El CIDE en la encrucijada: ¿neoliberalismo o compromiso social?

Margarita Favela Gavia

Margarita Favela Gavia

Doctora en Ciencia Política. Investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM. Estudió la Maestría en economía y política internacional (MEPI) en el CIDE (1982-1984) y fue investigadora tanto en el Programa de Estudios de las Relaciones Internacionales de México (Perim) (1984-1989) como en el Instituto de Estudios de Estados Unidos (1990-2000), ambos del CIDE.

Correo electrónico: dfavelag@unam.mx | Twitter: @favelamarga

6 diciembre, 2021

El Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) se encuentra nuevamente en una encrucijada. Puede volver a orientar su labor a analizar la realidad social, nacional e internacional, con miras a impulsar el desarrollo nacional buscando la equidad, la justicia social y la soberanía nacional, o puede mantenerse en la senda que el neoliberalismo le impuso hace poco más de tres décadas, defendiendo y justificando la exclusión, la desigualdad y la subordinación a los intereses de las minorías, domésticas y externas.

Cuando a mediados de los años setenta, el gobierno mexicano creó el CIDE para albergar a los intelectuales sudamericanos que se asilaron en nuestro país huyendo de las violentas dictaduras militares que plagaron el subcontinente, la institución definió un proyecto basado en los ideales de la Revolución Mexicana, que aún definían el discurso político dominante.

A la luz de ese ideario, el CIDE creció en tamaño y presencia en el ámbito académico y político, elaborando explicaciones teóricas y propuestas políticas que se orientaban a corregir los excesos y las debilidades del modelo de desarrollo por sustitución de importaciones que había fungido como motor del crecimiento de los países de la región, particularmente el mexicano, que ya empezaba a mostrar una fuerte incapacidad para mantener el crecimiento económico, mejorar la equidad y lograr la inclusión social con estabilidad política.

En esos primeros quince años de su existencia, los Departamentos, Institutos y Programas en los que se organizaba la labor académica y docente de la institución, se publicaron numerosas obras que aún hoy siguen ofreciendo una atinada lectura de las dificultades de aquel modelo de desarrollo, así como de los peligros que representaban las incipientes políticas orientadas a imponer lo que más tarde conoceríamos con el nombre general de neoliberalismo. 

El Departamento de Economía Mexicana elaboró consistentes explicaciones sobre las causas del déficit externo, el endeudamiento y la amenaza que representaba para la soberanía nacional la política de apertura económica indiscriminada así como la fatídica “petrolización” de la economía. Junto con el Instituto de Economía de América Latina, se realizaron sesudos análisis sobre las causas domésticas e internacionales del sobreendeudamiento que aqueja al subcontinente desde los años ochenta, proponiendo alternativas para renegociar la carga financiera y disminuir la vulnerabilidad de nuestros países frente a los dictados de las instituciones internacionales, como el FMI o el Banco Mundial. Estas instituciones, mediante “cartas de intención”, fueron imponiendo las llamadas reformas estructurales, a cambio de nuevos créditos, y asesorías que no significaban otra cosa que el desmantelamiento del precario Estado de bienestar y la reducción sustantiva de la soberanía nacional. 

Por su parte, el Instituto de Estudios de Estados Unidos, pionero en la región, enriqueció el conocimiento latinoamericano sobre la realidad política, económica y social de la potencia, así como sobre los múltiples mecanismos que a lo largo de la historia ha desplegado para ejercer su primacía sobre nuestros países, además de develar el sentido profundo de las políticas impulsadas por Ronald Reagan y Margaret Thatcher para reflotar la hegemonía de esas potencias. 

Fue este papel crítico y propositivo del plantel académico del CIDE, transmitido y recreado en los cientos de egresados de las cinco maestrías que impartía, lo que le puso en la mira de los gobiernos neoliberales…

Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se inició una sistemática estrategia para detener esa “incómoda” producción académica, primero pretextando escasez de recursos, dejándola sin papel, sin presupuesto para la renovación de equipos, o para la impresión de libros y revistas, y posteriormente colocando a Carlos Bazdresch como Director General. La embestida se profundizó durante el sexenio de Ernesto Zedillo, pues la llegada de Bazdresch ahora como titular de CONACYT, significó la puesta en marcha de una estrategia abierta de reconversión de la planta académica del CIDE que implicó el despido injustificado de más del ochenta por ciento del personal, así como la imposición de criterios completamente arbitrarios sobre los temas que era “adecuado” investigar. 

Así, con una total unilateralidad e impunidad, la presidencia de la institución no solo violentó los derechos laborales de una planta académica de gran calidad y prestigio, sino que trastocó la estructura y la orientación de la institución, sometiéndola completamente a los dictados de los gobiernos neoliberales en turno. 

De ser una institución formadora de especialistas (en economía, econometría, administración pública y relaciones internacionales) comprometidos con la defensa de la soberanía y el desarrollo nacional equilibrado y con justicia social, el CIDE fue convertido en una fábrica de licenciados orientados a ser empleados de empresas privadas, regidas por el afán de lucro, y de empleados gubernamentales preocupados por favorecer las políticas de privatización, defensores de la desigualdad social –disfrazada de meritocracia– y propagandistas del credo neoliberal, de que el Estado es una lacra y el mercado es el “gran orquestador” del crecimiento económico.

Ese ha sido el tenor de la labor que el CIDE ha desempeñado durante los últimos 30 años, como un “think tank” de los sucesivos gobiernos neoliberales, que no hicieron sino profundizar la dependencia externa, la desigualdad social, la injusticia, la corrupción y la violencia social.  En atención a esa “lealtad”, el CIDE y su personal fueron beneficiarios de prebendas y privilegios que contrastan fuertemente con la desprotección y el abandono a las que fueron sometidas la mayoría de las instituciones de educación superior en el país durante la era neoliberal. Aquí cabe mencionar los jugosos presupuestos que el Conacyt neoliberal otorgó a esta institución, que hoy son motivo de investigación judicial, señalados como malversación de fondos por parte de su anterior director Enrique Cabrero. 

Por eso hoy el CIDE se encuentra en una encrucijada: regresar a los orígenes de compromiso con el pensamiento crítico, la búsqueda de medios para lograr la equidad social y la recuperación de la soberanía nacional en un marco de crecimiento económico sano y sustentable, o mantenerse atado a las cadenas que el neoliberalismo le impuso.  

Esperemos que la raíz original prevalezca, se renueve y desarrolle para que nuevamente esa querida institución recupere el camino de la labor académica y docente comprometida con la meta de lograr sociedades más justas y democráticas, sin privilegios, corrupción e impunidad.  Ojalá su comunidad, observadora de los logros económicos y sociales de la 4T, sea sensible a esa necesidad y libremente retorne al compromiso social que tuvo desde sus orígenes.

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