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Esta ventana es para mirar dentro de nosotrxs a través del arte y la creatividad.
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Junior Teixeira /Pexels
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Luis Sebastián López Serrano

Facultad de Filosofía y Letras

Semblanza

Soledades

Número 2 / JULIO - SEPTIEMBRE 2021

No sabíamos usar internet de manera provechosa. Éramos el homo-ludens, el homínido posmoderno, el de la diversión, de la risa, el homo-memes

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Luis Sebastián López Serrano

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Como ya era costumbre, solíamos trabajar en la computadora, en el celular, la tablet o el aparato en el que se pudiera usar Zoom, aplicación cuya existencia conocí cuando comenzó la pandemia, como si el virus la hubiese inventado. La profesora, cuyo nombre era muy largo, demasiado pedante para ser citado, pero que parecía adecuado para alguien que impartía filosofía de la historia, nos hizo trabajar en grupos pequeños, sistema que permitía la aplicación. En su idioma original se les denominaba breakout rooms y consistía básicamente en la división de los alumnos en pequeñas salas, para asignarles alguna labor específica, como un tema para debatir.

Era una forma terriblemente incómoda de interactuar, un calvario posmoderno. Sólo uno de nosotros mantenía la cámara encendida; el resto mostraba sus nombres abreviados: “Alexis P.” e incluso seudónimos como “Pochteca”, que no permitían saber quién estaba detrás de la pantalla. Realmente resolvíamos escasas interrogantes propuestas por la profesora, pues decíamos poco entre nosotros. Nunca lo confirmé, pero el ambiente creado era desconcertante, daba la impresión de que no confiábamos en los demás, en aquellos compañeros fantasmales de quienes apenas conocíamos el nombre (a veces ni eso) y no nos permitían saber a ciencia cierta si tomábamos clases en una universidad o jugábamos a la ouija.

Entonces, ese tiempo dentro la salaparagruposreducidos, que se extendía al infinito, lo aproveché para pensar en la decadencia del mundo académico en tiempos de peste, que era la fracción de mundo que mejor conocíamos y en la que poníamos nuestras esperanzas sobre nuestro futuro personal: clases, posgrados, secretarías académicas, esos eran los nombres de nuestras burdas aspiraciones.

Pertenecíamos a la generación de los dosmiles, teníamos sólo un año más de vida que el iPod y éramos admirados por nuestras abuelas y madres por saber usar teléfonos inteligentes. Así, con frecuencia escuchábamos cosas como “mira qué listo es este muchacho, me enseñó a usar el WhatsApp”, entre otras frases de cajón. Confiábamos en nuestro dominio del mundo computarizado y nuestra fe en las computadoras y en las redes era infinita. Cuando se declaró el confinamiento y el aula se transmutó de espacio físico a espacio virtual, descubrimos la más desgarradora de las verdades: no sabíamos nada de la tecnología en la que tanto creíamos, la habíamos usado para divertirnos sin más. Habíamos desarrollado y sofisticado la comunicación por medio de memes, les otorgamos simbologías, plantillas, referencias a películas, pinturas, filósofos, los deconstruimos hasta sus ideas de comunicación más básicas y los hicimos pasar por un proceso de abstracción. Habíamos reconocido en ellos algo tan vasto como las artes. ¡Qué digo las artes! ¡Tan inmenso como el universo mismo!

Pese a todo lo anterior, no sabíamos usar internet para aprender. De investigación en medios digitales no sabíamos nada. De la función de una tal classroom no teníamos ni idea. De los métodos formales de escribir un correo electrónico, mucho menos. No sabíamos usar internet de manera provechosa. Éramos el homo-ludens, el homínido posmoderno, el de la diversión, de la risa, el homo-memes.

La maestra continuó impartiendo su clase, pero no pude poner mucha atención. Recuerdo palabras aisladas, cosas sobre Hegel y un espíritu absoluto, Kant y una historia cosmopolita. No lo sé, yo me había perdido en mis reflexiones sobre el hoy y el tiempo prepandémico que apenas podía recordar. Creo que tenía novia, íbamos al cine, ¿o sería al teatro?

La cosa es que, sin darnos cuenta, cambiamos, y lo hicimos como humanidad y como mundo; sí, cambiamos. Si en la antigüedad preplatónica el mundo de Homero se regía por la palabra oral con su genio de pronunciación, gestualidad y formas dramáticas, y ésta había sobrevivido al mundo alfabetizado, al mundo letrado de ideas abstractas, y durante años vivimos el mundo como experiencia lingüística oral y escrita en su conjunto, la pandemia nos había distanciado del mundo oral y su indumentaria. Muchos compañeros, personas, humanos eran en las clases no más que palabra escrita “Alexis P.”. Así, perdimos las miradas, los gestos, los ademanes y, pese a que ignorábamos que de ellos se dependía para comunicarnos, con ellos se perdió parte del sentido.

Haciendo un balance con respecto a las clases online, entre lo perdido anoté amigos, paseos por el campus, los jardines y su olor matutino a tierra mojada; el espectáculo de las jacarandas vistas desde el quinto piso de la torre dos de Humanidades. En contrapunto gané la posibilidad de hacerme un sándwich de jamón y queso a la mitad de una clase de historia sobre la Edad Media. Por lo tanto, las victorias cibernéticas son pírricas.

Las tareas en Classroom llovían y no caían suaves como brizna, sino dolorosas y pesadas como helado granizo. Nos convertimos en máquinas, respondíamos cuestionarios de forma mecánica. En pocos meses convertimos nuestro proceso de aprendizaje en algo robotizado, redundando en no aprender nada. Al leviatán pandémico lo apodaron de forma chusca zoomestre. La profesora continuó hablando de Hegel. “En medida de lo posible, enciendan sus cámaras para no sentirme tan desolada”.

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Soledades

8 respuestas

  1. Sr. Murcidum, que difícil ha sido la construcción de un entorno escolar para el aprendizaje, yo he sido acompañante de primera infancia en etapa preescolar, consideraba las muchas cosas que los niños estaban experimentando que no estaban para nada parecidas a los que yo recordaba de aquellos primero años en contacto con otros, reflexioné en los adolescentes y jóvenes adultos en mi entorno, me angustie porqué no imaginaba la renuncia que se veían obligados a hacer … no tenían permiso más que de sentirse afortunados de tener casa, alimento y conexión a internet!? Me cuestioné desde mi maternidad si acaso yo iba a decir o peor, pensar lo mismo.

    Por otro lado, esta ha sido la etapa en la que más he aprovechado para terminar procesos académicos y hasta tomando cursos de todo tipo. En mi caso la sensación de que no hay tiempo es más tangible así que hay una serie de suertes al rededor de tomar la oferta educativa virtual como la verdadera opción a la mano, no sin considerar claro que crecí en la era pre ipod y que vivo la pandemia desde una situación distinta en la que desearía entender cómo la ven otros y con ello intentar inútilmente de imaginar cómo se supone que se hace una nueva normalidad.

  2. Exactamente , se está perdiendo el calor de las personas , la convivencia y obvio se abren otras puertas de aprendizaje .buen reportaje .

  3. Que gran reportaje.
    Si bien podemos ver, estamos de acuerdo con todo esto. Que la pandemia nos ha dejado, y ha traído acabo muchas de las buenas y peores cosas que en ningún momento pudimos pensar hasta llegar a este cierto grado.

    Donde el estrés fue aumentando en largas horas estando detrás de una pantalla viendo a profesores dando la clase, sin tener receso como lo solíamos tener junto a nuestros amigos y compañeros de clase, el trabajo, una reunión con los amigos, etc. Donde el desespero fue aumentando más y más hasta acabar con la paciencia de cada uno de nosotros al ver, que las cosas ya no eran mismas como antes, que en algún momento toda la humanidad cambiaría y que la tecnología fuese avanzando más y más.

    Woa.

  4. Es un artículo muy sensible, muy actual, muy reflexivo y muy cierto que retrata los grandes cambios a los que los seres humanos estamos sujetos por una grave pandemia y seguramente vienen más cambios por los daños hechos a nuestro bello hogar…La Madre Tierra!!!!!

  5. qué nostalgia sentí al recordar de todo lo que nos hemos perdido estando en el zoomestre. me encantó la manera en que se abordó este difícil tema, muy bonita redacción.

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