El humanismo mesoamericano

Ricardo Martínez Martínez

Ricardo Martínez Martínez

Candidato a Doctor en Filosofía Latinoamericana. Maestro en Filosofía Iberoamericana y licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.  Docente en universidades centroamericanas, investigador social, escritor y periodista. Obtuvo el reconocimiento de Mexicano Distinguido en el Exterior 2023 por parte del Estado Mexicano. Autor de los libros Ética, fundamentos teóricos y prácticos; Voluntad de Vivir, Movimientos Sociales del Siglo XXI, La Memoria contra El Olvido, entre otros.

7 octubre, 2024

A partir de octubre México tiene la primera presidenta de su historia, la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Esto en un contexto de amplias y profundas transformaciones del Estado mexicano que comenzaron hace seis años con Andrés Manuel López Obrador y con la guía del llamado: “humanismo mexicano”, filosofía del bienestar social y cooperativo que fundamenta el proceso histórico de la también llamada Cuarta Transformación.

Los logros económicos, políticos y sociales en el sexenio que culminó son muchos y diversos, algunos con gran profundidad. Otros continuarán en la nueva etapa, puesto que en este sexenio que comienza aflorarán las políticas emprendidas y deberán ponerse en la palestra nacional para analizar alcances y limitaciones, aciertos y aspectos por corregir. 

Por supuesto, quedaron también diversos pendientes, acciones y políticas por resolver que requerirán de mayor atención en adelante. Sobre todo, si el humanismo mexicano que se asume antineoliberal se vuelve una realidad en la función administrativa y de representación gubernamental. Lo anterior, en contexto de un Estado social de derechos, solidario, cooperativo con saberes colectivos y principios patrios, que se posiciona en la diversidad y complejidad mundial que nos toca vivir como nación. Entre los aciertos notables figura el relanzamiento de una política exterior de cooperación y solidaridad con las hermanas naciones de Centroamérica. 

 

Un balance sobre la política exterior México-Centroamérica

De todos los logros del sexenio que termina, es destacable el relanzamiento de la política exterior mexicana que por largos años fue abandonada por los gobiernos neoliberales, que fue instrumentada para los intereses mezquinos de grupos y subgrupos de poder, algunos de ellos aliados con otros intereses extranjeros poderosos y hostiles, reduciendo los principios fundantes de no intervención, soberanía y autodeterminación a un expresión simbólica de la ley del servicio exterior mexicano. También se endureció una política restrictiva en temas migratorios hacia los países centroamericanos y caribeños, y desdeñó las transformaciones en países sudamericanos, en sus intentos de una integración regional que comenzó a desmontar las rémoras del neocolonialismo y la división internacional entre países poderosos y sometidos.

Las relaciones México-Centroamérica durante el sexenio de AMLO representaron un punto de inflexión positivo hacia la cooperación, solidaridad y concertación entre pueblos y gobiernos. Además, fue con inspiración humanista en una etapa crucial de conflictos mundiales, pandemia del Covid 19, impulsiva migración e internacionalización desigual de las nuevas tecnologías de la llamada cuarta revolución industrial.

Durante la toma de posesión de López Obrador en 2018, los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras —que componen el llamado Triángulo del Norte Centroamericano— firmaron con México un proyecto de desarrollo para la región, el cual incluyó al sur-sureste de México. Se instaló la mesa de desarrollo regional y se acordó solicitar a la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) de la ONU, la elaboración de un diagnóstico sobre el desarrollo regional y una propuesta que adquirió el nombre de Plan de Desarrollo Integral (PDI) que puso el acento en atender las causas de la migración y promover el desarrollo sustentable en los países involucrados.

El documento compuesto por dos volúmenes tiene como introducción “contribuir a lograr que la migración en los países del norte de Centroamérica y el sur-sureste de México sea segura, ordenada y regular, y, de manera simultánea, atacar sus causas estructurales a modo de aumentar el bienestar de las poblaciones y de que la movilidad humana sea una opción libremente escogida.” (CEPAL, 2021)

El Plan se circunscribe fundamentalmente a los problemas económicos, de pobreza y desigualdad, que deberían atenderse de forma estratégica y permanente, y a que los ciudadanos de los países referidos no tengan que migrar. Esto, al obtener estabilidad laboral, mejores opciones de ingresos económicos y arraigo en sus comunidades. Una visión social regional que potencia la filosofía del humanismo.

Todos somos testigos del drama migratorio que vive la región centroamericana por los factores perniciosos de pobreza, desigualdad, violencia y los efectos negativos del cambio climático. Estas condiciones estructurales inhiben la atención integral al flujo de miles de familias que deciden, pese a los peligros y las amenazas, cruzar el territorio mexicano en búsqueda de una opción radicalmente diferente en los Estados Unidos. Esta situación debe atenderse con principios humanitarios. 

Las tasas de pobreza en Guatemala, Honduras y El Salvador están situadas en el 67,7%; el 74,3% y el 41,6%, respectivamente (OIM, 2018), mientras que el sur-sureste de México oscila entre 24.37 y 27.91% (Soto, 2020). Las diametrales desigualdades internas de cada país y las diferencias entre ellos, denota la necesidad de una diferente política de atención para cada país y un reforzamiento en temas conexos a la desigualdad, sobre todo en sus consecuencias. 

Del diagnóstico del PDI se crearon los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo Futuro, que beneficiaron a 20 mil salvadoreños y 20 mil hondureños, 10 mil por cada programa en cada país, en la producción agrícola diversificada, comercialización y empleos rurales, así como en la capacitación para el trabajo y la promoción de las pequeñas empresas. En Guatemala se beneficiaron a 14 mil productores agrícolas y 10 mil jóvenes. Esta primera etapa culminó a finales del 2022 y algunos aspectos básicos continuaron en 2023. La inversión se “enfrió” en 2024 y está en espera de tomar un nuevo impulso. 

Estos programas deben verse como base inicial para otros mejores y robustos proyectos que México deberá emprender bajo la filosofía de un “humanismo mesoamericano”, que será la suma de enfoques que dan origen al flagelo social de la migración forzada, que es la caracterización más precisa de los procesos migratorios que registran las fronteras al sur y norte de México. Es de señalar que no sólo las condiciones económicas determinan los flujos de movilidad forzada, sino que hay otras condiciones cada vez más visibles y determinantes como la violencia e inseguridad estructural, el desarraigo cultural, la devastación medioambiental y la cultura “migrante” en pos del sueño americano instalada en los idearios y horizontes de las nuevas generaciones.

La política exterior mexicana con los países de Centroamérica y El Caribe, además de respetar la soberanía de cada nación y sus propias formas de hacer política, prioridad durante el mandato de AMLO, logró consolidar una acuerdo de política migratoria regional y de cooperación sur-sur con Guatemala, Honduras, El Salvador y Cuba. Esto representó un alto estándar de política internacional, ya que de las dos giras que se hicieron a nombre del Estado mexicano, marcaron la visión de unidad en la diversidad, el entendimiento y el respeto mutuo. Lo anterior a diferencia, por ejemplo, del ex presidente Vicente Fox, que quiso imponer en 2004 el Plan Puebla Panamá, o del presidente Felipe Calderón, con su proyecto de integración-subordinación mesoamericano en 2010, o bien de Enrique Peña Nieto, con una política de dislocación y bilateralidad solo con Guatemala para restringir coercitivamente la migración.

Durante la gira de AMLO del 2022 por Centroamérica, además de evocar la historia que fundó a las naciones centroamericanas, señaló las relaciones geopolíticas y políticas que las unen con proyectos y visiones de bienestar para la región al marcar un nuevo periodo de florecientes relaciones de amistad y cooperación. Una gira memorable en atención a problemas comunes, un buen inicio para profundizar los lazos de unión, hermandad y humanismo.

 

Los retos y desafíos

En el caso de Centroamérica, la Cuarta Transformación, etapa histórica reciente que vive México, puso los primeros peldaños para edificar una relación internacional de desarrollo integral.

Ahora, el gobierno de Claudia Sheinbaum deberá profundizar los programas sociales productivos Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo Futuro con dos nuevos componentes: la inversión permanente sexenal, y el desarrollo en infraestructura cooperativa entre todas las naciones. Así, el desarrollo con un fondo de inversión común y en interconectividad y construcción de proyectos de infraestructura, puede dinamizar las economías locales y la economía regional, facilitando el proceso de inversión y producción de productos primarios y manufacturas como bienes secundarios; y de esta manera, generar una región de densa producción y dinámica comercialización hacia la soberanía de la producción diversificada en alimentos, manufacturas e industrias con potencial.

Además, el llamado “segundo piso de la Cuarta Transformación” cuenta con el reto de atender las condiciones de migración forzada en el sur-sureste de México e incentivar la cooperación con los pueblos y gobiernos centroamericanos. En este sentido, se debería reactivar una mesa regional de consenso sobre el desarrollo para que, entre las naciones involucradas se definan los componentes de la política regional en sus partes coincidentes, lo cual pasa por construir una institucionalidad regional que atienda cinco vertientes: 1) Desarrollo económico sustentable, 2) Tratamiento a la violencia y la inseguridad en la región, 3) Política regional de prevención, tratamiento, mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático, 4) Interculturalidad basada en las tradiciones locales, modos, usos y costumbres propias, y 5) Integración activa al desarrollo humano en la región, de sectores sociales y políticos comprometidos con el problema múltiple de la desigualdad social.

Para ello, un buen inicio en la administración de Claudia Sheinbaum podrá ser el refrendar el compromiso de cooperación con el desarrollo integral y proyectar una segunda gira de la representante del humanismo mexicano en tierras centroamericanas, que haga patente su compromiso con el bienestar regional. 

Así, el humanismo mesoamericano deberá ser el fundamento de la cooperación México-Centroamérica. Y son precisamente las tradiciones de las luchas de los pueblos de la región las que permitirán dar este fundamento a las relaciones exteriores de buenos vecinos, buenos amigos y  buenos hermanos.

 

Referencias

Cepal (2021). Plan de Desarrollo Integral, ONU https://www.cepal.org/es/subtemas/plan-desarrollo-integral 

OIM (2018). Panorama de la Migración Internacional en México y Centroamérica CEPAL-ONU https://repositorio.cepal.org/server/api/core/bitstreams/13f97e48-13e2-46d9-b8af-ce1feb8939c9/content

Soto, Francisco et al (2018). La Pobreza y Desigualdad de Ingresos en las Zonas Noreste, Centro-Sur y Sureste de México, UNAM https://ru.iiec.unam.mx/5550/1/022-P%C3%A9rez-Figueroa-Fern%C3%A1ndez.pdf

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