ISSN : 2992-7099

El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático es tajante: el cambio climático es causado por las emisiones de gases invernadero que generamos los seres humanos y de seguir por el camino que vamos, la temperatura promedio del planeta tierra subirá 2°C. Justamente con ese dato es cuando hay que introducir el primer elemento de heterogeneidad: esos 2°C no son 2°C en todo el planeta, hay zonas como el Ártico, los Andes o los Himalaya, en dónde se estima que el incremento del temperatura promedio será de unos 6°C. 

El discurso sobre el cambio climático es fundamental, sin embargo, su relato ha invisibilizado a otras crisis también profundamente complejas y que también amenazan la supervivencia de la humanidad sobre la tierra. Una de ellas es la sexta extinción en masa de especies, llamada también ecocidio (Broswimmer, 2006; Rockström et al., 2009). El hecho real y concreto es que nos enfrentamos a un colapso ecológico de los sistemas vitales y metabólicos que nos sostienen y mantienen como humanidad.

Es en ese contexto, que surge el término Antropoceno (Ruíz, 2013) para referirse a ese colapso global causado por la humanidad. Si bien, el relato del Antropoceno responsabiliza a la humanidad por la crisis ecológica, construye una narrativa homogénea en la que cada ser humano tiene la misma responsabilidad. Frente a eso, y en el mundo de la ecología política, se construye una narrativa alternativa, y se plantea el relato del capitaloceno (Hornborg, 2016; Moore, 2016; Swyngedouw, 2019). En el contexto del capitaloceno las responsabilidades están claras, hay responsabilidades diferenciadas y en concreto, el causante del colapso global es un sistema: el capitalismo.

Frente a la innegable realidad del colapso global, surge la idea del New Green Deal (el nuevo pacto verde). Una respuesta que rápidamente se ha instalado en todos los relatos y en todas las narrativas sobre el colapso global. Sin embargo, como ha dicho Giorgos Kallis en numerosas publicaciones en medios de comunicación y entrevistas, este nuevo pacto verde no pasa de ser una reforma dentro del mismo capitalismo, reemplazando tecnologías eco-destructivas por otras no tan eco-destructivas. Es decir, es una eco-modernización (Hajer, 1997) del capitalismo que no cuestiona sus estructuras depredadoras de base.

El sentido económico del capitalismo está en crear capital y distribuirlo a través de los mercados, esto abarca e incluye a sus visiones más extremas: la economía de mercado, el neoliberalismo y el anarcocapitalismo. Dicho de otra manera, el capitalismo se sostiene en la búsqueda permanente de crecimiento económico que después debe ser redistribuido. Esto lejos de ser absurdo, es absolutamente coherente con los paradigmas epistémicos, científicos, de género y económicos de la Inglaterra del siglo XVIII cuando surge, el planeta funciona como una máquina, puede absorber permanentemente todos los desechos y sus recursos son ilimitados, es decir que la riqueza puede crecer ilimitadamente. Sin embargo, durante el siglo XX y de una manera brutal en el siglo XXI, estas creencias nacidas de un patriarcal, depredador y esclavista imperio en expansión del siglo XVIII colisionan frontalmente con la entropía y la termodinámica (Leff, 2004).

De esa manera entre las muchas contradicciones endémicas del capitalismo, se puede resaltar una en particular en el contexto de este texto: en el capitalismo no se produce para satisfacer a las necesidades humanas, se produce para reproducir el capital. Esta contradicción, que podría parecer solamente un juego de palabras, no es menor, pues significa que la economía no está administrando la casa para garantizar la vida buena aristotélica, sino para producir crecimiento económico. Por otro lado, tiene una implicación adicional: el reemplazar a la calidad de vida por el crecimiento económico.

Es así como, el New Green Deal podría ser considerado nada más que una estrategia de eufemización para darle un rostro más verde al capitalismo, sólo un poco de maquillaje. Es pertinente citar ahora a Serge Latouche (2007, p.25), y a su libro “Sobrevivir al desarrollo: de la descolonización del imaginario económico a la construcción de una sociedad alternativa”, donde reflexiona sobre la acumulación capitalista:

Podemos decir que desde sus orígenes como proceso histórico hacia 1750 con el despegue de la industrialización británica, o desde sus orígenes explícitos como política deliberada en 1949, lanzada por Harry Truman, el desarrollo ha sido repensado o vestido con ‘traje nuevo’, por el socialismo utópico, y después por el científico, en el primer caso, y por la estrategia de eufemización con adjetivos, en el segundo.

Hemos visto los desarrollos autocentrados, endógenos, participativos, comunitarios, integrados, auténticos, autónomos y populares, equitativos… por no hablar del desarrollo local, del microdesarrollo, del endodesarrollo, e incluso del etnodesarrollo. Al añadirle un adjetivo al concepto de desarrollo no se pone en cuestión realmente a la acumulación capitalista. Como mucho se intenta incorporar un concepto social al crecimiento económico, como antes se le había podido añadir una dimensión cultural, y hoy un componente ecológico.

Si se introduce al debate la idea del metabolismo social, un concepto clave de la economía ecológica, surgen nuevos matices invisibles en el debate de la economía desmaterializada. El metabolismo social surge como planteamiento teórico en el siglo XIX, derivado tanto del trabajo de Justus Von Liebig, como de Möleschot. Fue desarrollado por Sergei Podolinsky, y asumido finalmente por Marx (Fischer-Kowalski, 1998; Fischer-Kowalski & Hüttler, 1998; Foster, 2004). 

El metabolismo social materializa y territorializa a la economía, pues encarna el espiral completo de apropiación, procesamiento y excreción de la materia y la energía del sistema ecológico por parte de las sociedades humanas (Fischer-Kowalski & Weisz, 1999; Swyngedouw, 2006). Pero va mucho más allá, pues enfrenta y subyuga a la economía a la termodinámica y de esa manera, puede ser leído como un proceso dialéctico ecológico-histórico que es el fundamento mismo de lo social, donde radica su posibilidad de perdurar (Swyngedouw, 2006).

Se había dicho ya que el capitalismo se enfoca en la reproducción del capital y, por tanto en el crecimiento económico y no tanto en la satisfacción de las necesidades humanas. El capitalismo funciona con el valor de cambio, y no con el valor de uso (y, evidentemente, no considera otros valores como el valor de existencia o los valores simbólicos). Al leerlo bajo los anteojos del metabolismo social se hace evidente una obviedad: estamos consumiendo la materia y la energía de nuestro planeta, que son limitadas, para reproducir el capital, y no para garantizar una vida diga y plena para cada ser humano de la tierra. 

Lo anterior nos conduce a algo ya no tan obvio, y es cómo se genera ese aparente crecimiento económico. Se podría considerar al metabolismo social como la labor vital de la sociedad, y a su hermano el metabolismo ecológico, como la labor vital del sistema ecológico. El metabolismo ecológico, a través de sus muy complejos procesos, genera y mantiene nuestros medios de existencia y nuestros medios de producción. Éstos son apropiados por las sociedades humanas, metabolizados e introducidos en la economía. El trabajo remunerado es apenas una pequeña parte de los procesos de apropiación y metabolización. El capitalismo, por su propia naturaleza, requiere ser subsidiado por el metabolismo ecológico y por los trabajos no remunerados, como la garantía de la soberanía alimentaria, las labores de cuidado o la conservación de la biodiversidad. Para creer en un crecimiento económico infinito, se requiere ocultar esta realidad en los libros de contabilidad y solamente registrar los valores de cambio. El crecimiento económico se sostiene en la desposesión (Harvey, 1996) y en el traslado exitoso de costos (Martínez Alier, 2003; Martinez-Alier & Schlüpmann, 1997).

Los costos sociales y ecológicos de las actividades económicas, en la lógica de los metabolismos ecológico y social, pueden ser medidos en tiempo, trabajo, materia y/o energía. Martínez Alier sostiene que quien genera estos costos generalmente los traslada a la sociedad y al sistema ecológico. Evidentemente la utilidad de una actividad económica, al ser analizada con esta perspectiva, se convierte en aparente, e incluso en falsa, pues se constituye a partir de costos trasladados o no asumidos.

La idea del traslado exitoso de costos cobra una fuerza impresionante al complementarse con la noción de acumulación por desposesión de David Harvey. Federico de María, plantea y distingue dos tipos de desposesión:

A estas desposesiones se les debe añadir otra: la apropiación de la persona misma. Al ser desposeída de su salud, de su tiempo, de su vida, una persona es desposeída de sí misma. En el contexto del capitalismo, esa desposesión se convierte en crecimiento económico. El crecimiento económico se sostiene en las tres desposesiones.

El crecimiento económico, entonces, depende del consumo permanente y creciente de materia y energía en función de su valor de cambio y no de la satisfacción de las necesidades. Se podría decir que es un juego contable que oculta los traslados de costos y la desposesión de los medios de existencia, de los medios de producción y de las personas mismas. La desmaterialización de la economía y el desligar al crecimiento económico del consumo creciente de materia y energía son termodinámicamente imposibles, y han sido demostrados como falsos en no pocos estudios en el contexto de la economía ecológica. 

El New Green Deal es una forma de capitalismo verde y, por tanto, un esquema económico que no reta, ni disputa las bases del capitalismo. El capitalismo, como se ha discutido, es tanto epistémicamente, como termodinámicamente depredador, deshumanizador y eco-destructivo. La sustentabilidad ecológica es imposible en el contexto del capitalismo. El New Green Deal es una forma de capitalismo eco-modernizado que existe con la misma esencia, y que funciona de la misma manera. El New Green Deal es sólo maquillaje verde que no implica el fin del capitaloceno. No es un camino. Para superar el colapso global debemos explorar y andar otros caminos, es urgente, y es necesario.

Referencias bibliográficas

Broswimmer, F. (2006). Ecocidio/ Ecocide. Océano De México.

Fischer-Kowalski, M. (1998). Society’s Metabolism: The Intellectual History of Materials Flow Analysis, Part I, 1860-1970. Journal of Industrial Ecology, 2(1), 61-78. https://doi.org/10/d8hdjd

Fischer-Kowalski, M., & Hüttler, W. (1998). Society’s Metabolism: The Intellectual History of Materials Flow Analysis, Part II, 1970-1998. Journal of Industrial Ecology, 2(4), 107-136. https://doi.org/10/bdt66x

Fischer-Kowalski, M., & Weisz, H. (1999). Society as hybrid between material and symbolic realms: Toward a theoretical framework of society-nature interaction. Advances in Human Ecology, 8, 215-252.

Foster, J. B. (2004). La ecología de Marx: Materialismo y naturaleza. El Viejo Topo.

Hajer, M. A. (1997). The Politics of Environmental Discourse: Ecological Modernization and the Policy Process. Oxford University Press.

Harvey, D. (1996). Justice, Nature and the Geography of Difference. Wiley.

Hornborg, A. (2016, abril 7). Post-capitalist ecologies: Energy, money and “value” in the Anthropocene. Entitle Bolg: A Collaborative Writing Project on Political Ecology. https://entitleblog.org/2016/04/07/post-capitalist-ecologies-energy-money-and-value-in-the-anthropocene/

Latouche, S. (2007). Sobrevivir al desarrollo: De la descolonización del imaginario económico a la construcción de una sociedad alternativa. Icaria Editorial.

Leff, E. (2004). Racionalidad Ambiental: La reapropiación social de la naturaleza. Siglo XXI editores.

Martínez Alier, J. (2003). The environmentalism of the poor: A study of ecological conflicts and valuation. Edward Elgar Publishing.

Martinez-Alier, J., & Schlüpmann, K. (1997). La ecología y la economía. Fondo de Cultura Económica.

Moore, J. (2016, enero 16). Jason W. Moore: Anthropocene or Capitalocene? Entitle Blog: A Collaborative Writing Project on Political Ecology. https://entitleblog.org/2016/01/19/jwmoore-capitalocene/

Rockström, J., Steffen, W., Noone, K., Persson, Ǻ., Chapin, F. S., III, Lambin, E., Lenton, T. M., Scheffer, M., Folke, C., Schellnhuber, H. J., Nykvist, B., Wit, C. A. de, Hughes, T., Leeuw, S. van der, Rodhe, H., Sörlin, S., Snyder, P. K., Costanza, R., Svedin, U., … Liverman, D. (et al). (2009). Planetary boundaries: Exploring the safe operating space for humanity. Ecology and Society, 14(2), 32. CABDirect. https://doi.org/10/gd53h4

Ruíz, M. (2013). La devastación socioambiental del capitalismo en la era del Antropoceno. p. 14.

Swyngedouw, E. (2006). Circulations and metabolisms: (Hybrid) Natures and (Cyborg) cities. Science as Culture, 15(2), 105-121. https://doi.org/10/ff8qvv

Swyngedouw, E. (2019). The Anthropo(Obs)cene. En T. Jazeel, A. Kent, K. McKittrick, N. Theodore, S. Chari, P. Chatterton, V. Gidwani, N. Heynen, W. Larner, J. Peck, J. Pickerill, M. Werner, & M. W. Wright (Eds.), Keywords in Radical Geography: Antipode at 50 (pp. 253-258). Wiley Online Books.  https://doi.org/10.1002/9781119558071.ch47

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