Facultad de Estudios Superiores Aragón
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El viernes 16 de mayo fue la final de la competencia InterFES en distintas categorías, para mí la más divina y distinguida del equipo representativo de voleibol. Es indescriptible el fervor que poseen las gradas (tema discutible), generan un escándalo de vítores y sofocantes temperaturas. Si mi intenso amor por el voleibol no existiera, las gradas describirían el infierno para los quisquillosos del ruido.
La hermana de una jugadora siempre trae una bocina, matracas, trompetas de plástico y un pequeño bongo que nos entrega a los más leales seguidores del equipo, para que juntos gritemos la porra Aragón, vamos Aragón *Clap, Clap, Clap* ¿A qué vamos? *Clap,Clap, Clap* A ganar *Clap,Clap, Clap*, mientras intentamos elevar el espíritu de los jugadores que se encuentran tanto en la duela, como en la banca. Cuando vienen visitantes como nuestros hermanos de Cuautitlán o Acatlán creo que nuestra pasional porra les parece molesta.
Mi propósito aquí no es atormentarme, sino demostrar cómo es que este equipo ha salvado mi vida y cómo mis amigas jugadoras me han hecho crecer y yo intento devolverles el favor gritando la porra.
La pandemia fue una crisis de soledad donde el anime fue la única solución para matar el tiempo y, en mi caso, fue el anime Haikyuu. Me enamoré de la estrategia, de los personajes y más que nada del voleibol que aparecía ahí, por esa razón, al empezar la universidad me uní a las prácticas de voleibol, encontrando, más que una diversión por el juego y una excelente condición física, a mi familia.
Encontré mi hogar en los ánimos de mis amigas,que, aunque yo fallara alguna recepción o remate (porque nunca había participado en ninguna disciplina deportiva), me daban una sincera guía y paciencia. Igual siempre me decían un “muy bien amiga” y me daban un chócalas cuando pasaba lo contrario. Así fue que descubrí a mis camaradas de deporte y de anime también, porque esa soledad que sentí, la sintieron igual otras compañeras con las que pude recrear e intentar las jugadas del anime.
Le agradezco a la UNAM, a mis amigas y al coach Lalo que, aunque nos regaña por platicar durante el entrenamiento, en verdad nos protege como a sus hijas. También le agradezco a Haikyuu por hacerme enamorar del voleibol y al deporte por regalarme serotonina y hacerme gritar las más rítmicas porras que inventamos, añorando convertirnos en el equipo representativo durante lo que me queda de universidad.
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