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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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INAH/CUARTOSCURO.COM
Armando Rojo

Armando Rojo

Facultad de Psicología, UNAM

Terapia

Número 1 / ABRIL - JUNIO 2021

Así como un día alguien lo hizo por mí, ahora yo voy por mi camino hablando de ustedes, los psicólogos

Armando Rojo

Armando Rojo

Facultad de Psicología, UNAM

Me disculpo si no sé cómo comenzar esta historia. Ha cambiado tantas veces que no me atrevo a establecer, ya sea por comodidad o necesidad, un inicio. ¿Acaso empieza realmente por el principio?, ¿o el mundo que precede a nuestra existencia ya ha escrito algunas líneas que preparan esta narración? Lo siento, no sé cómo comenzar, pero ya he empezado.

Toda mi vida he recorrido estas tierras, una y otra vez, mas nunca parecen ser las mismas. Un tiempo atribuí tal confusión a la falta de experiencia de mi parte, pero pronto se volvió más sencillo ignorarlo a tratar de entenderlo, tan sólo conformarse con decir que las cosas son como son y no van a cambiar, aunque el cambio sea la constante. Es lo que sucede cuando una transformación es tan lenta, sólo sucede, pasa desapercibida hasta que un día ya no. Entonces llegó la primera pregunta: “¿Dónde estoy?” Y la primera dio paso a la segunda: “¿A dónde voy?” Y ya no pude pararlo.

Antes de darme cuenta, estaba envuelto en un torbellino de preguntas a las que rara vez podía contestar. Apenas lograba responder una, como si de una hidra se tratase, dos más surgían de la respuesta. Conocí un dolor que no había conocido antes: el dolor de ser arrebatado de la ignorancia. “Por favor -imploraba a lo desconocido-, permíteme volver a ese paraíso, no soporto este tormento de conciencia”, pero esas puertas no se volvieron a abrir. Por primera vez observé más allá de mí y descubrí a las otras personas. La mayoría lucía… tranquila, ensimismada. ¿Cómo lo hacían? ¿Cómo podían no darse cuenta de su alrededor? ¿Por qué no eran atormentadas como me sucedía a mí?

Gritaba, desesperado, para poder sacarlas de su trance, necesitaba saber que había más como yo. Sólo conseguía que una que otra me devolviera una mirada, con suerte una mueca que podía interpretarse de cualquier forma. Lo entendí, eventualmente. Tan claro como mi reflejo en los ojos de quienes me volteaban a ver. No gritaba, estaba callado, tan ensimismado como cualquier ente que deambulaba a mi alrededor, aunque dentro mío el dolor golpeara tan duro, deseando escapar. ¿Acaso los demás pasaban por algo similar? ¿Entonces qué caso tenía agobiarlos con más problemas? Ni siquiera estaba seguro de que pudieran comprenderlos. Ya me haría cargo yo de mis asuntos, de una u otra forma. Pero no fue así.

Con el tiempo, dejé de recorrer las tierras, estaba tan cansado. Las preguntas no cesaban, los problemas no dejaban de venir, no importaba cuánto me esforzara por responder y solucionar, ¿para qué seguir así? ¿Qué sentido tiene? Me tumbé en el piso, sin tener claro nada. No podía más, no yo solo. Y hablé, por primera vez realmente hablé. No sabía bien cómo comenzar, pero alguien respondió. Escuché y fui escuchado. Compartir mis penas y recibir las de otros ayudaba, sabía ahora que no estaba solo. No siempre había comprensión, pero darle salida a aquello que deseaba salir me daba fuerzas para seguir adelante en mi camino, aunque sólo fueran unos pasos. Tarde o temprano los demás debían continuar avanzando, enfrentar sus propios demonios, yo no era la excepción. Volví a quedarme solo, con mis preguntas, mis problemas, mis deseos de un final.

La primera vez que alguien me habló de ustedes, no lo tenía del todo claro. ¿De verdad existían personas que te escuchaban y contaban con las habilidades para ayudarte? No, mis asuntos, aunque míos, no son tan distintos a los de cualquiera, ¿qué tan mal tenías que caer para recurrir a alguien así? Entonces no lo entendía, pensaba que sentirme como me sentía era algo normal, todos tenemos problemas, que pasaría, que yo podría solucionarlo, ¿cómo me vería ante los demás si necesitaba de asistencia profesional? Agradecí la sugerencia, pero seguí mi camino, o lo intenté. Seguía cayendo, una y otra vez, y sólo hablar con quienes me rodeaban ya no parecía suficiente. Me rehusaba a aceptar que ya no podía. Pensaba que reconocer que necesitaba tal auxilio sería como reconocer que había perdido el control, eso no podía pasar, y sin embargo el control del que hablaba se había perdido mucho tiempo atrás. Llegó ese punto, el punto en el que el dolor conducía mi pensamiento, el punto en el que la desesperanza guiaba mi mano, el punto en el que traté de darle un fin.  Cuando sobreviví a mí, finalmente lo acepté, y recurrí a ti.

Estaba asustado, nervioso, preocupado. ¿Qué pensarías de mí? ¿Qué podía contarte? ¿Realmente iba a funcionar? Pero te encargaste de darme la confianza para hablar sobre cualquier tema sin temor alguno a ser juzgado, me acompañaste en los primeros pasos y después me ayudaste a intentarlo por cuenta propia, en todo momento con la posibilidad de recurrir a ti si lo necesitaba. Fue un proceso que tomó su tiempo, fue doloroso, en muchos momentos fue muy difícil, pero comenzaba a dar sus frutos. Me ayudaste a reconocer lo que sentía, a escucharme, a aceptar quién soy, saber de dónde vine y trabajar en quién quiero ser, un paso a la vez, pero un paso firme. No resolviste mis problemas mágicamente como esperaba el primer día. En cambio, me enseñaste cómo enfrentarlos de mejor manera, lo importante es aceptar que siempre los habrá, unos más difíciles que otros, pero ahora tenía más confianza y seguridad en mí para enfrentarlos, y sabía que, cuando la cosa se pusiera difícil, no necesariamente tenía que hacerlo solo. Entendí que es importante responder preguntas, pero puedo elegir cuáles contestar, y entendí que no hay una sola respuesta y lo valioso que es encontrar las mías.

Hoy, luego de todo este tiempo trabajando juntos, puedo seguir recorriendo mis tierras, más tranquilo, más seguro, más consciente de mí y de los demás. Así como un día alguien lo hizo por mí, ahora yo voy por mi camino hablando de ustedes, los psicólogos. Alguien me escuchará y vendrá cuando esté listo.

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