Las palabras no eran más que sonidos y letras que salían así por así hasta que te conocí.

Cualquier cosa me parecía absurda hasta que te conocí.

Caminabas por ahí, con esa encantadora sonrisa blanca, dos cristales grises claro viendo hacia la nada y un sedoso cabello bailando a la par del viento.

Era increíble ver a alguien de piel tan delicada como la tuya recorrer las calles, tal como la nieve, solo que sin ser igual de helada que el mismo invierno.

Cualquiera al verte diría que pareces producto de una dulce fantasía, pues tu simple hablar maravilla hasta al más sabio a miles de millas.

Pero al conocerte en verdad que nadie creería que la vida ha sido más que dura contigo.

Aún con eso me abriste un nuevo mundo, y, con ello un nuevo sentimiento que jamás había experimentado: “Amor”. De eso estamos hablando.

Me encantaba cada que hablabas de un tema entusiasmada. Notaba en tu lustre mirada que lo que mencionabas en verdad lo adorabas. Tu forma de ser, el introducirte a mi mundo y no tomarme de idiota por mis gustos para mí era algo especial. Pero mucho más lo era pasar el tiempo a tu lado tomando café mientras terminábamos leyendo algún texto literario.

Amor, eso empecé a sentir yo.

Te imaginaba desde ahí conmigo siempre. Te volviste mi inspiración, mi musa y adoración. Mi triunfo y mi suerte.

Todos los días me dolía cuando me despedía de ti, pues pensaba que en ningún otro momento te volvería a ver. Perdía el sueño por imaginarte a mi lado, abrazados juntos, sin ningún mal molestando.

Amor, eso es lo que empecé a sentir yo. Un sentimiento raro en el ser humano, pero que después de todo me terminó gustando.

Me rompía el alma saber que estabas triste, por eso cuando llorabas dejaba que tus lágrimas en mi abrigo quedasen impregnadas. No iba a dejarte caer tan fácil. Ahí estaría yo, sin importar que pasase.

Estando enojada me dabas algo de gracia, pues los gestos que hacías eran demasiado adorables. Pero aguas con que esto pasase, pues yo no me quedaría cruzado de brazos a que una guerra se detonase.

Amor, eso es lo que empecé a sentir yo. Aunque no lo expresé por una simple razón.

Con el tiempo igual me di cuenta de algo, y es que todo este tiempo estuve perdido en la mirada de una mujer ya antes encantada por el carisma de otro hombre que había a su puerta ya llamado. Fue con esto que simplemente deje todo en un “como amigos” aunque aun internamente te sigo deseando como mi amada que me haga eterna compañía.

Pese a esto, considero todo de ti especial. Tus risas, tu brillo, tu personalidad y esas sonrisas que te logro sacar con cariño. No hay día que tú no me hagas sentir especial, aún con esas fantasías qué tan en mi mente estaban. Entre tormento y amor, el segundo resaltaba.

Amor, eso es lo que empecé a sentir yo. Pude hacer algo antes, pero, que inútil soy.

Podíamos tener de todo, pero no comprendía la verdad; te sentías por dentro sola y eso fue lo que llevó a acá.

No pensé que un hombre podía ser tan necio e idiota a la vez. No pude percatarme de que tapabas tu dolor día a día ni saber que esto te llevaría a una locura cometer.

No sé qué decir, ni lo que ha pasado.

Los cristales internos se derrumban, mi corazón se hace un cuadro decolorado. No puedo tolerar que esto haya pasado.

Si no te hubiese dejado a un lado, capaz hoy por hoy terminaría los días recibiendo tus más cálidos abrazos. Pero, por no proteger tu preciosa sonrisa estoy en riesgos de perderte, no tenerte a mi lado.

Soy solo un loco enamorado. Apasionado realmente por ti. Dejaste a un completo maniaco deseando todo de ti. Así fuesen tus regaños, tus tan correctos regaños los que yo recibiera, estaría mejor a no tener nada tuyo.

No sé si a más caballeros los tienes así, pero he de decir, que con justa razón yo buscaré pelear por ti.

Porque este tonto que vez aquí te ama y amará de forma loca y apasionada. Así te vuelvas un dulce y tóxico veneno, o deba dejar mi honor a un lado por esta perpetua emoción. Amor, eso es lo que empecé a sentir yo. Porque como el ser humano que soy, también estoy condenado al dolor.