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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Luis Quintero/Pexels
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Alan Mejía

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Me gusta escribir y escuchar todo tipo de historias Confío mucho en que todos tenemos algo que contar.

Soñar

Número 6 / AGOSTO - OCTUBRE 2022

Sofía revive un amor apasionado en sueños que no dejan de repetirse de forma vívida

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Alan Mejía

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Ella no desaparece de mi vista, de mis pensamientos, de mis sueños, no hay día que no regrese a ese momento, a esa playa bajo la luz del atardecer. Natalia sonreía con tristeza y yo la veía con nostalgia. El llegar de las olas arrullaba nuestra conversación y la brisa del viento… la brisa era maravillosa, movía su cabello con fuerza, la hacía deslumbrar y movía mi larga falda negra con intensidad; era difícil detener el golpe del viento, no podía con ello y con las maletas, y ella no paraba de burlarse de mí.

—¿Tú crees que este sea el momento? —preguntó Natalia sin quitar la vista del atardecer, sonreía tranquilamente.

—¿El momento para qué?

—Sofía, no seas así. Sabes a lo que me refiero —dijo con seriedad.

—No sé si sea el mejor momento, Natalia. Creo que nunca va a existir un “buen momento” para hacerlo, pero aquí estamos. Escapar con el amor de mi vida en un bote mientras viajamos a otro continente es muy… muy desafiante, muero de miedo —mi voz se quebraba—, pero estoy segura de que estamos tomando la mejor decisión. ¿No crees?

—Sí, también lo creo. Vamos, hay que salir antes de que termine de caer el sol.

Caminamos por el borde de la playa por un rato y llegamos a la casa de verano en la que estuvimos el fin de semana, un amigo cercano de Natalia nos la había prestado para descansar y poder recibir el bote, el cual ya estaba esperándonos. Dejamos la casa en orden, la abandonamos casi como la habíamos encontrado hace dos días; hasta Natalia se había dedicado a dejar varias pastillas aromatizantes, ahora el lugar olía a vainilla y el aroma seguía en mi nariz a pesar de haber salido de ahí. Estábamos listas. Ella sudaba.

—Permite que lo pregunte otra vez —pidió nerviosa—. ¿Estamos seguras?

Suspiré.

—Yo lo estoy, ¿y tú?

Volteó a verme con una sonrisa a medio formar, tenía mucho miedo. Antes de que pudiera decir una palabra noté cómo apartó su vista de mí, y miró a mis espaldas, su rostro se transformó por completo, perdió la poca tranquilidad que tenía y gritó.

Desperté.

Siempre abro lo ojos después del grito de Natalia. Durante varios meses no podía entender la razón de soñar con ella, justo en ese momento y mientras más pensaba en ello, más me daba cuenta de los detalles, siempre despertaba a la misma hora, en la misma posición. Los días que me desvelaba no soñaba con ella, los domingos tampoco lo hago y si me duermo en un carro o en el transporte el sueño termina a la mitad, justo cuando terminamos de acomodar la casa para abandonarla.

No me cuesta nada levantarme, antes sufría mucho porque me sentía más cansada que descansada, como si me hubiera pasado un tren por encima. El olor de la carne y de la mantequilla llegaba hasta mi cuarto, el desayuno estaba listo, siempre disfruté de los hot cakes por la mañana, fue una rutina que poco a poco empezamos a apropiarnos sin dificultad. Tomé mis pantuflas y bajé hacia la cocina con calma, esto es algo que nadie me puede quitar, el silencio y el ritmo que puedo tomar para hacer las cosas, y más en la casa que he estado habitando por más de diez años…

Suelo trabajar como consultora de seguridad para cualquier tipo de empresa, más para los bancos, aunque también soy solicitada para cosas más… económicas. En pocas palabras, puedo trabajar uno o dos días a la semana y subsistir por mucho tiempo, a estas alturas de mi edad, creo que es algo muy revitalizador, cuarenta años podrán sonar poco, pero es un gran camino. Durante mis treinta y mis veinte me dediqué a todo tipo de trabajo, gasté lo mínimo y ahorré todo lo que pude, y ahora estoy aquí, disfrutando de una casa enorme.

Vi las noticias mientras desayunaba, no paraban de hablar sobre la llegada de un huracán a la costa, era un evento muy extraño porque los huracanes dejaron de pasar desde hace quince años. Muchos estaban preocupados y otra parte de la ciudad lo veía como un evento interesante, yo no tengo mucho que decir o hacer porque al final del día no estaré por la ciudad. Hoy es un día de aniversario y un día de recuerdos.

Tomé un baño de burbujas, Natalia me presentó el concepto hace tiempo, dijo que era como una de las mejores experiencias que una puede tener, dudé mucho de su declaración, pero no mentía, aunque es un proceso muy laborioso, usar pastillas de baño, ciertos jabones especiales, hasta en ocasiones prender velas para baño y otro tipo de cosas. La primera vez fue muy divertida porque la bañera, así como se llenaba, se vaciaba rápido, tardamos en encontrar la tapa y cuando ya me encontraba dentro de la bañera me espanté de una forma muy desastrosa, no sabía que las pastillas burbujeaban.

—¿Puedo salir de aquí? —pedí, insegura.

—Ya estás dentro, las burbujas de esta cosa no te harán daño, lo prometo.

—¿Qué tal si es una reacción química? ¡Va a dañar mi piel!

—Oye, oye, es una pastilla de jabón efervescente, ¡hasta te compré la de colores!

—¿Y eso no me va a dejar pintada?

—Por Dios Santo, y pensar que yo era la que estaba nerviosa de escapar…

—Bueno, pero ahí estaba muy segura de aquello, aquí dudo mucho de la pastilla.

Natalia empezó a reír, nunca me canso de ver esa sonrisa, me llena el alma y el día.

—Vamos, hazme un espacio, también quiero usar la pastilla —pidió mientras empezaba a quitarse la ropa.

Ese día lo recuerdo con mucho cariño, estrenábamos departamento, rentado, pero de cierta forma era nuestro, al menos por el tiempo en el que nos quedamos y lo aprovechamos al máximo.

Salí de la bañera y busqué mis cosas como pude, había perdido mucho tiempo ahí, y tenía que ver a Amber a las afueras de la ciudad. Ella es mi contadora, administra mis estados y toda compra que quiera hacer, había hecho una compra grande y ese día terminaba todo el proceso. Cuando subí al auto y salí de la casa recordé la primera vez que la conocimos. Natalia y yo vacacionábamos en una ciudad chiquita, en una de las tantas noches de fiesta nos encontramos a Amber, estaba golpeada por el alcohol y decidimos ayudarla llevándola al hotel en el que estábamos; al día siguiente despertó con mucha vergüenza, no paraba de pedir disculpas. Durante el desayuno empezó a contarnos sobre su vida, en pocas palabras, había escapado de su ciudad porque todos, hasta su familia, la culpaban de traición, escapó con el amor de su vida, pero duraron poco tiempo juntos, él se entregó a sus perseguidores para darle a ella más tiempo de escapar. Finalmente la dejamos en su casa, nos dio las gracias y nos entregó una tarjeta con su número.

—Soy nueva en la ciudad, gracias por ayudarme. Soy una contadora recién graduada, si en algún momento lo necesitan tienen mis servicio totalmente gratis —dijo mientras se despedía. Unos años después la llamé para consultar una cosa de impuestos y desde esa vez empezamos a frecuentarnos, en gran parte porque la terminé contratando.

Salir de la ciudad no fue complicado, fue ver la dualidad de las direcciones, porque toda la carretera que seguí para salir de la ciudad se encontraba vacía, a lo mucho llegué a ver otro carro conmigo, pero no tardó nada en desviarse; por otro lado, la parte contraria era un desastre, un tráfico del infierno donde avanzaban tan poco que yo ya me habría desesperado a los cinco minutos, al parecer mucha gente quería ver el huracán.

A nada de pasar la caseta de la ciudad vi a Amber esperando, vestía unos grandes tenis de plataforma con una traje color negro. El viento movía su rubio cabello con violencia, no tardaba en llover.

—Mucho tiempo sin vernos, wow… —dijo Amber—. Bien, apresúrate, podremos llegar a buen tiempo y sin tener que saludar a la lluvia. ¿Y Natalia?

Extendí mi brazo hacia Amber, lo miró con detenimiento, confundida.

—No entiendo.

Suspiré.

—La pulsera, está en mi pulsera, Amber.

—Oh cierto, perdona. Debo de repetirlo, ella ya no está con nosotros, tienes un recuerdo de su forma física.

—¡Pero si acabas de preguntar por ella!

—Sí, pero ya la edad me está pasando factura, se me olvidan las cosas y no solo estoy en tu vida, estoy en muchas más, ahora acelera o si no, no llegamos, mujer.

Fue un trayecto corto, veíamos a nuestro lado un extraño atardecer rosa con gris y con un poco de llovizna, volví a tener carretera libre para poder llegar a aquella cabaña en la que nos quedamos antes de poder escapar de casa.

Cuando llegamos corrí como si no tuviera otra opción, ahí estaba, era preciosa. El dueño la había remodelado para nosotras, al parecer le conmovió nuestra historia y accedió a venderla, supongo que el dinero que ofrecí también tuvo que ver en aquello. Las redes que adornaban el techo eran casi nuevas, la puerta era nueva, y hasta la había cercado para saber la cantidad de espacio que tenemos, todo era precioso, hasta el extraño clima la hacía ver mejor.

—¿Esto era lo que esperabas, Sofía?

—Sí —dije con una voz a nada de romperse—. Era lo que queríamos.

—¿Crees que a ella le hubiera gustado?

—Estaría saltando como una loca, ella era la soñadora.

Así habría sido, creo que nunca se habría esperado que regresara años después y comprara el lugar. Pero estaría más que contenta con ello.

—¿Y tú cual eras?

—La que la apoyaba y la seguía hasta el fin del mundo.

Entramos al lugar, parecía una viva imagen del sueño que no paraba de vivir, la chimenea prendida y el sonar de una radio a lo lejos, todo en su lugar como si nunca nos hubiéramos ido ese lejano año, hasta podía sentir el aroma de la vainilla, me sentía de nuevo en casa, con Natalia. Y por fin había despertado.

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