   festejo por ser un día de descanso (y, además, familiar). En contraste, el día de la madre puede caer en cualquier día de la semana, no importa.

El machismo es una ideología que considera a la mujer como un ser inferior al hombre, en varios aspectos. Por ejemplo, en el campo de los negocios les da mayor credibilidad a los hombres que a las mujeres, por el hecho de considerarlos más hábiles.  El problema con el machismo es que impregna todas las áreas de nuestra vida: la familiar, la social, la laboral, la escolar, la religiosa. Es como un cáncer:  si nos enferma en la infancia y no le damos tratamiento adecuado, hace metástasis a lo largo de nuestra vida en cualquier lugar y actividad que desempeñemos.

La misma ideología otorga roles y estereotipos de género, con responsabilidades y comportamientos socialmente construidos, que conducen a realizar actividades que nos diferencian. El machismo nos dice:  las mujeres estamos destinadas al espacio privado, a la reproducción y al cuidado de los hijos y del hogar; por eso, debemos mostrar carácter pasivo, complaciente, sumiso, sensible y dulce. Los hombres, están destinados al espacio público, a la producción, a proveer, a ser autoritarios, a enfocarse en su carrera profesional y a la protección de la esposa e hijos. Su carácter debe ser fuerte, valiente, independiente, debe contar con iniciativa propia y merece tiempo para salir con sus amigos a desestresarse.

Esas características no pueden intercambiarse sin exponer a las mujeres al rechazo social, familiar, escolar, y al cuestionamiento de nuestra orientación sexual, por no satisfacer dichos roles y estereotipos impuestos. El sexo apunta a los rasgos fisiológicos y biológicos de ser macho y hembra; mientras que el género, a la construcción social de las diferencias sexuales. Así, el sexo se hereda y el género se adquiere a través del aprendizaje cultural (Stoller, 1968).

Dicho aprendizaje se hace presente en actividades inolvidables como los festivales escolares que, podríamos considerar, inocentes; pero cargan el peso de la ideología machista. Los festejos del día de la madre se tornan rosados, con flores y bailables que los pequeños preparan con mucho entusiasmo. Las escuelas que decidieron festejar a los padres realizan un festival con corbatas y bigotes de adorno, lleno de juegos, actividades de destreza; además les piden ropa deportiva para que puedan jugar cómodamente con sus hijos e hijas. ¿Se nota la diferencia, provocada por las ideas preconcebidas del machismo?

Sí, primero, se considera de manera implícita que a las mamás no les gusta jugar y que prefieren sentarse a ver bailar a sus hijos. En contraste, los organizadores de los festivales creen que los padres no gustan de sentarse a ver bailar a sus hijos e hijas y recibir una flor como muestra de cariño, pues ¿cómo un hombre podría recibir una flor?

Un mensaje para los infantes es que los papás son aquellos miembros divertidos y alivianados de la familia, con quienes se puede jugar y disfrutar de un momento deportivo; son los superhéroes de los pequeños, mientras que las mamás somos los seres dulces y tiernos que no podemos hacer actividades:  sólo estamos para aplaudirles y recibir flores, y claro y cuidarlos.

Aunado a esto, el contenido de los festivales está lleno de adornos alusivos a cada género como: colores rosa y azul, flores y bigotes, abanico para la madre y un separador de libros para el padre, una libretita para ella y un juego de ajedrez para él. El mensaje de los roles y estereotipos está plasmado en los detalles.

Otro mensaje que se adhiere a la mente de los escolares es la división de actividades y su relación con el género. pues frases como “el rosa es de niñas/mujeres”, “las flores son solo para las mamás” y “artículos como abanicos, espejos de bolsillo son para mujeres” alimentan una suerte de misoginia que, más adelante, dará paso a que los hombres rechacen todas las cosas clasificadas como femeninas por considerarlas inferiores, pasivas o rosas. 

¿Acaso a las mamás no les gusta jugar ajedrez, vestir de color azul, usar separadores de libros? ¿Será que a los papás no les gusta ver bailar a sus hijos, mirarse al espejo, usar una ropa color rosa? Individualmente, conocemos las respuestas; sin embargo, el prejuicio se apodera de nuestras mentes para decirnos que así debe ser, para seguir perpetuando las diferencias entre hombres y mujeres. Estamos condicionados a la construcción del género, que vivimos en la actualidad, y tememos que romper este patrón porque implicaría una traición al sistema que nos ha criado.

Que una mujer reciba flores el diez de mayo no es malo ni ofensivo; lo terrible de la situación es que socialmente sigamos pensando que no hay otra opción para celebrarla y lo mismo ocurre en el caso de los hombres: no está mal que los pongan a jugar con sus hijos el día del padre, el problema es considerar que es la única forma de festejarle o en que estos pueden relacionarse, sin tomar en cuenta otros aspectos importantes de la crianza como la ternura.

Por ello, el feminismo se ocupa de la transformación social en las relaciones de género. Así es que, la propuesta es mostrar la “verdad” y la “realidad” como una prerrogativa enormemente poderosa dentro del mundo social, una forma por la cual el poder se disimula como ontología (Butler, 2006). Así, las feministas nos sacudimos el prejuicio machista y reconocemos que no hay barrera que impida la apertura a la celebración de estas fechas con la diversidad a cuestas.

 

Referencias bibliográficas

Butler, J. (2021) Deshacer el género. Paidós.

Stoller, R. (1968) Sex and gender. En, Sex and Gender The Development of Masculinity and Femininity. Maresfield Library.

Una respuesta

  1. Muy buen artículo, sobre todo porque evidencia una realidad aún presente en México–aunque no solo en dicho país–: el machismo normalizado.
    Mi hijo ha estado en varias escuelas de educación primaria. En todas, el festejo del día del padre se compone de competencias deportivas. Yo mismo me he preguntado ¿por qué tiene que ser así? A ver, lo aprecio en virtud del deporte, sin embargo, como lo dice el artículo, pareciera que no se saben o conoces otras formas. Hay incluso algunos padres o alumnos que no son muy adeptos al deporte pero el festejo del día del padre es así.
    Otro ejemplo de machismo: en varias entidades federativas del país, mi esposa y yo hemos notado que a la hora de pagar en los restaurants los meseros–ojo, inclusive mujeres–me entregan la cuenta a mí–varón–y no a mi esposa incluso cuando ella misma la ha solicitado. No se diga el hecho de que ante la presencia de un hombre en la mesa, sin importar incluso que el número de mujeres en ella es superior, se dirigen hacia él para conocer qué es lo que se desea ordenar.
    Son ejemplos, quizá burdos para algunas personas, pero que pasan desapercibidos porque se ha normalizado que el hombre, solo por ser tal, ocupa una posición más privilegia que las mujeres. Injusto.

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