Directora del centro de análisis de relaciones internacionales, Mira: Feminismos y Democracias (antes: Programa de las Américas). Politóloga, comunicadora binacional y Coordinadora de Conocimiento en Asociadas por lo Justo.
Donald J Trump no sólo ha ganado la elección presidencial de EEUU frente a su rival demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris, sino que ha ganado todos y cada uno de los 7 estados “bisagra” en juego (Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Arizona, Nevada y Georgia), ha arrasado en el Colegio Electoral con 312 a 226 votos, y el partido republicano ha ganado la Cámara de Representantes y el Senado. Los republicanos cuentan además con 27 gobernadores, frente a los 23 de los demócratas. Con los conservadores en control de la Corte Suprema y de tribunales claves en todo el país, hay muy pocos contrapesos al poder de Trump para los próximos cuatro años.
Pero la política estadounidense sigue estando muy dividida. A día de hoy, según el Cook Political Report, Trump no ganó la mayoría del voto popular, aunque gana a Harris con un 49.8 por ciento frente a un 48.2 por ciento. En el perverso sistema democrático estadounidense, en los últimos tiempos dos candidatos republicanos, incluido Trump en 2017, han accedido al poder habiendo perdido el voto popular.
La primera pregunta que se hacen los observadores fuera de Estados Unidos es: Dado que el candidato es un delincuente sexual condenado con múltiples acusaciones pendientes, declarado culpable de 34 delitos graves de falsificación de cuentas comerciales, y un incitador al odio que ha arremetido contra importantes sectores de la población, entre ellos mujeres, mexicanxs, migrantes no-blancos en general y musulmanes, entre otros, ¿por qué casi 77 millones de ciudadanos estadounidenses le votaron por él?
El análisis de la votación, basado en encuestas a pie de urna y en datos preliminares, ofrece pistas sobre el significativo giro a la derecha que se ha producido en Estados Unidos. Aunque hubo muchos elementos implicados, cuatro factores explican el atractivo de Trump para los votantes: la inflación, el patriarcado, el racismo y el malestar nacional. Todos ellos se vieron amplificados por los mensajes agresivos en los medios comerciales y sociales, incluidos los insultos y las mentiras, y la construcción de un amplio y movilizado movimiento de base de extrema derecha que comenzó antes y perdurará después de las elecciones.
1) La inflación es el índice macroeconómico que impacta más directamente a los hogares de los sectores de ingresos medios y bajos. La campaña de Trump culpó de la inflación a la administración Biden, aunque en gran parte fue causada por la pandemia y Biden redujo la inflación del 7% en 2021 al 2,6% en 2024. No obstante, la mayoría de los votantes declararon estar en peor condición económica que en 2020 y la economía fue el tema que más influyó en el voto para la mayoría de la población.
2) El factor patriarcado incidió fuertemente en los resultados y ha sido poco analizado. Hubo una brecha de género de 10 puntos en el voto presidencial, con Trump llevándose el 55% del voto masculino. Su campaña cultivó esta base, movilizando el voto masculino en mensajes específicos. Aunque la brecha de género no es mayor que la preferencia de los hombres por los republicanos en las últimas décadas, Harris esperaba compensarla obteniendo mayor parte del voto femenino, debido al apoyo generalizado al derecho al aborto. Acabó 3 puntos por debajo del porcentaje que obtuvo Biden en 2020, según algunos sondeos porque muchas mujeres la consideraban débil para presidir la nación. Las mujeres, que a menudo gestionan los presupuestos domésticos, también citaron la inflación como razón para votar republicano. El racismo y las posturas supremacistas blancas y antiinmigrantes de Trump también influyeron, ya que la mayoría de las mujeres blancas votaron a Trump. El padre de Harris es negro y su madre de la India.
La brecha de género fue aún más notable entre los jóvenes y los hombres latinos. El 54% de los hombres latinos votaron a Trump, pero solo el 37% de las mujeres latinas. Biden venció a Trump entre los hombres latinos por 23 puntos en 2020; en 2024 Trump venció a Harris entre los hombres latinos por 10 puntos, un vuelco de 33 puntos. Los llamamientos abiertamente sexistas de la campaña de Trump se centraron en reforzar los roles y estereotipos sexuales tradicionales -atacando a Harris como demasiado débil para enfrentarse a líderes mundiales, posteando mensajes que insinuaron abiertamente que Harris alcanzó el poder político ofreciendo favores sexuales, promovieron el patriarcado disfrazado como «valores familiares», atacaron a los derechos trans y LGBTQ+ y dirigieron mensajes machistas hacia los hombres. La estrategia funcionó. También entre los hombres jóvenes de 18 a 29 años, quienes votaron a Trump en un 55%, frente al 41% de las mujeres jóvenes.
3) El uso de la inmigración como tema de cuña con fuertes tintes racistas repite la estrategia de la derecha en 2016 y 2020. Trump y sus partidarios utilizaron mentiras descaradas para inflar el número de trabajadores indocumentados en Estados Unidos, proyectar la imagen de una «invasión» incluso cuando las detenciones fronterizas han disminuido, y aprovechar los temores supremacistas blancos al «reemplazo» y la inseguridad laboral.
4) Harris cargó con el 57% de desaprobación de Joe Biden, por la inflación nacional, las guerras en Gaza y Ucrania, su evidente deterioro cognitivo, y la «invasión» fronteriza inventada por la derecha. Más allá de estas razones, la campaña de Trump también aprovechó algo más profundo. Su victoria en los estados obreros de Pensilvania, Michigan y Wisconsin se basó en inseguridades reales y en el descontento con el sistema.
El senador independiente Bernie Sanders fustigó al partido demócrata por abandonar a la clase trabajadora, provocando que la clase trabajadora lo abandonara a él. «Mientras los líderes demócratas defienden el statu quo, el pueblo estadounidense está enfadado y quiere un cambio. Y tienen razón», dijo en una entrevista posterior a las elecciones. Sanders citó los miles de millones gastados en las guerras de Gaza y Ucrania, el fracaso en abordar la desigualdad de la riqueza, el empeoramiento del nivel de vida y el alto costo y la baja calidad de la atención médica. A final de cuentas, el movimiento a la derecha del Partido Demócrata lo dejó en el centro del mapa político cuando el centrismo fue lo que menos deseaba la población.
Marco Castillo, de Global Exchange, cita también una razón estructural que tiene que ver con el rechazo al neoliberalismo en todo el continente. Los demócratas siguen apoyando un sistema que ha fallado a la población. Aunque candidatos de derechas defienden versiones extremas del capitalismo–desde el anarcocapitalismo de Milei hasta la versión basada en la corrupción de Trump–hablan de cambio y utilizan una retórica anti-sistémica. Trump pintó un panorama sombrío de «América» en 2024 y eso resonó en millones de votantes. Se animó a los votantes a ver el presente como caótico y amenazador para que Donald J. Trump -un producto del sistema- pudiera llegar como el salvador.
Existe un consenso internacional de que México será la nación extranjera más afectada bajo la segunda presidencia de Trump. Las políticas draconianas en materia de inmigración, delincuencia, proteccionismo, ataques de extrema derecha a las izquierdas y misoginia rampante tendrán un impacto directo en la relación binacional.
En el tema de la inmigración y la frontera, a cargo de la nominada por Trump para Secretaria de Seguridad Nacional, la gobernadora de Dakota del Sur Kristi Noem, se propone medidas de deportación masiva, cuasi-cierre de la frontera y denegación del derecho de asilo. Noem envió cinco veces a la Guardia Nacional estatal a la frontera para apoyar al Gob. Greg Abbott de Texas. Ella estará bajo la dirección del asesor Stephen Miller, conocido estratega antiinmigración. Trump nombró «zar de la frontera» a Tom Homan, ex policía y agente de la Patrulla Fronteriza. Homan fue jefe interino del ICE de la línea dura y quien inició el programa de separación de familias en el primer gobierno de Trump.
Trump y su equipo han sido imprecisos en cuanto a la magnitud de las deportaciones que afectarán a las comunidades, economías y familias estadounidenses en los próximos años. El Consejo Estadounidense de Inmigración estima que el costo de una campaña de deportación masiva que afecte a los 13 millones que se calcula que hay en el país ascendería al menos a 315 mil millones de dólares. Dependiendo del alcance de la deportación, México podría perder parte de sus remesas, que ascendieron a 63 mil millones de dólares en 2023.
Se aumentará la presión sobre México para que restablezca algún tipo de programa de Quédate en México y que reciba a las personas expulsadas de Estados Unidos. En el marco del programa «Quédate en México», 72,000 solicitantes de asilo fueron devueltos a México, mientras que unos 450,000 fueron expulsados bajo el Título 42. El gobierno Biden-Harris no desmanteló estas estructuras, por lo que Trump controla ahora una vasta infraestructura para la represión de las personas migrantes. Mientras tanto, continúan los flujos migratorios desde Centroamérica, Cuba, Venezuela y una creciente lista de naciones.
México también se enfrentará a una mayor presión para intensificar la guerra binacional contra las drogas. Esta guerra, que cobra miles de vidas cada año y ha dejado más de 115,000 personas desaparecidas ha sido denunciado en ocasiones por el gobierno mexicano correctamente como ineficaz, contraproducente e intervencionista. El gobierno de AMLO puso fin a la Iniciativa Mérida y suscribió el Acuerdo Bicentenario, supuestamente para cambiar el enfoque hacia la salud pública.
Sin embargo, bajo los dictados de Estados Unidos y en el contexto de la epidemia de fentanilo en este país, las estrategias centrales como la estrategia de eliminación de capos de la DEA, nunca cambiaron y la violencia continuó. Es probable que las amenazas machistas de Trump de invadir con las fuerzas armadas, bombardear los laboratorios mexicanos de drogas y tomar represalias económicas no se lleven a cabo, pero la presión sobre México buscará una mayor presencia estadounidense en territorio para aplicar las mismas estrategias fallidas, con el grave riesgo de una escalada de violencia en nuestro país.
Por último, la amenaza de imponer aranceles a los productos con componentes chinos o por no aplicar a la letra la política estadounidense en materia de drogas e inmigración puede perturbar gravemente los planes económicos mexicanos. Este es otro ámbito en el que puede haber una distancia considerable entre la retórica y la realidad, sobre todo porque Trump no puede arriesgarse a disparar la inflación después de ver el poderoso tirón populista que tiene en las urnas. Sin embargo, México debe prepararse para negociar, responder y blindarse contra este tipo de medidas.
El dicho «Cuando una puerta se cierra, otra se abre» no es sólo una frase vacía para consolarnos en tiempos difíciles. Hay importantes oportunidades para México y el gobierno de Sheinbaum en la segunda presidencia de Trump.
En primer lugar, la mayor hostilidad y amenaza de Estados Unidos, particularmente de aranceles, debe acelerar un proceso de diversificación, abastecimiento y desarrollo de mercados internos, e integración Sur-Sur. El gobierno de AMLO promovió estas políticas esporádicamente y ahora es el momento de llevarlas a un plan económico coordinado de mediano plazo. Mientras Trump amenaza con imponer aranceles a los automóviles y otros productos bajo sus políticas de América Primero, México puede corresponder con medidas parecidas, un derecho de los países en desarrollo que fue ignorado en el TLCAN y el TMEC. El anuncio de doblegarse antes de la toma de posesión con la sustitución de componentes chinos es el camino equivocado.
El gobierno de Sheinbaum debe reevaluar su actual compromiso con el nearshoring como el futuro económico de México. En primer lugar, una planeación económica inteligente debe tomar en cuenta los riesgos de corto plazo de medidas de castigo y comportamiento errático, incluyendo violaciones a tratados, del gobierno bravucón de Trump. En segundo lugar, están los riesgos a largo plazo de depender de Estados Unidos, dado el deterioro del liderazgo estadounidense en la economía mundial a medida que avanza la desdolarización en muchas partes del mundo y otras economías se organizan independientemente del control hegemónico de los Estados Unidos. Es el tiempo para fortalecer una economía multipolar. Los organismos sur-sur latinoamericanos, en particular la CELAC, pueden y deben fortalecerse en este contexto.
México no debe caer en la retórica de la guerra fría ni en la inminente guerra comercial promovida por Trump, Rubio y otros halcones anti-chinos. Ofrecer a México como la alternativa anti-China acabaría desestabilizando a México económica y políticamente, aumentaría la dependencia hacia un EE.UU. inestable, y crearía tensión en las relaciones regionales y globales.
En cambio, una estrategia económica equilibrada a largo plazo optimizará y aumentará las fortalezas de México. Es imperativo reconsiderar la negativa de México a unirse a los BRIC. El FMI afirma que en los próximos cinco años, los países BRIC serán el principal contribuyente al crecimiento mundial. Sheinbaum anunció que México no se unirá a los BRIC, en deferencia a su principal aliado comercial y de inversión, Estados Unidos. Dar la espalda a las economías emergentes y profundizar la dependencia de la economía estadounidense controlada por un Trump avaro y sin escrúpulos sería un error estratégico muy costoso para México.
México puede utilizar estratégicamente su poder como principal socio comercial de EE.UU. para exigir reciprocidad en la renovación del TMEC y no caer en la provocación de las amenazas comerciales. En efecto, los aranceles pueden causar daños, pero si México cuenta con estudios de escenarios detallados y planes para predecir, evaluar y reducir los daños, podrá aguantar las presiones, sobre todo porque hay intereses estadounidenses que también se verían afectados negativamente. Será clave establecer alianzas con los sectores afectados en Estados Unidos como ha ocurrido en otros casos de restricciones a la importación y amenazas arancelarias, cuando importadores, empresas colocadas en las cadenas de suministro, y consumidores de la economía estadounidense se han unido a las protestas. A pesar de las obvias asimetrías, México no es una víctima, es un poderoso aliado y debe negociar desde esa posición.
El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, tiene experiencia negociando con Trump y comparte un enfoque político transaccional que puede ayudar a México a navegar la tormenta. Por el lado negativo, Ebrard ha jugado a la amistad con un líder global que representa el avance de políticas autoritarias, imperialistas y racistas que son la antítesis de los valores de la mayoría de los mexicanos. También ha mostrado una tendencia a sacrificar los derechos humanos por un acuerdo. Ninguna de estas estrategias conciliadoras producirá resultados éticos o positivos a largo plazo. México puede negociar basándose en sus puntos fuertes, conservando sus valores y a la vez dimensionando el desequilibrio de poder y la vulnerabilidad que tiene frente a Estados Unidos.
En materia de inmigración, México debería asumir el liderazgo en una política de inmigración racional y basada en los derechos humanos. Trump ha amenazado con represalias por cualquier política que no sea la línea dura de contención de la inmigración. Quizás no será posible alejarse de eso de la noche a la mañana. Sin embargo, hay medidas importantes que México puede llevar a cabo, incluyendo un programa robusto para la reintegración de inmigrantes deportados y políticas para los migrantes retornados que reconozcan su contribución a la economía. Hay que facilitar la documentación para que la niñez se reincorpora a la escuela, lxs trabajadores vuelvan al trabajo y no haya obstáculos a la repatriación de sus bienes.
Aún si las políticas de contención no pueden revertirse, pueden desmilitarizarse y complementarse con medidas para: acelerar la integración legal de quienes buscan asilo aquí, emitir visas humanitarias para un tránsito seguro y permisos de trabajo para quienes esperan ser procesados, y proporcionar la infraestructura necesaria para garantizar las necesidades básicas y la seguridad de las familias migrantes. La reducción del presupuesto del COMAR y el nombramiento de Sergio Salomón Céspedes frente al Instituto Nacional de Migración no son buenos augurios para un cambio en las políticas migratorias subordinadas que caracterizaron el gobierno anterior.
La administración Trump exigirá el retorno de alguna forma de “Quédate en México”. México debe hacer valer su derecho a controlar sus fronteras y aceptar el retorno de migrantes de otros países sólo con garantías de reciprocidad y apoyo para garantizar su trato humanitario en los términos de los convenios internacionales. La reciente amenaza de Trump de utilizar el ejército en la frontera con México ha causado rechazo incluso dentro del Pentágono. También en este caso, la legislación estadounidense y las presiones internas serán una barrera contra algunas de las propuestas más extremas de Trump, incluso antes de que se apliquen y afecten negativamente a México.
También es probable que Trump busque acuerdos de Tercer País Seguro en el continente como lo hizo cuando firmó esos acuerdos en 2019 con Guatemala y El Salvador. Las naciones centroamericanas serán presionadas para detener la migración, pero es muy poco probable que el nuevo gobierno de Estados Unidos dirija fondos para atender las causas. Su estrategia seguirá siendo la externalización de sus fronteras, violando la soberanía nacional de otras naciones. México debe liderar el análisis y solución de las causas profundas promoviendo y construyendo sobre acuerdos y propuestas regionales.
En seguridad, la amenaza de Trump y de los miembros de su gabinete de invadir, bombardear o castigar de cualquier otra forma a México por su «debilidad» a la hora de enfrentarse a los cárteles debe ser denunciada por lo que es: un farol para encubrir el atroz fracaso de Estados Unidos a la hora de controlar el crimen, la corrupción, y la epidemia de muertes por sobredosis dentro de sus propias fronteras. Ceder a las presiones para reforzar la fracasada guerra bilateral contra las drogas aumentará la violencia y la fuerza de los cárteles en México.
Finalmente, una estrategia basada en apaciguar a Donald Trump sería facilitar la expansión del fascismo y aislar a México en el mundo. Mientras el gobierno de Trump se muestra como un violador global de los derechos humanos, México puede ser un ejemplo. Nuestro país ahora lidera en garantizar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres– los estados deben garantizar las estructuras legales para culminar este proceso. Como se ha señalado anteriormente, México también puede hacer mucho más para respetar los derechos humanos de los migrantes y reconocer y aprovechar los beneficios de la migración.
A medida que la desigualdad de riqueza se profundiza en Estados Unidos con los recortes fiscales de Trump a los súper ricos, México también puede demostrar los beneficios de la redistribución de la riqueza y el respeto de los derechos sociales y económicos. En lugar de aceptar el racismo, la misoginia y el odio de Trump como la normalidad, México podría mostro otros valores, desde la sociedad civil hasta el gobierno. No es optimismo—la realidad es que el gobierno mexicano sigue violando los derechos de los pueblos indígenas, tolerando la violencia de género, dañando el medioambiente y participando en la corrupción y la violencia. Sin embargo, es tiempos oscuros hace falta trazar otro camino y optar por un cambio aun cuando se ven pocas posibilidades.
Todo esto requiere la coordinación de todo el gobierno para desarrollar planes y respuestas a escenarios específicos basados en las acciones probables del gobierno de Trump. También requiere la participación activa de una ciudadanía informada con espacios civiles para incidir y construir. La sociedad civil organizada fue tratada con demasiada frecuencia como un impedimento para el cambio durante el último de AMLO. Ahora deberá ser el mayor aliado del gobierno, para crear un México fuerte y unido, capaz de asumir el reto de enfrentar un gobierno de Trump desde una postura de principios y una visión de largo plazo centrado en los derechos humanos y el bien común.
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Una respuesta
Excelente artículo. Estamos sumamente preocupados por las políticas económicas, y sociales-antimigratorias de D. T. Es muy importante difundir entre la población el argumento de “las puertas que se abren” para los mexicanos, si nuestro gobierno actúa em consecuencia. Ojalá la UNAM pudiera hacer cápsulas informativas en los medios de comunicación para difundir los aspectos “prometedores” y las potenciales oportunidades que el gobierno de C.S. podría (debería) aprovechar.