¿Cuál es el futuro de las lenguas indígenas en México? Algunas reflexiones de la dimensión de nuestra “riqueza lingüística”

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Israel Jurado Zapata

Investigador posdoctoral del PUEDJS-UNAM, director de Revista Tlatelolco, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

21 febrero, 2025

Desde hace veinticinco años se ha celebrado el “Día Internacional de la Lengua Materna”, el 21 de febrero, proclamado por primera vez por la UNESCO en el año 2000 y adoptado posteriormente por la Asamblea General de las Naciones Unidas, al considerar que dichas lenguas, referenciadas principalmente a los llamados “pueblos originarios”, comunidades indígenas, grupos nativos, poblaciones aborígenes o minorías étnicas, “son esenciales para la educación y el desarrollo sostenible, ya que constituyen el principal medio de transmisión de conocimientos y preservación de las culturas” (UN, s/f). No obstante, ante la vorágine de la “modernidad occidental” -como nos la explicó Enrique Dussel-, y la devastación cultural provocada por la colonización y la globalización capitalista, con acciones genocidas sobre el género humano y la diversidad sociocultural ¿Qué depara el futuro para las aproximadamente 8.324 (UN, s/f) lenguas del mundo?
La propia ONU ha reconocido que muchas de estas lenguas “corren el riesgo de desaparecer debido a la globalización y las transformaciones sociales” (UN, s/f), ante lo que plantea que son los sistemas educativos la clave para revertir esta tendencia hacia su desaparición y el marco para ejercer el “derecho a aprenderlas” como aspecto crucial para el aprendizaje, pues cuando los estudiantes aprenden en una lengua que entienden, muestran una mejor comprensión, compromiso y capacidad de pensamiento crítico (en lo cual subyace el proceso de colonización mediante la lengua materna). Más allá de esto, las lenguas maternas constituyen un factor fundamental de la identidad cultural y de la cohesión social, por lo que su preservación resulta de central importancia en aras de la construcción de “sociedades más inclusivas y equitativas” según agrega la organización multilateral.
Sin embargo, las naciones firmantes de estos posicionamientos e integrantes de este espacio “para el diálogo y los acuerdos internacionales”, no han hecho los esfuerzos necesarios desde la propia administración pública para revertir las condiciones materiales de subsistencia resultantes de aquellos procesos de colonización desarrollados durante cinco siglos en las regiones y territorios donde hoy se encuentra la mayor parte de esos hablantes de lenguas maternas, es decir, en el ahora llamado Sur Global; aunque ciertamente también están presentes en el Norte Global, donde la conquista del oeste en EE.UU., y la conquista de Siberia en Rusia pueden considerarse como casos paradigmáticos que redujeron a sus mínimas expresiones a poblaciones y culturas ancestrales de aquellas latitudes, llenos de recursos naturales y minerales que codiciaba el “desarrollo industrial capitalista”.
Así, mientras la ONU habla de “diversos esfuerzos” por preservar la diversidad lingüística, para salvaguardar el patrimonio cultural, y para impulsar el papel que juegan las lenguas maternas para la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, las políticas neoliberales han profundizado la situación de marginación y pobreza a que ya habían sido sometidos los pueblos originarios, la mayoría de las minorías étnicas y los grupos aborígenes, por las élites dominantes durante la consolidación de los Estados nacionales modernos. Los intereses del gran capital nacional y extranjero han prevalecido a dichos esfuerzos y a los intereses de supervivencia de las grandes colectividades subalternizadas por el sistema económico de explotación.
Aunado a ello, desde la postura unilateral de los miembros más prominentes de la ONU (por la posición que ostentan en la geopolítica mundial), la salvaguarda del patrimonio cultural se ha relacionado más con la mercantilización y la industria del turismo (donde el turismo cultural y de aventura han sido los principales beneficiarios); y la riqueza en biodiversidad existente en los territorios indígenas, hoy está más amenazada que nunca por la acción de la industria farmacéutica y las industrias extractivistas en materia de minería principalmente; de igual manera, se han venido instrumentalizando desde hace muchas décadas diversas políticas de aculturación con la promesa de acceder a mejoras en el estatus socioeconómico.
En suma, el sistema mundo-capitalista ha venido provocando una verdadera catástrofe sociocultural quizá sin parangón en la historia de la humanidad, en un proceso de dominación continua que cada vez se profundiza y convulsiona diferentes regiones del planeta. Ya el propio Adolfo Gilly señaló que “fue paralelo en muchas regiones el proceso de marginación y supresión de los idiomas locales y de unificación lingüística en el idioma del Estado nación dominante: así como el idioma oficial es el vehículo del mando y de los intercambios mercantiles y culturales en el espacio nacional-estatal” (2002, p. 27); aunque ello no significa que las comunidades de hablantes de lenguas maternas hayan estado pasivamente esperando su fin, el momento de su propia desaparición.
El sólo hecho de preservar una de estas lenguas en un medio local, regional y nacional tan adverso, es en sí una estrategia de resistencia y una muestra de dignidad. Por ello, agrega el autor: “…los idiomas regionales suelen ser los de la conspiración o de los “discursos ocultos” de los oprimidos”. (Gilly, 2002, p. 27). En este sentido, las lenguas maternas se han convertido también lenguas viajeras, pues son los idiomas de los migrantes, los que son despreciados por el Norte Global y exotizados para satisfacer una suerte de nueva construcción simbólica del otro subalternizado, del bárbaro que aùn subsiste en la era digital, del buen salvaje (que puede mantener este estatus mientras no se rebele en contra del proceso de expansión del gran capital). Por ello, podemos considerar que los países con mayor riqueza etnolingüística, también han sido los más saqueados por el sistema económico hegemónico.
México es uno de estos países. Se habla de la existencia de 68 agrupaciones lingüísticas dentro de las cuales se congregan 364 variantes lingüísticas, sello de nuestra riqueza cultural. Pero esto se puede considerar, como diría Silvia Rivera Cusicanqui: palabras que encubren, una violencia simbólica, un lenguaje que no revela, que no designa; se trata pues de un multiculturalismo oficial utilizado como mecanismo encubridor de nuevas formas de colonización (Rivera, 2010). Y es que, de esta riqueza que ha sido enarbolada tanto por los gobiernos neoliberales como por los dos últimos  gobiernos “posneoliberales”, hay que hacer diversas reflexiones para comprender otros ángulos de la realidad así encubierta con el discurso de la riqueza etnolingüística.
En primera instancia, todas estas lenguas indígenas atraviesan desde hace varias décadas por crisis y procesos de desaparición donde se pierden contextos de uso práctico, mientras que las nuevas generaciones ya no consideran necesario el aprender sus lenguas maternas, pues la autoadscripción étnica como criterio de identidad y pertenencia ya es criterio suficiente para que las instituciones gubernamentales consideren a los sujetos como indígenas y puedan recibir algún programa social. Aunado a ello, varias de estas agrupaciones lingüísticas representan pequeñas comunidades de hablantes, o bien, por su propia subdivisión en variantes dialectales, se atomiza al conjunto o agrupación, donde también se presenta la ininteligibilidad entre unas y otras, y a su vez, constituyen grupos de hablantes muy pequeños que de hecho están a punto de desaparecer por el relevo generacional. Cabe señalar que aquí las más afectadas son las agrupaciones de la familia lingüística Cochimí-yumana.
Otro elemento relevante es que gran parte de esta diversidad de variantes dialectales existente se debe al estado de marginación a que fueron orilladas las comunidades indígenas distribuidas en diferentes regiones del país (convirtiéndose en las llamadas “Regiones de refugio” que señaló Aguirre Beltrán), esto a causa de la persistencia de los cacicazgos regionales y a que tanto el Estado como la propia sociedad dominante, y los segmentos de sociedad aculturada y “no indígena”, mantuvieron la hostilidad en contra de sus culturas, tradiciones e dientidades, misma que se manifestó de diversas formas como la discriminación, los abusos de autoridad, la invasión y despojo de territorios, la explotación y el desprecio y la mofa normalizados.
Las condiciones históricas de pobreza a que fueron condenadas las comunidades de hablantes de estas lenguas son otro elemento de violencia estructural que sigue afectándolas aún hoy. A esto, hay que sumar los efectos que en sus territorios ha causado la acción de la narco-burguesía a través de algunos de sus tentáculos como los cárteles de la droga y los grupos del crimen organizado, con sus disputas territoriales, entre ellos y contra el propio Estado nación, con quien a veces se coluden o simplemente lo sustituyen, imponiendo la ley del imperio del terror y del crimen organizado, armado por la industria militar norteamericana principalmente, y alimentado tanto por la “racionalidad rectora” capitalista (como diría Wendy Brown), como por la corrupción inherente del sistema capitalista neoliberal.
Esto, entre muchos otros factores sociales, políticos y económicos que amenazan profundamente la paz y el tejido social de estas minorías étnicas, que afecta el simbolismo de sus tradiciones y expresiones culturales, y que socava el sentido profundo de su creación artística, también les impone la norma para la supervivencia: adaptarse a ese subsistema dentro del Estado, o huir hacia las “zonas de desarrollo industrial” donde muchas veces terminan en los cinturones de miseria de las grandes urbes y sometidos a esquemas de explotación y marginación permanentes. Con este tipo de fenómenos que azotan principalmente al Sur Global ¿Cómo se pretende preservar las lenguas maternas y los sistemas culturales en que se sustentan?
La ONU sigue señalando que “las lenguas, con sus complejas implicaciones para la identidad, la comunicación, la integración social, la educación y el desarrollo, tienen una importancia estratégica para las personas y para todo el planeta” (UN, s/f), aunque también reconoce que, debido a los procesos de globalización, cada vez están más amenazadas, o bien, desaparecen por completo. Así, advierte este organismo: “cuando las lenguas se desvanecen, también lo hace el rico tapiz de diversidad cultural del mundo. También se pierden oportunidades, tradiciones, memoria, modalidades únicas de pensamiento y expresión, recursos valiosos para garantizar un futuro mejor” (UN, s/f). Pero en la turbulencia de la modernidad digital actual, de alta demanda de la inmediatez y de consumo masivo de contenidos comerciales ¿a quién le importan estas pérdidas?
Según la ONU, “cada dos semanas desaparece una lengua y con ella se lleva consigo todo un patrimonio cultural e intelectual.” (UN, s/f). Frente a ello, ahora, la panacea ya no parece ser la interculturalidad, categoría que nunca cumplió las características de su propia definición y se utilizó nuevamente para encubrir procesos de aculturación y neo-colonización; sino el “multilingüismo”, considerado como un “factor esencial de la comunicación armoniosa entre los pueblos y facilitador de la diplomacia multilateral”, que favorece el diálogo, la tolerancia y el entendimiento (UN, s/f). Pero como se ha venido desarrollando el modelo político-económico del sistema mundo, y ante la distancia que los gobiernos progresistas de México han tomado de los movimientos indígenas radicales, podemos considerar que seguirán desapareciendo lenguas y variantes lingüísticas a menos que nosotros, la sociedad en su conjunto construyamos los mecanismos necesarios para reencontrarnos con estas lenguas y los pueblos que resisten dignamente mediante ellas.

Referencias

Gilly, Adolfo (2002a). El siglo del relámpago. Siete ensayos sobre el siglo XX. La Jornada Ediciones.
Naciones Unidas (s/f). “Día Internacional de la Lengua Materna. 21 de febrero”. Web, https://www.un.org/es/observances/mother-language-day
Rivera Cusicanqui, Silvia (2010). Ch’ixinakax utxiwa: una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Tinta y Limón.

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