*El presente texto fue la ponencia dictada sobre el Humanismo Mexicano en el marco de la Ceremonia de entrega de reconocimiento a Mexicanos Distinguidos en el Exterior que se realizó el 20 de noviembre de 2023, en la Embajada de México en El Salvador, en el marco del Aniversario 113 de la Revolución Mexicana. Recibió el galardón de las manos del Lic. Ricardo Cantú, Embajador de México en El Salvador.
“Ya es tiempo de que la sociedad se establezca sobre bases más sólidas,
más naturales, más sabias, más justas y más nobles.”
Francisco Villa
“Un buen gobierno solamente puede existir cuando hay buenos ciudadanos.”
Francisco I. Madero
“La Tierra es para quien la trabaja.”
Emiliano Zapata
El estallido social del 20 de Noviembre de 1910 en México (conocido como el inicio de la Revolución Mexicana), puso en relieve la emergencia de los pueblos para saciar su sed de justicia, libertad, democracia y un renovado humanismo que le fue negado por décadas. Fue la concreción de lo justo, lo imprescindible, lo honesto y lo digno.
Los fundamentos de esa gesta histórica formaron los pilares de la Constitución Política de 1917: los derechos sociales y políticos de los mexicanos, la propiedad colectiva de la tierra, la educación pública y gratuita y los derechos laborales a favor de las capas subalternas trabajadoras.
Francisco Ignacio Madero, Emiliano Zapata y Francisco Villa representaron el impulso de miles de campesinos, indígenas y clases populares que exigieron libertades democráticas y Reforma Agraria. El Maestro José Vasconcelos, fundador de la moderna Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), habló de su “Raza cósmica” para referirse al mestizaje de nuestros pueblos y también sintetizó el anhelo de la reforma educativa con base en un humanismo latinoamericano hacia la búsqueda de la identidad cultural, filosófica, artística, política, científica, técnica y tecnológica de la gran región del “Sur”, Nuestra América, como la entendió el latinoamericanista, José Martí.
Los hermanos mexicanos Ricardo y Enrique Flores Magón, liderazgos del movimiento obrero, se inspiraron en la lucha de la clase trabajadora internacional por la dignificación del empleo. La bella frase de Ricardo Flores Magón: “clase obrera, vamos hacia la vida… El abismo no nos detiene, el agua es más bella despeñándose”, mostró su carácter de entrega desinteresada y comprometida con la vida de los humildes, o como diría Monseñor Romero, con los descalzos, los más pequeños.
La Revolución Mexicana se universalizó como la primera revolución que luchó y logró no sólo derechos individuales que alcanzaron la Revolución Francesa y la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, sino también derechos sociales. El Estado mexicano fue el primero en el mundo en elevar a nivel constitucional los derechos sociales, conformando una base de su visión solidaria con el otro, con los otros, no con uno mismo. Así lo reconocieron estadistas, políticos, intelectuales, filósofos y artistas de los cinco continentes.
El intelectual salvadoreño Alberto Masferrer en su obra humanista el Mínimum Vital de 1929, dijo sobre los logros de la Revolución Mexicana: “es un ejemplo humano la satisfacción constante de las necesidades primordiales en salud, educación, habitación, justicia. Y con un asombroso entusiasmo aplaudió “los logros culturales de la Revolución de nuestros hermanos mexicanos”.
El poeta de la Revolución Mexicana, Carlos Pellicer, maestro y guía político del actual Presidente Andrés Manuel López Obrador, declaró en un poema titulado 20 de noviembre: “No se detiene nunca, siempre tiene qué hacer… Es la lucha de todos los días contra nosotros mismos, contra el egoísmo… La verdadera alegría es dar, pelear por los que tienen hambre, regar una planta, apartar una piedra en el camino… es no estar nunca al margen de lo que se necesita, es abrir la ventana para que entre la luz… 20 de noviembre somos México, somos Nuestra América.” Y yo agregaría: somos Mesoamérica, somos Centroamérica, somos El Salvador.
El escritor y pintor salvadoreño Salvador Salazar Arrué (Salarrué), asombrado e inspirado por el mundo indígena del occidente de El Salvador, por la fuerza moral de la Revolución Mexicana y por la plástica del muralismo mexicano, produjo 14 títulos entre ensayos, poesía, novela y cuentos, además de su producción estética pictórica, que le dieron el destacado lugar como el artista de las letras y la plástica “regionalista de las lenguas originarias”, quien impactó y conmovió a escritores, filósofos y antropólogos mexicanos, como Juan Rulfo, Guillermo Bonfil Batalla y Miguel León Portilla, todos herederos intelectuales de la Revolución Mexicana y de la visión del México profundo, alegoría del México indígena, pluricultural y filosóficamente originaria.
Con la institucionalización de la Revolución Mexicana bajo el gobierno del ex presidente Lázaro Cárdenas, el humanismo mexicano adquirió nuevas peculiaridades, por ejemplo, la apertura de sus puertas y el calor de un hogar patrio a los más diversos errantes, exiliados o perseguidos en sus propios países. La solidaridad internacional y protección de los derechos elementales de las personas fue una política de Estado, basada en los sentimientos de la nación y la patria mexicana de brazos abiertos.
Españoles exilados por la guerra civil, italianos perseguidos por el fascismo, latinoamericanos y caribeños expulsados por gobiernos militares, la pobreza o la marginación, encontraron un hogar, una segunda patria como diría Roque Dalton. Con el gesto diplomático y humanista de recepción, protección y acogimiento, México también ganó. Las muy diversas voces provenientes del exterior nutrieron la cultura, el arte y las ciencias mexicanas, la visión cósmica de Vasconcelos cobró realidad con el gran honor de anidar a los diversos pensamientos, experiencias y solidaridades de muchos países. México se alimentó culturalmente con su presencia, se nutrió de su sabiduría.
Miguel Mármol, Salvador Salazar Arrué, Claudia Lars, Ítalo López Vallecillos, Pedro Geoffroy Rivas, Dagoberto Marroquín, Fabio Castillo Figueroa, Rafael Menjívar Larín, Álvaro Menéndez Leal, Roque Dalton, José Roberto Cea, Francisco Guzmán, Tirso Canales, Manlio Argueta, Horacio Castellanos Moya, fueron algunos de los salvadoreños que engrandecieron a mi patria y nutrieron la visión cósmica de una Latinoamérica unida, de una Mesoamérica fortalecida. Herencia, de hombres y mujeres en la cultura salvadoreña, que hoy asombra a los pueblos y gobiernos del mundo, por su aporte a la intelectualidad universal, en medio de grandes desafíos en la historia nacional salvadoreña, genocidios como el de 1932, décadas de gobiernos militares, asonadas y golpes de Estado, guerra civil e inseguridad y violencia post conflicto armado, que con creces actualmente, a la luz de las nuevas transformaciones que vive El Salvador, se está superando con notable evidencia.
En México, el actual gobierno surgido del Movimiento de Regeneración Nacional, está llevando a cabo la 4ta Transformación. Esta novedad histórica tiene como predecesoras al Movimiento de Independencia (1810-1821), al Movimiento de Reforma (1858-1861) y al Movimiento de la Revolución Mexicana (1910-1917). La 4T es tan profunda como las antecesoras con la cualidad de que se está dando por medios pacíficos, movimientos civiles y basándose en la revolución de las conciencias. Aquí cobra valor el humanismo mexicano actualizándose, al sumar a sus características ya reseñadas, el valor de promover una conciencia global de la solidaridad y dignidad humana.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador se comprometió a 110 aspectos que fundamentan la 4T, que, al cumplirse sus seis años de gobierno, ha superado. Avances muy importantes para revertir las políticas neoliberales que sumieron al país en la dependencia y en la entrega de la riqueza nacional a intereses privados y foráneos han sido los siguientes: más y mejores derechos sociales, reducción de la pobreza y la desigualdad, rescate del agro nacional, salud pública universal, mayor participación social democrática, honradez del servidor público y lucha contra la corrupción, modernización con infraestructura, fortalecimiento de la soberanía nacional, rescate de la industria petrolera y energética con visión ecológica, educación general, y universitaria de calidad.
La actual perspectiva de la solidaridad humanista de México alcanza a otros países como los de Centroamérica y el Caribe con los programas sociales de Jóvenes Construyendo Futuro y Sembrando Vida, cuyo apoyo al desarrollo y el crecimiento económico para las familias de escasos recursos, se encuentra en la ruta por consolidar alternativas sociales productivas que eviten la migración por razones económicas, ambientales o de inseguridad.
En Centroamérica y El Salvador los apoyos rinden frutos que materializan la intención de lograr la paz y la seguridad en la región, oportunidades productivas para todos y desarrollo sostenible como sustentable. Estos proyectos de solidaridad internacional se suman a otros esfuerzos loables en los países beneficiados, porque ellos mismos generan sus alternativas ante los problemas cotidianos y estructurales que padecen por décadas. Por ejemplo, en El Salvador la lucha contra la inseguridad y la violencia es notable.
La destacada materialización de un ambiente de paz y seguridad social, ha dado punto final a la zozobra, al crimen hecho cotidianidad, al miedo, que agobió al país durante décadas. Caminar libremente hoy por la calles en El Salvador sin temor alguno es un logro irrefutable que los mexicanos aplaudimos y celebramos a través de la Política Nacional de Apoyo al Desarrollo Infantil Temprano “Crecer Juntos”, los Centros Urbanos de Bienestar y Oportunidades (CUBO) y la nueva biblioteca nacional que a propios y extraños asombra. Ejemplos para nosotros los mexicanos que seguimos también en la lucha contra el flagelo de la inseguridad y que, con acertados programas sociales buscamos un país sin delincuencia organizada. Algunos aspectos que México ha realizado en esta ruta son la disolución del Estado Mayor Presidencial y la disolución de la corrupta Policía Federal, ambas corporaciones represivas y que por décadas fueron penetradas por el crimen organizado.
Por su parte, el pueblo salvadoreño está alcanzando paso a paso sus metas y anhelos de libertad y justicia, marcando y aportando una senda de humanismo en la región latinoamericana y caribeña. Va por buen camino hacia lo justo, lo imprescindible, lo honesto y lo digno, al encarar desafíos, inercias del pasado y problemas estructurales.
Los pueblos de México y El Salvador están en la senda del nuevo humanismo que, en síntesis, representa la filosofía de una conducta social que vela por las necesidades, anhelos e intereses de todo ser humano: techo, trabajo, pan, salud, educación, libertad, independencia, justicia, democracia y paz, demandas en larga marcha de la humanidad, demandas en la larga noche de la colonización occidental.
En este sentido, el humanismo debe orientar sus esfuerzos en consolidar una ética liberadora, una ética como conducta de proteger al otro, al prójimo, a su ser como cuerpo biocultural. Procurar una formación y educación en el bien común, nacional e internacional; mostrar nuestra solidaridad desde nuestra humanidad y alzar la voz cuando es necesario. Hoy en el mundo necesitamos con urgencia alzar nuestras voces de solidaridad y humanismo: Una solución estructural y profunda a la inseguridad que agobia a la región latinoamericana implica el trato de iguales entre pueblos y gobiernos del mundo para acordar políticas en donde todas las naciones podamos prosperar y afrontar con éxito la crisis civilizatoria y económica que padecemos, exigir el alto al fuego genocida contra el pueblo palestino, contra los pueblos árabes, ya por décadas, contra el pueblo ucraniano, contra los pueblos que anhelan paz, armonía y prosperidad. Exigir el cese a los bloqueos y extorsiones a pueblos que luchan por su independencia y autodeterminación como Cuba. Exigir el alto a la guerra en todas sus formas y en todas manifestaciones.
El humanismo que proponemos es un humanismo que dé contenido al llamado “desarrollo sustentable”, preservación del medio ambiente, nuestro hábitat global, nuestra casa vital, sus aguas, tierras, bosques y mares; que exija el alto al armamentismo en el mundo y a la cada vez amenazante guerra nuclear, que exija el cese a la depredación de la tierra, producto de la explotación irracional como el fracking, la minería metálica, la explotación marítima sin regulaciones.
El humanismo que proponemos, llamado humanismo mexicano, es la actualización de la tradición humanista universal con peculiaridades que se basan en nuestras culturas ancestrales del cuidado a la naturaleza, al planeta; es la actualización de las luchas de la raza cósmica mestiza por el respeto a la multiculturalidad, las lenguas diversas, los usos, modos y costumbres propias, en pro de procesos de diálogo y consensos sobre lo éticamente posible, el imperativo categórico; el humanismo mexicano restituye en la actualidad el fundamento de la política que es la ética.
El camino está orientado hacia una sociedad de destino, en equilibrio, justicia, amor y paz. El Salvador y México están unidos por estos valores, por estos principios; y festejo que los lazos entre hermanas naciones se sigan consolidando, profundizando y articulando en la región, un futuro predictivo de bondad y buenas prácticas humanitarias.
San Salvador, El Salvador, 20 de noviembre de 2023.
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