ISSN : 2992-7099

El cambio climático es uno de los desafíos más grandes que ha experimentado la humanidad. En 1997, con la aprobación del Protocolo de Kyoto, se reconoció la necesidad de actuar a nivel global para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). En estas más de dos décadas se ha trabajado para avanzar en la agenda climática, pero no ha sido sencillo impulsar cambios que reduzcan de manera significativa las emisiones de GEI. 

En 2015, parecía que finalmente se daría un cambio sustancial con el Acuerdo de París, un tratado internacional jurídicamente vinculante, donde las partes, 196 países, se comprometieron a reducir al máximo sus emisiones de GEI para limitar el calentamiento mundial por debajo de 2 o 1.5 grados centígrados. Nuevamente, los resultados han sido insuficientes. El Climate Action Tracker, que monitorea los avances en la acción climática, ha señalado que muchos países no están cumpliendo con las contribuciones determinadas a nivel nacional para reducir sus emisiones. Otro aspecto que confirma esta falta de compromiso se expresa en que muchos países continúan otorgando subsidios a los combustibles fósiles, lo que va en sentido contrario de las metas climáticas, toda vez que reduce la presión para transitar hacia energías más limpias. 

Debido a estas dificultades y a la restricción temporal que se tiene para actuar, existe mucha expectativa de lo que pueda suceder en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima COP26, donde se espera el inicio de una nueva etapa en la lucha contra el calentamiento global, que obligue a un mayor compromiso. 

Pero ¿será suficiente? Para avanzar en la agenda climática es necesario contar con una buena comprensión del desafío que estamos enfrentando y que ayude a precisar por qué es urgente actuar. Por varios aspectos que tienen en común, un problema global como la pandemia por COVID-19 puede darnos pautas en ese sentido. Sin duda, uno de los impactos más fuertes que ha tenido la pandemia, es que nos ha mostrado que somos más vulnerables de lo que pensamos. Se puede inferir que el cambio climático avanza por una dirección similar, lo que pone en cuestionamiento nuestra visión antropocéntrica. A continuación, se señalan algunas pautas que pueden servir para clarificar algunos de los retos vinculados al cambio climático.

• Interconexiones y la necesidad de asumir un enfoque de sistemas: Los efectos de la pandemia por COVID-19 no se acotaron al sector salud, se extendieron a los sectores productivos -comercio mayorista y minorista, restaurantes y hoteles, turismo, construcción, transporte aéreo, etc.- y a sectores, como el educativo. La afectación de la actividad económica ha tenido como consecuencia la reducción de ingresos y la contracción del empleo; en países en desarrollo se espera una ampliación del sector informal, lo que repercutirá en el bienestar de las personas.

En materia educativa, el cierre de escuelas afectó gravemente la educación de millones de niños y niñas y adolescentes en todo el mundo, se habla de un rezago que llevará tiempo resarcir, y que, aunado con la situación económica, puede limitar las oportunidades de un amplio sector de la población. En el caso del cambio climático se tiene claro que los efectos previstos en ciertos sectores se extenderán a otros debido a la conexión que hay entre éstos, lo que hará más lento los procesos de recuperación. Cuando se analiza desde un enfoque de sistemas se entiende por qué es urgente tomar acciones estratégicas en mitigación y adaptación al cambio climático.

• Profundización de las desigualdades: La pandemia develó, como ningún otro problema, las enormes desigualdades que hay en el mundo. Esta emergencia sanitaria no afectó a todos por igual, hubo sectores que se vieron más desprotegidos y que tenían escasas opciones para responder de manera adecuada. Al igual que la pandemia, el cambio climático no afectará por igual, serán los países menos desarrollados y en específico, los grupos de población más vulnerables quienes se verán más afectados. El foco rojo se encuentra en comprender que los impactos del cambio climático agudizarán las desigualdades existentes, lo que tendrá severas consecuencias económicas y sociales, tales como mayor pobreza, mayores movimientos migratorios por cuestiones climáticas, inestabilidad política, entre otras.

• Incertidumbre: Otro aspecto que ha estado presente en la gestión de la pandemia ha sido la incertidumbre. En el inicio de la pandemia, las autoridades sanitarias desconocían muchos aspectos relacionados con la enfermedad generada por el SARS- CoV2, por lo que tuvieron que tomar medidas con poca información e ir ajustando conforme se tenía acceso a más y mejor información. En materia climática, se han modelado diversos escenarios que nos ayudan a visualizar lo que podría pasar dependiendo de cuánto se modifiquen las temperaturas y las precipitaciones o de cuánto aumente el nivel del mar, pero no se tiene certeza de la magnitud de los impactos debido a la no linealidad de sus efectos, y de las diferentes escalas temporales y espaciales en que se registren las alteraciones. Tampoco se tiene certeza sobre los efectos combinados a nivel de los subsistemas, o los bucles de retroalimentación. De aquí la importancia que los gobiernos incluyan el factor incertidumbre en el diseño de políticas públicas.

• Acción colectiva: En la búsqueda de soluciones para responder a la pandemia por COVID19, se pudo apreciar la relevancia de la acción colectiva en la investigación y el desarrollo de vacunas, donde la inversión financiera y la colaboración científica internacional fueron clave. (1)

En la agenda climática también es necesario propiciar la acción colectiva, no basta con que algunos países reduzcan sus emisiones cuando el resto no. Tampoco es una buena opción que solamente ciertos sectores se comprometan, en tanto que otros sigan actuando como si no existiera el cambio climático. Comprender mejor el desafío que enfrentamos es solamente una parte de lo que se requiere, también es necesario repensar nuestra forma de vida y cómo nos relacionamos con el planeta. Con el informe “Los límites al crecimiento” del Club de Roma publicado en 1972, se encendieron las alertas para señalar que nuestro modo de vida no era sostenible, que teníamos que corregir el rumbo. A pesar de ello, hemos actuado como si las afectaciones en el medio ambiente no tuvieran consecuencias en nuestra forma de vida.

En el último informe de Desarrollo Humano del PNUD 2020, se ha remarcado que los desequilibrios ambientales pondrán en riesgo los avances que se han alcanzado en materia de desarrollo, lo que no puede pasar desapercibido. Somos la última generación que puede hacer algo para contener el cambio climático y no lo estamos haciendo. Para enfrentar la crisis climática es urgente nuevo acuerdo global, donde pasemos de los discursos a los hechos, se active la acción colectiva, se promuevan mecanismos de cooperación a nivel global, se modifiquen los patrones de crecimiento y, en suma, se reconozca que necesitamos un cambio de paradigma.

(1) Los beneficios de esta acción colectiva no se extendió al acceso de vacunas. Los países de bajos ingresos han tenido dificultades para acceder a las vacunas y proteger a su población.

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