Facultad de Filosofía y Letras
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La escalera
Conocides. Gente común,
como un grano de sal.
No les trato ni bien ni mal,
me saludan, les saludo.
Su existencia no es mi asunto.
Hay empatía por la multitud.
Cuates. ¿Por dónde empezar?
Cotorreamos de vez en cuando,
chisme tranquilo, sano.
En mi gracia les tengo,
pero no les hablo luego.
Aquí y atrás casi todes están.
Amix. Aquí ya estoy procurando.
Cumpleaños anoto, recuerdo
el que me hablen no me es molesto.
Recurro a ellos y consejo les pido,
porque en elles confío.
Con mis manos les he contado.
Noyolikniwan. Aquí mis reales.
Les doy mi vida, está en bandeja
ya que la han cuidado de mil maneras.
Soy un cristal, adentro y fuera ven
lo agridulce y cálido de mi ser.
Solo dos, antes tres, preciosas amistades.
De parejas y otres. Consecuencia
de errores míos y ajenos.
Se ha sufrido y llorado por aquellos.
Traiciones, malentendidos,
ha habido perdones, pero se han ido.
Su camino no es mi incumbencia.
Así suben y bajan los sujetos
a mi cariño comprensión y ternura.
Y así bajo y subo de otras alturas.
Merecer la amistad es gran tarea,
pero que sucumbe a la marea
del amor y mutuo respeto.
¿Aún somos..?
Un no sé qué
que qué sé yo.
Se inhala, se exhala,
se cala pero no se habla.
Ese no sé qué
que crece, que habita
en la duda de lo cotidiano,
en la certeza de lo extraño.
El qué sé yo
que ignoro pero ¡ahí,
ahí está, te lo juro!
No estoy loco… Solo inseguro.
No sé por qué
no hablamos de esto.
¿Será que en realidad
nunca hubo de qué hablar?
Sé que no molesto,
pero sé que no conforto.
Ese qué sé yo
sigue presente hoy.
No sé qué hacer,
no sé cómo hablarte.
Ese silencio incómodo,
esa compañía solitaria.
Ese no sé qué
que qué sé yo.
Nos divide, nos encuentra,
nos junta pero nos aparta.
Ese qué sé yo
que no sé qué.
Donde la vida pasa
y que de vínculo no hubo nada.
Resoluciones de año nuevo
No sé qué es peor:
si tu ausencia que presente
encarna al recuerdo,
o tu presencia que ausente
a mi soledad alimentan.
Pudimos festejar
estos días como siempre.
Ya no ocurrió,
se fue antes de diciembre
el cariño que teníamos.
Endeble resultó.
Confié en tus dimes y diretes,
amé tus errores,
te corregí tantas veces
todas con amor
íntimo y cercano.
Pero yo ya no soy ese
que te esperaba y
justificó las sandeces
que babeabas.
Supongo que no eres aquella
sombra que estremece
mis pensamientos
con tus entremeses
que eran como febrero:
fríos, secos y sin gracia.
Corazón mío, confidente
perdido, Rómulo fallido,
coyote, gran sorete.
Fallarme sería extrañarte.
Tampoco me añores,
santo no soy. También dañé
sin querer y queriendo.
Cargo con cómo te fallé
poque me creí el centro.
Desollando con pedernal,
con sal y limón me comía
entre risas tus dolores,
inseguridades; y tus heridas
abría y cerraba con inocente
crueldad que mal leí
como amistad cuando era
negligencia pura y cruda.
Pero ya no, nomás queda
esa ceniza empapada
por las lágrimas del cariño
que guardo al recordarte.
Perdonado mi amado,
me obligó a dejarte
y perdonarme te pido.
Te tendré como amigo
siempre dentro de mi carne.
Mas contigo no estaré,
se nos hizo tarde
para sanar y separados crecer.
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