En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
Crédito: Foto de Suzy Hazelwood en Pexels
Picture of Fady Estrada López

Fady Estrada López

Facultad de Filosofía y Letras

Soy una persona que estudia la carrera Historia, considerándola antes que como una cuestión académica, como una forma de vida en el que la curiosidad es nuestra esencia. Escribir y leer, leer y escribir me resultan un ejercicio sinérgico a la vez retórico y catártico para vivir y pervivir a través de nuestras palabras.

¿Y la historia para cuándo? 

Número 15 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2024

Crisis y porvenir de la enseñanza de la historia

Picture of Fady Estrada López

Fady Estrada López

Facultad de Filosofía y Letras

Una materia que siempre se trae a la mente al hablar de la educación básica es la historia. Resultan interesantes las diversas opiniones que se tienen de ella, desde la fatiga total hasta la emoción inmensa. La ubicación que tengamos en el espectro puede desencadenar en un desentendimiento absoluto de la disciplina, pero también en una decisión de estudiar la carrera de Historia. Considero oportuno hacer una serie de notas sobre este tema tan paradójico que se relaciona con la escuela, los aprendizajes deseados y las propuestas a futuro para apuntar a una escuela posible. 

No pretendo evidentemente considerar a la Historia como una materia por encima de todas las demás, sino que quisiera acercarme al proceso de la enseñanza-aprendizaje y sus consecuencias sociales en el caso particular del sistema educativo mexicano. En este sentido, creo necesario pensar el discurso del pasado como codificado desde los intereses políticos y económicos, para pensar la enseñanza de la historia como una forma de afrontar la realidad. Se ha vertido (e incluso en ocasiones regado) mucha tinta sobre este tema, por lo que quiero dejar enunciar algunas consideraciones para que se contemple de forma particular mi enunciación: la historia no es una mera recopilación de datos y, por tanto, el historiador no es una enciclopedia; la historia es una forma de acercarnos a la realidad, pues nos dota de la sorpresa constante de lo que acontece en el mundo; por tanto, el humano contiene una conciencia histórica que es, ante todo, una forma de afrontar el siempre urgente presente a través de su relación con el pasado.

Imaginemos una clase de historia típica, el profesor o la profesora utiliza la línea del tiempo para presentar un fenómeno histórico, a partir de datos concretos: fechas, lugares, personajes y acciones. Con lo anterior, tenemos el ABC de la narración de la historia, es decir, las acciones de sujetos que atraviesan el tiempo y el espacio. Sigamos imaginando y vayamos más allá de cómo se enseña, pensemos ahora qué aprendemos de la historia. Es claro para muchos, pero también puede ser difuso: existe un mundo prehispánico que se destruyó con la conquista, que estableció un orden político nuevo que concluyó con la independencia; con el periodo independiente viene la oscuridad total, salvo tal vez, una serie de momentos como la pérdida de territorio tras la guerra con Estados Unidos, el imperio de Maximiliano y el gobierno de Juárez; tras esto empieza un siglo XX con la figura decadente y terrible de Porfirio Díaz que condujo a la Revolución, normalmente en este momento la historia empieza a fragmentarse y podemos decir brevemente que empieza el poder presidencial posrevolucionario encarnado en el PRI durante muchos años.

Lo anterior es un ejercicio reduccionista, estoy partiendo de muchas generalidades sobre las clases de historia; incluso recurrir a una periodización cronológica socorrida para incluir en un todo una serie de procesos distantes. Este discurso halla su expresión en muchos elementos sociales, les propongo a mis lectorxs lo siguiente: busque un billete a su alrededor y encontrará en él un discurso histórico, vayamos con un billete famoso como es el de cincuenta. Si tiene la desdicha de tener uno anterior, encontrará a Morelos, sin embargo, si tiene uno de los llamados hoy “ajolopesos”, encontrará una piedra que nos habla de la fundación de Tenochtitlán, lo que queda confirmado al estar en el fondo dicha ciudad. Así, el ejercicio puede hacerse con todos los billetes, desde el de veinte hasta el de mil (si se tiene el privilegio de ver uno en físico). Si ha seguido el ejercicio, le propongo que junte billetes de distinto valor e intente acomodarlos en orden cronológico, lo anterior, revelará muchas certezas y, al mismo tiempo, oscuridades sobre el pasado.  

Todo lo expresado no quiere decir que entienda una forma correcta de enseñar la historia a partir del aprendizaje deseado, es decir, las oscuridades y certezas no son responsabilidad del estudiante, sino de la forma de enseñar historia. En ese sentido, debo mencionar y recalcar que la historia no es una mera recopilación de datos. Sin embargo, el sistema educativo busca una serie de conocimientos esenciales como una forma de homogeneizar a la población, al mismo tiempo, que distinguirla según una serie de competencias evaluadas. El sistema opera a partir de la comprobación del conocimiento, normalmente en la historia se hace a partir de exámenes que hallan su forma final en los procesos de admisión de los niveles educativos medio-superior y superior. Resulta tan arbitrario lo que se nos exige saber de la historia que al analizar las preguntas encontramos en ellas una serie de lugares comunes: personajes, características de los fenómenos, causas y consecuencias, clasificaciones, relaciones, etcétera; peor aún, las preguntas siempre son de ciertos temas particulares. La enseñanza de la historia se vuelve tan estéril y aburrida que una serie de datos parece poder contener los acontecimientos. En consecuencia, la historia parece, cómo pensaba Edward H. Carr, unos cuantos pescados en un aparador y recordemos que el olor a pescado no es agradable. 

Los aprendizajes responden a intereses económicos y políticos, principalmente, pero no únicamente. Vemos ambos aspectos en los aprendizajes que se desea que el alumno aprenda al final del curso. La historia solo es una serie de personajes y momentos fundamentales en el desarrollo de algo tan abstracto como lo es México. En ese sentido, dichos conocimientos se piensan desde una perspectiva nacional. Aprendemos normalmente de grandes personajes, de un Zapata y un bigote, de un Hidalgo y una pelona, de un Díaz y un traje militar o de un Juárez y una estatura. Los personajes del pasado han hecho cosas que trascienden su tiempo, pero más aún, que trascienden a su persona, son sujetos sempiternos. La consecuencia de lo anterior es que si Hidalgo hizo la Independencia, Madero la Revolución y con Juárez llegaron leyes que se consolidaron con Carranza y un estado posrevolucionario, parece que ya no hay nada que hacer en el presente. Puede resumirse lo anterior en una oración: México es una esencia eterna cuya historia es lejana y cuyo presente está anulado.

Parece que la historia solo es papel y pegamento en un gran tablero, cuando la historia sí es eso, pero sin olvidar que el papel lo recorta alguien y decide pegarlo de una forma particular. La historia parece apuntar a un punto culminante en el presente: a que lo que es ya es por lo que fue. Con consecuencias más terribles, parece indicar que lo que es ya es porque fue y porque ya no será. No es el final de la historia, pero parece anunciarlo: el presente es un buen tiempo, el pasado es un tiempo que explica el presente y el futuro es solo proyección pasada en el presente. Yo lo sé, es un enredo todo esto. 

En el fondo, y para ser más claro, lo que quiero decir es que la realización del pasado en el presente anula lo que aún se pueda hacer; en fin, anula nuestra agencia transformadora. Soy optimista, porque creo que la realidad social es un proceso de intervención humana. Al admitir lo anterior, tengo la certeza de que un proceso es reversible y, por tanto, existe la posibilidad del cambio. Pero admitir nuestra agencia no es fácil, supone un ejercicio doloroso ante pocas certezas y muchas angustias. 

Me sería difícil plantear una propuesta clara sobre cómo enseñar historia; al final, aún no me he enfrentado a un salón de clases como docente. Estas notas y reflexiones son las de un estudiante de historia, pero creo que podemos empezar a modificar ciertas cosas desde la transmisión de la pasión por esta disciplina, sin dejar de lado los aprendizajes deseados (pues no podemos evadirnos de las exigencias estructurales). Al mismo tiempo, debemos reconocer lo que aún puede hacerse. Transmitir que la historia no es exclusivamente lo que ya pasó, sino que es una forma profunda de relacionarnos con lo que está pasando. Al cerrar este texto, puede parecer que la Historia es un veneno o un somnífero si se admite, pero debo decir que es, al mismo tiempo, el antídoto más necesario para el cambio político, social, cultural y económico.

Más sobre ¿Otra escuela es posible?

Baristas en México: trayectoria y dificultades del oficio

Baristas en México: trayectoria y dificultades del oficio

Por: Ángel Arturo Basilio Rivera
Para muchas empresas los baristas solo somos personas que hacemos café y piensan que cualquiera puede hacer esto

Leer
¿Quién me robó tu voz?

¿Quién me robó tu voz?

Por: Michel Vergara
¿Qué hacer cuando se va el amor?

Leer
Carreras de verdad

Carreras de verdad

Por: Sharon Ureña
¿Estudiar lo que queremos o lo que nos imponen?

Leer

La escuela y sus vivencias

Por: Natali Paola Santiago Velázquez
Una entrada a un nuevo mundo lleno de oportunidades, éxito y experiencias

Leer
SOciaLUCIÓN para la educación

SOciaLUCIÓN para la educación

Por: Daniel Paredes
La escuela también debe enseñar a socializar

Leer
Reflexión final

Reflexión final

Por: Sergio Santana
La inesperada nostalgia preparatoriana

Leer

Deja tus comentarios sobre el artículo

¿Y la historia para cuándo? 

Una respuesta

  1. Un escrito muy interesante, sobre todo en el tenor de lo que a veces era o es tedioso leer, estudiar y/o entender pero en el fondo lo primordial como lo mencionas es la pasión y hacerlo de una perspectiva diferente a todo lo monótono, entender; pero sobre todo el transmitirlo con esa pasión que mencionas, ejemplos cotidianos, simples para algunos o muchos muy insignificantes porque a veces ni observamos detenidamente lo que tenemos, solo nos basta con decir esta bonito, está feo o esta bien, pero todo ese trasfondo que en unas pocas líneas nos detienes y nos invitas a observar y analizar esos momentos históricos. Felicidades!!! Lo disfrute enorme y gratamente.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

one × 3 =