Argentina: lecciones para los “progresismos” latinoamericanos

Mario Rafael Ocampo Juárez

Mario Rafael Ocampo Juárez

Politólogo egresado por la UAM-Iztapalapa. Aspirante a la maestría en Estudios Latinoamericanos por la UNAM, militante de la 4T y latinoamericanista convencido. Le gusta escribir y reflexionar sobre temas relacionados con América Latina, la izquierda, el marxismo y los movimientos sociales.

27 febrero, 2025

La llegada del ultraderechista Javier Milei a la presidencia de Argentina en el año 2023, fue un fenómeno que respondió a una serie de factores económicos y políticos, resultantes de una crisis estructural al interior de este país; ello, después de que el gobierno de Alberto Fernández fracasara en su intento por consolidar un proyecto popular y progresista, capaz de revertir las tendencias neoliberales. 

Repasemos un poco. Hablar de Argentina, no sólo es hablar de una de las principales economías latinoamericanas, sino también de un país atravesado por múltiples crisis económicas a lo largo de su historia. Como es consabido, es una economía dolarizada y quizás ello es lo que le ha generado no sólo las múltiples crisis económicas, sino también parte de la inestabilidad política gestada en los últimos años. 

Una de tales crisis (quizás la más profunda en el imaginario colectivo), fue aquella del año 2001, en la que se vivió un periodo hiperinflacionario (inflación de dos o más dígitos), que desembocó en una de las crisis políticas más trascendentales de los últimos años.  Bajo la consigna popular del ¡qué se vayan todos!, el proyecto neoliberal argentino de aquel entonces, encabezado por Fernando De la Rúa, colapsó al no saber cómo responder a la grave situación sociopolítica y económica.

Tras varios gobiernos interinos, en el año 2003 se dio el ascenso al poder de Néstor Kirchner, un peronista de antaño que prometía no sólo recuperar económicamente a su nación, sino también hacer justicia frente a los miles de abusos que quedaban pendientes por resolver como resabios de la dictadura militar en los años 70’. De hecho, parte de su agenda política contempló ejes fundamentales como la inclusión social, los Derechos Humanos y la ampliación de derechos sociales. 

Asumimos acá que el proyecto político que lideraron Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner se articuló sobre tres grandes pilares: “memoria, verdad y justicia”, “ampliación de ciudadanía” e “inclusión social”. Si la consecución del primero requirió un cambio drástico en la política de derechos humanos y en la visión de la “historia reciente” respecto de los gobiernos anteriores, y el segundo fue edificado por la extensión, la profundización y la creación de nuevos derechos civiles, sociales y políticos, el tercero estuvo ligado de manera directa a la política y los objetivos económicos. (Pucciarelli y Castellani, 2017, p. 104)

Así, este gobierno logró generar importantes avances en diversos ámbitos durante los cuatros años que abarcó su gestión, entre 2003 y 2007, de entre los que destacan: 

  1. Una mejora en la redistribución de la riqueza

  2. Política social enfocada en combatir la pobreza a través de programas sociales enfocados en los sectores más vulnerables

  3. Aumentos significativos a los salarios mínimos

  4. Agenda progresista en materia de DDHH y sociales

  5. Fortalecimiento del Estado y del sector público frente al mercado y al sector privado

Con este panorama, en el año 2007 Cristina Fernández de Kirchner asumió el poder para darle continuidad a la obra iniciada por su predecesor. Entre 2007 y 2015, la mandataria gobernó en dos ocasiones (2007-2011 y 2011-2015), buscando continuar con la agenda política de los últimos cuatro años. A todo este periodo se le ha conocido como “el kirchnerismo”, y marcó un hito importante tanto a nivel nacional, como a nivel regional, al ser parte de un proceso político latinoamericano denominado como el primer ciclo de los progresismos latinoamericanos, en el que líderes como Néstor o Cristina, estuvieron acompañados de otros gobiernos con signos ideológicos similares al de ellos, como lo fueron el caso de Lula da Silva en Brasil, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, etc. 

De acuerdo con Arellano (2022, p. 75): “Como primera ‘ola progresista’ se conoce el ciclo en que coincidieron en el poder diversos gobiernos identificados con el progresismo entre 2005 y 2015. Su antecedente inmediato es el ascenso del chavismo y la revolución bolivariana en Venezuela en 1999, el Partido de los Trabajadores en Brasil y el Frente para la Victoria en Argentina en 2003.”

Como ya se mencionó, el ascenso del kirchnerismo significó un hito político para las masas, tras generar importantes cambios en beneficio de las mayorías, de las poblaciones históricamente excluidas. No obstante, con el paso de los años y los diversos gobiernos, se hizo evidente que, a pesar de las mejoras en ciertas áreas como la economía o la política exterior, la estructura productiva heredada del otrora neoliberalismo no se modificó en lo sustancial con la llegada del kirchnerismo. Ello comenzaría a cobrar factura en el segundo mandato de Cristina Fernández (2011-2015), cuando el contexto económico internacional se tornó desfavorable para Argentina tras la caída del precio de las commodities, llevando al primer retroceso del kirchnerismo en el año 2015, con el triunfo electoral de Mauricio Macri, un empresario argentino con abiertas tendencias neoliberales.

En otros términos, una de las debilidades del proyecto kirchnerista fue que, a pesar de una prédica industrialista, no se propuso una planificación integral del desarrollo económico de largo plazo, lo que terminó por afectar la sustentabilidad del objetivo de inclusión social y, con ello, del propio proyecto político. Las derrotas electorales de 2013 y 2015 difícilmente puedan entenderse sin considerar esta situación. Podría decirse que, en materia económica, el kirchnerismo fue más reactivo que estratégico, a diferencia de otros planos de la acción de gobierno (de modo notable en el área de derechos humanos, por ejemplo). (Pucciarelli y Castellani, 2017, p. 104)

Tras cuatro años (2015-2019) de políticas económicas restrictivas y una clara agenda neoliberal en beneficio de las élites, grosso modo, el retorno de la derecha con el rostro de Mauricio Macri resultó ser un fracaso al no lograr resolver las problemáticas más apremiantes e inmediatas de la mayoría de los argentinos (con sus respectivos matices en el análisis). Tal situación generó que la sociedad volviera a darle un voto de confianza al kirchnerismo, encarnado ahora en la figura de Alberto Fernández, político de antaño del Partido Justicialista y antiguo funcionario de Cristina Fernández. De esta forma, en diciembre de 2019, oficialmente se daba el retorno del proyecto kirchnersita al poder, con nuevos y grandes retos, el principal de ellos, sacar adelante al país ante la crisis económica en que se encontraba.

El segundo problema era la herencia: el gobierno neoliberal de Mauricio Macri, primer intento serio de construir una derecha desvinculada del pasado militar y autoritario de las fuerzas conservadoras argentinas, fracasó en toda la línea. Luego de cuatro años en el poder, el presidente entregó un país en recesión (2,5% de caída del PIB en 2018 y 2,2% en 2020), con más pobreza (35,5%), una inflación de 53,8% y una situación financiera al borde del colapso: el peso se devaluó casi 550%, lo que obligó al gobierno a fijar controles de cambio y declarar un default parcial de la deuda (todas medidas que en teoría repudiaba). Pero el aspecto más gravoso era la deuda, que pasó de menos de 40% a más de 100% del PIB, con un cronograma de pagos catastrófico. (Natanson, 2021, p. 4-5)

Frente a un panorama externo con importantes triunfos de la izquierda a nivel regional, como el caso de México en el 2018 con Andrés Manuel López Obrador, o el de Perú en 2019 con Pedro Castillo, Argentina se sumaba al retorno de los progresismos latinoamericanos. Los retos para el gobierno de Alberto Fernández serían diversos y variados, desde el aspecto económico, político, cultural e incluso internacional. De hecho, pocos meses después de su triunfo, en el año 2020 la pandemia de Covid-19 sacudió por completo a la nación sudamericana, teniendo que implementar acciones insospechadas e inesperadas en medio de una situación de emergencia sanitaria.

La forma en cómo su gobierno abordaría la pandemia, sería crucial para su futuro político. A la distancia, quien escribe estas líneas, puede comentar que parte del fracaso de la gestión de Fernández fue causado por el inadecuado manejo respecto de dicha pandemia. En primer lugar, y de acuerdo con el autor Ezequiel Ipar (2023), los controles sanitarios impuestos por el gobierno fueron vistos por una parte de la población como una forma de autoritarismo, cuestión que la derecha supo catalizar a su favor. Empero, la pandemia también agudizó la crisis económica sufrida desde años atrás, y evidenció problemáticas como la precarización laboral, que contrario a disminuir, fue en aumento (Castro, 2023)

Para el 2023, último año de gestión de Alberto Fernández, sus niveles de aprobación cayeron de manera alarmante, y al no lograr responder de manera adecuada a las grandes problemáticas de la sociedad argentina, el kirchnerismo se debilitó aún más. Ante un escenario de tal envergadura, la figura de un personaje como Javier Milei comenzó a emerger en la arena política, dada la crisis institucional e ideológica del kirchnerismo, pero también de la derecha tradicional argentina. Milei se presentó como un candidato “outsider” o fuera del sistema, esto quiere decir, como alguien que no se ubicaba dentro del espectro político-ideológico ni de la izquierda ni de la derecha convencionales, y que, desde el inicio de su campaña, apeló a los sentimientos más exacerbados de la sociedad argentina frente a dos fenómenos: el kirchnerismo y la crisis político-económica. 

Impulsado por los medios de comunicación corporativos, el 10 de diciembre de 2023, Milei se convirtió en el nuevo Presidente de Argentina, tras derrotar en el balotaje al candidato del oficialismo, Sergio Massa. Desde entonces, ello ha conllevado a múltiples interrogantes sobre su gestión, pero también a diversos análisis de la misma. Algo que debe quedar claro, es que el ascenso de este personaje evidencia un desgaste de los gobiernos kirchneristas para presentar proyectos alternativos y para responder a las problemáticas más importantes de las y los argentinos. “La izquierda clásica en Argentina es débil. El kirchnerismo hegemonizó la política durante más de doce años y eso ya se agotó. Sigue siendo una corriente importante, pero genera más rechazo que apoyo, y el rechazo genera unión más que fragmentación.” (Stefanoni, 2023).

Por otro lado, a un año del gobierno de Milei, Argentina se encuentra en una situación económica y social aún más grave que la heredada por el gobierno de Alberto Fernández, producto de las políticas económicas neoliberales y los recortes al gasto público llevados a cabo en diversos sectores. Por añadidura, se ha generado una oleada de protestas e inconformidades de diversos segmentos poblacionales, cansados de no ver solución a la grave crisis económica, y primordialmente, de no ver una mejora en sus condiciones de vida. Un ejemplo claro fue la protesta de octubre de 2023 en defensa de la universidad y de la educación pública, donde miles de personas salieron a protestar contra el intento del gobierno de vetar una ley que buscaba mejorar el presupuesto para las universidades (Calloni, 2024).

Basta tener un poco de sentido común para saber que un gobierno como el de Milei no va a solucionar los graves problemas estructurales de Argentina, ya que su lógica de acción responde a intereses de clase de las burguesías tanto nacionales como extranjeras. La cuestión y crítica de fondo no es contra Milei en sí misma, sino contra las izquierdas, los progresismos y el kirchnerismo. Ante ello surgen varias interrogantes: ¿Por qué la izquierda argentina se encuentra debilitada? ¿El progresismo en este país realmente representó una alternativa o solución para las mayorías? ¿Estamos ante el fin del proyecto kirchnerista iniciado en el 2003? ¿Qué futuro le depara a la izquierda frente al escenario actual?

La primera lección para las izquierdas (independientemente de su filiación), es que si no se atacan y resuelven de raíz los problemas estructurales (principalmente los económicos), tarde o temprano, el retorno de las derechas se hará inevitable. En el caso estudiado, se puede constatar cómo a pesar de que el kirchnerismo logró mejorar las condiciones de vida de las mayorías, así como devolver al Estado su papel de preponderancia por encima del mercado, esto fue insuficiente en el momento en que no se atacó ni cambió la estructura productiva interna, y se mantuvo la tendencia al extractivismo y a la exportación de materias primas. Sin un motor industrial interno lo suficientemente fuerte, en cuanto el contexto externo se presentó adverso, la situación política interna también lo fue, lo que facilitó o ha facilitado el giro a la derecha.

Otro punto importante es el tema del caudillismo o de la dependencia hacia ciertos liderazgos y con ello la falta de renovación en los cuadros políticos. El hecho de que hasta hace pocos años (no más de 6 años), se hablara del regreso de Cristina Fernández como candidata presidencial, es sintomático de la ausencia de cuadros dirigentes en el kirchnerismo -y en caso de haberlos-, entonces es señal de una miopía institucional por parte de esos mismos liderazgos para entender el hecho de que si no hay una renovación en los cuadros políticos y administrativos, entonces no hay propuestas novedosas que respondan a las diversas exigencias o circunstancias que se presentan en toda coyuntura política. 

A nivel regional e incluso mundial, las izquierdas viven un momento de incertidumbre. En la actualidad parece concordar una cuestión: hay una crisis generalizada en las izquierdas. Para el caso que nos ocupa, que son los progresismos latinoamericanos, estos se han presentado como una alternativa en el horizonte político y en el imaginario colectivo; empero, sus propias limitaciones, desaciertos y contradicciones los han llevado a su retroceso. Aunque ya presenciamos una segunda ola progresista en la mayoría de las naciones latinoamericanas, no se debe dejar de lado que estos diversos gobiernos no están planteando propuestas diferentes a las ya aplicadas con anterioridad.

Con salvedades como el caso de Colombia con Gustavo Petro, que ha mencionado la importancia de ponerle fin al neoextractivismo y gestar un patrón de acumulación distinto (Redacción, 2024), no se visualiza un planteamiento político ni ideológico diverso en los hechos. Esto puede ser señal de que las discusiones teóricas están quedando de lado en pro de un discurso que llama a la inmediatez en la resolución de los problemas, pero que no observa la importancia de discutir y planear a largo plazo. Retomando al propio Stefanoni (2023), es preciso señalar que: “La izquierda debate menos de economía que en el pasado. Se pasó del economicismo al culturalismo. Hay muy poco discurso. Más allá de repetir consignas, no hay discusiones de fondo. Pero es cierto que es difícil pensar en reformas dentro de este capitalismo, tampoco es que sea culpa de la izquierda”.

En el panorama geopolítico que nos encontramos, resulta difícil por no decir imposible, salirse del marco de acción otorgado por el capitalismo como hegemón global. Pedirle a una nación que cree una ruta propia de acción alejándose del comercio exterior o de las alianzas políticas, es “suicidarse políticamente”. Eso se entiende con claridad, pero no por ello se debe de ocultar la siempre necesaria y pertinente autocrítica en el análisis y en la acción, más cuando se trata de proyectos políticos con miras a transformar la realidad. En ese tenor, si no se profundizan y/o actualizan ideológicamente los proyectos políticos de izquierda, el agotamiento o fracaso serán los hilos conductores que estos seguirán. 

Finalmente, la izquierda en general y los progresismos latinoamericanos en particular, tienen ante sí un panorama sumamente complicado, con un orden geopolítico multipolar y un país como Estados Unidos en decadencia como imperio. No existe ni se avizora en el porvenir inmediato un tópico capaz de superar al capitalismo como modelo hegemónico, pero lo que sí hay es una impostergable necesidad de replantear las alternativas existentes y modificar la teoría para transformar la realidad, porque como decía Lenin: “No hay teoría revolucionaria, sin práctica revolucionaria y viceversa”.

 

Bibliografía

Arellano, A. (2022). ¿Una nueva “ola progresista” en América Latina? Aproximaciones conceptuales y coyunturales. Astrolabio, 73-90.

Calloni, S. (03 de octubre de 2024). “Otra protesta contra Milei”. La Jornada. https://www.jornada.com.mx/noticia/2024/10/03/mundo/otra-protesta-contra-milei-1329

Castellani, A. y Pucciarelli A. (2017). Los años del kirchnerismo. La disputa hegemónica tras la crisis del orden neoliberal. Siglo XXI.

Castro Romero, D. (5 de septiembre de 2023). “Ante el crecimiento de la extrema derecha en Argentina ¿Por qué la izquierda no logra representar al malestar social? Página 12. https://www.pagina12.com.ar/584953-por-que-la-izquierda-no-logra-representar-al-malestar-social 

Natanson, J. (2021). Las batallas de Alberto Fernández. Nueva Sociedad, 4-11. https://nuso.org/articulo/las-batallas-de-alberto-fernandez/

Redacción Semana (23 de septiembre de 2024). “Petro se destapó con empresarios de EE.UU., habló de un nuevo modelo económico: pasar del extractivismo fósil a la producción”. Semana. https://www.semana.com/politica/articulo/petro-se-destapo-con-empresarios-de-ee-uu-hablo-de-un-nuevo-modelo-economico-pasar-del-extractivismo-fosil-a-la-produccion/202445/ 

Stefanoni, P. (2023). Pablo Stefanoni: “Buenos Aires con Milei se convertirá en una meca para las derechas radicales” / Entrevistado por Héctor Ferreiro. elDiarioAR. Pablo Stefanoni: “Buenos Aires con Milei se convertirá en una meca para las derechas radicales” – elDiarioAR.com

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

7 − 3 =