Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3
Escuela Nacional Preparatoria Plantel 3
El agua se desliza sobre mi piel llevándose todo rastro de lo que pasó hoy. Todo lo que pasó ya no está en mi cuerpo y se traslada a un rincón de mi mente donde lo pongo en una espera que parece no tener fin: los eventos que sé debería procesar pero no hago. Así, con mi cuerpo limpio, puedo fingir que nada pasó.
Hoy debí haber ido a la escuela, después de dos años con clases a distancia, los directivos decidieron que sería buena idea dejarnos disfrutar de las últimas dos semanas de clases con actividades nimias e inanes. Esta perspectiva podría parecer atractiva para la mayoría: reencontrarse con amigos, conocer nuevas personas, salir a fiestas, pasar un buen rato…
Parece divertido, pero para mí eso se traduce en un dolor de cabeza que durará semanas; cientos de memorias más para almacenar en una caja que nunca abro. Pobre caja, pobre yo, la siento quedarse sin espacio. Hoy no fui a la escuela, hoy hice algo estúpido y vergonzoso. Decidí ir a la línea más larga del Metrobús y cuando llegaba a la última estación, me bajé para luego ir al otro lado y regresar; así lo hice hasta que se llegaron las 12 y fui a ver una película.
Cada vez que veía a una persona por la ventana del Metrobús yo enumeraba las razones por las que era mejor y tenía más derecho de vivir que yo, el cual es uno de mis pequeños juegos de autosabotaje.
Ahora, la película estuvo horrenda, principalmente porque estaba doblada al español, aunque no tuve otra opción, pues la función con subtítulos no empezaba hasta bien tarde. Fue la primera vez que fui al cine por mi cuenta: llegué tarde, no sabía qué asiento elegir y a mitad de la función me entraron unas ganas horribles de ir al baño, aunque eso último no era nada nuevo. Me la pasé muy bien, pero todo se arruinó cuando salí de la sala y vi a varios de mis compañeros de clase formándose para comprar palomitas. Por un espantoso segundo pensé que me habían notado, pero luego caí en cuenta de que no tenían motivos para recordarme, nunca hablo en clase ni enciendo mi cámara, ellos no saben de mi existencia. Ríen ¿por qué no? Ellos tal vez no tengan una pequeña voz susurrándoles que todo lo que hacen está mal, que hay algo mal es su aspecto, que hay algo que se les está escapando y por lo que se torturarán toda la noche cuando lleguen a casa.
De regreso a mi casa hacía un calor espantoso y sofocante, pero me forcé a ponerme la sudadera porque quería evitar los comentarios de mi madre sobre mi vestimenta. Sé que mamá se avergüenza de mí, o al menos siente pena. Ya le he dicho que es difícil para mí relacionarme con otras personas, pero siempre encuentra su manera de hacerme sentir mal por ello. “¿Vas a ir a la fiesta de graduación?, ¿no?, ¿por qué no? ¿Hiciste amigos?”
Mientras me ponía la toalla en mi cabello y me secaba el cuerpo pensaba en lo que le diría a mamá cuando me preguntara qué actividades había hecho y con quién me había juntado. Le dije que unas niñas me hablaron y pasé el día con ellas. Me sentí horrible, pero era mejor eso a escuchar sus comentarios cargados de decepción oculta.
Ya con mi pijama puesta, encendí mi celular y vi todas las fotos de mis compañeros, en las clases, en el cine, en restaurantes, en fiestas… Me entró una depresión horrible, sentí cómo mi cráneo se encogía y apretaba mi cerebro, sentí las lágrimas por detrás de mis ojos y cómo el resto de mi cuerpo se aligeraba hasta desaparecer.
“No soy nadie –me dije– soy invisible para todos y sólo yo me percibo. Yo, la persona que más odio en el mundo, soy mi única compañía. Estoy condenada a pasar todas las todas las horas de cada día con alguien que aborrezco, ¿cuánto más lograré tolerar esta verdad?”
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Una respuesta
Hola querida Sara Paola, te entiendo perfectamente, todo este tiempo nos ha hecho sentirnos exactamente como lo describes, es decir, aunque sea difícil de creer, no eres la única en sentirte así. Deja que tu mamá pueda conocer cómo te sientes, seguramente si ella no puede buscará ayuda para ambas. Yo te ofrezco escucharte y lo que hago mejor, ayudar a mis estudiantes a expresar lo que sienten dibujando. Soy maestra de P7, aunque por el momento sólo de cuarto año, es decir, que me podrás buscar cuando quieras a partir del 29 de agosto, casi siempre estoy en el salón B007, voy todos los días por la mañana. Si te urge antes, puedes escribirme a mi correo alejandra.garcia@enp.unam.mx. y podemos platicar un rato, no soy psicóloga, pero según el horóscopo chino, soy perro y tengo unas orejas muy grandes para escucharte y acompañarte. Te abrazo.