*Investigador del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad de la UNAM.
**Asistente de investigación del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad de la UNAM
Este trabajo es un estudio analítico sobre la vida y obra del gran profesor, filósofo, intelectual y luchador social argentino-mexicano Enrique Dussel, quien nos heredó un legado intelectual que podemos considerar como herramienta para buscar la emancipación política y social. Particularmente queremos destacar las posiciones que tuvo el maestro Dussel en el tema relativo a la educación —a la cual siempre dio un sentido crítico para la formación de una conciencia, también crítica, en el estudiantado— y a los movimientos estudiantiles en México, activados en defensa de una educación pública, gratuita, laica y popular (tales movimientos, incluso, rebasan el ámbito educativo y se insertan en los procesos de democratización, cambio social y transformación política del país).
democracia, movimiento estudiantil, educación, conciencia
This work is an analytical study of the life and work of the great Argentine-Mexican professor, philosopher, intellectual, and social activist Enrique Dussel, who left us an intellectual legacy that we can consider a tool for seeking political and social emancipation. We particularly wish to highlight Dussel’s positions on education —to which he always gave a critical perspective for the development of critical consciousness among students— and on the student movements in Mexico, activated in defense of free, secular, and popular public education (such movements even go beyond the educational sphere and are inserted into the processes of democratization, social change, and political transformation in the country).
democracy, student movement, education, consciousness
Para desarrollar este trabajo, nos propusimos identificar declaraciones, artículos y discursos que Enrique Dussel (1934-2023) expresó en su momento sobre algunos de los movimientos estudiantiles que han marcado la historia reciente del país (México) y que tuvieron lugar durante el periodo de vida de nuestro autor: el de 1968, la huelga de la UNAM de 1999-2000 y el movimiento #YoSoy132, así como la exigencia de aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Se incluyen también algunos ejemplos de su apoyo a las luchas magisteriales y normalistas en defensa de la educación y, finalmente, se agrega un pequeño apartado en donde buscamos destacar a Dussel como ciudadano participativo, que asume su compromiso político como representante vecinal, al tiempo que incentiva a los jóvenes y estudiantes a dejar la apatía sobre el entorno y hacerse dueños de su destino mediante la politización.
Para ello, partimos de considerar que un gran pensador también realiza grandes acciones: la gran capacidad de teorizar, filosofar y reflexionar de un intelectual crítico debe tener su correlato en una clara praxis política. La cercanía de Dussel con la realidad latinoamericana, inserta en la opresión, la desigualdad, las injusticias, el colonialismo y la dominación, lo llevó a reflexionar críticamente desde un instrumental teórico y filosófico original que abrevó de las corrientes del pensamiento crítico. Por lo anterior, este texto busca convertirse en un testimonio de lucha que deje claro la manera en que don Enrique Dussel hizo de la praxis su filosofía de vida. Con ello, se reafirma su voluntad política y su claridad intelectual, igual que su capacidad de reflexión sobre las formas de organización política (más allá del Estado) y los procesos de emancipación y cambio social, ya sea en su trabajo en torno al tema educativo o el papel que la universidad juega en esos procesos de transformación, donde los estudiantes organizados y movilizados confirman su estatus de actores políticos imprescindibles.
Podemos considerar que Enrique Dussel, como un gran pensador crítico de la filosofía y la historia, estuvo a la altura de los grandes intelectuales a nivel mundial, ya que contribuyó al desarrollo del pensamiento marxista en América Latina, pero además logró integrar perspectivas epistemológicas que han enriquecido la tradición crítica global. Su trabajo, al fusionar el marxismo con la filosofía de la liberación, propuso una nueva mirada sobre el colonialismo, la opresión, la exclusión étnica y la emancipación de los pueblos oprimidos. Como lo expresa al respecto Alberto Padilla (2010), Dussel puede considerarse un pensador comprometido con la justicia social, que busca redefinir la filosofía y la política desde una perspectiva que valore la diversidad cultural y la historia de los pueblos latinoamericanos.
La cercanía que tuvo el autor con las luchas sociales lo llevó a contrastar siempre la realidad con la reflexión filosófica, logrando una amalgama entre teoría y práctica que lo convirtió en un pensador imprescindible, no solo para comprender las luchas sociales, sino para potenciarlas. Y es que, reiteramos, Dussel no se limitó a replicar las ideas marxistas clásicas, sino que las reinterpretó y las adaptó al contexto latinoamericano, ofreciendo una crítica puntual al capitalismo global y proponiendo una ética de la liberación que incluye a los pueblos oprimidos, especialmente los del Sur Global (América Latina, África y Asia), como sujetos centrales en la historia del pensamiento y la política (Teruel, 2023).
Su visión de la humanidad consolida una profunda reflexión sobre las luchas sociales latinoamericanas desde una perspectiva aguda, que va más allá de la filosofía eurocéntrica y la historia occidental oficial. En dicho sentido, Dussel sostuvo que es fundamental partir de un análisis que reflexione entre centro y periferia, dominador y dominado, para desarrollar un discurso que no omita la crítica a las filosofías hegemónicas, recuperando las experiencias de las clases explotadas para construir un pensamiento que realmente nos emancipe. De esta forma, consolidado como uno de los principales exponentes de la Filosofía de la Liberación, Dussel sostuvo que nuestra forma de entender el mundo está profundamente marcada por una visión impuesta por el colonialismo. En consecuencia, no solo resulta urgente criticar las estructuras de dominación existentes; también es necesario comprometerse con la praxis para lograr la independencia de los pueblos oprimidos (Dussel, 2013).
En ese marco de ideas, el pensamiento de Dussel se posiciona desde el Sur Global para ofrecer un examen radical de las estructuras de poder que han perpetuado la injusticia y la desigualdad. Según el maestro, el devenir de Occidente no es ni neutral ni universal; más bien, se ha forjado a partir de la exclusión y opresión de los pueblos colonizados. Su propuesta filosófica no busca apenas una relectura crítica de la historia, sino una reconfiguración del conocimiento que dé voz a las experiencias de los sujetos subalternos, aquellos que han sido históricamente silenciados.
Señalemos, además, que Dussel tuvo una gran virtud —que solo tienen quienes asumen los principios de la pedagogía crítica freiriana—, a saber: la capacidad de ser alumno y maestro de los movimientos sociales, que él vio como importantes actores concientizadores y politizadores de la sociedad (Dussel, como se cita en Pacheco, 2023). Desde la “pedagogía de la escucha”, impulsó el rescate de las potencialidades éticas y políticas de esos movimientos, centrando el quehacer, más que en estudiarlos, en aprender de sus prácticas e ideas como aportaciones a las pugnas por la libertad. Así, desde el “locus de enunciación”, para Dussel, los movimientos sociales se posicionan en el espacio público, en los asuntos colectivos y, por tanto, en la ética, la política y la filosofía de la liberación, lo cual les convierte en productores de saberes con grandes contribuciones a las luchas por transformar la historia.
Enrique Dussel expresó en diversas ocasiones su apoyo y simpatía por el movimiento estudiantil mexicano, al que consideraba un impulsor de ideas liberadoras. Esto se puede identificar en la visión y posición que tuvo frente a la experiencia del movimiento en 1968, donde resaltó acertadamente su alcance político. Lo mismo ocurrió en su análisis sobre la huelga de la UNAM, ocurrida entre 1999 y 2000, donde se mostraba preocupado por la organización estudiantil, pues su diversidad de posturas y el aparato represivo que tenía ante sí convertirían su lucha en un gran reto. Más tarde, respecto al #YoSoy132, ubicó la trascendencia del movimiento a la altura de otras batallas que, a nivel mundial, lograron impactar políticamente.
Hay que mencionar que esta misma atención y apoyo brindó a las luchas magisteriales de los sectores democráticos del sindicato de maestros y a los estudiantes de las Escuelas Normales Rurales. Por ello, pensar a Dussel es reconocerlo como un intelectual crítico, interesado en fomentar una conciencia (igualmente crítica) en la sociedad y, sobre todo, en sus principales actores políticos, dentro de los cuales identificaba enfáticamente al alumno politizado y organizado que participa o participó en los grandes movimientos estudiantiles.
La influencia de pensadores como Jean-Paul Sartre, Herbert Marcuse, Frantz Fanon y Paulo Freire, así como el surgimiento de la Teología de la Liberación, la Teoría de la Dependencia y la Filosofía de la Liberación, junto con el profundo efecto de la Revolución Cubana, jugaron un papel fundamental en la configuración del movimiento estudiantil en el México de aquellos años (Dussel, 2018). Fiel a su enfoque crítico sobre el Sur Global, Dussel reflexionó acerca del movimiento estudiantil mexicano de 1968, ubicándolo en un escenario histórico único y diferenciándolo del Mayo Francés. Para Dussel, la trascendencia de nuestro 68 radica en que se convirtió en motor de un pensamiento de emancipación frente a los países hegemónicos. Los estudiantes y obreros asumieron una postura crítica ante el autoritarismo y la represión del régimen de Estado, dominado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), como ante el colonialismo y las estructuras de poder impuestas por la modernidad occidental (Dussel, 2018).
Este movimiento se gestó como respuesta a las injusticias sociales, políticas y económicas que sufrían las periferias del mundo, destacando la necesidad de una ruptura con los modelos impuestos por las naciones del centro. A través de la lucha estudiantil, los actores sociales del 68 mexicano cuestionaron las condiciones internas del país y, a la vez, se unieron al debate global sobre la justicia social y la independencia de los pueblos oprimidos (Pérez, 2019). Por ello, en consonancia con otras interpretaciones como la de Wallerstein (2008), quien afirmaba que el 68 constituía un movimiento antisistémico, Dussel destacó el peso específico del ocurrido en México (y también del 68 mundial) como gran productor de ideas y acciones que abonaron a la filosofía y la praxis de la liberación (Dussel, 2018).
Otra lucha estudiantil que Dussel reivindicó como un movimiento por la justicia, la libertad y la democracia en el terreno educativo, fue la encabezada por el Consejo General de Huelga de la UNAM entre los años 1999 y 2000. Este movimiento se opuso a la intentona neoliberal por cobrar cuotas “excesivas” a los estudiantes de licenciatura y bachillerato de la máxima casa de estudios del país. Frente a ello, los estudiantes organizados interpretaron dichas reformas como el inicio de un proceso privatizador de su universidad, que históricamente ha tenido carácter público y gratuito. El movimiento estudiantil tuvo una etapa álgida que incluyó una huelga de casi 10 meses, mediante la cual logró detener las reformas neoliberales con el apoyo de otros sectores de la comunidad universitaria, como los trabajadores y los maestros, igual que de la sociedad en general, donde otros movimientos, organizaciones sociales y sindicatos también se visibilizaron.
De entre todos estos actores y grupos, un sector que apoyó al movimiento fue el intelectual, en el cual Dussel figuró como un miembro destacado. Así, en abril del año 2000, dos meses después de que la Policía Federal Preventiva irrumpiera en el campus de Ciudad Universitaria, reprimiendo y encarcelando a los estudiantes que sostenían la huelga, Dussel publicó un artículo en el diario La Jornada titulado “La organización de la comunidad de estudiantes”, en el que invitaba a esta comunidad a la disposición democrática y al pensamiento crítico. Dussel recalcó, frente a la represión estatal, que “el movimiento que lideró la huelga de los Nueve Meses fue una vanguardia de lucha” (Dussel, 2000) y, más tarde, enfatizó en la necesidad de trascender el asambleísmo y consolidar una organización estudiantil más robusta, al margen de ciertos intereses políticos y en aras de posicionarse por la defensa de la educación y la conciencia social:
¿Cómo podría el estudiante ser la “conciencia crítica” de la “comunidad política” en general si no se interesa por “la política”? Decía Platón que esta es una virtud en la que deben participar todos los ciudadanos sin excepción. Ningún partido político puede dejar de tener el derecho ciudadano de organizar una fracción propia dentro de la “comunidad de estudiantes”. Es en esta última donde el estudiante es siempre ciudadano de la “comunidad política”, y debe discernir lo justo de lo injusto, lo racional de lo irracional, y de optar por lo que crea más conveniente. ¡Es parte de su formación universitaria, como educación de su voluntad como miembro y ciudadano del Estado! Quien dice lo contrario manipula la situación: en nombre del status quo, es decir, del partido en el Poder, impide a otros partidos intervenir en una universidad que, por sus órganos electivos y directivos, representa desde siempre a dicho partido... (Dussel, 2000)
Como se puede ver, Dussel reconoció la importancia de la conciencia crítica dentro de la comunidad estudiantil para impulsar procesos democráticos en el ámbito universitario. Por ello, instaba a los jóvenes a organizarse en Colegios de Estudiantes, los cuales debían articularse en una Federación de Colegios de Estudiantes de la UNAM (Dussel, 2000). Su preocupación se centraba en los procesos de toma de decisiones en lugares como la UNAM, buscando fortalecer sus prácticas de democracia interna. Además de estas reflexiones sobre el movimiento del CGH y su apoyo, patente en cada uno de sus discursos, fue importante verle solidarizarse con las movilizaciones en el espacio público, firmando desplegados a favor de los alumnos y exigiendo la liberación de los presos políticos, sobre todo frente a la violencia gubernamental.
Aquí cabe destacar que, para Dussel, la organización estudiantil tenía que ir más allá de la lucha inmediata y coyuntural; debía convertirse en una fuerza transformadora capaz de cuestionar las estructuras de poder establecidas dentro de la universidad y, por extensión, de la sociedad. En este sentido, promovía un modelo de organización que no se limitara a la acción reivindicatoria, sino que construyera una visión política que se enfocara en el bienestar colectivo, más allá de los intereses particulares. Además, subrayaba la importancia de que los estudiantes no se desvincularan de procesos sociales más amplios. La lucha por la educación implicaba la defensa de derechos específicos, estaba estrechamente conectada a las demandas por una sociedad más justa. Esta perspectiva, profundamente política y transformadora, lo llevó a considerar la educación como un espacio clave para la construcción de una conciencia capaz de cuestionar el orden social y económico dominante.
Ya bien entrado el siglo XXI, tuvo lugar la alternancia política en el gobierno federal al triunfar en el año 2000 Vicente Fox, candidato del derechista Partido Acción Nacional (PAN), terminando con 71 años de hegemonía priista. Sin embargo, la estructura gubernamental foxista se encargó de apoyar la continuidad de las políticas neoliberales y los gobiernos panistas con la candidatura presidencial de Felipe Calderón, quien, acusado por cierto de fraude electoral, caracterizó a su sexenio por la denominada “Guerra contra el crimen organizado”, así como por la represión hacia los movimientos sociales (Ramírez, 2016). A finales del sexenio calderonista, y ante la posibilidad del regreso del PRI a la presidencia —apoyado por los medios masivos de comunicación—, surgió un potente movimiento estudiantil conocido como #YoSoy132, que utilizó las redes sociodigitales para su estrategia de acción política, activando la movilización de alumnos de universidades privadas (primero) y públicas (después) en amplia alianza.
Dussel concibió este movimiento como parte de una revolución política global en donde los jóvenes desempeñaron un papel central (Dussel, 2012). Según su perspectiva, el #YoSoy132 logró interpelar a la sociedad mexicana en tres aspectos clave: primero, al surgir como un movimiento profundamente politizado y apartidista; segundo, al cuestionar las formas antidemocráticas con que se ejercía el poder del Estado, de la mano de los grandes medios de comunicación, frente a lo cual exigían una democracia real, y tercero, al lograr poner en la agenda pública el debate sobre las elecciones presidenciales de 2012, denunciando la construcción de un fraude electoral desde el poder.
Así, el movimiento #YoSoy132 cuestionó las formas tradicionales de hacer política en México, donde históricamente se imponían presidentes o se construían candidaturas desde las cúpulas políticas y de interés económico; pero también abrió un espacio para la participación política de los jóvenes, quienes, aparte de ser estudiantes, formaron un frente crítico que llamaba a la reflexión sobre el sistema electoral. Este aporte a la coyuntura política de aquel año atrajo la atención de numerosos intelectuales en el país, y entre ellos destacó, por supuesto, Enrique Dussel, quien reconoció rápidamente su relevancia en el “despertar” de las nuevas generaciones.
No obstante, Dussel también fue crítico con el desarrollo del movimiento, especialmente en relación con la desorganización que adquirió con el paso del tiempo (Dussel, como se cita en Olivares, 2012). Y es que, a pesar de su impacto inicial y su capacidad para movilizar a miles de estudiantes, el #YoSoy132 enfrentó desafíos internos que dificultaron su consolidación a largo plazo. En esto, para Dussel, la falta de una estructura sólida y la dispersión de sus objetivos representaron algunos de sus principales obstáculos, e impidieron que el movimiento pudiera experimentar y provocar un cambio político profundo. Empero, la posición crítica del filósofo ante el movimiento estuvo siempre acompañada de su apoyo y solidaridad.
Su preocupación por una juventud tanto estudiantil como no estudiantil, organizada y capaz de trascender la inmediatez, se refleja también en la Carta a los indignados (2011), dirigida a los jóvenes de España en 2011. En este documento, Dussel envía un mensaje claro y contundente, instándoles a indignarse e involucrarse activamente en la búsqueda de transformaciones sociales y políticas de su país. Como en toda su obra, el pensador subraya la importancia de la acción colectiva y destaca la necesidad de que los jóvenes asuman el rol de agentes de cambio en sus sociedades. También sostiene que la indignación es un paso inicial, esencial para enfrentar las injusticias y los problemas que afectan a las comunidades.
A lo largo de su producción intelectual de este periodo, Dussel aborda la idea de que los jóvenes deben estar informados y ser rigurosos respecto a su propia acción; les anima a utilizar las herramientas de la tecnopolítica (como las redes sociales), para organizarse y contrarrestar la censura y la desinformación. En este sentido, su mensaje es un llamado a la acción y una invitación a la reflexión sobre el papel que pueden desempeñar en la transformación de su realidad, promoviendo una participación activa y consciente en los movimientos de indignados y la política en general. Así, Dussel formó parte del #YoSoy132 Académicos, es decir, el sector de los profesores organizados de distintas universidades públicas y privadas que fueron solidarios con los estudiantes mexicanos en la coyuntura electoral, y era posible ver su nombre en desplegados que denunciaban la represión contra estos, expresando claramente su respaldo al movimiento.
En su convicción por defender la educación pública y gratuita, Enrique Dussel tuvo siempre presente, además de los estudiantes universitarios, a otros dos actores de particular relevancia para la defensa de la educación pública y la oposición al autoritarismo del Estado. Se trata de los y las estudiantes normalistas, y de los y las profesoras del magisterio democrático; ambos actores fueron apoyados por don Enrique con el mismo fervor con el que escribía sus textos filosóficos. Frente a los embates de los gobiernos neoliberales por reducir el presupuesto a las escuelas normales (principalmente las rurales), y ante la represión permanente contra los estudiantes normalistas, siempre mostró su empatía. Lo mismo sucedió con el magisterio democrático encabezado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), al que defendió en sus sucesivas demandas frente al Estado y la Secretaría de Educación Pública, donde resaltaron particularmente las luchas contra la reforma educativa del sexenio de Enrique Peña Nieto, cuando se le vio marchando o impartiendo cátedras públicas con los docentes en resistencia.
Por otra parte, es importante destacar que, a pesar de su afinidad con el movimiento de la “4T” —particularmente con AMLO— y de su militancia abierta en Morena, Dussel apoyó a la CNTE y criticó la reforma educativa que se impulsó durante la gestión de 2018-2024, por conservar elementos de la anterior reforma “peñanietista”, y llamó no a hacer otra, sino una “verdadera transformación educativa”, manifestando su voluntad de ir a las movilizaciones de la CNTE si la 4T continuaba con una “reforma simulada” (Dussel, 2019). Incluso, llegó a afirmar que la nueva propuesta educativa era “el mismo perro con otro collar”, y esta invectiva era importante no solo por el soporte que daba a la CNTE, sino porque la hacía en cursos del Instituto de Formación Política de Morena, donde remarcaba “estar con los maestros”, con lo que demostraba su talante crítico, independientemente de su afinidad y militancia en el partido oficial.
Su apoyo a las últimas luchas mencionadas se puede observar con mayor claridad en el caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, en el municipio de Iguala, Guerrero, por parte de las fuerzas del Estado y el crimen organizado, que cimbró fuertemente a la sociedad mexicana. El horror y la indignación que desató el hecho impactaron a distintos sectores —entre ellos, al de la intelectualidad, donde, como hemos mencionado, Dussel tenía un lugar preeminente—. Durante el sexenio de Peña Nieto, las imágenes e historias sobre la represión estudiantil en 1968 y 1971 parecían ser expresiones de una realidad pasada, que difícilmente podría repetirse. Pese a ello, en 2014, la violencia contra estudiantes normalistas alcanzó tal magnitud que la rabia, el rechazo, la organización y la solidaridad social no se hicieron esperar. En ese contexto, junto a un grupo importante de intelectuales, Dussel se sumó al reclamo y la exigencia de justicia por los hechos ocurridos en la localidad guerrerense. En una carta titulada “Ayotzinapa Nos Duele”, los autores expresaban:
[…] el gobierno de Peña Nieto, más allá de un cínico e irresponsable discurso mediático en el que hace de las bandas criminales las únicas responsables de lo sucedido, no toma medidas reales para encontrar a los estudiantes [...] La impunidad que reina en las más altas esferas del poder político y económico es un síntoma de una política de muerte que hace de la acumulación, a través de negocios legales e ilegales, una prioridad por encima de toda vida. (Espacio 567, 2014)
La desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa movilizó a normalistas, sectores estudiantiles y universitarios. La exigencia de su aparición con vida continuó hasta la muerte de don Enrique, quien seguía exigiendo justicia y manifestando apoyo a los padres y madres de aquellos jóvenes ultimados, que continuaban su búsqueda organizada y la exigencia de información para saber lo que realmente había ocurrido. Cabe señalar que estos reclamos se convirtieron en esperanza de justicia con la llegada del gobierno de la 4T, que había empeñado su palabra para llegar a la verdad e impartir justicia.
En su libro 20 tesis de política (2006), Enrique Dussel sostiene que el pueblo es la fuente de todo poder y que la democracia implica que mantenga su función de soberano pero, para lograrlo, es necesario que el pueblo sea participativo, es decir, que construya ciudadanos comprometidos con su comunidad política. Así, fiel a sus ideas, el filósofo no solo participó activamente como representante vecinal al considerar que los ciudadanos deben ejercer la democracia desde lo local, siendo copartícipes de las decisiones de gobierno; como rector de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), fue un tenaz promotor de la capacitación de los Comités Ciudadanos y los Consejos de los Pueblos en la Ciudad de México, que son instancias de representación vecinal con sustento jurídico en la Ley de Participación Ciudadana de la Ciudad de México (Congreso de la Ciudad de México, 2014).
En esa actividad, como en la promoción de la participación ciudadana en las decisiones políticas, fue particularmente importante el impulso y la motivación que daba a los jóvenes y estudiantes para que dejaran la apatía y se involucraran en los asuntos públicos. Para Dussel, el empoderamiento y la participación del pueblo no debía ser eventual; requería institucionalizarse e, incluso, elevarse a rango constitucional, pues el ciudadano (es decir, el individuo) se va haciendo parte de la comunidad política (y, en algún sentido, del Estado) involucrándose en la discusión, vigilancia, auditoría, dirección y solución de los problemas colectivos (Depablos, 2023).
Es por todo lo visto que la vida y la obra de Enrique Dussel se pueden resumir en una frase: “praxis política”, en la medida en que es una excelente imbricación entre teoría y práctica. Praxis de la liberación que lo llevó a reflexionar sobre la realidad, apoyado de un instrumental teórico y filosófico sólido y original que recuperó críticamente la tradición de un pensamiento emancipador. Su trayectoria es el reflejo de cómo la reflexión y el cultivo del pensamiento deben ser acordes con las acciones.
Dussel fue un gran faro de la realidad latinoamericana y un intelectual comprometido y preocupado por fomentar un pensamiento transformador. De ahí que simpatizara con la lucha estudiantil y defendiera la educación pública, gratuita, laica y popular. Veía en el estudiante la capacidad de desarrollar un pensamiento político con miras a la organización, asumiendo el movimiento estudiantil como una fuerza capaz de cuestionar las estructuras de poder establecidas y modificarlas; consideraba que el pensamiento y la organización de los estudiantes debía ir más allá de lo circunstancial y convertirse en un proyecto a largo plazo, capaz de incidir en procesos sociales y políticos más extensos. Esto explica su apoyo al #YoSoy132, en el que tenía puestas muchas esperanzas, pero también su reivindicación de la generación del 68, cuando afirmaba que el movimiento estudiantil de aquella época no solo había puesto sobre la discusión pública cuestiones internas de la universidad, sino que había logrado problematizar temas relacionados con la democracia y la cultura política del México de aquellos años.
También es importante destacar su relación con la “gesta” de la huelga de los “Nueve meses”, como gustaba referirse al movimiento estudiantil del CGH, que logró detener la embestida neoliberal contra la universidad más importante del país. Sus reflexiones sobre las luchas estudiantiles, así como las acciones a su favor, dan muestra de una praxis que, en la búsqueda de la liberación, recuperó y alimentó las demandas del pueblo iniciadas y encabezadas por los jóvenes, detonando, en ocasiones, movilizaciones más amplias de carácter popular.
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