ISSN : 2992-7099

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Revista Tlatelolco, PUEDJS, UNAM
Vol. 2. Núm. 2, Enero – Junio 2024

 

Fragilidades y consistencias en la hegemonía de los Estados neoliberales latinoamericanos. Representación política y cultura en el marco de los triunfos de los gobiernos de izquierda

Weaknesses and consistency in the hegemony of Latin American neoliberal States. Political and cultural representation within the framework of the triumphs of leftist governments

Pablo Carlos Rojas Gómez*

RECIBIDO: 8 de noviembre de 2022 | APROBADO: 3 de mayo de 2023

DOI-0

Licenciado en Ciencias Políticas, especialista en Estado, Gobierno y Democracia, maestro en Estudios Latinoamericanos y candidato a doctor en Estudios Latinoamericanos. Sus trabajos e investigaciones se vinculan a temáticas en torno al Estado, el poder y la política en México y América Latina. Actualmente se desempeña como profesor en el Sistema de Universidad Abierta de la UNAM.

Resumen

El presente trabajo realiza una caracterización de las fragilidades y consistencias de la hegemonía neoliberal en América Latina a partir del análisis de sus formas de representación política y de organización cultural. A su vez, aborda el papel que han tenido los gobiernos de izquierda en la impugnación al neoliberalismo y en la disputa hegemónica abierta en las últimas décadas, obteniendo importantes triunfos de ampliación e inclusión en términos de la representación política, pero, encontrando importantes obstáculos en la esfera cultural.

Palabras clave:

hegemonía, neoliberalismo, representación política, cultura

Abstract

This paper characterizes the weaknesses and strengths of neoliberal hegemony in Latin America based on the analysis of its forms of political representation and cultural organization. At the same time, it addresses the role that leftist governments have played in challenging neoliberalism and the open hegemonic dispute in recent decades, obtaining important triumphs of expansion and inclusion in terms of political representation, but finding important obstacles in the cultural sphere.

Keywords:

hegemony, neoliberalism, political representation, culture

Sumario:

1. Introducción

A diferencia de lo ocurrido con los Estados nacional-desarrollistas latinoamericanos del siglo XX, los Estados neoliberales no construyeron una hegemonía estable, con alcance nacional y mediaciones lo suficientemente sólidas para asentar una proyección de representación general de las múltiples clases y sectores de la sociedad. Al contrario, los Estados neoliberales latinoamericanos desarrollaron una hegemonía estructuralmente frágil, debido a que establecieron una representación política neo oligárquica, excluyente y exclusivamente orientada hacia el gran empresariado, particularmente hacia el transnacional y el financiero. En ese sentido, el grueso de la población quedó fuera de la representación política, sufriendo embates permanentes por parte de los bloques dominantes neoliberales. Los salarios mínimos se congelaron, incrementaron los empleos informales, se despojó a las clases subalternas de cualquier seguridad social y protección laboral. 

El Estado se subordinó ante las nuevas fuerzas dominantes del mercado, se abrió como botín y propició una transferencia de valor sin precedentes, extraída de la fuerza de trabajo de las clases populares y traspasada al gran empresariado. Las políticas públicas fueron reorientadas para dejar de financiar educación pública, salud pública, fondos de pensiones solidarias intergeneracionales, infraestructura, protección laboral y, en general, cualquier derecho social alcanzado por las luchas populares del siglo XX. Los Estados neoliberales latinoamericanos no propusieron relaciones de consenso e incorporación de las distintas clases y sectores sociales bajo una representación general, todo lo contrario, hicieron gala del puño de hierro de manera recurrente bajo la directriz del gran empresariado transnacional financiero. 

Como respuesta ante lo grave de la situación social generalizada, tuvieron lugar a lo largo de América Latina múltiples movilizaciones, protestas, y levantamientos subalternos que impugnaron intensivamente la hegemonía neoliberal, dando lugar a una larga conflictividad que propició la constitución de diversos gobiernos de izquierda a lo largo de la región. Esos gobiernos revirtieron temporalmente la situación de representación política neo oligárquica y excluyente, ampliándola e incorporando a sectores y clases subalternas, a través de programas sociales de distribución de riqueza, reorganizaciones burocráticas y políticas de inclusión ciudadana.

Sin embargo, los triunfos de numerosos gobiernos de izquierda no han significado la construcción de una nueva hegemonía alternativa, la disputa se ha mantenido latente, sobre todo, debido a que la hegemonía neoliberal se sustentó en una cultura y una ideología arraigadas profundamente en diversos sectores sociales. Las nociones del individualismo egoísta, el consumo exacerbado, la meritocracia del esfuerzo y el anhelo del ascenso de clase han fungido como consistencias con mayor perdurabilidad de la hegemonía neoliberal, mismas que han impedido su mayor desarticulación. En ese sentido, la cultura y la ideología han sido las trincheras de resguardo del neoliberalismo.

2. Conceptualización de las fragilidades de la hegemonía neoliberal

La hegemonía es esa capacidad que desarrollan, en el Estado capitalista, ciertas clases y fracciones de clases para hacer que la dominación no se perciba como tal, y lo hacen tejiendo consensos que incorporan demandas de otras clases y de otras fracciones en una relación de inclusión de demandas que permiten ampliar los acuerdos de colaboración y dotar de autoridad y legitimidad a la conducción política. De esa manera, esas clases o fracciones de clase se convierten en dirigentes de sus aliados y dominantes de sus opuestos. 

La hegemonía posibilita que ciertas clases y fracciones de clase se constituyan como fuerzas histórico-políticas capaces de dirigir al conjunto de la sociedad, sin que ello sea advertido como una práctica de dominación, por esa razón es tan importante que esas fuerzas tejan alianzas y formas de consenso con clases o fracciones distintas a las suyas. La construcción de ese consenso es la parte más ardua, pues significa que las clases dominantes tienen que ceder cosas e incluir demandas de las clases subalternas, aunque no estén de acuerdo con ellas, es un proceso de ceder con tal de incorporar. Y se incorpora para dominar, porque si los intereses dominantes se muestran tal cual son, inmediatamente puede suscitar impugnaciones, críticas que cuestionan: ¿quién les dio el derecho a dominar? 

La formación de consenso en la hegemonía se da a través de una relación en la que las clases subalternas se identifican con las clases dominantes y aceptan ser dirigidas porque se sienten representadas por ellas. La representación no se percibe como particularizada, sino como una representación general de todas las clases, fracciones de clase y sectores sociales. Para construir hegemonía debe de haber una verdadera incorporación de demandas subalternas y no solo en el discurso, sino en la materialidad misma de la construcción del proyecto político, de la conducción política del día a día. 

Para lograr una representación general del conjunto de la sociedad, se tejen mediaciones como lo son la noción de nación, la institucionalidad, la ley y la ideología que proyectan una perspectiva de universalidad en la que todos los ciudadanos son individualmente iguales y en la cual hay una representación del interés general del conjunto de la sociedad. El papel de las mediaciones es central, pues ocultan los intereses particulares que ejercen ciertas clases y fracciones de clase. Es muy distinto que durante una crisis se salvaguarde el interés nacional de todos los sectores y exista una distribución mínima del excedente económico entre las clases subalternas a través de programas de salud, educación o vivienda a que sencillamente se realicen rescates exclusivamente dirigidos a las grandes empresas. En tal caso no hay incorporación de los intereses subalternos en las decisiones estatales, y por tanto, no hay construcción de consenso, inclusión y hegemonía a través de mediaciones como la nación. 

Por otra parte, la ideología como mediación cultural también abona al despliegue de hegemonía, ayudando a que se perciba como natural que algunos dominen sobre otros. Si la sociedad cree fervientemente que ciertas clases y fracciones tienen derecho casi natural de dirigir, entonces, ¿por qué habría algún cuestionamiento más hondo? 

La dominación se acepta pasivamente cuando se concede que es válida porque los sentidos comunes con los que se domina son también los sentidos comunes arraigados en la cotidianidad de las clases subalternas. Se acepta como representación universal el ejercicio del poder de esas clases y fracciones dirigentes porque existe un grado de identificación, de irradiación de valores y de concepciones del mundo entre los distintos sectores de una sociedad.

En el caso de los Estados neoliberales latinoamericanos, la hegemonía que desplegaron fue cualitativamente y estructuralmente frágil porque en el carácter orgánico de su proyecto no existió el interés por construir mediaciones sólidas de largo plazo que permitieran la incorporación de las clases subalternas en la toma de decisiones. Lo más consistente fue la cultura neoliberal con su lógica de consumo, individualismo exacerbado, meritocrática, etc. No es que otras formas de Estado, como el keynesiano permitieran que las clases populares condujeran su propio destino, pero sí desplegaron una hegemonía con mediaciones suficientemente capaces de generar una mayor cantidad de concesiones que proyectaran una idea de representación general o nacional del Estado. Ese Estado de conciliación de clases beneficiaba al gran empresariado, pero al mismo tiempo, incluía de cierta manera a las clases populares, a través de programas de seguridad social y protección laboral bajo el paragüas del “interés nacional”. El Estado keynesiano nacional-desarrollista seguía siendo un Estado capitalista, pero con una proyección de representación universal tal que, dotaba de autonomía relativa a la política respecto del gran empresariado para atender ciertas demandas de las múltiples clases sociales. 

A diferencia del Estado nacional-desarrollista, el Estado neoliberal se organizó como un Estado abiertamente clasista, en el sentido de beneficiar al gran empresariado como clase primordial del interés estatal, excluyendo al grueso de la población subalterna. Hablamos de hegemonía frágil en ese caso, en tanto, sí existió hegemonía de los Estados neoliberales latinoamericanos, principalmente a través de una intensa irradiación cultural de sentidos comunes particulares, tales como el consumismo, el individualismo exacerbado, la meritocracia, el voluntarismo, el anhelo de ascenso de clase y estatus social, entre otros. Sin embargo, aunque hubo una intensa actividad cultural, en términos políticos esa hegemonía no incorporó mayores alianzas en la representación política, excluyó a grandes sectores de la población, a numerosas clases sociales, lo que en algún momento condujo de manera sistemática a impugnaciones masivas de movimientos sociales y organizaciones populares, a conflictividades constantes en torno a la legitimidad y a la autoridad estatal y también a acciones fuertemente represivas y autoritarias como respuesta de esos Estados. De esa manera, esa fue una hegemonía existente, pero débil orgánica y estructuralmente, ya que no permitió una representación general de la multiplicidad de clases y sectores sociales.

3. Elementos explicativos de la hegemonía frágil del neoliberalismo latinoamericano

Tres son los elementos que en este artículo se proponen como los ejes explicativos de la formación de una hegemonía frágil de los Estados neoliberales latinoamericanos: 1) La neo oligarquización de la representación política, orientada hacia el gran empresariado transnacional financiero; 2) La exclusión tajante de las clases populares de la conducción política de los Estados; 3) La difuminación de los pactos nacional-populares alcanzados por los Estados nacional-desarrollistas del siglo XX.

A lo largo de las décadas de los años 70 y 80, en el mundo se gestó una crisis económica mundial, debido al estancamiento y posterior declive de la tasa de ganancia en la reproducción del capital global (Hirsch, 2001). Ante la crisis, teóricos del capital de todo el mundo comenzaron una búsqueda desenfrenada por encontrar una teoría económica capaz de restablecer la tasa de ganancia ascendente y resarcir el poder de clase de los grandes capitales. Después de probar varias propuestas, la que mejor se adaptó a los requerimientos capitalistas del momento fue la teoría neoliberal elaborada en los años 40s por los intelectuales de Mont-Pèlerin, con Friedrich Hayek a la cabeza. Las recetas del neoliberalismo se aplicaron primero en 1973 en el Chile gobernado por la dictadura militar pinochetista, y, después de observar los resultados, se replicaron en Gran Bretaña en 1979 con el gobierno de Margaret Thatcher y luego en Estados Unidos en 1981 con Ronald Reagan para, finalmente, expandirse en todo el planeta (Harvey, 2005). 

El proyecto neoliberal financiarizó las economías y puso en marcha un gran proceso de transferencia de valor de las clases dominadas hacia las clases dominantes, a través de la intermediación del Estado (Borón, 2012), promoviendo masivas privatizaciones de paraestatales y servicios públicos, desarticulando sindicatos, eliminando derechos laborales, ampliando líneas de crédito y deuda, congelando los salarios mínimos, en fin, atacando a fondo a las clases populares y beneficiando abruptamente al gran empresariado. Ese fenómeno ocasionó un proceso de ampliación de la desigualdad y una intensificación de la concentración de la riqueza en unas cuantas manos.

El neoliberalismo pasó de ser una teoría en abstracto a conformarse como un proyecto político, económico y cultural que se afianzó en la conducción de los Estados en todo el mundo. Esa idea de que el neoliberalismo implica menos Estado, resultó ser una farsa, todo lo contrario, los actores políticos que sostuvieron el proyecto neoliberal se enraizaron en las conducciones estatales, para reestructurar desde ahí las formas de organización político-económica (Harvey, 2005). Los Estados neoliberales se constituyeron a partir de una nueva relación de dominación en la que aquellos se subordinaron al poder económico del gran empresariado transnacional financiero, reduciendo al máximo su autonomía relativa de antaño. 

Hablando particularmente de América Latina, los Estados nacionales pasaron a servir llanamente a los intereses de ese gran empresariado en una nueva forma política neo oligarquizada (Oliver, 2005) en la cual, la toma de decisiones no implicó tener en cuenta las necesidades de las clases subalternizadas, todo lo contrario, la toma de decisiones se centró en los intereses fundamentales del gran empresariado transnacional financiero, haciendo que la conducción estatal se basara mayoritariamente en sus intereses. Los Estados neoliberales fueron construidos desde el acotamiento y la exclusión de las grandes mayorías, las decisiones fueron cada vez más restringidas a espacios neo oligárquicos cerrados, con una política vigorosamente tendiente a la centralización de la toma de decisiones (Borón, 2012), pues en el proyecto de dominación neoliberal no cupo la inclusión de las demandas de las masas populares. 

Al hablar de hegemonía hablamos de consensos amplios y de incorporación de sectores subalternizados en la conducción política, por eso, al contrario de lo que sucedió con las formas hegemónicas capitalistas de la primera mitad del siglo XX en América Latina, los consensos nacional-populares de los Estados nacional-desarrollistas fueron desarticulados. Se eliminaron los derechos sociales conquistados, se privatizaron las tierras, las paraestatales, los servicios sociales de salud, educación y vivienda, entre otras acciones. La propuesta neoliberal no tuvo empachos para restringir la participación y activar iniciativas uniclasistas. En ese marco, la hegemonía que desplegaron los Estados neoliberales latinoamericanos fue marcadamente frágil porque desarticuló los antiguos pactos nacional-populares, y no los sustituyó con algo nuevo, no incorporó demandas, proyectos, necesidades de manera pluriclasista y se alejó de una perspectiva nacional de representación general, lo que impidió que los intereses de otras clases pudieran ser tomados en cuenta e incorporados en la organización estatal. 

Por su esencia trasnacional y clasista, el proyecto neoliberal se convirtió en la antípoda del nacionalismo desarrollista latinoamericano del siglo XX, lo que le hizo avanzar implantando contrarreformas que reestructuraron las institucionalidades y cercenaron los pactos nacional-populares alcanzados por las luchas campesinas, obreras, indígenas y estudiantiles. Se firmaron los famosos tratados de libre comercio, se abrieron las puertas a procesos de desnacionalización, privatización, reducción de aranceles, arribo de empresas trasnacionales extractivistas y sometimiento financiero ante las líneas de crédito de organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID). 

Los pactos nacional-populares se desarticularon, y con ello, la representación política nacional pasó a ser sustituida por una representación particularizada, profundamente enfocada hacia el gran empresariado transnacional financiero. El gran discurso nacionalista del siglo XX se difuminó y entonces los distintos sectores fueron quedando marginados de la conducción política. El gran empresariado transnacional financiero se erigió como la fuerza histórico-política dirigente y los Estados latinoamericanos se plegaron a su conducción y a su representación, excluyendo al grueso de las clases subalternas de la organización política.

4. Las impugnaciones a la hegemonía neoliberal y los triunfos de los gobiernos de izquierda en América Latina

Cuando el neoliberalismo comenzó a actuar de una manera cada vez más dominante y ejercer el poder de clase con mediaciones cada vez más disminuidas, fueron multiplicándose las formas de impugnación al neoliberalismo a lo largo de América Latina. Del levantamiento zapatista de 1994 en México al caracazo venezolano y el consiguiente triunfo de Hugo Chávez; de la revuelta contra la privatización del agua y del gas en Bolivia al movimiento piquetero y de afectados por la crisis del corralito en Argentina. Debido a que los Estados neoliberales construyeron una hegemonía frágil y una conducción clasistamente excluyente, esta fue continuamente propensa a fuertes impugnaciones de multitudinarias movilizaciones y protestas populares que pugnaron por la ampliación de derechos sociales básicos como educación, salud y vivienda; por reivindicaciones identitarias; contra la exclusión de los pueblos indígenas; contra la privatización de bienes y recursos naturales; contra la corrupción y el manejo criminal de los recursos económicos y gubernamentales; por la conquista de derechos sociales de sectores marginados de la población; en suma, por la consecución y ampliación de derechos políticos de participación de las clases y sectores excluidos de la representación política.

Esas protestas fueron dándole forma a un Ciclo de Impugnación al Neoliberalismo en América Latina (CINAL) (Thwaites & Ouviña, 2018) que en múltiples casos se condensó en gobiernos de izquierda encabezados por liderazgos provenientes de las movilizaciones y de la oposición partidista, quienes se colocaron a la cabeza de una nueva dirección burocrática, rompiendo con ello el predominio de las políticas neoliberales. 

Las expresiones de esos movimientos sociales y de esas victorias político-institucionales hablan de una fragilidad y de una inestabilidad de la hegemonía neoliberal, pues esta se mostró incapaz de tejer nuevas relaciones de representación política con los sectores descontentos, los cuales, en medio de una intensa conflictividad social, emprendieron la construcción de nuevas representaciones más allá del modelo convencional neoliberal, pues no cupieron en estas últimas.

Los gobiernos de izquierda o también denominados “progresistas”, se inauguraron con una amplia legitimidad conquistada por años previos de lucha en algunos casos y abanderando demandas históricas y coyunturales de los movimientos sociales en otros. Eso les permitió establecer nuevas agendas que privilegiaron el desarrollo de programas sociales y de inclusión de sectores anteriormente excluidos por los gobiernos neoliberales. Con las políticas de programas sociales que redujeron las brechas de desigualdad anteriores se produjo una inclusión de los sectores empobrecidos al mercado de consumo (López, 2016), sin embargo, lo cierto es que esto significó una inclusión de las masas a las relaciones capitalistas sin trastocar las formas y reglas de su institucionalidad ni su reproducción en la mayor parte de los casos. 

Durante los gobiernos de izquierda se dio una incursión de grupos políticos dirigentes distintos a los bloques dominantes neoliberales, incorporando líderes, gestores y representantes gubernamentales provenientes de clases y sectores étnicos diferentes a los que habían encabezado la gestión neoliberal, incluso en ciertos momentos pertenecientes directamente a las clases subalternas como sucedió con los presidentes indígenas en Bolivia y Perú, el primer presidente tornero en Brasil o el soldado de clase baja en Venezuela. Desde luego todos ellos llegaron al gobierno acompañados de luchadores, líderes sociales y personajes provenientes de otros sectores excluidos durante las décadas anteriores. 

En el neoliberalismo prevaleció un servilismo rampante en pro del saqueo, con el que se fortalecieron tecnocracias administradoras y gestoras del Estado a nombre de la clase dominante. Los gobiernos de izquierda, en cambio recuperaron espacios de la política acompañando el descontento de las clases subalternas e incorporando a los aparatos del Estado a antiguos luchadores y dirigentes sociales que permearon de legitimidad a los nuevos gobiernos y que incluyeron hasta determinado punto las demandas otrora sostenidas.

Sin embargo, a pesar de todo eso, la disputa en torno a la construcción de una nueva hegemonía alternativa ha tenido diversos escollos a partir de las herencias de los Estados neoliberales. 

5. La base cultural de la hegemonía neoliberal

El impasse al que se ha arribado a la luz de la crisis de la hegemonía neoliberal y de la disputa abierta por las conducciones estatales entre fuerzas de izquierda y derecha, se vincula a que, a pesar de los avances de las políticas inclusivas populares y de importantes triunfos de las izquierdas en los gobiernos latinoamericanos, eso no ha implicado aún el triunfo de una nueva hegemonía alternativa. 

A pesar de que la hegemonía de los Estados neoliberales latinoamericanos conllevó una fragilidad cualitativa y estructural por la forma neo oligárquica y excluyente de su representación política, su perdurabilidad durante todos estos años se ha debido, fundamentalmente, a las mediaciones ideológicas y culturales, las cuales, han resultado ser las consistencias más perdurables de la hegemonía neoliberal.

El proceso de globalización neoliberal no ha sido solamente económica o política, también ha tenido una arista marcadamente ideológica y cultural, pues, gracias a los desarrollos tecnológicos del siglo XXI, se fortaleció la irradiación de valores, ideas y visiones de mundo de cuño individualista, meritocrático, consumista, mercantilista y egoísta, con un gran anhelo por el ascenso de clase y la posesión de propiedad privada.

La noción thatcheriana de que la sociedad es la suma de individuos se arraigó fuertemente en la mentalidad de las personas. En un contexto de “sálvese quien pueda” y de competencia exacerbada, el individualismo egoísta ha imperado como una forma de vida y una visión de mundo en buena parte de la población, lo que les aparta de la política, de la idea de transformación y a veces les acerca a posturas más propias de la conservación del estatus porque la idea de que el esfuerzo individual como medio para el ascenso de clase, permeó profundamente en la organización de lo social. En ese sentido, para muchas personas, más vale conservar las cosas como están, porque de esa manera, si continúan esforzándose, algún día formarán parte de una clase social más alta. 

La felicidad se ha concebido como una cosa que se puede alcanzar a través del consumo: se es por lo que se tiene, y si se tienen más carros, más ropa, más casas, más viajes, más artículos suntuosos, entonces se es más feliz. Si la propaganda, las películas, las series y demás elementos mediáticos anuncian que la felicidad puede realmente alcanzarse por la vía de la compra-venta, entonces, ¿por qué renunciar a ese deseo?

Por otro lado, la creencia de que “el pobre es pobre porque quiere” y “el rico es rico porque se esfuerza”, ha llevado a que las poblaciones asuman que el mérito a través del esfuerzo individual es la única forma de vida posible. De esa manera, los programas sociales que han echado a andar los gobiernos de izquierda con apoyos económicos y distribución de la riqueza entre las y los más pobres, suelen ser mal vistos por las capas medias, quienes sacan a relucir su compromiso con la ideología neoliberal dominante con el eslogan simplista de “no hay que regalar peces, sino enseñar a pescar”, como sentido común predominante. 

Lo enunciado indica que, a pesar de que la hegemonía de los Estados neoliberales latinoamericanos ha sido estructuralmente frágil en sus formas políticas de representación, aún permanece consistente, latente y arraigada en las formas culturales de concebir el mundo y la vida en sociedad. Ello ha provocado fuertes complicaciones para que los gobiernos de izquierda puedan construir una nueva hegemonía alternativa y hace que la disputa se mantenga abierta. 

El flanco cultural ideológico es quizá el flanco más vigoroso que impide que el proyecto neoliberal sea finalmente desarticulado. Quizá ese sea el ángulo que permite la reelaboración del capitalismo mundial bajo una nueva fórmula política, aunque no sea en los parámetros del neoliberalismo.

6. Conclusiones

La fragilidad estructural más importantes que se encontró en la hegemonía de los Estados neoliberales latinoamericanos es la referente a la representación política, pues al ser marcadamente neo oligárquica y excluyente de las clases subalternas, impidió que se estableciera una conducción política estable. 

Bajo una perspectiva desnacionalizante, privatizadora y saqueadora, la hegemonía neoliberal desarticuló importantes mediaciones que proporcionaban estabilidad a los Estados nacional-desarrollistas del siglo XX. En esa línea, se atacaron y reventaron antiguos pactos nacional-populares creados en el siglo pasado, al fragor de grandes luchas populares. Esos pactos habían conformado mediaciones fundamentales como la noción de nación y las institucionalidades de representación general pluriclasista. Pero los Estados neoliberales, no los sustituyeron con mediaciones nuevas, al contrario, se enfocaron a establecer vínculos de representación política exclusivamente dirigidos al gran empresariado transnacional financiero. Sin incluir a otros sectores y clases distintas a las clases dominantes, los Estados neoliberales construyeron una hegemonía acotada, pues, sin mediaciones suficientes, su carácter autoritario, neo oligárquico y clasista quedó al descubierto de manera constante.

Las mediaciones nacionales del siglo XX se difuminaron, y en cambio, se pusieron en marcha políticas que incrementaron la desigualdad, la extrema concentración de riqueza, la ruptura masiva de derechos sociales y, entonces, se sentaron las bases para la emergencia de un descontento popular generalizado. 

Ante la lógica neo oligárquica y excluyente de los Estados neoliberales, emergieron múltiples movilizaciones, protestas y revueltas que impugnaron a profundidad la hegemonía neoliberal. A la postre, esas experiencias impugnadoras decantaron en la llegada de nuevos gobiernos de izquierda, contrarios al proyecto neoliberal.

Esos gobiernos procuraron ampliar la representación política de los Estados latinoamericanos, introdujeron nuevos actores otrora excluidos por la hegemonía neoliberal en la conducción política. En paralelo, fomentaron iniciativas de inclusión económica y política de las clases subalternas que ampliaron la legitimidad y la autoridad de los Estados latinoamericanos.

Sin embargo, a pesar de los importantes avances de inclusión, los gobiernos de izquierda no han podido construir una nueva hegemonía alternativa, debido a que prevalece una de las consistencias más importantes de la hegemonía neoliberal: la cultural e ideológica. 

El neoliberalismo subsiste, ya que la cultura individualista, egoísta, meritocrática y consumista sigue arraigada en amplios sectores de la población, incluyendo porciones de las clases subalternas y las capas medias. Esa prevalencia cultural promueve el conservadurismo y alejamiento de las propuestas de transformación, obstaculizando, incluso la continuidad de los programas sociales de distribución de la riqueza y disminución de la desigualdad. 

Si la representación política neo oligárquica y excluyente es la mayor fragilidad de la hegemonía neoliberal, la cultura individualista, consumista y meritocrática es su mayor consistencia. En ese panorama, la disputa por la hegemonía en América Latina continúa abierta sin que se haya logrado poner punto final al neoliberalismo aún sobreviviente.

7. Referencias

Borón, A. (2012). Estado, capitalismo y democracia. Clacso.

Harvey, D. (2005). Breve historia del neoliberalismo. Akal.

Hirsch, J. (2001). El Estado nacional de competencia: Estado, democracia y política en el capitalismo global. UAM-X.

López, F. (2016). América Latina: crisis del posneoliberalismo y ascenso de la nueva derecha. CLACSO.

Oliver, L. (2005). Revisitando al Estado. Las especificidades del Estado en América Latina. En T. Castro, & L. Oliver, Poder y política en América Latina. Siglo XXI/UNAM.

Oxfam Internacional. (2020). Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad. Oxford: oxfam.org.

Poulantzas, N. (1969). Poder político y clases sociales en el Estado capitalista. Siglo XXI.

Thwaites, M., y Ouviña, H. (2018). Estados en disputa: auge y fractura del ciclo de impugnación al neoliberalismo en América Latina. El Colectivo.