El pragmatismo político en Morena durante su tránsito de “partido de oposición” a “partido en el gobierno”

Pablo Carlos Rojas Gómez

Pablo Rojas

Investigador posdoctoral del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS-UNAM). Doctor en Estudios Latinoamericanos y en Ciencias Políticas y Sociales. Profesor de la UNAM y la UNRC.

3 julio, 2025

El respaldo que Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) dio en la Cámara de Diputados al exgobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco, y la repartición de candidaturas que su cúpula dirigente hizo a muchos cuadros políticos recientemente separados de su militancia en el “PRIAN” (como se le suele denominar a la “alianza” entre el Partido Revolucionario Institucional-PRI y el Partido Acción Nacional-PAN), actores que por ello son denominados como “chapulines” (bautizados así en la jerga política por saltar de un partido a otro); ha generado un gran malestar e indignación entre militantes y aún en algunas dirigencias dentro este partido. 

Esto ha suscitado un debate muy relevante acerca del pragmatismo político reproducido como una práctica dentro del ahora partido gobernante (Morena), que hasta hace algunos años despotricaba contra las oligarquías y la clase política del PRIAN enquistada en el poder, pero que hoy pacta con ellas. En este sentido surgen las siguientes interrogantes: ¿A qué se debe el giro pragmático de Morena? ¿La incorporación de cuadros del PRIAN se debe exclusivamente a un acto de renuncia de sus principios fundamentales, como no engañar al pueblo? Trataré de plantear algunas reflexiones para proponer las respuestas. 

Desde 2018, Morena ha iniciado un proceso de reconfiguración acelerada, pues, desde su llegada a la presidencia con Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pasó de ser un partido de oposición a ser un partido en el gobierno en tan solo cuatro años de existencia. Eso cambió todo: desde entonces, se alejó de su postura más centrada en sus principios ideológicos fundacionales y se acercó a un nuevo pragmatismo cuyo objetivo fue sostener la gobernabilidad y la estabilidad política del país. 

Podemos considerar que la profundización del pragmatismo como directriz orientadora comenzó como práctica “oficial” en Morena desde que López Obrador asumió que el bloque político-económico dominante en el país, no permitiría su llegada sin antes establecer una “moderación” en su proyecto. Para consensuar con diferentes grupos político-económicos, AMLO atrajo personajes provenientes de distintos bloques, entre los que se puede mencionar a Manuel Bartlett (quien fue exsecretario general del PRI, y que, como secretario de gobernación de Miguel de la Madrid, estuvo encargado del fraude electoral de 1988). 

También se invitó a personajes como Germán Martínez (integrante del PAN y exsecretario de la Función Pública con Felipe Calderón; Manuel Espino, expresidente del PAN durante los gobiernos de Fox y Calderón); Carlos Urzúa (académico comprometido con la ideología neoliberal y proempresarial); Esteban Moctezuma Barragán (expresidente de Fundación Azteca y empresario muy cercano a Ricardo Salinas Pliego); María Lilly del Carmen Téllez (comunicadora de Televisión Azteca), entre otros. 

Aunque la victoria de AMLO en 2018 no se explica solamente por este pragmatismo y acercamiento al bloque político-económico dominante,(1) lo cierto es que su puesta en práctica sí fue decisiva para que el gran empresariado optara por flexibilizar su postura y “permitiera” la llegada de la izquierda institucional al gobierno en aquel que constituyó su tercer intento por ganar los comicios. Gracias a esto, magnates como Carlos Slim optaron por respaldar al tabasqueño AMLO (Nación 321, 2019) y participar, inclusive, en múltiples eventos de apoyo a nueva candidatura presidencial.

Luego del triunfo electoral de 2018, Morena entró en una fase de reorganización que culminó finalmente con la llegada de Mario Delgado a la dirigencia del partido, esto, a partir de una encuesta y no de las asambleas entre las bases militantes morenistas, como se habían tomado decisiones políticas en sus primeros años. Podemos considerar que, con Delgado al frente, Morena incrementó exponencialmente la incorporación de personajes del bloque político dominante, particularmente “chapulines” del PRIAN. 

En las elecciones de 2021, de 15 estados que se sometieron al proceso, en ocho Morena colocó a expriistas y expanistas en las candidaturas a gubernaturas, entre los que destacaron Clara Luz Flores (en Nuevo León), Mónica Rangel (en San Luis Potosí), Lorena Cuéllar (en Tlaxcala) y Miguel Ángel Navarro (en Nayarit). Además. Otros personajes que entran en esa categoría como Layda Sansores, David Monreal y Alfonso Durazo ya se habían agregado a las filas de Morena desde tiempos de AMLO, y por eso, no fue extraño que también recibieran candidaturas en Campeche, Zacatecas y Sonora respectivamente. 

Este tipo de designaciones a cargos de elección popular también se ha replicado “indiscriminadamente” a nivel de presidencias municipales, alcaldías, diputaciones federales y locales, y senadurías, como puede apreciarse en los nombramientos realizados durante los últimos años de la gestión de AMLO al frente del ejecutivo, y en las múltiples quejas y protestas de militantes morenistas de todo el país (Convención Nacional Morenista, 2022). 

El pragmatismo que incorporó a los chapulines se justificó diciendo que las “fuerzas políticas” de esos personajes podrían garantizar victorias electorales, lo que, de hecho, no fue cierto, pues muchas de las candidaturas así designadas perdieron las contiendas frente a los candidatos de oposición. Por ello, considero que en el fondo, ese pragmatismo se utilizó para “cumplir acuerdos políticos inconfesables”, negociar intercambio de votos en los parlamentos o para desfondar al PRIAN a través de incorporar a sus cuadros en las filas morenistas. 

Aunque quizá lo más preocupante de todo este proceso es que las protestas de las bases militantes del partido Morena, fueron invisibilizadas, acalladas o sencillamente censuradas, por ejemplo, a partir de chantajes de índole económico pues, muchos de esos militantes partícipes de la disidencia, ahora dependían de su salario en estructuras gubernamentales u ostentaban algún cargo burocrático. Por ello, la protesta podía costar el aislamiento político o inclusive la estabilidad laboral y el empleo, como siempre ha ocurrido en este tipo de casos en medio del corporativismo mexicano. 

Frente a ello, así, como han señalado anteriormente Richard Katz y Peter Mair (2022), una cosa es el partido cuando se encuentra en la oposición y otra muy diferente el partido cuando ya se encuentra en el gobierno, en posiciones de poder. Así, la conversión pragmática no consiste en un simple cambio voluntario, pues la renuncia a los antiguos principios partidistas y la práctica de otros “nuevos” tiene que ver con la modificación en la postura ideológica dentro de las dirigencias, con la composición de militantes y con la propia dirección de los partidos políticos. Aquí, la crítica al gobierno en turno resulta irónicamente difícil, sobre todo cuando proviene de sus propias filas pues, la manutención de la “estabilidad” y de la “gobernabilidad” se vuelven prioridad central para que la dirigencia logre conservar el poder. 

Hasta aquí, hay que considerar que el Estado capitalista, tal y como está estructurado en la actualidad, opera bajo parámetros burgueses de la política, lo cual quiere decir que, lejos de entrar en conflicto con las burguesías y las distintas clases y facciones dominantes, se procura mantener una relación cordial y estrecha entre ellas pues, los potenciales conflictos que de allí pueden derivar (disputas entre las propias cúpulas del poder) podría decantar en una campaña intensa del poder económico y conservador contra el grupo gobernante hasta derrocarlo, someterlo o derrotarlo electoralmente como ha ocurrido en países como Argentina, donde feneció la izquierda kirchnerista frente a Milei. 

Sin embargo, es importante reconocer que las izquierdas que entran a la disputa del poder político y del Estado, a la pugna por el ejercicio de gobierno y el correcto funcionamiento de la institucionalidad, se encuentran en posiciones de desventaja ante un campo que ha estado “vetado” para las clases populares y la disidencia de izquierda; es decir, que les ha marginado de la toma de decisiones. El Estado capitalista está configurado para reproducir las relaciones capitalistas en las que se producen las condiciones de vida (Poulantzas, 2012), por eso, creer que con la llegada al gobierno de un proyecto político de “izquierda” basta para realizar transformaciones, es llanamente ingenuo. 

Conducir al Estado implica lograr negociaciones con diferentes poderes fácticos y, sobre todo, acatar las reglas prediseñadas por las clases dominantes, afinadas y afianzadas durante años de políticas neoliberales, que han logrado instrumentalizar al poder político en beneficio del poder económico. En ese sentido, la gobernabilidad está dada en el marco de la política capitalista, lo que quiere decir que, para generar consensos y establecer una conducción estatal, a los grupos gobernantes les resulta indispensable pactar y subordinarse al poderío del gran capital dominante. 

Dicho más claramente: el pragmatismo de Morena en el gobierno responde a que, de ser un partido opositor pasó a ser un partido en el gobierno, conversión que le ha llevado a apropiarse de un nuevo “ropaje” para mantener, no la estabilidad de un partido, sino la gobernabilidad del Estado mexicano. De esta forma, podemos considerar que en el fondo, los gobiernos morenistas no eligen cuál es el camino a seguir, pues los caminos ya están hechos desde tiempo atrás, es decir, las formas de negociación a nivel de las cúpulas políticas y empresariales, y de negociación con los poderes fácticos.

Por ello, crear un “camino nuevo” implicaría reformular lo heredado, reformular todo desde la raíz, y esa es una tarea más ardua que solo seguir órdenes y reproducir los esquemas prediseñados, pues implicaría apelar a la movilización de las clases dominadas, en vez de solo disciplinarlas y subordinarlas en torno a la unidad del Estado en turno.

Conclusiones

Como pudo apreciarse en este breve ensayo, una de las explicaciones centrales del nuevo pragmatismo de Morena es su “conversión” pragmática, pues pasó de ser un partido de oposición a un partido en el gobierno. Comprender este proceso es clave, ya que se pueden asumir posturas más críticas ante lo que ocurre al interior de este partido-movimiento. Así, al momento de tomar las riendas del gobierno (en el marco de este Estado capitalista burgués), se terminaron reproduciendo prácticas de la política capitalista burguesa, lo que implica, hacerse responsable de sostener la gobernabilidad y estabilidad del bloque dominante y las clases que le conforman. En este sentido, los gobiernos de Morena han buscado congraciarse con la gran burguesía, a través de incorporar a miembros de sus partidos políticos en los nuevos espacios de gobierno y mantener así protegidos sus intereses económicos. 

En política hay un dicho muy famoso que versa: “nadie puede comerse solo el pastel, por eso hay que repartirlo”. Eso es justamente lo que ha hecho Morena para mantener una “gobernabilidad” y lograr el apoyo del bloque dominante, optando por ceder parte de sus principios fundacionales y de su ideología, apostando por un pragmatismo que le permita apoyar a aquellos personeros de la política que aún guardan la simpatía o sirven al gran poder económico nacional e internacional. Al final, esos políticos del PRIAN incorporados no son “cascajo” si se les recicla, se limpian y se les pone nuevamente en circulación con un nuevo uniforme “más legítimo” en términos políticos, como aún lo es portar los colores de Morena, pero ¿Hasta cuándo subsistirá dicha legitimidad con tales prácticas? 

Notas

1.- Existen además otros elementos explicativos como la crisis del Estado neoliberal, que se profundizó con el descontento social ante la violencia, la corrupción y los gastos onerosos de la clase política; y la movilización popular propia de un largo ciclo de impugnación al neoliberalismo.

Referencias

Convención Nacional Morenista (2022). “Pronunciamiento de la Convención sobre la Convocatoria para Aspirantes al Congreso de la Unión” en Convención Nacional Morenista. https://morenademocracia.mx/pronunciamientos-convencion/pronunciamiento-de-la-convencion-sobre-la-convocatoria-para-aspirantes-al-congreso-de-la-union/ 

Katz, R. y Mair, P. (2022). Democracia y cartelización de los partidos políticos. Catarata.

Nación 321 (2019). “5 veces que a Carlos Slim le llegó el ‘AMLOve’”. Nación 321. https://www.nacion321.com/gobierno/5-veces-que-a-carlos-slim-le-llego-el-amlove/ 

Poulantzas, N. (2012). Poder político y clases sociales en el Estado capitalista. Siglo XXI.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

four × 3 =