En estas trincheras nuestras armas son palabras convertidas en argumentos y contra argumentos.
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Nissim Valencia Osorio

Facultad de Filosofía y Letras

Soy aprendiz en todo, experto en nada; considero que si hay algo por contar, auqnue no tengamos voz, hay que hacernos escuchar. Me gusta compartir mi mundo a través del arte y ver las respuestas que me dan las personas con quienes lo comparto.

Un guion conlleva una gran responsabilidad

Número 16 / ENERO - MARZO 2025

¿Cómo lograr una historia trascendental?

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Nissim Valencia Osorio

Facultad de Filosofía y Letras

“Ustedes como guionistas pueden hacer lo que quieran con sus mundos, pero eso no quiere decir que vayan a escribir todo lo que se les ocurra”. Esa fue la sentencia con la que mi último profesor de guion recalca aquel implícito mensaje que durante años y años me repetía a mí mismo cuando comenzaba un nuevo curso, taller, ciclo o clase de escritura cinematográfica: un guionista tiene todo el poder del mundo en la palma de su mano; no obstante, como diría un icónico personaje, “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y nunca antes mejor dicho, ya que un guionista además de ser aquella persona que transforma ideas en palabras para realizar un proyecto audiovisual, es también una de las principales personas a quienes se les apunta con el dedo cuando una película, serie u otra expresión cinematográfica no cumple las expectativas, no satisface el interés del público, o peor, va en contra del sistema de creencias de dichos espectadores.

Como aspirante a ganarme la vida haciendo todo arte cuanto mi cuerpo y alma resistan, he incursionando en la literatura y lingüística, la actuación, la fotografía, el diseño gráfico y también la cinematografía, todas estas disciplinas y artes tienen su manera de explorar, estudiar y dignificar la vida, pensar y quehacer humano; no obstante, en muchas de estas perspectivas no se percibía tan importante o tan crucial que toda creación y expresión de nuestro arte podría influir de manera significativa en otras personas; es algo obvio, mas no siempre se pone sobre la mesa que, quien lee o ve una obra, está en contacto no sólo con el autor sino también con su entorno, contexto, valores y filosofía. Por tanto, el vínculo que se crea entre autor–espectador/lector, es más relevante de lo que se supone en un principio. 

Por esta razón, cuando en clases de guion me dijeron que uno como guionista debe cuidar lo que escribe porque aquellas personas que lleguen a nuestra obra pueden identificarse con lo que escribimos, entró en mí un miedo latente de no poder continuar escribiendo lo que quería contar ni de la manera en que la quería expresar. Ese pensamiento me mantuvo inquieto bastante tiempo y es que, cuando uno cae en cuenta de ello, puede llegar a pensar (como fue mi caso) que ya no escribe, que ya no crea lo que genuinamente quiere, sino que se debe acoplar a lo que los demás quieren o esperan.

Por lo mismo, en muchos guionistas, por muy entusiastas que se les encuentre, crece el miedo a compartir sus ideas, a escribir cine, pues la mirada crítica de otras personas (dentro o fuera del medio profesional) puede permear en su percepción sobre su propia obra. Esto es en parte consecuencia de la desmedida “necesidad” de los medios por dar una opinión o reseña de algún proyecto (de cualquier tipo, teniendo conocimiento de lo que la inspira o no) antes de que alguien más hable del mismo, porque, de no ser así, se pierde exclusividad, valor que ha ganado más importancia que los de calidad o creatividad; y, por otra parte, también juega un papel importante la idea de que, por tener nociones de los modelos narrativos que desde la literatura clásica permanecen en las expresiones artísticas, ya se sabe todo al respecto de escritura y se puede analizar toda obra a la luz de los estudios teóricos sobre narrativa como si toda película o serie televisiva tratasen de lo mismo y no hubiese en ellas algo diferente entre sí.

Los guionistas también hemos de lidiar con juicios de criterio y percepciones de todo tipo. La verdad es que resulta complicado hablar sobre cine sin impregnar en nuestros comentarios o recomendaciones un poco de nuestro juicio personal y es que, en resumidas cuentas, es imposible tal cosa; por obviedad, cada persona al hablar desde su muy particular lugar de enunciación, tendrá siempre una visión diferente de lo que ve como espectador(a), pues, aunque nos expresemos con palabras o señas, no hablamos sólo con la voz y el cuerpo.

A mi parecer, aunque pueda resultar aterradora la idea de cometer alguna “equivocación” mientras se escribe un guion, la escritura también ha de ser una expresión libre, valiente, que como toda actividad humana, no rinde frutos ni se puede mejorar en ella si no se practica. Con el tiempo, se ha de reconocer que uno de los aspectos más importantes al escribir cine es ser coherentes con lo que escribimos y que nos guste lo que hacemos, si no, ¿para qué perderíamos el tiempo estudiando cómo se hace un guion si no intentamos lograrlo? Mas no por ello, hay que dejar de lado el carácter documental del cine, y en casos donde se necesita hacer investigación para llevar a cabo un proyecto de calidad, hay que realizar una investigación a la altura de la historia que queremos contar, con respeto y siempre teniendo en cuenta que la recepción de nuestro trabajo tendrá múltiples interpretaciones y respuestas, mas no por ello hay que tirar la pluma y desistir en contar nuestras historias, por el contrario, hay que practicar y practicar como si no hubiese un mañana, hasta que nosotros mismos estemos a gusto con lo que hemos hecho.

Como es evidente, la influencia del cine, la televisión (y ahora también el contenido de streaming) ha permeado incluso en el lenguaje, pues ahora es muy común escuchar que a alguien los guionistas de su historia le odian porque tuvo un pésimo día, o quizá otra persona al vivir una experiencia estética maravillosa a su pensar diga algo como “qué cinematográfico” y haga con las manos un gesto de estar fumando un cigarro; la industria cinematográfica moldea nuestra forma de ver y concebir el mundo, sus fenómenos sociales, políticos, culturales, incluso lingüísticos, por lo tanto se puede decir que a día de hoy gran parte de las expresiones artísticas, en efecto, son cine, y quienes somos guionistas tenemos la responsabilidad de influenciar al mundo con nuestras ideas, mas no por ello tenemos que limitarnos a expresar lo que queremos y de las formas como necesitamos hacerlo. 

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