Graduanda del Bacharel en Historia de América Latina en la Universidade Federal da Integração Latino-Americana (UNILA) en Brasil. Realizó un intercambio académico en la Univerzita Hradec Králové (UHK) en Chequia y fue becaria del proyecto “Conocimiento histórico y medios digitales” en el programa de Pos- Graduación en Historia de la UNILA. Sus trabajos de investigación se centran en la exploración de la creatividad como forma de resistencia dentro de movimientos sociales desarrollados a finales del siglo XX en México, en los que participan mujeres y estudiantes indígenas.
Resumen
Históricamente la participación activa de las mujeres dentro de los movimientos sociales se ha visto subordinada, olvidada e incluso borrada de los registros de aquellas luchas que buscan la transformación social. Es por ello, que el presente trabajo nace con la intención de hacer visible el importante papel de la militancia femenina dentro de la resistencia para repensar las dinámicas individuales del feminismo occidental.
Si bien el Feminismo Comunitario es una perspectiva política y epistemológica con origen en Bolivia como una propuesta de la artivista Julieta Paredes, esta nueva perspectiva trasciende las barreras geográficas y temporales, por lo cual podemos verla presente en diversos lugares de América Latina y el Caribe, principalmente donde se ubican comunidades indígenas.
En este orden de ideas es que se realizó una investigación descriptiva a través del materialismo histórico, haciendo un análisis crítico decolonial de fuentes escritas e iconográficas producidas por mujeres zapatistas, tomando como referencia a la Teoría de Coalición de la escritora argentina María Lugones con la que se pretende identificar la presencia de la interseccionalidad dentro del Feminismo Comunitario como herramienta eficaz de resistencia en contra de las opresiones sistemáticas relacionadas a categorías como el género, la raza y la clase, que afectan a las militantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, México en su lucha por justicia social, el establecimiento de sus territorios autónomos y la defensa de sus cuerpos en búsqueda de la dignidad humana.
Finalmente, se analizarán los desafíos y obstáculos a los que se enfrentan dichas sujetas debido a la explotación, opresión y discriminación, además de las estrategias y programas que han sido desarrollados para hacer cumplir la Ley Revolucionaria de Mujeres del EZLN de 1993 que se antepone al sistema moderno-colonial sustentado por el patriarcado, capitalismo, racismo y clasismo; con el objetivo de transformar el mundo en un espacio igualitario de reciprocidad.
Palabras clave: Feminismo comunitario, Zapatismo, Interseccional, Resistencia, Transformación.
Abstract
Historically, the active participation of women within social movements has been subordinated, forgotten and even erased from the records of those struggles that seek social transformation. That is why this work was born with the intention of making visible the important role of female militancy within the resistance to rethink the individual dynamics of Western feminism.
Although Community Feminism is a political and epistemological perspective originating in Bolivia as a proposal by the artivist Julieta Paredes, this new perspective transcends geographical and temporal barriers, which is why we can see it present in various places in Latin America and the Caribbean, mainly where indigenous communities are located.
In this order of ideas, a descriptive research was carried out through historical materialism, making a decolonial critical analysis of written and iconographic sources produced by Zapatista women, taking as reference the Coalition Theory of the Argentine writer María Lugones with which it is intended to identify the presence of intersectionality within Community Feminism as an effective tool of resistance against systematic oppressions related to categories such as gender, race and class, which affect the militants of the Zapatista Army of National Liberation (EZLN) in Chiapas, Mexico in their fight for social justice, the establishment of their autonomous territories and the defense of their bodies in search of human dignity.
Finally, the challenges and obstacles that these subjects face due to exploitation, oppression and discrimination will be analyzed, in addition to the strategies and programs that have been developed to enforce the Revolutionary Women’s Law of the EZLN of 1993 that precedes the modern-colonial system supported by patriarchy, capitalism, racism and classism; with the aim of transforming the world into an egalitarian space of reciprocity.
Keywords: Community feminism, Zapatismo, Intersectional, Resistance, Transformation.
Encontrar a las mujeres dentro de la historia siempre ha sido un reto porque el sistema patriarcal y capitalista se ha encargado de invisibilizar su participación activa en los momentos más trascendentales de la humanidad, porque desde su lógica jerárquica ellas no son lo suficientemente merecedoras de reconocimiento.
En el caso latinoamericano especificamente, la jerarquía de clases que existía dentro de las sociedades prehispánicas comenzó a incluir más visiblemente categorías como el sexo, el género y la raza dentro del modelo de opresión después de la llegada de los españoles. Es por ello que, para poder entender los procesos de resistencia indígena es necesario reconocer que dichas luchas representan un rompimiento con el orden colonial por la obtención de autonomía, dignidad y el reconocimiento de prácticas culturales disidentes que nacen a partir de formas diferentes de ver el mundo, como lo plantea Aníbal Quijano (2000).
Además, de esta forma es posible vislumbrar porque los movimientos sociales indigenistas en América Latina y el Caribe poseen múltiples puntos de inflexión y lo que comienza como una iniciativa local acaba teniendo impacto en otros países de la misma región, ya que es imposible intentar alcanzar la transformación social sin una identidad cultural “unificada” que se oponga al colonialismo.
En palabras del propio José Martí, uno de los precursores de esta idea, en su ensayo filosófico y político titulado “Nuestra América” (1891) dice que “a conflictos propios, soluciones propias. A propia historia, soluciones propias. A vida nuestra, leyes nuestras”.
Es por ello que la lucha en Chiapas no es apenas por la obtención de un gobierno autónomo y una justa delimitación geográfica de sus territorios, también busca dignificar su identidad buscando preservar sus tradiciones, saberes y modos de vida que fueron desvalorizados por representar una clara oposición al sistema occidental moderno.
Julieta Paredes es una artivista aymara boliviana que junto con sus compañeras de lucha se vio motivada a desarrollar una visión feminista con origen latino-americano, ya que el feminismo “clásico” originado en Europa nunca podría contemplar la historia de lucha de las mujeres indígenas contra la invasión colonial desde 1492.
Dichas motivaciones llevarían al florecimiento de lo que hoy se conoce como feminismo comunitario el cual nació durante el gobierno de Evo Morales (2006-2009) gracias a que hubo una mayor apertura para reflexionar y resignificar las historia de las mujeres indígenas en Bolivia y la relación con sus cuerpos.
Sin embargo, la historia de lucha comienza antes con el colectivo Mujeres Creando (1990) que posteriormente sufriría una división y en el 2001 sería Julieta quien impulsa un nuevo grupo llamado Mujeres Creando Comunidad. Este incorporaría la memoria ancestral de los pueblos originarios y los procesos históricos de transformación en Bolivia, además de mantener una estrecha relación con el pueblo.
Paredes define el feminismo comunitario como “la lucha de cualquier mujer, en cualquier parte del mundo, en cualquier tiempo histórico, que lucha y se rebela contra un patriarcado que la oprime o la pretende oprimir” (PAREDES:2020). Esta corriente hace una fuerte crítica al feminismo eurocéntrico y sus instituciones como la academia que dejan de lado la práctica social, por lo cual se enfoca en un trabajo pedagógico de liberación y la exploración de la creatividad como poder transformador para ser más que una mera teoría.
Además de sus posicionamientos en contra del patriarcado, del neoliberalismo y del colonialismo, se oponen a otras injusticias socio-políticas relacionadas a las categorías de sexo, raza, género y clase. Ubicándose de esta forma dentro de la izquierda anarquista latino-americana.
Al igual que otros pensadores latinoamericanos que hicieron grandes aportaciones a la tradición ensayística de Abya Yala, Paredes considera que es necesario reconocer la historia de las comunidades tomando en cuenta la espiritualidad y herencia ancestral para poder cambiar la percepción que se tiene del espacio-tiempo y poder crear políticas de transformación que vengan desde dentro y no desde un modo de vida Europeo.
Enfatizando también en tomar cuidado con el reduccionismo que puede ocurrir a través de la folclorización, pero siempre conscientes de que la condición indígena es un elemento importante para entender las convicciones e ideologías del movimiento.
La lucha por la liberación indígena nace como una necesidad de resistencia contra las opresiones, las cuales Paulo Freire (1968) define como un fenómeno estructural y sistemático que implica una relación de dominación en que el opresor ejerce poder y control sobre el oprimido. Dicho fenómeno es caracterizado por la negación de humanidad y dignidad de las personas oprimidas, que acaban siendo privadas de su capacidad de desarrollarse plenamente y participar activamente en la sociedad.
Existen diferentes tipos de opresión, como por ejemplo: el sexo, la raza, la orientación sexual, el género, la clase, entre otras. Dichas categorías no son excluyentes entre sí, es decir, un individuo puede ser oprimido por una o varias de ellas al mismo tiempo. Esa convergencia de opresiones da como resultado la visibilización de experiencias únicas, complejas y multidimensionales para las personas que se encuentran en esas intersecciones.
Para la filósofa teórica argentina María Lugones (2003) la interseccionalidad es un proceso de comprensión de cómo las múltiples formas de opresión y discriminación se entrelazan y se cruzan. Es por ello que dicho concepto es crucial, ya que reconoce que las identidades no son vividas de forma aislada o jerarquizada, evitando así la simplificación o invisibilización de las diversas experiencias, lo que ayuda a desarrollar una mayor sensibilidad y conciencia sobre las diferente luchas y los desafíos específicos de cada una.
La teoría de coalición de Lugones propone que la resistencia y la lucha contra la opresión deben ir más allá de los límites de un único grupo, buscando de esta forma, alianzas solidarias entre diferentes comunidades oprimidas para poder desafiar con mayor eficacia a los sistemas de dominación.
Esto no significa que se busque crear una identidad oprimida universal, ya que el valor de las alianzas radica en la comprensión y valorización de las diversas experiencias y luchas, reconociendo sus particularidades para poder encontrar las intersecciones entre ellas y crear un movimiento con objetivos comunes.
Se basa en la premisa de que la liberación de un grupo oprimido está íntimamente ligada a la liberación de todos los grupos oprimidos y enfatiza en la necesidad de tener un compromiso activo con la transformación social, ya que ser capaces de reconocer las opresiones e injusticias sin tomar medidas para desmantelar los sistemas de dominación no ayudará a construir una sociedad más justa e igualitaria.
A pesar de haberse dado a conocer al mundo el 1° de enero de 1994 cuando se levantaron en armas, el EZLN es el producto de un trabajo de por lo menos 10 años antes en la Selva Lacandona en Chiapas cuando el Subcomadante Marcos se incorpora. Sin embargo, se tienen registros comprobables de su existencia desde 1982 al aparecer en el organigrama de las Fuerzas de Liberación Nacional (FLN) como una instancia no armada.
El contexto socio-político nacional e internacional presente en esa época sustenta las demandas del movimiento por justicia, democracia, libertad, dignidad y respeto por los derechos humanos, además de sus posicionamientos anti neoliberales.
Por un lado en el contexto internacional, se vive el fin de la Guerra Fría donde el pensamiento predominante es que un nuevo sistema mundo globalizado estaba instaurado y nada podría quebrar su hegemonía, como si la propia historia hubiese acabado.
Sin embargo, justamente la instauración de dicho sistema agudizará problemas como la represión política y desigualdad socio-económica lo que daría como resultado una ola de nuevo progresismo y el florecimiento de varios movimientos sociales como los estudiantiles e indigenistas que usarían los avances en comunicación para expandirse más allá de lo local con preocupaciones sobre el desarrollo sostenible y el reconocimiento de los derechos indígenas, entre otras.
Mientras que sumado a las problemáticas ya mencionadas, el país se enfrenta a los resultados de una reforma agraria incompleta y a la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
De esta forma pueden entenderse las exigencias por justicia, democracia, libertad, dignidad y respeto por los derechos humanos, incluyendo el acceso a vivienda, trabajo, salud, tierra y educación plasmadas en la Primera declaración de la Selva Lacandona.
Uno de los fundamentos de la base ideológica del EZLN es la equidad, es por ello que las luchas de los zapatistas no están jerarquizadas y es fácil reconocer los motivos por los cuales la inclusión y participación de las mujeres ha sido un proceso relativamente “más rápido” que en el modo de vida occidental. Aunado a eso, es importante considerar la cosmovisión indígena y la relación con el género que algunos pueblos que integran al EZLN poseen.
Por ejemplo, para los Tzotziles el feminino no representa una presencia que se impone o que invalida al masculino, tampoco intenta negarlo o subordinarlo y entre las principales preocupaciones de esas comunidades está la de mantener ambas fuerzas en sincronía para establecer el equilibrio porque para ellos la presencia femenina complementa a la masculina, fluye y se envuelve con su opuesto en alternancia cósmica.
Ser feminista comunitaria es una transgresión porque rompe con el estereotipo de la visión occidental sustentada en la justificación del proceso colonial sobre lo que debería ser y hacer una mujer indígena en esta condición de opresión.
La participación de las mujeres dentro del movimiento siempre estuvo presente aún de forma subordinada, sin embargo, como una necesidad de transformar las comunidades donde viven tomando en cuenta otras perspectivas se volvió preciso que ellas tomaran responsabilidades con un impacto más directo. Porque es bien sabido que las dinámicas de cuidado asignadas a las mujeres han sido y son parte fundamental de sostenimiento de los movimientos de resistencia encabezados por hombres.
A pesar de todo, ha habido varios desafíos que se han tenido que enfrentar, debido a las malas costumbres agravadas por el colonialismo que tienen que ver principalmente con la violencia de género.
Es importante estipular que si bien las mujeres militantes del EZLN no se autodenominan feministas y mucho menos específicamente feministas comunitarias, es posible reconocer en su historia de lucha algunas características que las ubicaría dentro de este movimiento.
A través de las experiencias narradas por las mujeres en los documentales “Las compañeras tienen grado” y “El derecho de ser feliz” se puede observar el recelo de los hombres por ceder los espacios de liderazgo y la inseguridad de las mujeres por participar activamente desde lugares con mayor exposición social, por las consecuencias que esto les podría traer.
Todo esto provocó un cambio trascendental en el desarrollo de las relaciones sociales y afectivas dentro de los pueblos pertenecientes al EZLN, ya que antes de esto era impensable ver a mujeres en espacios fuera de su hogar o cumpliendo funciones que no fueran las de alimentación, crianza y cuidado porque esto rompería con la tradición patriarcal de control sobre los cuerpos de las mujeres que primero tenían los padres y posteriormente los maridos.
Es aquí donde las mujeres insurgentes que eran las que tenían que salir de sus comunidades para irse a la Selva Lacandona a recibir un entrenamiento militar, tomaron un papel muy importante para motivar a otras al menos para ser milicianas en sus comunidades.
La Ley Revolucionaria de Mujeres fue el resultado de un trabajo de investigación de campo realizado durante cuatro meses por la Comandanta Ramona y la Comandanta Susana en donde se visitó las comunidades zapatistas y se organizaron asambleas comunitarias para conocer las demandas de las mujeres que deberían ser contempladas dentro de la propuesta de ley que fue aprobada por consenso el 1º de diciembre de 1993.
Dicho suceso fue de gran importancia dentro del movimiento y produjo múltiples opiniones que el propio Subcomandante Marcos comenta en una de sus cartas que la revolución no comenzó el 1º de enero de 1994, sino cuando esa ley fue promulgada.
Esa ley es un posicionamiento en contra del patriarcado y la violencia, se demanda igualdad, salud, educación, libertad, poder de participación y liderazgo, además de autonomía y autodeterminación sobre sus cuerpos y comunidades.
A pesar de las complicaciones para que la ley sea completamente aplicada como por ejemplo la falta de experiencia, el analfabetismo, la multiplicidad de idiomas, la nula copaternidad y el poder desmoralizador del sistema capitalista y patriarcal, las mujeres dentro del EZLN aportan desde la conformación de este, en áreas como la salud, la educación, la comunicación, la comercialización y la agroecología. Lo que ha sido crucial para modificar las dinámicas sociopolíticas de las tres categorías de lucha que ellas vislumbran que son la explotación, la discriminación y la opresión.
A través de la creación de las juntas de compañeras, la planificación familiar, el trabajo colectivo, la promoción de la participación activa, los cargos “obligatorios” y el aprendizaje constante por medio de talleres y las escuelas de primeras letras es que ellas se organizan y resisten para continuar construyendo una sociedad más recíproca e igualitaria que dignifique todas las existencias.
Considerando las producciones documentales e iconográficas de las mujeres del EZLN en torno a la dignidad dentro de la resistencia indígena y la teoría de coalición de María Lugones, se puede concluir que la interseccionalidad es una herramienta completa y eficaz para combatir y resistir las injusticias estructurales, ya que, entender que la opresión no es unidimensional implica ser conscientes de que las luchas deben ser abordadas desde múltiples facetas, lo que implica reconocer que las personas pueden vivir la opresión simultáneamente y por medio de coaliciones solidarias se puede crear una resistencia colectiva con demandas que cuestionan los sistemas de poder y privilegios teniendo siempre en cuenta la participación activa en la toma de decisiones de las diferentes identidades y vivencias de las personas que se encuentran en esas intersecciones.
Además de considerar lo que unifica e identifica a las comunidades indígenas latinoamericanas, ya que a partir de esto se logra recuperar la tradición ancestral que da sentido a sus luchas sociales y políticas que se oponen al sistema hegemónico que las desvaloriza por representar un modo alternativo de vida frente al modelo occidental.
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